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¿Guerra civil en Estados Unidos? |
Nos estamos acostumbrando a toda suerte de rompimientos de tabúes. La prensa mundial se llena de discusiones acerca de si sería buena la idea de nacionalizar los bancos. Ni más ni menos que Alan Greenspan, discípulo del profeta superlibertario del capitalismo del mercado puro, Ayn Rand, dijo recientemente que deberíamos nacionalizar los bancos cada cien años, y que éste podría ser el momento. El senador republicano y conservador Lindsay Graham estuvo de acuerdo con él.
El keynesiano de izquierda Alan Blinder discutió los pros y los contras de esta idea. Y aunque piensa que los contras son un poco mayores que los pros, fue propenso a gastar energía intelectual pública en escribir acerca de ello en el New York Times.
Bueno, tras escuchar las propuestas de nacionalización por parte de archiconservadores notables, ahora oímos discusiones serias acerca de las posibilidades de una guerra civil en Estados Unidos.
Zbigniew Brzezinski, apóstol de la ideología anticomunista y asesor en Seguridad Nacional del presidente Carter, apareció en un programa de televisión matutino de entrevistas, el 17 de febrero, donde le pidieron que discutiera algo que había mencionado previamente: la posibilidad de un conflicto de clase en Estados Unidos como secuela del colapso económico mundial.
Brzezinski dijo que el asunto le preocupaba por la perspectiva de que millones y millones de desempleados enfrentaran serias dificultades, gente que se ha vuelto consciente de que la extraordinaria riqueza transferida a unos cuantos individuos no tiene precedente en Estados Unidos.
Le recordó al público que, cuando ocurrió la crisis bancaria masiva en 1907, el gran financiero J. P. Morgan invitó a un grupo de acaudalados financieros a su casa, los encerró en su biblioteca y no los dejó salir hasta que pusieran dinero para un fondo que estabilizara los bancos. Brzezinski dijo:
“¿Dónde está la clase adinerada de hoy? ¿Por qué no están haciendo algo si son la gente que ganó miles de millones?”
Si no hacen algo sobre una base voluntaria, dijo Brzezinski, va a ocurrir un conflicto creciente entre las clases y si la gente está desempleada y realmente sufriendo, ¡puede incluso haber motines!
Casi simultáneamente, una agencia europea llamada LEAP-Europe que publica boletines europeos globales confidenciales para sus clientes –políticos, servidores públicos, hombres de negocios e inversionistas– dedicó su número de febrero a la dislocación geopolítica global. El informe no pinta un retrato agradable. Discutió la posibilidad de una guerra civil en Europa, en Estados Unidos y en Japón. Previó una estampida generalizada que puede conducir a choques, a semiguerras civiles.
Los expertos dan algunos consejos: “Si su país o región es una zona donde hay una disponibilidad masiva de armas, lo mejor que puede usted hacer es… abandonar la región, si eso es posible”. El único de estos países que concuerda con la descripción de disponibilidad masiva de armas es Estados Unidos.
El director de LEAP-Europe, Franck Biancheri, apuntó que hay 200 millones de armas en circulación en Estados Unidos, y la violencia social ya es manifiesta a través de las pandillas. Los expertos que escribieron el informe aseguran que ya existe una emigración de estadunidenses hacia Europa, porque es ahí donde el peligro físico se mantendrá marginal.
Si Brzezinski confía en que emerja otro J. P. Morgan en Estados Unidos que haga entrar en razón a la clase adinerada, el informe de LEAP-Europe ve una última oportunidad en la sesión del 2 de abril del G-20 en Londres, siempre y cuando los participantes lleguen con un plan convincente y audaz.
Estos análisis no provienen de intelectuales de izquierda o de movimientos sociales radicales. Son la expresión abierta de los miedos de analistas serios que son parte del establishment existente en Estados Unidos y Europa. Los tabúes verbales se quiebran únicamente cuando tales personas están en verdad atemorizadas. El punto de romper tabúes es intentar una acción rápida que sea significativa –el equivalente a cuando J. P. Morgan encerró a los financieros en su casa, en 1907.
Era más fácil en 1907.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein

Etiquetas: conocimiento, memoria, monopolios, multitud, politica, sabiduria.
Entrevista con Immanuel Wallerstein
Wallerstein es una de las mayores autoridades mundiales en el estudio de sistemas económicos. El autor pasó por Madrid para hablar en un ciclo sobre la crisis del capitalismo organizado por la Universidad Nómada y el Museo Reina Sofía, en enero de 2009
Cuando Immanuel Wallerstein (Nueva York, 1930) predijo, en plena apoteosis de la Guerra Fría, que el bloque soviético se iba a derrumbar, algunos pensaron que estaba metiendo la pata hasta el fondo. Obviamente, eran ellos los que estaban equivocados. Y es que el sociólogo estadounidense lleva toda su vida académica estudiando las tendencias a largo plazo de los sistemas económicos mundiales desde el Centro Fernand Braudel (Universidad Estatal de Nueva York).
Wallerstein, autor de libros como El moderno sistema mundial (Nueva York, 1930) o Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos (Akal, Cuestiones de Antagonismo, 2004), pasó por Madrid para hablar en un ciclo sobre la crisis del capitalismo organizado por la Universidad Nómada y el Museo Reina Sofía.
Durante su charla, celebrada en un abarrotado salón de actos del museo madrileño, lo que da idea de la expectación que despiertan últimamente las voces críticas con el sistema económico, Wallerstein dejó toda una serie de titulares para la historia:
"¿Obama? Por favor, no hemos elegido al Che Guevara; en EEUU, no se puede votar al Che Guevara" o "Al día de hoy, se ven las cosas mucho más claras en Porto Alegre que en Davos".
Usted se ha especializado en el análisis a largo plazo del capitalismo y en su división, siguiendo los estudios de economistas como Kondratieff, en ciclos coyunturales.
Según sus estudios, en la primera parte del ciclo actual (1945-1975), el beneficio lo generó la producción industrial. Ahora estamos en la segunda parte de ese ciclo.
¿Cómo situaría la crisis económica actual en ese contexto?
Lo que está ocurriendo ahora no es nada más que la fase final de un ciclo que se ha repetido muchas veces en los 500 años de historia del sistema capitalista. Ahora nos encontramos, en efecto, en la fase final de un ciclo de Kondratieff.En este sentido, la crisis que estamos viviendo no tiene nada de novedoso. La actual crisis, sobre la que todo el mundo discute como si fuera lo nunca visto, es similar a las ocurridas en otros momentos históricos, como la Gran Depresión o el periodo transcurrido entre 1893 y 1896. Es decir, se trata de un periodo que empieza con un endeudamiento masivo de las economías, sigue con una explosión de burbujas y acaba con una sucesión de quiebras. Así las cosas, lo que estamos viendo ahora es el colapso del periodo especulativo que arrancó en los años setenta. Hasta aquí, todo normal. Ahora bien, hay que saber distinguir entre los fenómenos cíclicos que se repiten y los cambios extraordinarios que ocurren sólo una vez, entre lo que es normal y lo que es extraordinario.
De hecho, usted sí cree que el capitalismo está viviendo un momento nunca visto hasta ahora.
¿Qué tiene de extraordinario lo que le está ocurriendo al sistema desde hace unos años?
Lo extraordinario es que el ciclo coyuntural se agrava al enmarcarse dentro de otra crisis de mucho más largo recorrido que arrancó hace 30 años. Me refiero al fin del actual sistema-mundo capitalista y la consiguiente transición hacia otro sistema. Todavía no sabemos qué va a ocupar el lugar del capitalismo porque dependerá del resultado de una lucha política que aún se está dirimiendo.
A mi juicio podemos estar seguros de que en 30 años no viviremos en el sistema-mundo capitalista. En ese sentido, con la crisis coyuntural del capitalismo, converge una crisis estructural, un declive histórico del sistema- mundo. En eso se distingue esta fase de recesión económica mundial de otras anteriores: el nuevo sistema social que salga de esta crisis será sustancialmente diferente.
¿No podemos estar ante el enésimo ciclo de caída y auge del sistema capitalista?
Definitivamente, no. Las posibilidades de acumulación del sistema han tocado techo. Podemos estar seguros de que en 30 años ya no viviremos bajo el sistema-mundo capitalista. Pero, ¿en qué sistema viviremos entonces? Podría ser un sistema mucho mejor o mucho peor. Todas las posibilidades están abiertas. La solución la encontraremos cuando se resuelva el conflicto entre lo que yo denomino el espíritu de Davos y el espíritu de Porto Alegre. Si evolucionará en un sentido democrático e igualitario o reaccionario y violento es una cuestión política y por tanto abierta. En otras palabras, el resultado, depende de la inteligencia y el éxito político de los movimientos antisistémicos. Ahora bien, si no se afronta políticamente la cuestión del fin del capitalismo, es posible que lo que surja sea aún más extremo que el sistema actual, que en mi opinión es tremendamente injusto.
¿Qué papel puede jugar Obama en el actual contexto de crisis económica?
Todo el mundo ha recibido a Obama con los brazos abiertos. El mandato de Bush fue tan terrible que la gente aprecia la llegada de un hombre joven e inteligente al poder. Además, la llegada de un afroamericano a la presidencia es importante desde un punto de vista simbólico. Todo esto es positivo. Creo que es bueno que Obama haya llegado a la presidencia, pero no creo que vaya a ser capaz de cambiar fundamentalmente la situación. Y, aunque quisiera, tampoco tiene el poder para hacerlo. ¿Actuará Obama más inteligentemente que Bush? Por supuesto, pero eso tampoco significa gran cosa: el gobierno de Bush fue muy derechista. Su Administración actuó de un modo tan poco inteligente que aceleró el declive definitivo de EEUU como sistema dominante. Pero, ojo, Obama no puede revertir esa situación.
Al hilo de esto, también ha asegurado que la crisis se corresponde con el fin de un ciclo político, el de la hegemonía estadounidense.
¿Se trata de una decadencia irreversible?
Estados Unidos seguirá teniendo un peso importante, pero dudo de que pueda reconquistar su posición dominante debido a la multiplicación de centros de poder como China, Brasil, Europa, etc.
Dada la importancia que han tenido las llamadas “externalidades”, las apropiaciones privadas no pagadas de bienes comunes tales como los recursos naturales y ecológicos.
¿Cómo valoras el intento de Obama y de su administración de abrir un nuevo proceso de expansión a través de un “capitalismo verde”?
Obama tiene como virtud su inteligente apreciación del problema ecológico. Lo que pueda hacer al respecto, sin embargo, está condicionado por los nombramientos que ha hecho y por sus escasas posibilidades de cooperación con otros países en este sentido, dentro de un marco general de pragmatismo. Sea como sea, el problema es enorme y escapa a las hipotéticas políticas medioambientales de un gobierno, incluso del estadounidense. Es necesario un cambio de modelo productivo y, más allá, civilizatorio. Debemos vivir de otra forma, aprovechar la transición hacia otro sistema para optar por algo diferente. La ciudadanía estadounidense, como la española, suele percibir las amenazas actuales casi en exclusiva como reducción de su nivel de vida, mientras que corremos el riesgo global, en los países ricos tanto como en los pobres, de vivir en un mundo ecológicamente destruido, que haga peligrar la supervivencia colectiva.
¿Puede abrir el declive de la hegemonía norteamericana un espacio para la emergencia de la UE como primera potencia mundial?
Europa tiene cierta autonomía política, pero atraviesa un período muy complejo por tendencias muy diferentes que se están dando en su interior. La crisis financiera está poniendo todavía más difícil el proceso de construcción europea (imprescindible para que pueda competir como potencia mundial). El colapso económico que se está haciendo visible en Grecia, Italia, España, Islandia, etc., está generando tendencias proteccionistas muy serias. Veremos si Europa puede afrontar las circunstancias actuales. El proceso de construcción de la UE se ha complicado con su expansión a los países del Este y ahora está pagando el precio.
¿De qué manera puede impactar la crisis en las experiencias de giro a la izquierda en Latinoamérica?
Lo más positivo de la presidencia de Bush fue constituir el mejor estímulo para la integración latinoamericana. No es casual que en estos años hayan surgido presidentes más o menos de izquierdas en 11 ó 12 países de la región. Es sencillamente impresionante. El hecho de que EE UU esté tan enfangado en Oriente Medio, hace que carezca de la capacidad militar, política y económica para interferir en la política latinoamericana. Actualmente, América Latina ejerce un papel político autónomo y éste es un hecho irreversible. Está claro que la política de Chávez no es la de Bachelet, ni tampoco la de Lula, pero, sea como sea, América Latina es una fuerza geopolítica independiente en la que Brasil es, sin duda, el primus inter pares, como demuestran los éxitos en su política exterior. Ejemplo de ello ha sido su papel, crucial, en las reuniones de Unasur, del Grupo de Río, etc., que constituyen una verdadera declaración de independencia. Por desgracia, el papel exterior, que juzgo positivo, no ha ido acompañado de una política interna más de izquierdas.
Los trabajadores migrantes se están convirtiendo en el chivo expiatorio de los comportamientos políticos más reaccionarios.
¿Cómo enfocas este problema?
La inmigración, que prefiero llamar migración, no sería un problema en un mundo relativamente igualitario, pues la mayor parte de la gente prefiere vivir donde ha nacido o, en todo caso, donde tiene vínculos culturales de pertenencia. Quienes migran lo hacen para mejorar su situación económica y política, y los empresarios se benefician de ese caudal de mano de obra comparativamente más barata que la de los países receptores. El problema de las migraciones no puede ser resuelto dentro de este sistema, ni en los marcos estatales o con actuaciones policiales, pues es provocado por la inmensa polarización económica, social y política en el mundo. Hasta que no desaparezca ésta, no tendremos soluciones definitivas al problema de las migraciones.
¿Cuáles son los signos más esperanzadores en clave de emancipación y cuáles los peores indicadores de posibles involuciones reaccionarias o de mayor violencia sistémica?
La situación más positiva proviene de América Latina. Por contra, donde encuentro más peligros en el plano geopolítico es en Pakistán. Obama se está equivocando con su política hacia este país. El Gobierno pakistaní, siguiendo las presiones de EE UU, puede provocar una situación peligrosa. No hay que olvidar que Pakistán es un país con armamento nuclear en tensión permanente. La política de Obama no está bien pensada para Pakistán. Obama quiere mostrarse fuerte y duro. Para mí es un error. Habrá que estar atentos a la evolución de los acontecimientos en los próximos meses.
Como suele suceder, sus argumentos son sólidos y convincentes y dan pie para reflexionar sobre el papel de los movimientos en un periodo de agudas convulsiones.
El argumento central es que la crisis es algo así como un tornado que nos obliga a refugiarnos en algún lugar seguro.
Sostiene que cuando pase la tormenta llegará el momento decisivo, ya que la devastación nos forzará a tomar decisiones con consecuencias de larga duración: La pregunta fundamental es cómo vamos a reconstruir. Esa será la batalla política real, dice el sociólogo. Se trata del tipo de sociedad a crear sobre las ruinas de la actual.
Aunque el artículo no lo menciona, desde una posición antisistémica la reconstrucción corresponde a los movimientos sociales.
Entre otras razones, porque el tornado en curso volverá, o ha vuelto ya, impotentes a los estados nación para atajar la crisis o para reducir sus impactos sobre los sectores populares.
Por otro lado, si fueran los estados los encargados de la reconstrucción, parece evidente que volverían a edificar un mundo muy similar al actual, como lo muestra la experiencia de los estados que nacieron de la descolonización en el tercer mundo, así como los que llevaron adelante la fracasada experiencia del socialismo de Estado.
Son los movimientos de los de abajo los que pueden crear un mundo nuevo, o sea diferente al actual, por una sencilla razón: son los portadores del mundo nuevo, aun en pequeña escala, por medio de iniciativas más o menos integrales, con diversos grados de profundidad, permanencia y extensión.
Un mundo nuevo es un tapiz tejido de relaciones sociales no capitalistas.
Por lo tanto, no es comparable con lo que ya conocemos.
Es otra cosa: en construcción-deconstrucción permanente, en resistencia frente al capital y al Estado, por lo tanto frágil, inestable, inacabado, imperfecto.
Los mundos nuevos que laten en el interior de los pueblos organizados en movimientos no son sitios de llegada, sino apenas escalas espacio-temporales en un proceso de luchas y resistencias interminables, que a su vez impulsan y sostienen esas luchas y esas resistencias.
No es fácil definirlos, ni es el caso hacerlo, pero cuando estamos allí, cuando los vivimos y compartirmos, no hay duda de qué se trata.
Para que estos movimientos sean capaces de jugar un papel decisivo en el momento decisivo, cuando pase el tornado al que alude Wallerstein, deben darse ciertas condiciones.
La primera es que existan, que hayan sobrevivido los momentos más destructivos de un sistema en extinción.
No importa mucho que los mundos nuevos sean grandes o pequeños, sino que permanezcan.
Buena parte de la energía del sistema está destinada a exterminarlos por la vía militar o a desfigurarlos y cooptarlos por la vía blanda de los planes sociales.
El objetivo del sistema es eliminarlos, ya sea por muerte o porque desaparezcan sus diferencias, que es una forma más cruel, si cabe, de muerte.
La segunda condición indispensable para la construcción de un mundo nuevo es que mantengan sus diferencias con el Estado y el capital del modo más puro posible.
Para eso deben ser radicales a la hora de conservar sus rasgos propios y no ceder nada que los haga similares a la sociedad actual.
Los mundos nuevos que viven en los movimientos son los miles de emprendimientos en la salud, la educación, la producción, la justicia, el poder, que existen en los territorios y espacios controlados por esos movimientos.
No importa si están en remotas áreas rurales o en las ciudades.
Pueden ser fábricas recuperadas por sus obreros, asentamientos de campesinos sin tierra, comunidades indias autónomas, o los más diversos colectivos (juveniles, de mujeres, sin techo, desocupados) trabajando en las múltiples áreas en las que los de abajo resisten y, para mantener viva la resistencia, se reinventan diferentes.
En este punto, mirando el día después del tornado, cuando haya que recoger las miles de piezas del destrozo, ordenarlas, descartar las partes inútiles por simétricas con el mundo que provocó el desastre, recuperar aquellas que todavía pueden cimentar el mundo otro, los movimientos que se mantuvieron radicalmente diferentes serán un punto de referencia ineludible a la hora de la reconstrucción.
En dos sentidos: por un lado, lo que están haciendo, en particular las formas de poder asentadas en la asamblea como razón última, servirán de inspiración para otras y otros de abajo que, aun no habiendo vivido la experiencia de movimientos, sentirán que existen otros modos de vivir y de sentir, colectivos, comunitarios, no mercantiles, donde la lógica de los valores de uso haya desplazado completamente la de los valores de cambio.
Por otro, porque en medio del caos sistémico que caracteriza las transiciones hegemónicas, como las define Giovanni Arrighi, los espacios comunitarios pueden ser un principio de orden que estimule la propagación de nuevos modos de vida, menos jerárquicos y opresivos que los actuales.
Dicho de otro modo: si cuando lleguen los momentos decisivos (cada quien encontrará la metáfora más apropiada para nombrarlos) no existiera una porción de la humanidad de abajo haciendo y viviendo de otra manera, según los modos del mundo que anhelamos, lo más seguro es que en ese momento, por inercia cultural y por la sobrevivencia aun parcial de la clases dominantes, se reconstruya un mundo muy similar al actual.
Sin embargo, nada de lo anterior es seguro.
En medio de la tormenta, cuando los paradigmas conocidos y los instrumentos de navegación dejaron de orientarnos, por honestidad intelectual se debe admitir que existe amplio margen de error.
También ahí hay que elegir con quién equivocarse: hacerlo junto a los movimientos de los de abajo es, seguramente, el mejor camino.
(mas...)
Raúl Zibechi
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