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La necesaria Crisis del Cuarto Poder |
El Cuarto Poder está en crisis. Menuda novedad. Lleva en crisis mucho tiempo. Demasiado. Exactamente desde el momento en que perdió la función que la sociedad le había asignado y reemplazó la verdad por la rentabilidad, la objetividad por el interés partidista, la razón por la servidumbre.
Los despojos operativos y financieros en que se han convertido gran parte de los grupos de comunicación españoles son una consecuencia más de la ruptura, hace ya décadas, de la identificación entre la causa fundacional y la acción a desempeñar por el periodismo patrio, proceso de deterioro paralelo al que han vivido gran parte de las instituciones públicas que nacieron al calor de ese esfuerzo de renuncia colectiva que fue la Transición española.
La actual coyuntura empresarial no es lo importante. No se engañen. El problema fundamental de muchos actores del sector es la pérdida de sus señas de identidad: la prostitución de sus principios y la renuncia a sus ideales. De ahí que no me den pena alguna, la verdad. Ni siquiera me inspiran la mínima compasión de quien fue y ya no es, recuerdo del pasado. Se lo han ganado a pulso. De hecho, no creo que se pierda nada con su desaparición. Más bien al contrario: espero que se convierta en la gran oportunidad para que la causa última que justifica la labor de los medios vuelva a brotar con renovado brío para cumplir con la fundamental misión que han de llevar a cabo en cualquier colectividad. Claro que mucho esperar me parece a mi a día de hoy. En fin.
El Cuarto Poder.
Siempre he entendido el concepto de Cuarto Poder desde una triple dimensión. En primer lugar como poder en sí, concepto que servidor entiende, en la particular estructura de estado en la que vivimos y a la que por tanto circunscribo esta reflexión, no en su acepción negativa de conseguir que otros hagan lo que no quieren hacer, lo que a mi juicio es imposición, autoridad y obeciencia, sino como la capacidad de hacer que las cosas cambien, esto es: proposición y acción, que es algo muy distinto. En el contexto social que disfrutamos, hay una coletilla implícita en esa definición: se trataría de procurar que las cosas cambien... a mejor.
Es lo que se deduce del resultado de cualquier proceso democrático de elección colectiva de representantes, poderes legislativo y ejecutivo.
Nadie vota o designa a quien cree que va a empeorar su calidad de vida o sus circunstancias personales. Es de cajón. Pues bien, en los medios de comunicación no debería ser distinto: tienen una potestad que se habría de traducir, al menos en teoría, en contribución desinteresada al progreso común, en su doble vertiente de avance y mejora. No se trata de una quimera. Vuelvan la mirada a los años inmediatamente posteriores a la fundación de alguna de las cabeceras señeras españolas. Su rentabilidad se derivaba de un círculo vicioso de credibilidad y prestigio que revertía positivamente en la distribución y los ingresos. Qué tiempos aquellos.
Muy relacionada con esta idea se encuentra, en segundo término, la asociación del Cuarto Poder con la tarea auxiliar de control de la actividad de los otros tres poderes del Estado, tal y como los enunciara en su día Montesquieu (a los dos ya citados habría que añadir el judicial).
Se espera de la prensa la adecuada labor de supervisión y denuncia, de vigilancia y revelación, de investigación e información.
En un mundo tan politizado como el actual, esta misión cobraría, si cabe, mayor relevancia, siendo de hecho el último asidero al que la ciudadanía se podría aferrar en busca de una verdad lo más objetiva posible, si es que ésta existe, como filosóficamente discuten algunos.
Por último, la consideración de Cuarto Poder en relación con los medios se refiere, con carácter no tan residual como podría parecer, a su condición de forjadores de criterio, en la medida en la que son fundamentalmente periodistas los que orientan a la opinión pública para que pueda llegar a sus propias conclusiones y actuar en consecuencia.
Suponiendo, claro está, que aún quede algo de reflexión y no de mera adhesión incondicional en esta sociedad post-LOGSE de Grandes Hermanos de 40% de share televisivo. Basta con darse una vuelta por la multitud de tertulias que pueblan las radios y televisiones españolas para cerciorarse de esta evidencia. Periodistas y políticos, tanto monta monta tanto, Isabel como Fernando, se han convertido en esos tutto logos que caricaturizan los italianos: los que hablan de todo sin saber de nada. Y el resto de la sociedad civil, doctores, licenciados, generalistas y especialistas, a escuchar. Toma ya.
La pérdida de su razón de ser.
Más allá de chanzas fáciles, el problema fundamental de la prensa española es que no ha dudado en traicionar esa voluntad de mejora intrínseca, propia del ejercicio de cualquier poder en democracia, por la persecución sin desmayo del propio beneficio. Ya no se trata de que las cosas cambien a mejor, sino de que las cosas cambien a mi favor. De ese modo se ha producido una alineación de los intereses de los medios con los de aquellos que, o bien podían aumentar su radio de influencia, o bien podría sustentarlos económicamente.
La hermandad con el espectro político o con el ámbito empresarial incide de forma implacable en las otras vertientes de su actividad.
No sólo cercena de raíz la objetividad que debería presidir cualquier labor de control parlamentario, gubernamental o de la judicatura sino que provoca, inexorablemente, que las opiniones vertidas individualmente lo sean, salvo contadas y honrosas excepciones, bajo el estigma de la orientación ideológica del paraguas que al opinante cobija.
De este modo, no es de extrañar el descrédito que se ha ganado con el paso del tiempo la propia profesión periodística. Cuando algo o alguien renuncia a lo que es consustancial a su propia existencia, termina por convertirse en una caricatura de sí mismo. Casos como el más reciente de Anacleto, agente secreto, de El País, de tan abrupto y extraño final, o la obsesión plurianual 11-M de El Mundo, sin pruebas tan ciertas como las que les sirvieron para ganar crédito con el GAL, son buen ejemplo de ello. Bien está lo que bien acaba. No se puede olvidar. Lo contrario es hablar a humo de pajas.
Alguno podrá argumentar que no hay relación causa efecto entre el deterioro intelectual de los medios de comunicación, al que acabamos de hacer referencia, y su debacle como negocio, al ser este último el resultado más bien de dos factores claramente interrelacionados, endeudamiento aparte: una caída salvaje de la publicidad y la irrupción de Internet como fuente recurrente e inmediata de información, lo que puede hacer que dicha merma de ingresos tenga carácter estructural y traiga consigo una reconversión de la industria que dejará muchos cadáveres por el camino. Discrepo profundamente. Ambos van totalmente de la mano.
Porque ha sido la desmedida ambición económica y social de determinados personajes, y su creencia de estar por encima del bien y del mal, la que ha conducido a estructuras operativas y financieras absolutamente inviables en momentos no bajos sino medios de la coyuntura económica.
Así, no han dudado en emprender proyectos de dudosa rentabilidad ex ante, como la lucha por la residual audiencia de la TDT o de las emisoras locales; no les ha temblado la mano a la hora de sobrepagar por activos de dudoso valor intrínseco, como el gratuito Qué, que cualquiera con dos dedos de frente podía entender su brutal apalancamiento al ciclo; no han dejado de confiar en que la salvaguarda administrativa que les daba resguardo oportuno iba a estar ahí siempre con independencia de las circunstancias, caso Sogecable-Mediapro.
¿Crónica de una Muerte Anunciada?
Si con ello hubieran pretendido cumplir con ese papel de celosos guardianes de los intereses de la ciudadanía, de control de las demás instituciones del estado o de aliento a la sociedad civil, olé sus narices. Pero desgraciadamente no ha sido así. Han preferido renunciar a sus principios antes que a sus beneficios.
Así les ha ido.
Ha primado la imposición frente a la información y ahora pagan por ello. Sólo les quedan dos opciones: travestirse aún más en busca del favor de unos y otros, camino fácil que permite sustentar los egos en un negocio donde abundan por doquier, o tomar la utópica determinación de volver a las raíces de lo que magnifica su actividad, recuperando todo lo que ha hecho grandes a los grandes periodistas de la Historia. Desgraciadamente, la elección la tienen clara. No tengan duda alguna de que será su condena definitiva.
Amén.
S. McCoy

Etiquetas: inteligencia, medios, mentiras, monopolios, multitud, politica.
No contento con eso, carga directamente contra su enemigo en otro titular: "ABC acorta casi un 60 por ciento la distancia respecto a El Mundo". Esta segunda pieza no tiene desperdicio -empieza diciendo que "la evolución de ABC en 2008, se mire por donde se mire, no encuentra réplica en ninguno de sus competidores"- y afirma quye la distancia entre ambos rotativos se ha reducido de 111.638 ejemplares hace un año a 46.281 en la actualidad, merced al crecimiento del diario de capital vasco y al descenso del italiano. Finalmente, asegura que ABC es "el único diario que crece en Madrid y en todas las comunidades".
El periódico controlado por Rizzoli titula a página completa que "El Mundo tiene más lectores que nunca", aunque se contradice nada más empezar al admitir que la difusión final de 2008, 323.378 ejemplares, es el tercer mejor registro de su historia. Añade que "este diario culmina una década de continua expansión frente a las caídas de 'El País' y 'Abc'" (en minúsculas en el original), al que asegura duplicar en número de lectores. En este caso, la justificación no se encuentra en las cifras de OJD, sino en el Estudio General de Medios (EGM), utilizado tradicionalmente para medir las audiencias en radio, no en medios escritos.
El Mundo achaca esta mejora frente a sus competidores a que "sigue primando la información por encima de las promociones", y añade que "los esfuerzos en costosas campañas de marketing que ha hecho su (sic) competencia para contrarrestar este avance parecen haber caído en saco roto". Curiosamente, ayer el diario que dirige Pedro Jota Ramírez regalaba la película El año que vivimos peligrosamente y, además, podían adquirirse conjuntamente con el periódico, a distintos precios, una entrega del coleccionable '30 años de democracia', un CD de Bruce Springsteen y una lección del curso 'Computer & Web'. Por si esto fuera poco, a partir del próximo domingo regalará cromos de la producción de Disney 'Camp Rock'.
El enfrentamiento entre ABC y El Mundo viene de más atrás que la crisis económica, a raíz de la grave crisis de audiencia en los últimos años y de los durísimos ataques del programa 'La mañana' de la Cope, donde interviene Pedro Jota, a su anterior director, José Antonio Zarzalejos, por su apoyo a Alberto Ruiz-Gallardón. Pero, más allá de estas querellas, la realidad es que todos los grandes grupos mediáticos españoles se encuentran en una gravísima crisis que amenaza con llevarse por delante a más de uno.
Una crisis sin precedentes
Sin ir más lejos, El Confidencial desvelaba este sábado que los propietarios italianos de Unidad Editorial pretenden recortar 30 millones en gastos de personal con el despido de 300 empleados -en torno al 15% de la plantilla total- de las publicaciones del grupo (además de El Mundo, pertenecen al mismo Expansión y Marca, entre otros). Pero el mal es generalizado: Prisa está asfixiada por su deuda y la imposibilidad de vender Sogecable, Vocento también tiene un problema de apalancamiento por la compra de Qué!, nadie sabe de dónde saca el dinero Mediapro para comprar tantos derechos deportivos y financiar La Sexta y Público, Zeta sufre una fuerte conflictividad laboral tras anunciar el despido de 470 empleados, etc.
Esta grave crisis se deriva de la caída a plomo de la publicidad, negocio cíclico donde los haya, en especial el maná del sector inmobiliario que ha regado los medios durante la burbuja, así como de la caída de audiencias porque el público deja de comprar el periódico. A eso se añade la crisis del papel en todo el mundo, por el imparable avance de Internet y la necesidad de los periódicos de reinventarse para no canibalizarse con sus ediciones online, así como la evidente sobreoferta de periódicos de papel de ámbito nacional en nuestro país, tanto generalistas como económicos.
Cobrar por los servicios prestados
En este escenario se enmarca el pacto de silencio al que los principales editores llegaron con el presidente del Gobierno en medio del pánico financiero de octubre para apoyar sus medidas de rescate del sector financiero, evitar el alarmismo y transmitir tranquilidad y confianza en la solvencia de bancos y cajas. Como publicó El Confidencial entonces, ese pacto se fraguó en una comida en Moncloa a la que asistieron Ignacio Polanco (Grupo Prisa, El País, Cuatro, la SER); Diego del Alcázar (Vocento, ABC, Punto Radio); José Manuel Lara (Planeta, La Razón, Antena 3 y Onda Cero); Jaume Roures (Mediapro, Público, La Sexta); Javier de Godó (La Vanguardia); Javier Moll (Grupo Moll, Levante de Valencia, El Faro de Vigo, La Nueva España de Asturias...); y Antonio Fernández-Galiano (Unidad Editorial, El Mundo).
Entonces quedaba en el aire la pregunta de qué recibirían a cambio los editores. Ahora, el plan de rescate de Sarkozy ofrece una gran idea para cobrar la deuda. Y los editores parece que han empezado a ponerse en fila para pasar la gorra.
Rita Freire, integrante del Instituto Paulo Freire y de Ciranda, explicó que el Foro de Medios Libres “nació en Brasil a partir de la percepción del conjunto de los movimientos de comunicación de que estamos en el mismo debate, en el mismo frente”. El Manifiesto de los Medios Libres hace énfasis en la necesidad de incidir en la definición de políticas públicas de comunicación. Apunta a la democratización de la asignación de la pauta pública atendiendo a criterios equitativos y no meramente mercantiles. Plantea, además, la exigencia al gobierno federal de apoyar la realización de una Conferencia Nacional de Comunicaciones y fomentar el pluralismo a través del impulso de la producción y circulación de contenidos. Asimismo, el texto reafirma la exigencia de modificar el marco legal que regula la asignación de frecuencias de radio y televisión.
El Manifiesto también detalla acciones y propuestas para fortalecer el movimiento de medios libres a través de herramientas y modos de producción y gestión colaborativos basados en el intercambio. En ese sentido, este primer Foro Mundial de Medios Libres es una manifestación de aquellos principios.
Durante la jornada se reflexionó sobre los medios de comunicación en el contexto de crisis actual.
Rita Freire enfatizó en que “los daños a la población y el medio ambiente están directamente relacionados con la producción de pensamientos y la circulación de información que fortalece los procesos dominados por el capital financiero y las grandes corporaciones”. Agregó que “no es posible pensar que la cobertura de la crisis producida por los medios masivos va a dar cuenta de las posibles salidas a este fenómeno”. “En esta mesa hemos reflexionado acerca de cómo los medios próximos a los movimientos sociales se reúnen para transformarse en herramientas que confronten con unos medios que están sostenidos en un modelo fallido, a la vera del abismo”, aseguró Freire.
"Los medios de comunicación viven su propia crisis credibilidad, objetividad, legitimidad y de información"
A decir de Pascual Serrano, del sitio Rebelión de España, y de Luis Hernández Navarro, de La Jornada de México, los medios de comunicación viven su propia crisis credibilidad, objetividad, legitimidad y de información.
Durante el Foro de Medios Libres, los analistas señalaron que los periodistas obstruyen el diálogo entre líderes políticos y ciudadanos, que el mito de la objetividad se ha caído, y que la dinámica acelerada impide a los medios profundizar en los temas importantes.
Pascual Serrano reseñó que hace poco más de un año la crisis económica mundial que se vive ni siquiera se vislumbraba en los medios de comunicación más grandes del mundo.
El periodista español recordó que la televisión cubana transmitía en ese entonces una mesa de debate con expertos en economía mundial, quienes predecían lo que estamos viviendo actualmente.
Según Serrano, esos periodistas fueron invisibilizados por los grandes medios de comunicación.
Además, agregó que los grandes medios se victimizan argumentando que la información fidedigna no llega siempre a ellos.
Sin embargo, Serrano se preguntó: “¿Quiénes sino ellos tienen la información y le hacen el juego a los gobiernos?”.
Bernardo Cucinski, periodista brasileño, remarcó el aspecto perverso del tratamiento de los medios sobre la crisis. “Una prensa que no sabe explicar lo que está sucediendo, se convierte en un medio catastrofista y sensacionalista”, subrayó.
Ramonet: “Los medios dominantes dominan menos”
En conversación con Púlsar, el periodista de Le Monde Diplomatique realizó este lunes una descripción alentadora del contexto comunicacional. “Este es un momento de relativo optimismo”, resumió.
Ramonet señaló que hoy existe un debilitamiento del poder mediático porque “los grandes periódicos apostaron por una alianza con el poder financiero”.
Durante su intervención en el Foro de Medios Libres, el periodista señaló que “en unos pocos años se pasó de tener grupos de comunicación muy dominantes y arrogantes a grupos que están muy golpeados”.
Por otra parte, Ramonet indicó que “hay innovaciones importantes en el uso de la comunicación ligera que permitió una mayor participación de la sociedad en la elaboración del discurso mediático”.
Ante esta situación, el analista internacional expresó que “es precisa una segunda reflexión sobre una alternativa comunicacional”.
(mas...)
Púlsar
Pero eso no debería bastarnos para analizar su implicación, es necesario analizar los elementos que lo explican:
- El silenciamiento de los especialistas críticos. Cada ciudadano puede comprobar cómo, en su país, los analistas que anunciaron y advirtieron sobre las políticas de especulación y descontrol financiero fueron ignorados en los grandes medios, en España el catedrático Juan Torres lo recogió en su libro Coge el dinero y corre (Icaria 2006).
Hace un año el programa estrella de la televisión cubana, Mesa Redonda, debatía sobre la crisis que se venía llegar con especialistas que acertaron al milímetro sobre lo que ha sucedido, todos ellos ajenos a los medios occidentales.
Es decir, había especialistas que advirtieron pero se les impidió acceder a la opinión pública.
- También las organizaciones sociales que señalaban la deriva financiera fueron ignoradas por eso medios de comunicación, basta recordar el caso de ATTAC que lleva más de diez años recordando la necesidad de aplicar métodos de control sobre los movimientos especulativos financieros.
- Las grandes empresas de comunicación forman parte de los grupos económicos que se beneficiaron con los diferentes booms especulativos, desde los puntocom al inmobiliario.
- El mensaje de los medios está siendo utilizado para crear condiciones de alarma que permitan aplicar medidas de recorte social y de los derechos de los trabajadores, al puro estilo de la denominada “doctrina shock” que la escritora Naomi Klein ha desarrollado en su libro del mismo título.
- Otro silenciamiento que están aplicando los medios es el de cualquier propuesta que suponga una ruptura con los principios económicos dominantes. Así, mientras se reconoce la falta de competencia de las entidades de créditos para atender las necesidades de consumidores y pequeños empresarios, se obvia el debate en torno a la creación y puesta en marcha de una banca pública, una figura existente en Europa y en España hasta hace veinte o veinticinco años que comenzaron las privatizaciones.
Simultáneamente a todo ello, hemos asistido a varias anécdotas que ilustran cómo se busca eximir a los medios de comunicación en las grandes operaciones de engaño colectivo a las que se ha sometido a la opinión pública mundial.
En mayo de 2008 tuvo una gran repercusión la presentación del libro del ex portavoz de la Casa Blanca Scott McClellan en el que reconocía la manipulación a la que sometieron a los medios de comunicación desde la administración Bush.
En su volumen McClellan acusaba a los medios de haber fracasado en su función fiscalizadora y de “tragarse” la propaganda.
Lo que aparentaba ser un reconocimiento de culpa, si se observa bien, es toda una operación para eximir a los medios y los periodistas.
El objetivo es que aunque una administración estadounidense salga mal parada, el complejo mediático aparezca como víctima y no como cómplice.
Saben que vendrá otra administración y otro gobierno diferente, pero los medios seguirán siendo los mismos y no es recomendable que su imagen quede dañada.
Algo similar sucedió tam bién en enero de 2008.
En aquella fecha se difundió un estudio de la organización "Integridad Pública" en el que se recopilaban nada menos que 935 declaraciones falsas realizadas por Bush y otros siete altos funcionarios de su gobierno en poco más de dos años.
Los medios fueron muy diligentes para publicar la noticia de la agencia Efe que recogía la investigación porque les interesaba que el delito de la mentira se circunscribiera a la Administración Bush, olvidaban que si esas mentiras tuvieron tanta repercusión y efectividad es porque los medios las dieron por válidas y no cumplieron su función de recoger las voces de quienes denunciaban la falsedad.
Al poner ahora en la picota a Bush y su entorno, los medios salen indemnes de la situación.
Lo que yo quisiera transmitir es que esta crisis del sistema financiero va ligada a una crisis de los medios de comunicación.
El periodista Juan Varela, consultor de medios y editor de la web Periodistas 21, explica todos los elementos que se agrupan en esa crisis:
Crisis de mediación.
El modelo informativo ha dejado de identificarse con los ciudadanos, una prueba de ese divorcio es que en España se considerara un descubrimiento periodístico un programa tan obvio que consistía en que varios ciudadanos le hicieran una pregunta al presidente del gobierno.
Del mismo modo, muchos gobernantes mundiales han decidido convocar intervenciones televisivas hacia el público desde los medios públicos evitando las ruedas de prensa, es decir, sorteando a los periodistas que se han vuelto un mecanismo de interceptación que obstaculiza y tergiversa la comunicación entre los gobernantes y los ciudadanos, en lugar de un sistema de acercamiento que era su principal origen.
Crisis de la credibilidad.
El público ya no se fia de los medios de comunicación, ha comprobado demasiadas veces cómo mienten u ocultan elementos fundamentales de la realidad.
Crisis de la objetividad.
Ya sabemos que la objetividad y la neutralidad no existe, no sirve su constante apelación a la imparcialidad.
Existe la honestidad, la veracidad e incluso la pluralidad, pero ya nadie discute el interés ideológico y político que muestran los medios en su actividad diaria.
El mito de la objetividad cae y la autoridad del periodismo se derrumba con él.
Crisis de autoridad. Internet y las nuevas tecnologías han mostrado la capacidad de organizaciones sociales y periodistas alternativos para enfrentar el predominio de los grandes medios.
Han dejado de ser tan poderosos.
Gracias a la capacidad de producir y distribuir información, la autoridad tradicionalmente reconocida a los periodistas como mediadores vuelve al público.
Los que más saben o están más cerca de los hechos informan a otros.
Crisis de la información.
La dinámica mercantilista de los medios y la necesidad de aumentar la productividad y rentabilidad de sus profesionales ha provocado que las informaciones no estén elaboradas, ni adecuadamente verificadas, ni con suficientes elementos de contexto y antecedentes que permitan a la sociedad comprender la actualidad.
Un ejemplo es el conflicto palestinoisraelí, la información que acumula el ciudadano medio sobre este asunto es enorme y, sin embargo, sigue sin comprender en su total amplitud el conflicto.
Ante esta situación los medios alternativos tenemos varios retos que enfrentar:
Mejorar nuestra formación y capacitación.
Es fundamental apostar por una mayor profesionalización.
Exigir a los estados el reconocimiento necesario a los medios alternativos y recursos necesarios para su desarrollo.
Del mismo modo que es imprescindible el compromiso de los gobiernos para que exista una adecuada sanidad universal y una educación para todos, no habrá una información plural, participativa y democrática si se deja en manos del mercado como está sucediendo.
Debemos superar nuestro complejo de marginales, los medios alternativos somos más legítimos y más democráticos que los comerciales, en una sociedad verdaderamente democrática estamos llamados a ser los hegemónicos.
www.pascualserrano.net
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