«« | »» |
Límites al Estado de Inopia |
A finales del siglo XIX, Otto von Bismarck puso la primera piedra del Estado del Bienestar contemporáneo: un esquema de prestaciones públicas destinadas a reducir la desigualdad, fomentar la integración social y mitigar la pobreza según estructuras de dependencia intergeneracional y solidaridad. Camino de cumplir 70 años, el Beveridge Report sentó a su vez las bases de los modernos sistemas de seguridad y protección sociales, según tres principios esenciales que, en plena Segunda Guerra Mundial, resultaban críticos.
El primero quedaba resumido en la frase un momento revolucionario de la historia mundial es tiempo de revoluciones, no de parches. El segundo cimentaba la política de progreso social como una batalla contra cinco gigantes: necesidad, enfermedad, ignorancia, miseria y ociosidad. Por último, criterios de reciprocidad. El esfuerzo debía ser fruto de la cooperación entre el Estado y el individuo. Cobertura a cambio de servicio y contribución, evitando ahogar el incentivo, la oportunidad y la responsabilidad individual. Permitir margen de maniobra y estímulos suficientes para la acción voluntaria orientada a mejorar la propia situación personal y familiar. Amparo sin provocar desidia.
Pero los tiempos cambian, nuevo collar. Don Carnal utiliza maschera dello speziale apareciendo como Estado del Bienestar democrático y solidario cuando, en realidad, es la coartada de la partitocracia absolutista. Bajo la careta se esconde, ya saben, una monstruosa estructura burocrática multinivel, siempre dispuesta a engordar a cambio de más servidores, bienes y servicios de dudosa necesidad, difícil financiación y peor administración. Su insaciable apetito recaudatorio, proporcional a su creciente tamaño, debe ser convenientemente alimentado por prudentes ahorradores, inversores de talentos, emprendedores, justos comerciantes y obreros de la honestidad profesional, para así dotar de bicocas y prebendas al resto de paniaguados del sistema.
Necesidad, ignorancia y ociosidad han sido finalmente combatidas con sobreprotección, condescendencia infinita y desmantelamiento de la formación integral en principios y deberes, a todos los niveles. Asesinada la Parábola de los Talentos, quien los entierra obtiene igual o mejor premio que quien los arriesga. Aventada la meritocracia basada en el binomio esfuerzo-recompensa, nada se niega, reprensión inexistente, impunidad. La cultura de la subvención y el subsidio han creado una relación patológica de dependencia trufada de conflictos de intereses. Clientelismo político y pesebrismo público. Imposible adelgazar. Indolencia conformista, hedonismo compulsivo y picaresca autóctona para una sociedad decadente donde la convivencia pende del fino hilo de la improvisación, la dejación de funciones, las corruptelas y el ande yo caliente. Tenemos lo que nos merecemos, sí, fiel reflejo de nuestra sociedad.
Evolución del Panem et circenses hacia la Cultura del bienestar y el ocio. Atrás quedan sombrías fórmulas totalitarias de turismo de masas por trabajar con alegría o merecidos recreos en Butlins sudados de esfuerzo. Fuera límites, éxito sin mérito. La vie en rose. Oportunidad única del Estado benefactor para someter cuales súbditos a sus ciudadanos mediante la gestión del equilibrio de los tercios sociales: una parte apoya y se beneficia, otra se opone y padece, y la última, abonada al NS/NC, se adapta a lo que le echen. Demasiadas cigarras para tan pocas y tan explotadas hormigas. Esperanzas fundadas en que la reversión del tercio acomodaticio se escore hacia el hormiguero antes de que éste sea abandonado por sus exhaustos moradores.
El Bien Político no tiene sustitutivo perfecto, partitocracia o caos, nos dicen. Mensaje que cala y se retroalimenta mediante proselitismo mediático, dádivas y caramelos. Proteger el mercado político con barreras de entrada consistentes en desplazamientos hacia la derecha de la curva de costes mediante publicidad institucional y propaganda. Impedir la competencia de nuevos participantes que tendrían que realizar ingentes inversiones para atraer la atención ciudadana y así posicionar su imagen de marca. Costes unitarios prohibitivos en términos de votos. El pastel es demasiado goloso para ser com-partido. Al ciudadano no le quedan más alternativas que apechugar o rebelarse. Ambas salen caras.
Henos aquí porque hace tiempo otorgamos carta de naturaleza e impunidad para invalidar las restricciones que impedían conquistar Jauja. Cautiva y desarmada, desbarre non stop. Tomar conciencia de la letra pequeña, del coste real de ser sometidos en nuestro nombre y por nuestra propia mano, supone llegar tarde para cuidarse de lo que uno desea. Programas de contención del descontento social basados, curiosamente, en apretar la soga y el cinturón a los contribuyentes en lugar de contener el despilfarro, las gollerías y las cacerías con pólvora del rey. En épocas de vacas famélicas el apetito confiscatorio se dispara y, como no se puede sacar de donde no hay, se aprietan tuercas y se exprimen los bolsillos ciudadanos.
El ejercicio del poder coactivo del Estado del Bienestar pasa por enterrar literalmente a los ciudadanos, reconvertidos en serviles súbditos, bajo una ingente y absurda montaña de regulaciones y leyes ininteligibles de inexcusable cumplimiento, salvo para aquella casta de privilegiados inmunes, gozosos de impunidad. Ley del embudo. Una vez fijado el corpus normativo, vía libre para inundar el sistema financiero con instrumentos de pago basados en papel, tinta y confianza prestada, orientados a la mutua liquidación de tributos y contribuciones.
El dinero fiduciario es un activo para el agente privado, pero no un pasivo del emisor, dada la inconvertibilidad del papel moneda salvo en papel moneda, generando una solvencia asimétrica entre ellos. La aceptación del agente privado de recibir pago en dinero fiduciario constituye una liquidación definitiva entre las partes, sin que aquél pueda reclamar nada más. Interesante, Dr. Buiter. Dada la dependencia intergeneracional del sistema, las ronchas que el maná de Papá Estado va dejando en herencia, y que deben ser sucesivamente amortizadas, cada vez pesan más, volviéndose imposibles de atender. ¿Deuda perpetua...?
John Horsley Palmer, Gobernador del BoE (1830-1833), escribiría: si el papel moneda fuese desacreditado por cualquier convulsión política interna, entonces sólo podría ser defendido por el poder del Gobierno y, en tales momentos, el deber de los Ministros de la Corona se convierte en asumir la responsabilidad de mantener el crédito público. Para aliviar el descrédito comercial, el organismo emisor debería estar suficientemente formado como para poder brindar protección. Llegamos mal y tarde, me temo. Nos hemos pasado varios pueblos y a las nuevas generaciones no se les ha enseñado a frenar, siempre a tope.
Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Límites. De su ausencia, corríjanme si me equivoco, brota el origen de nuestras cuitas. Hora de despertar del aletargamiento y de acotar el Estado de Inopia. Tal vez haya que hundir antes de reflotar. Unas pocas normas sensatas, accesibles y orientadas al bien común; una administración ligera de equipaje, eficiente y al servicio de sus ciudadanos; una efectiva separación de poderes; un sistema electoral de representación justa y directa; mecanismos de control, escrutinio y sanción de las actuaciones públicas, con exigencia automática de responsabilidades y sin resquicios para la impunidad. Extirpación quirúrgica del dollar standard, haciendo borrón y cuenta nueva con el remanente. Begin the Beguine. Un sistema financiero internacional que no asuma como lógicas e irremediables la sucesión de burbujas y sumideros, más o menos globalizados, que roban prosperidad a generaciones enteras, encadenando miserias para acreditar las cuentas del Gran Capitán. I have a dream today.
Fernando Suárez

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, monopolios, multitud, politica.
Los sucesivos procesos históricos de descolonización y balcanización han ido dejando un reguero de pequeños territorios y micro-estados cuya habitual carencia de ventajas comparativas les ha abocado a desarrollar ventajas competitivas. La ausencia de recursos naturales o de un entorno privilegiado exige la creación y desarrollo de capacidades basadas en la explotación de factores humanos y tecnológicos. El reducido tamaño de sus mercados interiores dificulta la consecución de economías de escala, disminuye su competitividad y conduce a compensar las desventajas iniciales mediante sana competencia fiscal. Siendo la elasticidad del capital móvil respecto al tipo impositivo mayor cuanto menor sea la dimensión territorial, se neutraliza la inicial pérdida de ingresos fiscales y se dota de ventajas competitivas a quienes, de otra forma, estarían condenados a una economía de subsistencia.
Pero esta competencia fiscal es vista, desde los grandes Estados, como desleal y perniciosa. Puesto que una reducción de la carga impositiva tiene un efecto mínimo sobre la atracción de capital respecto al PIB, sin compensar los descensos de recaudación, la solución de consenso es evitar competir. Sabido es, la competencia es buena según en qué. En el corto plazo, la imposición confiscatoria sobre las rentas de capital es óptima. La consigna ideológica subyacente es clara: la insumisión dimensional del Estado requiere una presión fiscal mínima lo suficientemente alta que permita seguir financiando la capacidad de perpetuación del poder político y sus servidumbres. Para ello, ilimitada capacidad normativa, coacción tributaria e insaciable apetito expropiatorio. A cualquier precio, siempre pagan los de siempre. Con la ley en la mano, bufet libre a costa del contribuyente. Y si no cuadran las cuentas, se le hipoteca con el aval de generaciones venideras.
Sin embargo, la concurrencia introducida por los paraísos fiscales ha permitido reducir la presión impositiva soportada en los países más industrializados: desde 1980, 20 puntos porcentuales en sociedades, a partir de una media del 50%; y 25 puntos en renta, hasta el 45%. En la UE, sólo entre 1998 y 2004 la carga tributaria efectiva de sociedades se ha reducido 6 puntos porcentuales, del 32 al 26%. El batiburrillo fiscal aplicado al consumo, al trabajo y al capital, insostenible por más tiempo.
Eslovaquia. Hace apenas una docena de años aún arrastraba el legado de ruinosas estructuras del paraíso comunista y su reciente escisión de su hermana checa. Panorama desolador, doy fe. Esfuerzo colectivo, compromiso y enormes ganas de progreso condujeron al país hacia las reformas que le han permitido abrazar el euro en enero pasado. Una de esas reformas esenciales fue la fiscal, implantada hace un lustro. Tipo único del 19% en renta, sociedades e IVA, incentivando la competencia tributaria e importantes reducciones impositivas en los países de su entorno, para alborozo de los sufridos contribuyentes y enfado de los colosos tributarios, bajo acusaciones de dumping fiscal y competencia desleal. En la actualidad, es el mayor productor mundial per cápita de automóviles.
La adicción tributaria de algunos Estados, gravando sucesivamente rentas del trabajo, capital acumulado, sus rendimientos y su transmisión, sólo desalienta el ahorro y la inversión, ceba el consumismo vacuo, lastra el crecimiento económico e incentiva tanto la elusión como la evasión fiscal defensiva. La equidad, simplificación, y estabilidad impositivas son imprescindibles para cálculos económicos realistas a largo plazo y evitar distorsiones en las decisiones de los agentes. La relación óptima entre carga tributaria y horas trabajadas también, como se evidencia respecto de los países de la OCDE entre 1956 y 2004. Mayores impuestos reducen las horas trabajadas.
Atacar los nidos de piratas supone querer ganar en campo visitante un partido ya perdido como local, poniendo además el árbitro, las normas y la seguridad del recinto. Sustraerse del proceso de control de las actividades delictivas y de los procesos de blanqueo de capitales en sus propios territorios. El lavado & engrase comienza en el mismo lugar donde se originan los fondos ilícitos, los paraísos fiscales suelen aparecer sólo en las últimas etapas del proceso. El desinterés por atajar estas actividades in situ justifica a menudo saltarse a pídola la legalidad internacional, extorsionar la soberanía territorial y desmantelar cualquier reducto de secreto profesional, discreción y confidencialidad. Infringir la ley invocando presuntos ilícitos previos. Todo vale. En nuestra piel de toro, la inacción suele obedecer a criterios políticos. Quizá por ello sean tan habituales los intereses creados, las excepciones a la regla, la desconcertante incoherencia y la falta de respeto a la libre circulación de capitales.
La encarnizada lucha contra los paraísos fiscales sólo evidencia, me temo, el fracaso, la incapacidad y/o desgana de los colosos tributarios para admitir la competencia fiscal; ajustar sus estructuras burocráticas y niveles de gasto público a criterios de racionalidad, eficiencia y equidad; y controlar el fraude, la corrupción y el lava más blanco dentro de sus propias fronteras. Pero además esconde el irrefrenable deseo de eliminar cualquier atisbo de privacidad e intimidad. Los acontecimientos que provocan convulsión social son ocasiones inmejorables para ceñir lazo y las tentaciones de control absoluto se vuelven irresistibles. El almíbar del desconcierto y la agitación suponen la coartada perfecta para poner parches preventivos ante la subversión de la jerarquía existente. El mejor caldo de cultivo de medidas excepcionales: a grandes males, totalitarismo a precio de democracia. O viceversa.
La cartelización fiscal es una estrategia perdedora en origen y perniciosa en destino. La desmedida ambición recaudadora siempre aflora y se da de bruces con la percepción de reciprocidad, equidad y solidaridad. La legitimidad tributaria debe caminar inseparable de la responsabilidad fiscal. Y la competencia impulsa la liberalización del mercado impositivo. Del clientelismo y pesebrismo refinanciados con esfuerzo productivo ajeno, multigeneracional. Los paraísos fiscales son un mal menor, y ahora, más necesarios que nunca. Si no existieran habría que inventarlos. Cuanto más deprisa se vacíe la despensa del hormiguero más se incentiva el rinche, la mudanza y el exilio. Miseria tributaria en tocata y fuga.
Fernando Suárez
«« | Inicio | »» |