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Crisis aún no alcanza su peor momento |
La crisis económica internacional aún no toca fondo a pesar de las medidas de reactivación impulsadas en muchos mercados, reconoció la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la mexicana Alicia Bárcera.
"Aún no se puede hablar de recuperación pese a la tendencia a la estabilización de los mercados financieros, ya que la caída de la demanda no ha tocado fondo, por lo tanto el colapso en las exportaciones tampoco ha tocado fondo, el desempleo preocupa muchísimo porque parece que va a haber un aumento del desempleo", dijo la ejecutiva a periodistas.
Según las estimaciones del organismo los niveles de crecimiento existentes antes de la crisis se podrían demorar hasta 10 años en recuperarse, lo que redundará en un aumento de la pobreza, contrarrestando los avances alcanzados por Latinoamérica en este aspecto durante la época de auge.
"Si se logra recuperar el crecimiento no necesariamente eso tiene un impacto inmediato en el nivel de ingreso de las familias más pobres. El esfuerzo es superior. Ya la crisis de alimentos del año pasado le pegó fuerte sobre todo a los hogares más pobres, entonces la expectativa es que disminuya el ingreso familiar y por lo tanto sí haya un cierto incremento en la pobreza", dijo Bárcena.
La Cepal también manifestó su preocupación por un eventual proteccionismo en las naciones desarrolladas, las que puede afectar a los países latinoamericanos que viven de las exportaciones.
El organismo también detectó efectos de la crisis sobre los dineros que envían los inmigrantes a sus familiares en el país de origen, los que han caído, pero no tan fuerte como se esperaba, sumado a que muchos de ellos se han quedado sin trabajo, por lo que se han visto obligados a retornar.
(Xinhua)

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, monopolios, multitud, politica.
Ese fue el año cuando lo que se suponía imposible ocurrió: El sistema mundial capitalista sufrió un fallo financiero que ahora amenaza con repetir, o incluso eclipsar, aquél que comenzó en 1929.
Las cifras hablan por sí mismas. El gobierno de los EE.UU. por sí solo está comprometido en proveer más de 8 trillones de dólares para apoyar al sistema financiero. Las tasas de interés cobradas por bancos centrales alrededor del mundo han sido rebajadas a cifras récord, en el caso de los EE.UU. a casi cero, en un desesperado intento para prevenir un colapso financiero.
El año ha acabado con las bolsas de valores alrededor del mundo mostrando pérdidas no vistas desde los peores años de la Gran Depresión. En los EE.UU., el índice S&P ha caído 38,5%— con mucho de la caída en los últimos meses— para registrar sus peor resultado desde la caída de 47,1% en 1931.
En Japón, el índice Nikkei cerró el año con una pérdida de 42,1%, excediendo el antiguo récord de 38,7% en 1990, cuando la burbuja de acción y tierra colapsó. En Corea, el índice Kospi cerró el año con una pérdida de 40,7%. Ambos resultados asiáticos son los peores desde que empezaron a registrarse y alrededor de Europa ocurrieron descensos similares.
El colapso de los mercados financieros ahora está siendo igualado por el declive de la economía real. El próximo año ( por el 2009) la producción económica total de las economías capitalistas avanzadas caerá por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo a Olivier Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional, la contracción en la demanda "puede exceder cualquier cosa vista desde la Gran Depresión de los años 30".
En noviembre, Japón, la segunda economía más grande del mundo, registró un declive mensual de 8% en la producción industrial, el más largo en la historia. En Corea, una de las mayores economías industriales del mundo, el declive en la producción industrial para noviembre fue de 14,1% comparado con el año previo, la caída más brusca que se haya registrado.
Y las perspectivas para los EE.UU., el corazón de la economía global, se han convertido, en las palabras de un reciente reporte del Levy Economics Institute, "en únicamente terribles, sino aterradoras".
De acuerdo al reporte de Levy, en el 2010 el producto bruto interno (PBI) caerá al alrededor de 12% por debajo de la tendencia, con el desempleo llegando alrededor del 10%. El reporte concluye que el "virtual colapso del gasto privado" hará "imposible para las autoridades de los EE.UU. aplicar un estímulo fiscal y monetario suficientemente grande para volver a niveles tolerables de producción y desempleo dentro de dos años".
Las masivas pérdidas financieras y la extensión y velocidad de la subsiguiente depresión son lo suficientemente grandes por sí mismas para establecer el significado histórico del año 2008. Pero la importancia de los eventos económicos de este año no es simplemente una cuestión cuantitativa.
Comenzando con la emergencia de la crisis de las hipotecas subprime a mediados de 2007, los eventos del año pasado y medio significaron el fallo del modo de acumulación capitalista que ha prevalecido en las últimas tres décadas y que emergió de la anterior crisis histórica de la economía capitalista en los años 1970.
El edificio de crédito y finanza que ahora ha colapsado no fue una excrecencia en un sistema económico sano. Fue el componente clave en el mecanismo global de la acumulación capitalista.
Por un periodo considerable pareció que los procesos de la denominada "innovación financiera", en el cual incluso esquemas más complejos fueron concebidos para hacer dinero a través de la manipulación de dinero, podían superar las leyes fundamentales de la economía capitalista. Sin embargo, ninguna cantidad de manipulación financiera puede alterar el hecho que, a final de cuentas, la acumulación de capital depende de la extracción de la plusvalía de la clase trabajadora en el proceso de producción.
La erupción de la presente crisis significa que la financialización de las últimas tres décadas ha alcanzado el punto en el cual las demandas de las finanzas superan las masas de plusvalía disponibles. Dos procesos han sido puestos en marcha como resultado. Por un lado, el capital debe lanzar un asalto en gran escala contra la clase trabajadora para aumentar la acumulación de plusvalía y, por el otro, cada sección del capital debe buscar poner a sus rivales contra la pared.
En otras palabras, todas las condiciones que caracterizaron a los años 1930 están regresando: desempleo masivo y un asalto cada vez más profundo contra la posición social de la clase trabajadora, así como agudos conflictos entre los grupos rivales de los poderes capitalistas.
Frente a esta crisis, los representantes políticos e ideológicos de las clases dirigentes capitalistas están tratando desesperadamente de promover la ilusión de que tienen algún antídoto a la crisis.
Después de tres décadas dominadas por la denominada "hipótesis de mercado eficiente" —la alegación de que los precios del mercado siempre están correctos— un nuevo mito está siendo apresuradamente manufacturado: las medidas económicas keynesianas basadas en el aumento del gasto gubernamental y el financiamiento de déficit eventualmente restaurarán la salud de la economía capitalista.
Los registros históricos demuestran lo contrario. En los años 1930 las medidas promulgadas por Roosevelt en el New Deal no trajeron una recuperación de la economía estadounidense. Después de una breve mejora en la mitad de la década, la economía de los EE.UU. experimentó un mayor descenso en los años 1937-38 que fue tan brusco como cualquier otro que haya sucedido. La reactivación económica de los EE.UU. comenzó con el giro a la producción de guerra, y la estabilidad global fue restablecida sólo con la reconstrucción de la economía mundial tras la destrucción masiva de la Segunda Guerra Mundial.
A comienzos de los años 1970, las medidas keynesianas fracasaron en prevenir el desarrollo de una recesión más profunda desde la experimentada en los años 1930. De hecho, promovieron estanflación —alto desempleo con precios crecientes— y de ese modo contribuyeron a crear las condiciones políticas para la implementación del programa de "libre mercado" encabezado por Reagan y Thatcher.
Y en Japón, los continuos paquetes de estímulo económico de los años 1990 fracasaron en traer una recuperación de la economía siguiendo el colapso de la burbuja de la bolsa de valores e inmobiliaria en 1990.
Mientras que las medidas keynesianas no proveyeron un antídoto económico al fallo de la economía capitalista, sí está rindiendo una importante función política para las clases dirigentes. El New Deal de Roosevelt no hizo nada para acabar la crisis de los 30, pero sí ayudó a crear la ilusión de que una solución era posible y de ese modo desempeñó un invaluable servicio en bloquear el desarrollo de una perspectiva socialista en la clase trabajadora.
Mientras el mundo capitalista entra a su crisis más seria desde el colapso de los años 1930, y las clases dirigentes hacen uso de sus propias experiencias, así también la clase trabajadora debe asimilar las lecciones de la historia. El único camino de prevenir una repetición de las experiencias de la Gran Depresión, las cuales culminaron en la muertes de millones en la Segunda Guerra Mundial y el uso de armas nucleares, es el derrocamiento del históricamente pasado de moda sistema de beneficio. El año 2008 marca un hito en la desintegración del capitalismo mundial; 2009 debe convertirse en el punto de partida para una resurgencia de la lucha por el socialismo internacional por la clase trabajadora mundial.
No fue el tema de la reunión –la crisis financiera y los programas europeos de acción coyuntural– lo que llamó la atención, sino la ausencia de Angela Merkel.
No fue invitada.
La razón, la había ofrecido ya Sarkozy poco antes del encuentro con una observación burlona.
Mientras Alemania reflexionaba todavía sobre posibles programas de acción coyuntural, Francia pasaba a la acción; tan claro lo dijo, que casi hizo perder a Merkel la contención diplomática.
Las semanas transcurridas desde el incidente de Londres han enseñado que la crisis financiera no la pueden parar ni siquiera los machos [en castellano en el original] del palacio del Eliseo y de Downing Street, porque se ha desbordado convirtiéndose en una verdadera crisis de la llamada economía real, en una avalancha de quiebras que ha costado ya millones de puestos de trabajo.
Gran Bretaña está ya al borde de la quiebra estatal. Las monstruosas pérdidas del mundo bancario han de ser enjugadas.
Lo que, según estimaciones del FMI, significará unos 2,32 billones de dólares. Y no se ve todavía luz al final del túnel de la debacle.
¿A quién puede extrañar que crezca la cólera por los miles de millones perdidos?
Y eso, por mucho que los ciudadanos reaccionen más bien con consternación a los miles de millones ofrecidos como si nada a los especuladores financieros y a los capitalistas reales, mientras se discute durante semanas por un par de euros más destinados a los beneficiarios del programa asistencial Hartz-IV.
Y aunque es verdad que todos esperan que los miles de millones ofrecidos como aval en casos de posibles quiebras futuras no tendrán que hacerse efectivos, es bueno recordar el sagaz refrán popular:
“Quien avala, para la horca se prepara”
¿Quién habría pensado que en tiempos de globalización, de apertura mundial de los mercados libres y de un internet sin fronteras, volvería el Estado nacional como salvador de emergencia?
La razón de ello es que el Estado despreciado por la camarilla neoliberal presenta en esta crisis financiera una ventaja inestimable.
Dispone del monopolio fiscal, y por lo mismo, puede intervenir sobre los ingresos corrientes o venideros de los ciudadanos.
De ahí se sacan los miles de millones de euros o de dólares detraídos para rescatar a los bancos en dificultades o desviados para apoyar a la industria.
No hay, hoy por hoy, alternativa al monopolio fiscal de los Estados nacionales.
¿Cómo habría siquiera de perfilar la UE milmillonarios paquetes de rescate, si no puede acceder más que a un 0,9% del PIB?
Lo único que le queda a la Comisión en Bruselas es coordinar las inyecciones financieras de los países miembros, lo que significa que los 200 mil millones de euros planeados por esos países serán encauzados en un programa europeo de coyuntura.
Así se demuestra capacidad de acción, aunque no se disponga de dinero.
Eso es política ilusionista.
Sarkozy y Merkel escriben conjuntamente al actual presidente del Consejo europeo, el checo Mirek Topolánek, y promueven una cumbre de la UE dedicada a la crisis financiera y económica que debería comenzar a celebrarse a principios de marzo de 2009 y reunirse luego varias veces en cortos intervalos de tiempo.
Eso es actividad. ¿Es política eficaz?
Sin embargo, una coordinación de la política en la UE es de todo punto necesaria.
Pues no sólo se trata de los gigantescos paquetes de estímulo con que se obsequia a la economía y se lastra a los ciudadanos de la UE.
Los grandes países de la UE también podrían ceder a las tentaciones del proteccionismo y ponerse a defender y a sostener las respectivas industrias nacionales.
Intereses en tal sentido se registran en todos los países de la UE.
Lo que, por cierto, hace que la crisis financiera y económica genere tensiones también en el euro.
Pues no es sostenible a la larga una moneda única, si son los Estados nacionales quienes fijan las reglas perdiendo de vista que la unidad monetaria exige un mínimo de unificación de la economía real.
Esa es la lección que tienen que aprender también Alemania y Francia, empeñadas en ayudas obsequiosas y programas de sostén a sus respectivos fabricantes de automóviles.
Han pasado casi 20 años desde los acuerdos de Maastricht y el euro va a cumplir 10.
A comienzos de los 90, la decisión de poner en marcha un espacio euro significaba también la renuncia a palancas políticas importantes capaces de permitir el gobierno de la economía.
Ya no era posible la política monetaria cambiaria, tampoco la intervención política en los tipos de interés: todos los países de la UE quedaban sometidos a las decisiones del Banco Central Europeo.
Ahora, hasta el Tribunal Constitucional Federal alemán se afana en resolver si esa renuncia a la soberanía es o no conforme a la Ley Fundamental alemana y compatible con las atribuciones democráticas mínimas que deben corresponder a los Parlamentos.
Los jueces constitucionales podrán observar precisamente ahora cuán soberanamente pueden lidiar los gobiernos nacionales con el dinero (procedente, en última instancia, del contribuyente).
En última instancia, las elites de la UE han apostado siempre por el mercado y las libertades del mercado.
En la situación de grave crisis financiera y económica, huelga decirlo, el mercado no aporta la menor ayuda, y el Estado fiscal nacional tiene que intervenir con subvenciones milmillonarias.
A todo eso, la Europa social, a despecho de tanta retórica sobre el modelo social europeo, sigue siendo poco más que una concesión desganada.
Lo que facilita el asombroso viraje del liberalismo de mercado al capitalismo centrado en el Estado. Porque apenas se presta atención a las reivindicaciones sociales.
Nada cambiará en este punto –ni en París, ni en Londres, ni en Berlín, ni en Bruselas–, hasta que los movimientos sociales superen la parálisis y hagan oír su voz.
Elmar Alvater
El presidente de la Reserva Federal de EEUU, Ben Bernanke, albergó la esperanza de que haya una recuperación económica en 2010. Sus palabras, sin embargo, fueron pronunciadas en un día en que las últimas cifras apuntan a una recesión cada vez más obstinada y difícil de combatir, subraya el diario.
En su testimonio del martes ante el Congreso, Bernanke advirtió sobre el "poder destructivo" de las crisis entrelazadas en los mercados y la economía. Además, subrayó que detener este sistema de retroalimentación es clave para reencauzar la economía y añadió que existía el riesgo de que el ya sombrío panorama actual empeorará.
No obstante-dice el Journal-, la Fed espera que el desempleo, hoy en 7,6%, suba a 8,8% este año, mucho más de lo previsto hace unos meses.
El índice de la confianza del consumidor, medido por el grupo de investigación Conference Board, cayó a 25 puntos en febrero, su nivel más bajo registrado. El 47,3% respondió que esperaba que el desempleo aumente en los próximos meses, el mayor porcentaje desde diciembre de 1973. Casi un cuarto de los encuestados dijo que espera que sus ingresos disminuyan en los próximos seis meses, otro récord.
Este mes, la confianza del consumidor estadounidense cayó a su nivel más bajo registrado, en parte debido a que las familias tienen ahora menos fe de hallar un empleo.
Los precios de las casas cayeron 3,4%, ajustado por temporada, en el cuatro trimestre de 2008, una caída récord, según un índice del gobierno hecho público el martes. Es el mayor declive en los 18 años en que lleva computándose el índice. Un índice de precios de vivienda independiente, computado por S&P/Case-Shiller, mostró que los precios de la vivienda en todo el país cayeron 27% respecto a su máximo a mediados de 2006
Asimismo, dos índices sugirieron que el declive en los precios de las viviendas se podría estar acelerando. Y las empresas, desde el gigante de software Microsoft Corp. a las cadenas minoristas Target Corp. y Macy's Inc., reportaron un deterioro del panorama para las ganancias corporativas.
De acuerdo con el Journal, los declives bursátiles y el deterioro en sus carteras de préstamos disminuyen las posibilidades de que los bancos recauden capital privado y los vuelve más reacios a conceder créditos, restándole dinamismo a la economía y ahondando el problema que las autoridades federales tratan de paliar.
Esto repercute en un aumento del desempleo, y las caídas de las ganancias corporativas elevan las moras en los préstamos, perjudicando a los bancos y volviendo a consumidores y empresas aún más reacios a gastar.
Las actuales condiciones económicas han producido un cambio fundamental en el comportamiento de los consumidores, que están buscando cómo sacarle más partido a cada dólar y están disminuyendo sus compras y gastos en artículos no esenciales", dijo Kathee Tesija, vicepresidenta ejecutiva de compras de Target.
La empresa también atribuyó sus malos resultados al desempeño de su negocio de tarjetas de crédito, donde los gastos relacionados a la deuda incobrable casi se triplicaron. Los bancos también están detectando problemas similares en nuevos sectores de sus portafolios, incluyendo las tarjetas de crédito y los bienes raíces comerciales. Eso, a su vez, los obliga a reducir la disponibilidad de crédito.
Los precios de las acciones han caído marcadamente, sobre todo para instituciones financieras que los inversionistas creen que caerán bajo control federal.
El lunes pasado, a bolsa de EEUU. vivió otra jornada de gran presión "vendedora", que llevó a sus principales índices a niveles no vistos desde 1997.
Las acciones tecnológicas y otras acciones sensibles fueron las que empujaron el mercado a la baja, y el Promedio Industrial Dow Jones perdió 250,89 puntos, o el 3,4%, cerrando en 7.114,78. El mímino para la actual crisis es también el punto más bajo desde el 7 de mayo de 1997.
El S&P's 500 cayó 26,72 puntos, o 3,5%, a 743,33, su cierre más bajo desde abril de 1997. Analistas de Wall Street revisan sus pronósticos para un fondo del mercado, apuntando que el S&P's 500 podría alcanzar los 625 puntos. El Nasdaq cayó 53,51 puntos, o 3,7%, cerrando en 1.387,72.
En los últimos seis meses, EE.UU. ha inyectado casi US$200.000 millones en 419 instituciones bancarias; ha garantizado al menos US$420.000 millones en pérdidas potenciales de varios bancos; ha ordenado la fusión de varias firmas financieras y ha bosquejado planes para comprar cientos de millones de dólares en créditos hipotecarios y otros activos incobrables a los bancos, entre otras medidas.
Además de Citigroup, la lista de tareas pendientes del gobierno incluye una revisión del rescate de US$150.000 millones de American International Group (AIG) y orquestar la reestructuración de la industria automotriz del país, tras prestarle US$17.400 millones a General Motors Corp. y Chrysler LLC, subraya The Wall Street Journal.
Las autoridades de EEUU, mientras tanto, están trabajando para reescribir los rescates financieros de dos de las mayores instituciones financieras del país, American International Group Inc. y Citigroup Inc., a las que ya otorgaron cientos de miles de millones de dólares el año pasado.
Pese a estas inyecciones, la desaceleración económica y la tormenta financiera siguen hundiendo a las firmas. El sector inmobiliario —en el corazón de la crisis— también mostró señales de estar empeorando, asegura el Journal.
Por otra parte -sigue el Journal-, algunas de las mayores empresas del sector financiero están cayendo en manos del gobierno estadounidense. Eso ha mandado en picada a las acciones de los bancos y podría estar profundizando los males económicos.
Desde fines de 2008, el gobierno ha adquirido significativas participaciones accionarias sin poder de voto en los mayores bancos, incluyendo Bank of America, Citigroup y Wells Fargo. Si esas participaciones fueran convertidas en acciones comunes con poder de voto, el gobierno se posicionaría entre los mayores accionistas individuales en la mayoría de las firmas.
En septiembre pasado, el gobierno estadounidense nacionalizó de hecho tres empresas financieras gigantescas de una forma distinta.
Adquirió una participación de casi el 80% en American International Group (AIG) a cambio de un préstamo robusto para impedir su quiebra. También puso a las firmas hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac bajo la "custodia" del gobierno, lo que significa que las firmas deben acatar las órdenes de un organismo de control gubernamental.
Algunos analistas creen que el gobierno necesita US$1 billón (millón de millones) más en inyecciones de capital para cubrir las pérdidas de bancos en apuros.
¿Cuáles son las desventajas de la nacionalización?, se pregunta el Journal.
Nacionalizar incluso uno o dos bancos podría crear una reacción en cadena de pérdida de confianza. Si los inversionistas sospechan que otros bancos puedan estar en la lista de adquisiciones del gobierno, desconfiarían aún más de invertir en el sector financiero.
La nacionalización también pondría a prueba a una burocracia que no está diseñada para operar megafirmas. Y aunque la meta de la nacionalización puede ser devolver empresas a manos privadas, la tentación de utilizarlas con fines políticos es inmensa, concluye el vocero periodístico de Wall Street.
¿Las primeras medidas de la administración de Obama para combatir la crisis económica, sumadas a las iniciativas de Bush, serán suficientes para conjurar la crisis?
Yo pienso que es rigurosamente imposible responder a su pregunta, en este momento. El Senado norteamericano acaba de aprobar un paquete fiscal de estímulo a la producción y al empleo cercano a los 800 mil millones de dólares, mientras el secretario del Tesoro del gobierno de Obama, Thimothy Geithner, anunciaba medidas que pueden llegar al billón de dólares, para reactivar los mercados de crédito e intentar recuperar al insolvente sistema financiero norteamericano. Pero no existe ninguna teoría, ni claridad, sobre cuándo, dónde y cómo serán gastados esos recursos, ni mucho menos, si su utilización producirá los efectos deseados. Los economistas y las autoridades gubernamentales norteamericanas y de todo el mundo, están volando a ciegas, aún cuando no lo reconozcan o no puedan reconocerlo. En medio de esta confusión, creo que sólo existen tres cosas que pueden ser afirmadas con algún grado de certeza: la primera, es que haga lo que haga el gobierno norteamericano, será absolutamente decisivo para la evolución de la crisis en todo el mundo; la segunda, es que en este momento todos los gobiernos involucrados están haciendo la misma apuesta y adoptando las mismas estrategias monetarias y fiscales, y aprobando "paquetes" sucesivos (y hasta ahora impotentes) de ayuda a la estabilización y reactivación del sistema financiero, y de estímulo a la producción y al empleo, junto con un aumento generalizado –pero todavía disfrazado– de las barreras proteccionistas. Y todos los gobiernos se están proponiendo aumentar el rigor de la regulación de sus agentes y mercados financieros, y la tercera cosa que se puede afirmar con toda certeza es que nadie, absolutamente nadie, sabe sí estas políticas darán en el clavo.
¿Este nuevo consenso podría ser considerado como una victoria del pensamiento keynesiano, y una retirada definitiva de la ortodoxia monetarista y neoliberal?
No lo creo. Nada de lo que está ocurriendo tiene que ver con cualquier tipo de victoria o derrota teórica. Se trata de una reacción de urgencia y pragmática frente a la amenaza del colapso del poder de los Estados y los bancos, y como consecuencia, del sistema de producción y de empleo. Fue un cambio de rumbo inesperado e inevitable, que fue impuesto por la fuerza de los hechos, independiente de la ideología económica de los gobernantes que están aplicando las nuevas políticas y que en su mayoría todavía eran ortodoxos y liberales hasta antes de ayer. Es como si estuviésemos asistiendo a la versión invertida de la famosa frase de la señora Thatcher: "there is no alternative". Sólo que ahora, desde mi punto de vista, esta nueva convergencia ocurrió sin mayores discusiones teóricas o ideológicas y sin ningún entusiasmo político, al contrario de lo que ocurrió con el "giro" liberal-conservador de los años ´80 y ´90, que atravesó todos los países y todos los planos de la vida social y económica. La ideología económica liberal no previó y no consigue explicar la crisis que ella provocó, y en consecuencia, no tiene nada que decir por lo menos en este momento. Por eso mismo, las ideas ortodoxas y liberales salieron del primer plano, pero no han muerto ni desaparecerán, por el contrario, permanecen activas en todos los frentes y trincheras de resistencia a las políticas estatizantes que están en curso. Una resistencia que va creciendo en cada hora que pasa, dentro y fuera de los Estados Unidos, a pesar de que todavía no haya sido debidamente identificada y diagnosticada.
¿Y los keynesianos?
Desde mi punto de vista, los keynesianos también no tienen una teoría capaz de dar cuanta de la complejidad de esta nueva situación mundial, y por esto tampoco saben lo que viene por delante, ni consiguen prever sí las "políticas keynesianas" que están en curso alcanzarán los resultados propuestos. Asimismo, un gran número considera insuficientes los recursos que han sido desembolsados, y critican la forma en que viene siendo realizada la limpieza de los activos podridos de los bancos, que en general, es considerada poco audaz y poco precisa, además de ser perversa al premiar con recursos públicos al sector financiero responsable de la crisis. El problema es que, en la mayoría de las veces, los keynesianos tienen una enorme dificultad para tratar con los intereses y las luchas del mundo real. Y comparten con los liberales una especia de "error inverso": los liberales creen en la posibilidad y en la eficacia de la eliminación del poder político del Estado del mundo de los mercados; mientras que los keynesianos creen en la posibilidad y en la eficacia de la intervención correctiva del Estado en el mundo económico. O sea, en última instancia, ortodoxos y keynesianos comparten la misma dificultad de entender e incluir en sus modelos, proyecciones y recomendaciones, las contradicciones y las luchas políticas propias del mundo económico.
¿Y lo que usted ve cuando mira esta crisis a través de esta "ventana" del poder?
No es mucha cosa lo que se puede decir sin un estudio más detenido de los intereses y conflictos en curso entre los grupos sociales y Estados y economías nacionales, en las principales regiones del mundo; cosa que no hice ni encontré todavía en los análisis de otros autores. Sin embargo, a vuelo de pájaro, es posible ver que esta crisis envuelve intereses y poderes nacionales e internacionales, económicos y políticos, gigantescos y contradictorios. Por eso mismo, no tiene una solución técnica posible, y desde mi punto de vista tampoco tiene ninguna solución política a la vista. Todavía asistiremos a infinitas tentativas y yerros, y una lucha continua y prolongada en torno a cada una de estas iniciativas. Por lo tanto, todo indica que será una crisis larga y profunda que actuará como un "tsunami darwinista". Liquidando a los más débiles en todos los niveles. Y lo que es más chocante es que esta misma crisis terminará provocando, al final, una gigantesca transferencia y centralización de riqueza y poder. Sobre todo porque se trata de una crisis que apareció como culminación de un largo período de 30 años donde también ocurrió, por otro camino, una enorme concentración y centralización del poder y del capital. Por último, a la hora de la vuelta del sol, pocos estarán en la playa, y con certeza quien estará al frente serán los Estados Unidos. Pero lo que es más sorprendente es que a pesar de que la crisis no ha sido provocada intencionalmente, ella también debilitará a países que estaban ascendiendo en las dos últimas décadas y desafiando de alguna forma el orden internacional establecido. Es como si la crisis reubicase a todos los "sublevados" en "su debido lugar", como acostumbran a decir los "dueños del poder", en todas las latitudes del mundo.
¿Pero usted piensa que todo esto ocurrirá sin resistencia?
No. No lo creo. De mi punto de vista habrá resistencia y habrá desintegración social, incluso cuando ella no asuma la forma de una resistencia consciente. Y si la crisis de prolonga por mucho tiempo, se multiplicarán las rebeliones y las guerras civiles, sobre todo en las zonas de fractura del sistema mundial. Y no es imposible que en alguna de estas rebeliones se recoloquen objetivos socialistas. Pero con certeza no habrá un cambio del "modo de producción" a escala mundial, ni tampoco una "superación" hegeliana del sistema inter-estatal capitalista, Por el contrario, desde mi punto de vista, en esta hora de "estrechamiento de oportunidades" habrá una fuga hacia adelante y una intensificación de la competencia imperialistas que ya estaban curso en estos últimos 20 años.
¿Su visión no es excesivamente pesimista?
No creo, creo que es apenas una lectura capitalista del propio capitalismo, con sus luchas de poder y sus contradicciones político-económicas que atraviesan y dan ritmo al movimiento cíclico y expansivo de acumulación y destrucción periódica del propio capital.
Ahora bien, cambiando un poco de tema, ¿cuáles son sus expectativas con relación a la política externa de Estados Unidos, bajo la presidencia de Obama?
Sí sólo nos fijamos en las personas y sus discursos, creo que no habría mucho de nuevo que esperar en la política exterior del gobierno de Obama. Las figuras centrales que están en el comando de la política exterior, como en el caso de la política económica, son conocidas. Ya gobernaron durante los ocho años de la administración Clinton, que promovió cerca de 48 intervenciones militares alrededor del mundo, al contrario de lo se imagina que fue la década de los 90. Por otra parte, los programas de campaña de la señora Hillary, como del propio Obama, fueron explícitamente intervencionistas y comprometidos en mantener el poder global de los EE.UU. Porque no hay que olvidar que los Estados Unidos tienen una infraestructura global de poder militar por la cual deben velar, sea cual fuere su gobierno. Son los acuerdos militares con casi 130países, son sus 700 bases militares situadas alrededor de todo el mundo y son, por último, sus más de medio millón de soldados sirviendo o luchando fuera del territorio norteamericano. Los EE-UU. deben enfrentar dificultades y contradicciones crecientes para administrar este poder global, pero no hay la menor posibilidad de que los norteamericanos retrocedan y abandonen estas posiciones de poder, por su propia cuenta, con o sin Barak Obama.
Pero entonces ¿No se puede esperar nada con relación a Bush? ¿Y de dónde podrían venir los cambios?
Con seguridad habrá cambios, y lo más probable es que ellos vayan creciendo con el tiempo y pragmáticamente. Pero en este punto es necesario tener en cuenta que los reveses del período Bush aumentaron las divisiones internas y crearon una verdadera fractura expuesta y permanente dentro de la sociedad y de la elite norteamericana. Desde ese punto de vista, la elección y el propio gobierno de Obama pueden y deben ser considerados como un momento importante, pero absolutamente inicial o incipiente de un largo proceso de realineamiento interno de fuerzas e intereses dentro del establishment norteamericano, como ocurrió en el inicio de los años ´50, y en la década de los ´70, después de las guerras de Corea y Vietnam. Son momentos en que se forman nuevas coaliciones de poder y se pueden definir nuevas estrategias internacionales. Pero estos procesos de realineamiento son lentos y en este nuevo contexto internacional dependerán mucho de la evolución de las situaciones de poder, guerra y competencia económica, en los varios tableros geopolíticos alrededor del mundo. Teniendo en cuenta que muchos de estos conflictos regionales no tienen perspectiva de solución a corto plazo, debido al gran numero de intereses involucrados y apoyados por las potencia rivales y con capacidad militar de imponer su posición dentro de cada una de estas regiones. De cualquier manera, no hay duda, que frente a un cuadro de tamaña complejidad, fue un gran paso adelante el aplastamiento del fanatismo religioso del comando de la política exterior norteamericana, y su sustitución por un proyecto de experimentación progresivo y realista de soluciones negociadas, siempre que sea posible, con varias de las potencias envueltas en cada uno de estos conflictos más calientes, que irán siendo administrados. Aun sin tener una solución definitiva.
¿Esta crisis actual puede representar el fin de la era norteamericana y la inauguración de un nuevo ciclo hegemónico?
Para responderte a esta pregunta antes es preciso hacer una breve digresión teórica. Yo no leo la historia del sistema mundial como una sucesión de ciclos hegemónicos, una especie de ciclos biológicos de los Estados que nacen, crecen, dominan el mundo, y después decaen y son sustituidos por un nuevo Estado que recorre el mismo ciclo anterior hasta llegar a su propia hora de la decadencia. Desde mi punto de vista, la mejor analogía para pensar el sistema mundial es como un "universo en expansión" continua, donde todos los Estados que luchan por el "poder global" –en particular la potencia líder o hegemónica– constituyen un núcleo inseparable, complementario y competitivo, en permanente estado de preparación para la guerra. Por esto, son Estados que están siempre creando, al mismo tiempo, orden y desorden, expansión y crisis, paz y guerra. Y las potencias que una vez ocupan la posición de liderazgo, no desaparecen, ni son derrotadas por su "sucesor". Ellas permanecen y tienden más bien a fundirse con las fuerzas ascendentes, creando bloques cada vez más poderosos de poder, como ocurrió, por ejemplo, en el caso de Holanda, Gran Bretaña y Estados Unidos, que en verdad fueron ampliando sucesivamente las fronteras del poder anglosajón Además de esto, en este sistema inter-estatal capitalista en que vivimos, crisis económicas y guerras, no son, necesariamente, un anuncio del "fin" o del "colapso" de los Estados y las economías involucradas. Por el contrario, en la mayoría de las veces forman parte de un mecanismo esencial de la acumulación del poder y de la riqueza de los estados comprendidos dentro del sistema inter-estatal capitalista. Ahora bien, desde mi punto de vista, las crisis y guerras que están en curso durante este inicio del Siglo XXI todavía forman parte de una transformación estructural, de largo plazo, que comenzó en la década de 1970 y que apunta, en este momento, a un aumento de la "presión competitiva" mundial y para una nueva "explosión expansiva" del sistema mundial –como la que ocurrió en los largos Siglos XVI y XIX– que contará con un papel decisivo del poder norteamericano.
¿Pero no fue exactamente en la década del ´70 que se comenzó a hablar de la "crisis de la hegemonía norteamericana"?
Exactamente. Fue en la década del ´70 que se comenzó a hablar de la crisis de la hegemonía del poder norteamericano, y del inicio del fin de la "era americana". Y mientras tanto, la respuesta que los EE.UU dieron a su propia crisis tuvo un papel decisivo en la transformación a largo plazo de la economía política mundial. Basta decir que fueron esos cambios liderados por EE.UU. que trajeron de vuelta al sistema mundial, después de 1991, a dos viejas potencias del Siglo XIX, Alemania y Rusia, además de conducir para dentro del sistema a China y la India, y a casi todos los principales competidores de los Estados Unidos en este inicio de Siglo. La crisis de liderazgo de los Estados Unidos, después de 2003, sirvió apenas para dar una mayor visibilidad a este proceso que ya estaba en curso, con nuevas y viejas potencias regionales actuando de forma cada vez más "desembarazada", en la defensa de sus intereses nacionales y en la reivindicación de sus "zonas de influencia".
¿Usted piensa entonces que los EE.UU están creando sus propios sepultureros?
En parte, apenas, porque de hecho la política expansiva de EE.UU. desde 1970 activó y profundizó las contradicciones del sistema mundial, derrumbó instituciones y normas, hizo guerras y terminó fortaleciendo a los Estados y a las economías que hoy están disputando con los Estados Unidos las supremacías regionales alrededor del mundo. Pero al mismo tiempo, y es esto lo que olvidan los teóricos de los ciclos hegemónicos, estas mismas competencias y guerras, cumplen y siguen cumpliendo un papel decisivo en la reproducción y en la acumulación del poder y del capital norteamericano, que también necesita mantenerse en estado de acumulación permanente, aprovechándose de esta competencia, de estas guerras y de estas crisis para reproducir su posición, al tope de la jerarquía mundial.
¿Usted piensa que la actual crisis económica afectará la centralidad del dólar como moneda de referencia internacional?
No creo que el papel internacional del dólar sea afectado o alterado como consecuencia de esta crisis. Basta mirar la llamada "fuga hacia el dólar" que se aceleró luego de septiembre de 2008, como respuesta a la crisis financiera norteamericana. Este proceso es incomprensible mientras no se entienda el funcionamiento del sistema monetario internacional, que mi colega Franklin Serrano bautizó –ya hace algunos años– de sistema "dólar-flexible". Desde la década de 1970, los Estados Unidos se transformaron en "mercado financiero del mundo", y su Banco Central (FED) pasó a emitir una moneda nacional de circulación internacional, sin base metálica, administrada a través de las tasas de interés de la propia FED, y de los títulos emitidos por el Tesoro norteamericano, que actúan en todo el mundo, como el lastre del sistema "dólar flexible". Por esto, como dice Serrano, la casi totalidad de los pasivos externos norteamericanos son denominados en dólares y, prácticamente, todas las importaciones de bienes y servicios de EE.UU son pagadas exclusivamente en dólares, configurando un caso único en que un país deudor determina la tasa de interés de su propia "deuda externa". Una magia muy poderosa y una circularidad imbatible, porque se sustenta en el poder político y económico norteamericano. Ahora mismo, por ejemplo, para enfrentar la crisis, el Tesoro norteamericano emitirá nuevos títulos, pero estos títulos serán comprados por los gobiernos e inversores de todo el mundo, porque siguen siendo una aplicación segura para todo el mundo, incluso para China, como dice el influyente economista Yuan Gangming, al sostener que "es bueno para China invertir mucho en los Estados Unidos; porque no hay muchas otras opciones para sus reservas internacionales de casi 2 billones de dólares, y las economías de China y los EE.UU. son interdependientes".
¿Después de la polarización EE.UU-URSS y de la dominación aislada de EE.UU, qué es lo que viene ahora? ¿La China podrá ocupar el lugar vacío de poder dejado por un EE.UU. económicamente debilitado?
Como ya dije, a pesar de la violencia de esta crisis financiera y de sus efectos en cadena sobre la economía mundial, no debería haber una "sucesión china" en el liderazgo político y militar del sistema mundial. Por el contrario, del punto de vista estrictamente económico, lo más probable es que ocurra una profundización de la fusión financiera en curso desde la década del ´90, entre China y los EE.UU. Asimismo, del punto de vista geopolítico, yo pienso que a lo que asistiremos en las próximas décadas será a una competencia intensa dentro de un "núcleo central" del Sistema Mundial, constituido por los Estados Unidos, China y Rusia. Rusia, gracias a sus reservas energéticas, a su arsenal atómico, al tamaño de sus pérdidas territoriales y de población después de 1991. De ser así se estará constituyendo un nuevo "núcleo central" del sistema mundial, compuesto por tres "Estados continentales", que tienen aisladamente un cuarto de la superficie de la tierra, y más de un tercio de la población mundial. En esta nueva "geopolítica de las naciones", la Unión Europea tendrá un papel secundario, al lado de los Estados Unidos, en tanto no disponga de un poder unificado, con capacidad de iniciativa estratégica autónoma. Y la India, Brasil y África del Sur podrán aumentar su poder regional, en escalas diferentes, pero no serán poderes globales, aún por mucho tiempo. Sin embargo, es muy difícil prever los caminos del futuro, después de la era imperialista en la que estamos sumergidos.
Entrevista a José Luis Fiori por Marcelo Cajueiro
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