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“No creo que el FMI cambie” |
Dentro del G-20 están en pugna dos posiciones: países que impulsan una verdadera reformulación del sistema financiero internacional y otros, como Estados Unidos, que quieren preservar las bases del libre mercado. Para ello, dice Hopenhayn, se valdrá del FMI.
La próxima cumbre del G-20 en Londres será un paso más en el debate que pretende modificar las actuales reglas del sistema financiero internacional, que colapsó tras el estallido de las hipotecas subprime. Para el economista del Plan Fénix Benjamín Hopenhayn, el G-20 concentrará sus deliberaciones en el cambio del paradigma de la autorregulación de los mercados financieros a pedido de Europa, en vez de profundizar la reforma del FMI que pide Estados Unidos. Para este especialista, la Unión Europea pugnará por una mayor intervención estatal de largo plazo, mientras que Barack Obama apostará a su clásica receta del libre mercado, haciendo eje en la reformulación del Fondo.
¿Hasta qué punto se están discutiendo en el seno del G-20 las bases de un nuevo sistema financiero internacional?
Desde la década de 1980 se habla de la necesidad de crear una nueva arquitectura financiera internacional, sobre todo luego de la crisis de Rusia, que afectó severamente a los bancos de Alemania y Estados Unidos. Pero como las crisis que se sucedieron luego fueron relativamente blandas, la idea de un cambio rotundo perdió fuerza y todo se resolvió a través del Banco de Basilea, donde se dictaron las conductas a seguir entre los bancos centrales de los países. Hoy estas conductas se reflejan en la discusión sobre la autorregulación de los bancos, que es el paradigma que impera desde aquellos años. A esta altura de las circunstancias, Basilea es una institución más importante que el FMI, pero tiene menos prensa.
¿Es posible una reforma del FMI?
No creo en la reforma de su pensamiento, para eso debería cambiar su ideología y la de los 3000 economistas que forman parte del FMI. Las reglas de la condicionalidad responden a un paradigma básico, donde su regla principal es la del ajuste para reducir el gasto. El FMI no surgió por casualidad y así seguirá operando. Por eso considero que habría que evitar que el Fondo crezca en importancia. La crisis financiera internacional tomó tal dimensión que lo que se discute realmente son los papeles relativos del Estado y el mercado y el principio de la autorregulación bancaria. Lo del FMI es un tema marginal.
¿Entonces cuál es el fondo de la discusión dentro del G-20?
El Banco de Basilea fue creado antes de la Segunda Guerra Mundial, y hoy es una institución similar al G-20 donde se redactan las normas de la banca pública y privada, bajo un eje fundamental: la relación entre el capital y el riesgo. La crisis que se desató a partir de las hipotecas subprime fue porque el sistema financiero privado de los países desarrollados pasó raudamente cualquier frontera de evaluación de riesgo. Se apostó al riesgo. Incluso, se crearon instituciones paralelas a los bancos –como las extintas AFJP en Argentina– que tomaban dinero del público y lo colocaban en el mercado financiero. Por eso la reunión del G-20 busca mirar más allá de Basilea, donde los países están pugnando por liderar una nueva gobernabilidad que asegure el buen funcionamiento del mercado financiero.
¿Por lo tanto, más que del FMI se trata de cuestionar (o no) los principios de autorregulación de Basilea?
La autorregulación de los bancos es uno de los grandes problemas del momento. Las últimas noticias sobre la intervención de Estados Unidos en el Citi (convirtió las acciones preferenciales en comunes y pasó a ser el mayor accionista, con derecho a voto) quizá tengan que ver con la preparación táctica para una nueva Basilea. Entonces, creo que las prioridades de los principales países del G-20 pasan primero por la autorregulación bancaria, segundo por las características de la cooperación internacional y, en última instancia, por el nuevo rol que deberán adoptar los organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial.
¿Cuál es la posición de Europa sobre la autorregulación?
En comparación con Estados Unidos, Alemania es más intervencionista, aunque dentro de la Unión Europea es el país que más defiende el libre mercado. Mientras que Francia es la que más apuesta a la intervención estatal. Y Estados Unidos quiere salirse simplemente por la tangente. Norteamérica es la fuente del neoliberalismo de los últimos 30 años y así seguirá siendo. Sus paquetes de ayuda están pensados para intervenir en un momento puntual de crisis, para luego retomar la senda del libre mercado. En Europa las condiciones son diferentes, ya que existe una mayor tradición de intervención del Estado.
¿Y quién ganará esta puja geopolítica?
Eso es una incógnita, pero los mercados financieros de Estados Unidos perdieron su poder de reclamar la autorregulación del sistema financiero. De todas maneras, creo que insistirá con darles vía libre a sus instituciones financieras, luego de quitar del mercado las hipotecas subprime, a través del llamado “Bad Bank”. No está en sus planes ni nacionalizar ni estatizar la banca. Por otro lado, Alemania también buscará rescatar los activos tóxicos pero con una mayor intervención estatal, como hizo la Alemania occidental cuando absorbió a la Alemania oriental. Y la posición de Francia e Inglaterra es de estatizar ciertos bancos o pugnar porque sus aportes de capital sean con derecho a voto dentro de las instituciones bancarias. En definitiva, dentro del G-20 están en conflicto dos posiciones: una que apuesta nuevamente a la autorregulación del sistema financiero –que ya demostró su fracaso– y la otra que intenta avanzar hacia una verdadera reestructuración de la arquitectura financiera internacional.
¿Qué cree que hará Obama frente a esa pérdida relativa de poder en la autorregulación de los mercados?
La respuesta de Obama será fortalecer lo más que pueda al FMI, donde tiene casi un poder total. Es decir, a Estados Unidos es al que le conviene el fortalecimiento del FMI y de ahí sus presiones para que Europa y Japón incrementen sus aportes dentro del organismo. Sin embargo, éste no es el problema central en las discusiones internacionales y Estados Unidos lo sabe.
(continue)

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, dos importantes organizaciones internacionales, fueron fundadas en la Conferencia de Bretton Woods sostenida en 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de terminar y el mundo necesitaba urgentemente un nuevo sistema financiero y monetario.
Como un reflejo del orden económico mundial existente en esa época, Estados Unidos y los países europeos han tenido un papel dominante dentro del FMI y del Banco Mundial.
En los 65 años pasados, el mundo ha sufrido cambios fundamentales. Pero la toma de decisiones dentro de las dos organizaciones financieras mundiales sigue basándose en gran parte en los países desarrollados, como ocurría hace más de medio siglo.
Por ejemplo, los derechos de voto de los países en desarrollo dentro del FMI es de 42,1 por ciento del total, lo cual es completamente desproporcionado con respecto al número mayoritario de los países en desarrollo del mundo y de la fuerza colectiva de su producto interno bruto (PIB).
Después de una serie de cambios se ha logrado progreso, pero están lejos de ser suficientes.
La crisis financiera mundial que condujo a la mayoría de los países desarrollandos a una recesión demuestra que el sistema financiero mundial trazado por las naciones ricas en la década de los 40 no logró impedir la crisis.
Los países BRIC están pidiendo una revisión de los papeles del FMI y del Banco Mundial para garantizar que sigan manteniendo un papel relevante en un nuevo sistema financiero y monetario.
Las propuestas discutidas en los meses pasados, incluyen el establecimiento de un sistema mundial de advertencia temprana para el sector financiero que pueda detectar los riesgos acumulados en los principales centros financieros, mejorar el régimen interno de las organizaciones financieras internacionales, construir mecanismos de respuesta y rescate efectivos y elevar las capacidades de las instituciones financieras internacionales.
La parte fundamental de cualquier paquete de respuesta debe ser una representación y derechos de voto mayores para los países emergentes y en desarrollo dentro del FMI y del Banco Mundial.
La reforma no sólo debe reflejar la fortaleza e importancia creciente de esos países, sino que también debe otorgar una mayor legitimidad al FMI y al Banco Mundial.
Otra reforma debe ser sobre la forma en que son elegidos los líderes del FMI y del Banco Mundial.
Durante mucho tiempo ha existido una regla no escrita infame, con base en la cual el Banco Mundial debe ser encabezado por un estadounidense y el FMI por un europeo.
Por sentido común, los líderes de cualquier organización financiera internacional deben ser elegidos con base en los méritos de los candidatos en lugar de en sus nacionalidades.
El llamado para establecer un nuevo orden financiero internacional que sea justo, incluyente y ordenado se ha vuelto más urgente que nunca.
Los países en desarrollo deben tener una mayor influencia en el escenario mundial.
El camino del mundo hacia la recuperación económica debe pasar por los países en desarrollo.
(Xinhua)
Economista de profesión y con master en la británica universidad de Exeter, Zuluaga será anfitrión, junto con el presidente Alvaro Uribe, de lo que es un acontecimiento para la ciudad de Medellín: ser la sede de la Asamblea Anual del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), justo cuando la entidad cumple 50 años.
Argentina aprovechará ese escenario para insistir que otros organismos de crédito, como el FMI y el Banco Mundial, asistan rápido y casi sin condiciones a los países en desarrollo. La Asamblea del BID comienza el próximo 27 de marzo y termina el 31, con lo que su debate será una instancia previa a la reunión del Grupo de los 20 que arranca en Londres el 2 de abril y que debatirá el nuevo rol de esos organismos.
La elección de Colombia como sede de esta Asamblea se atribuye, precisamente, a la nacionalidad del titular del BID, Luis Alberto Moreno que anticipó que las cosas vienen mal: "La crisis está reduciendo la disponibilidad de crédito en los países emergentes y está reduciendo la demanda de materias primas, que son la principal fuente de exportaciones de América latina. Nuestro sistema bancario, a pesar de su sólido marco regulatorio, también ha sido expuesto a la crisis, debido a la presencia de la banca internacional, que ha estado limitando sus préstamos a la región. En consecuencia, el crecimiento económico de la región se verá afectado, traduciéndose en menos empleos y más personas bajo la amenaza de regresar a las filas de la pobreza. Si la crisis durara sólo un año y el crecimiento económico fuera de 1,1%, hasta 2,8 millones de personas podrían volver a caer este año en la pobreza en la región".
A Medellín llegarán con su séquito, unos 48 ministros de Economía y presidentes de bancos centrales. La ciudad, que fue famosa por el temible cartel de la droga de Pablo Escobar, busca exhibir su transformación y ha invertido millones de la mano de sponsors como la tabacalera Philip Morris y los cafeteros colombianos, para cambiar su imagen. Allí se discutirán diagnósticos y recetas. La Argentina también lleva una ambiciosa propuesta para reformular los organismos de crédito que intentará consensuar con otros ministros. Aunque, se corre el riesgo que todo quede en un catálogo de buenas intenciones.
De Buenos Aires viajan el ministro Carlos Fernández, el titular del Banco Central, Martín Redrado y una legión de banqueros que también van en búsqueda de fondos.
Después de todo, el BID es el banco de desarrollo regional más grande del mundo y la principal fuente de financiamiento multilateral para América latina. En 2008 el BID aprobó nuevas operaciones por más de US$11.200 millones.
Bill Clinton, los premios Nobel Joseph Stiglitz, Robert Merton, Alain Touraine, director de investigaciones de la École des Hautes Études y el editor de la revista Foreign Affairs, Moisés Naim, son algunas de las estrellas de los múltiples debates programados.
Y en el centro de convenciones de Medellín, diseñado especialmente para esta ocasión, con un tamaño espectacular (300.000 metros cuadrados) hay preparada otra sorpresa: Roberto Lavagna contará cómo sacó a la Argentina de la crisis.
Silvia Naishtat
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