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Los males de la economia española |
Los males económicos de España no son difíciles de explicar. España era básicamente Florida, con una burbuja inmobiliaria hinchada por residentes y turistas, y ahora la burbuja ha estallado. Pero España está en peor forma que Florida por dos motivos que le sonarán a cualquiera que estuviera involucrado en el gran debate sobre si el euro era o no era una buena idea.
En primer lugar, Europa no tiene un gobierno central. España, a diferencia de Florida, no puede tirar de los cheques de la Seguridad Social y del Medicare de Washington. Así que la carga de la recesión recae entera sobre el presupuesto local, y de aquí el declive de la calificación de su deuda pública.
En segundo lugar, los Estados Unidos tienen un mercado de trabajo más o menos integrado geográficamente: los trabajadores se mueven de regiones deprimidas hacia otras con mejores perspectivas (aunque la crisis inmobiliaria ha reducido la movilidad, porque la gente ya no puede vender sus casas). Europa no lo tiene: es cierto que hay una cierta movilidad entre las élites y entre los trabajadores con menos ingresos, pero nada comparado con los niveles norteamericanos.
En ese caso, ¿qué puede hacer España? Necesita ser más competitiva, pero no puede devaluar, porque es miembro de la eurozona. Así que la única alternativa es una reducción de salarios, que es extremadamente difícil de conseguir (y crea grandes problemas a los deudores).
Contrariamente a lo que todo el mundo parecía decir incluso hace unas pocas semanas, ser miembro de la eurozona no inmuniza a los países contra la crisis. En el caso de España (y en el de Italia, el de Irlanda y el de Grecia) el euro puede estar perfectamente empeorando las cosas.
Y al final, la tan impopular libra esterlina, hoy en caída, puede que haya sido una gran idea.
Paul Krugman

Etiquetas: conocimiento, memoria, monopolios, multitud, politica, sabiduria.
Vivimos “un desgobierno radical, mal enmascarado por una ideología democrática cínica y un adoctrinamiento político eficaz”. Sucede “en un momento crítico de la evolución, como es el presente, cuando la tecnología y la sociedad se han complicado de tal manera que ya no valen los conceptos, esquemas y sistemas que han venido utilizándose en los últimos doscientos años”.
Todo lo reproducido entre comillas lo escribe el catedrático emérito de Derecho Administrativo de la Complutense, Alejando Nieto, en su imprescindible y reciente libro “El desgobierno de lo público”.
Cuesta imaginar que la próxima semana sea tan alucinante. Ahora bien, en cuanto a desastres, hay que depositar confianza en Zapatero, mientras que respecto a las maldades humanas hay que asumir un principio, poco conocido, de Peter:
“Cuando las cosas pueden ir peor, lo hacen”.
Algunos hechos deben ser expuestos mil veces. Como que el diferencial que afecta a la deuda española se sitúa unas cien centésimas por encima de la alemana, pese a tener una moneda común, el euro. Implica una diferencia en el precio del dinero que tanto necesita España de entre un 25 y un 30 por ciento. Hasta hace tres meses la variación era mínima. Ahora es monumental. Y la culpa no es de Bush, ni puede resolverlo Obama, ni tiene nada que ver con los Estados Unidos. Refleja la gran desconfianza de los mercados internacionales respecto a la España actual.
“Espejito, espejito” -podría pedir Solbes- “quien inspira más confianza, la ponderación de Angela Merkel o la mezcla de bandazos e inacciones de Zapatero”.
Pero no pasa nada, porque en España los debates reales, tan necesarios y urgentes, son tapados con lo que sea. En cuanto a las visiones que se dan fueran -o si se prefriere dentro de nuestra Europa común- aquí funcionan mecanismos sutiles, y para algunos incomprensibles, de ocultamiento.
Acaece muy a menudo. Pero el pasado fin de semana se dio un caso espectacular. Fue la poca atención prestada a un magnífico -y, por lo tanto sanguinario- artículo de Le Monde, firmado por su principal comentarista económico, Pierre-Antoine Delhommais. Vaya, que también los medios europeos de izquierda dejan a Zapatero.
“En España la fiesta ha terminado”, afirmaba, para concluir: “Es a Berlin a donde se deberá ir para aprovechar la movida, no a Madrid”. Y del dicho al hecho: el jueves el Financial Times destacaba que “el número de turistas extranjeros viajando a España ha caído un porcentaje anual del 2,8 por ciento, en 2008”, añadiendo que “este año puede ser todavía peor.”
Refiriéndose esencialmente a España, Le Monde era casi cruel. “Las empresas -escribía Delhommais- manipulaban sus cuentas, los bancos aceptaban riesgos desmesurados, los gestores estafaban a sus clientes, las autoridades de control, que no controlaban nada en absoluto”.
El rotativo galo agrega:
“España edificaba cada año tantas casas como Alemania, el Reino Unido y Francia reunidos. En España, se ha edificado enormemente desde hace quince años. Pero, de hecho, no se ha construido nada de sólido respecto al futuro. La productividad es una de las más bajas de Europa, la enseñanza una de las menos eficaces, con un índice de abandono escolar, antes de los 16 años, de cerca del 30 por ciento, un récord en los países industrializados. Su mercado de trabajo es aún más rígido que el francés (…) Su retraso tecnológico es inmenso, con gastos en I más D que superan muy justo el uno por ciento de su PIB, contra 2,5 en Alemania y 3,9 en Suecia. Finalmente, su falta de competitividad se traduce en un déficit por cuenta corriente cercano al 10 por ciento. En otros tiempos, un desequilibrio así habría sido sancionado con una devaluación de la peseta. Pero, protegida por la moneda única, España, rentista del euro, ha podido escapar al desastre monetario”.
Por todo ello, Le Monde diagnostica que España está “condenada a la estagnación (es decir a un estancamiento prolongado de difícil superación sin ayuda externa) quizás no eterna, pero duradera”.
Respecto a esta última disyuntiva hay una incógnita que a día de hoy, nos distingue mucho de Francia. Consiste en saber si en España habrá un movimiento de crítica económica y política, como el que se produjo en Francia hace unos cinco años, acuñando el neologismo “déclinisme”, “decadentismo” diríamos en castellano. Su iniciador fue Nicolás Baverez. Generó una visión autocrítica y, por tanto, la búsqueda de alternativas realistas.
Si aquí se produce un fenómeno comparable, como lo fue en su tiempo la generación del 98, daríamos un gran paso adelante.
Precisamente, el libro citado de Alejandro Nieto, tristemente excepcional, quizás pueda augurarlo.
De otro modo, sólo nos queda el pesimismo, ya que el talante y el griterío radicalizado, dos caras de la vacuidad intelectual, no nos podrán jamás sacar del hoyo, muy real, en el que estamos metidos, con un 14 por ciento de paro y una perspectiva del 19 por ciento.
Alfons Quintá
El número de visitantes de Reino Unido, el mercado más importante con diferencia, cayó un 3%, situándose en 15,75 millones. En el caso de Francia, el número de visitas a España cayó un 8,5%, alcanzando los 8,2 millones. En cuanto a los alemanes, la cifra de visitas de 2008 se ha mantenido prácticamente igual a la de 2007, superando ligeramente los 10 millones.
Este año podría ser peor, según los representantes del sector, debido al empeoramiento de la situación económica, ya debilitada por la caída de las construcciones de viviendas y la de la demanda del consumo. La producción de la industria del turismo, que incluye aerolíneas, operadores, hoteles, empresas de alquiler de coche,museos y otras atracciones, representa aproximadamente el 11% del PIB de España, un 13,5 % de los empleos totales.
Algunos economistas apuntan a un descenso de más del 2% del PIB en España durante este año, después de que el crecimiento descendiera del 4% registrado en 2007 al 1,2% del año pasado. Todo apunta a que el desempleo aumentará del 13% de 2008 hasta el 20% este año.
Joan Mesquida, secretario de Estado Turismo, reconoció que las visitas descendieron drásticamente en los últimos meses de 2008, hasta alcanzar el 14% en diciembre. Entre los motivos de este fenómeno estarían la devaluación de la libra frente al euro, el aumento del desempleo y la incertidumbre tras el colapso en septiembre de Lehman Brothers. En opinión de Mesquida, "la tendencia a la baja continuará a lo largo de todo 2009. El turismo no es un oasis y nosotros seguimos dependiendo de Reino Unido, Alemania y Francia".
Cuestión de endeudamiento
Krugman comete un error conceptual de aproximación al problema. Esto no es una crisis de activo, donde la economía ha acumulado una serie de desequilibrios que necesita corregir para reanudar un nuevo ciclo expansivo, como sucedió en las tormentas monetarias del Sistema Monetario Europeo en 1992, crisis que Krugman analizó con maestría. Esto es una crisis de pasivo, en el que algunas economías han asumido un stock de deuda que ahora hay que refinanciar en unas condiciones de accesibilidad al crédito muy desfavorables.
El principal problema no es financiar el déficit por cuenta corriente, sino refinanciar el stock de deuda externa ya emitido. Si España mantuviera la capacidad de devaluar, se hubiera producido una huida masiva de capitales para protegerse de la devaluación, lo cual hubiera provocado un aumento significativo de las primas de riesgo, de los tipos de interés efectivos de financiación de nuestras empresas y familias y un episodio de “frenazo brusco” mucho más intenso que el que estamos sufriendo. Es difícil hacer previsiones para la economía española, con la restricción de tener un superávit de la balanza por cuenta corriente en 2010 para hacer frente a los vencimientos no renovados de la deuda externa.
En 2008, España ha podido financiar el aumento del déficit exterior derivado del brusco incremento de los precios del petróleo y el resto de materias primas. Pertenecer al euro, permite que el banco central mantenga el control de la política monetaria, algo que no sucede en países que sufren crisis cambiarias. El ajuste de la economía española está siendo traumático, en términos de destrucción de empleo y actividad, pero habría sido significativamente peor fuera del euro.
Con respecto a la posibilidad de mejorar nuestra competitividad vía devaluación, el gráfico 1 ayuda a corregir otro error habitual al analizar los desequilibrios de la economía española. Se observa cómo, lejos de la convención, las exportaciones de nuestra economía han estado creciendo muy por encima de nuestra demanda interna. Sin embargo, el aumento de las importaciones ha sido mucho más espectacular, creciendo muy por encima de las ventas finales que incluyen consumo e inversión interna y exportaciones.
En el gráfico 2 se puede observar cómo el mayor incrmento de nuestros costes, corregidos por productividad, en el último ciclo expansivo ha penalizado nuestras exportaciones, pero, sobre todo, ha favorecido el aumento de las importaciones y la pérdida de cuota doméstica de nuestras empresas.
Conclusiones
Formar parte del euro está permitiendo a la economía española refinanciar su stock de deuda externa, no sin dificultades y acortando los plazos de la misma, pero a tipos de interés ex-tremadamente bajos, tras las rebajas de tipos del BCE y a pesar del incremento de nuestros diferenciales con respecto a Alemania.
La obsesión es que cambiemos el modelo de crecimiento con un mayor peso de las exportaciones, lo cual es deseable, pero la prioridad es que España recupere cuota de mercado doméstica, para lo cual también es necesario mejorar nuestra competitividad. En 2009, según las proyecciones de la CE, los CLU en España recuperarán 4 puntos porcentuales. con respecto a los alemanes y aproximadamente 3 puntos porcentuales contra el conjunto de la Eurozona. Además, la caída de los precios del petróleo y el gas y el desplome de nuestras importaciones permitirá situar el déficit por cuenta corriente próximo al 5% del PIB.
En medio de la recesión se están corrigiendo nuestros desequilibrios, aunque no lo suficiente. La política económica debe seguir apoyando medidas de corto plazo para frenar la destrucción de empleo y normalizar el crédito, pero es el mo-mento de mirar a largo y plazo y acometer un nuevo plan liberalizador para recuperar la competitividad pérdida. Krugman se equivocó defendiendo que no había una burbuja en los precios del crudo el pasado verano y está en nuestras manos hacer que vuelva a equivocarse de nuevo.
Sé que escépticos respecto a la idea, pero realmente cada vez lo veo más claro. Creo que hay que hacerse reflexiones del tipo: ¿por qué Brasil, México o Argentina en su día decidieron devaluar contra el dólar, aun cuando eran perfectamente conscientes de la hecatombe cambiaria, inflacionaria, bancaria, y generadora de déficits públicos que implicaría? Conceptualmente, ¿es realmente muy distinta la España actual a esos países en la etapa previa a su devaluación? Todo el mundo parece muy consciente de los efectos negativos de salirnos del euro y de que eso hará que se tome cualquier alternativa antes de llegar a esa situación. ¿Y qué pensaron entonces los gobiernos brasileño, mexicano y argentino?. Lo mismo. Y lo hicieron, eliminaron la paridad fija con el dólar, devaluaron.
España tendrá claramente un déficit estructural porque el país no da en competitividad para mantener la actual estructura de gasto público. Y ni va a aumentar su competitividad bajando sueldos, ni va a atreverse a controlar la política fiscal expansiva (eso le quitaría votos a la postre, porque generaría más paro a corto plazo y además ahora mismo es un granero de voluntades compradas, o sea, votos cautivos). Si se suma que haciendo bien los números y sin trucos contables diferidores de defaults, la banca española en un porcentaje no desdeñable debe ser rescatada con dinero público (el Valor Añadido de este fin de semana que ahonda en esta idea), se concluye que la creciente deuda pública y sus intereses, unida a los déficits públicos primarios que se avecinan, llegará un momento en que serán insostenibles, los spreads subirán en un círculo vicioso y en algún momento no habrá financiación. Porque para que la haya, serán necesarios rescates de la UE o el FMI que exigirán reducciones de gasto público muy notables, que a su vez incidirán en una mayor contracción del PIB y que dejarán el país con millones y millones de parados... votantes cabreados.
Sobre todo si además parte de ellos antes eran funcionarios o semifuncionarios o subvencionados... ex electores cautivos del gobierno. Por esa pérdida masiva de votos potencial, los gobiernos de Brasil, México o Argentina dejaron de querer cumplir con los requerimientos del FMI para recibir financiación. Porque, ser ortodoxo, genera un aumento muy fuerte del paro a corto plazo y eso no hay gobierno que lo aguante. Y para mí, pensar que países como Alemania o Francia van a rescatar financieramente a España, Irlanda, Portugal... no me lo creo, porque bastante tiene Alemania con rescatarse a sí misma y porque saben perfectamente que estarían prestando a fondo perdido por cuanto estos países son completamente inviables tal y como están gestionados (no hay competitividad, hay ingente gasto público improductivo, la deuda es enorme, ...).
Todo esto me recuerda a la situación de la banca ahora, que ni quiere prestar ni las familias quieren realmente préstamos. Yo creo que a medio plazo, países como España o Grecia, ni van a querer que les presten los organismos supranacionales para rescatarles por las penosas condiciones de reducción de gasto consecuentes (hemorragia de votos a corto plazo para el gobierno) ni posibles rescatadores como países más sólidos (Alemania, Francia....) van a querer realmente financiarles. La devaluación, por lo menos, te da cierta esperanza de recuperación de crecimiento en breve aunque te crujan en intereses de deuda, porque lo mismo iba a pasar en Brasil, México o Argentina, y aun así lo eligieron. Ojalá me equivoque.
ABANDONAR EL EURO. CONTRAS.
1. Colapso de la banca por salida masiva de acreedores y depositarios, y por ende, ausencia de financiación al sistema bancario y consecuente parón del crédito en el país. Necesidad de un “corralito” en depósitos bancarios.
2. Colapso de los bonos públicos por salida masiva de inversores y por ende, ausencia de financiación al país (a no ser a tipos desorbitados). Los acreedores internacionales en la práctica terminarían con defaults elevados por la devaluación potencial de la peseta.
3. Riesgo político para el gobierno e incentivo de la oposición para capitalizarlo.
4. Complejos procedimientos necesarios para cambiar todos los contratos del país y redenominarlos en una nueva moneda.
5. Riesgo de que una devaluación competitiva termine siendo contrarrestada por una elevada inflación al querer los trabajadores beneficiarse de la ganancia en competitividad.
ABANDONAR EL EURO. PROS.
1. Permitiría una devaluación competitiva que, si fuera acompañada de alguna reforma estructural, podría producirse sin una inflación paralela que anulara el grueso de la ganancia competitiva. En dicho caso, las exportaciones despegarían, liderando la recuperación económica, incluyendo la creación de empleo, la mejora de la capacidad fiscal recaudatoria (equilibrio presupuestario) y la reducción de la dependencia financiera exterior (menor endeudamiento por consecución de superávits externos).
2. Si la salida se acompañara de un plan estratégico de estabilidad presupuestaria a largo plazo y de mejora paulatina de competitividad, la subida de tipos para financiarse podría no ser tan elevada, o por lo menos durar menos tiempo.
3. Posibilidad de tener autonomía en política monetaria y así poder imprimir dinero con el cuál financiar los rescates del sector bancario y los déficits públicos expansivos. Por supuesto, esto implicaría riesgo de inflación, pero no sería tan perjudicial teniendo en cuenta que peor podría ser la deflación y que sería un medio de reducir deuda en el sistema (principal problema de la economía española), siempre y cuando se tuviera la voluntad de mantener dicha inflación controlada a largo plazo.
4. El riesgo político de salirse del euro podría serlo menos en un entorno económico desastroso en cuanto al desempleo, escenario no descartable si se materializan algunos riesgos claros como la combinación de recesión, deflación, fuerte deuda en el sistema, elevada deuda externa, significativos déficits públicos crecientes por medidas de estímulo económico y posibles rescates de bancos, posible cierre de financiación al Tesoro español, necesidad de llevar a cabo al respecto notables reducciones de gasto público (más recesión y desempleo), necesidad de proponer reducciones salariales impopulares por cuanto encarecerían en términos reales la ingente deuda del sistema, ... en un círculo vicioso interminable.
NO ABANDONAR EL EURO. CONTRAS.
1. Riesgo político fuerte por posibilidad muy cierta de terminar con cifras de paro descomunales ante el cuadro macro previsible: recesión, deflación, elevada deuda interna y externa, déficit público estructural fuerte, posibilidad de no poder financiarlo, necesidad potencial de reducir por ende gasto público (el único que podría sostener algo la maltrecha economía), enorme dificultad práctica para reducir salarios por la elevada deuda del sistema que haría prácticamente insolventes a muchas familias, ...
2. Imposibilidad de devaluar la moneda como instrumento más rápido para iniciar la senda de la recuperación.
3. Imposibilidad de imprimir dinero por no tener soberanía al respecto, de manera que el BCE normalmente toma decisiones en función del ciclo alemán, muy diferente al español (mientras a Alemania será difícil que le corten el grifo de la financiación por ser un país hiper-competitivo y con ahorro neto y no necesitará perentoriamente imprimir demasiado dinero para financiar déficits públicos generadores de inflación que vayan eliminando deuda, a España sí le haría falta un modelo más parecido a la Fed por cuanto si no es capaz de imprimir dinero, en un momento dado, puede quedarse sin capacidad de financiar déficits públicos dinamizadores de la economía y generadores de inflaciones reductoras de deuda, o resultado de rescates bancarios).
NO ABANDONAR EL EURO. PROS.
1. Se evitaría una fuerte crisis bancaria de “corrida” de depósitos y otra de bonos públicos de salida masiva de inversores, así como generar en inversores internacionales niveles elevados de default que pasarían factura a largo plazo en los tipos exigidos. No obstante, aunque no de tal magnitud, la no salida del euro no garantiza ni mucho menos un posible impago español de deuda pública (igualmente salida masiva de inversores).
2. En caso de potencial default de deuda pública española, podría haber ayuda de la UE, eso sí, muy penalizadora en coste político del gobierno por cuanto obligaría a reducir gasto público (más recesión y paro a corto plazo ... en un momento en el que el desempleo imperante sería brutal).
3. Se evitaría el riesgo político de un posible “corralito”.
4. Se evitarían los complejos procedimientos necesarios para cambiar todos los contratos del país y redenominarlos en una nueva moneda.
CONCLUSIÓN FINAL
Aunque sea una simplificación excesiva, al final es evidente que malo es quedarse en el euro y malo es salirse, pero, del mal, ¿cuál es el menos? Lo peor de quedarse en el euro es que hará en algún momento imprescindible reducir salarios reales, dejando a muchas familias en una delicadísima situación por cuanto la deuda en el sistema es ingente. Lo peor de salir del euro será la implantación de un “corralito” temporal de los depósitos bancarios (es cierto que los tipos subirán, pero también se contrarrestará bastante con la capacidad propia de crear dinero, por cuanto no lo considero del todo diferencial como desventaja frente a la opción de seguir en el euro).
Así pues, si la sangre no llega al río y finalmente no se alcanzan cotas brutales de desempleo, o si se alcanzan se reducen con cierta celeridad, con total seguridad seguiremos en el euro. Pero si no es así y aquí el desempleo llega en algún momento al 25-30%, y además mucho de larga duración, ¿qué elegiría la población como “menos negativo”: una notable reducción de sueldos que aumentaría en términos reales su ya abultada deuda, o un corralito temporal?.
Y los políticos siempre estarán detrás de dicha preferencia, tratando de capitalizarla. Lo dicho, para mí el mayor pro para creer casi imposible una salida del euro, es que su sola propuesta por parte del PSOE, por ejemplo, sería brutalmente combatida por el PP y seguramente muy rentabilizada políticamente (le sería muy fácil buscar un argumento: “con el PSOE hemos llegado al desastre y ahora no se le ocurre otra cosa que sacarnos de Europa y llevarnos 25 años atrás, nosotros solucionamos esto seguro y sin salirnos del euro”).
Ustedes mismos.
S. McCoy
Mucho más importante que el tipo de medidas que se adoptaron, y que son similares a las que vemos en la prensa un día sí y otro también, fue el orden que se estableció en su aplicación y el hecho de que abarcara al conjunto de las entidades que operaban en el mercado local y no sólo a alguna de ellas. En efecto, una vez que se determinó la dimensión estimada de la totalidad del problema, se decidió actuar desde el paraguas de la Administración. El orden de los factores, en este caso, sí que altera sustancialmente el producto. Y de qué manera. De hecho, el modo de actuar anglosajón, británico y estadounidense, es una buena prueba de qué es lo que ocurre cuando uno compromete los recursos del Estado para tapar una grieta sin haber hecho antes un análisis estructural del edificio. Que se va siempre a remolque. Primero se abren los suelos, luego se caen los techos, a continuación estalla la grifería. Y, al final, tras un consumo ingente de tiempo y dinero, se acuerda demoler el inmueble, que se encontraba podrido en sus cimientos desde el principio. Haber empezado por ahí, ¿no? Es lo que tiene actuar de forma reactiva y no preventiva, acuciado por los acontecimientos y por la presión de los agentes económico-financieros.
Cierto es, dirán algunos, que en un mundo globalizado e interconectado como el actual la identificación de los riesgos es mucho más complicada que en la localista y limitada estructura bancaria sueca. Bueno, si la complejidad del espectro a analizar es mayor, compartimentémoslo y tratemos de salvar lo que sea salvable y de liquidar lo que no. Es indudable que la evolución del negocio en esos casi veinte años impondría el paso de un análisis vertical, agregado por instituciones, a otro horizontal o transversal, acumulativo por áreas de negocio. Seguro. De hecho, si se hubiera hecho así desde un principio, otro gallo nos estaría cantando a día de hoy. Estoy convencido de que la tragedia bancaria actual hubiera sido mucho menos dolorosa si ya desde el verano del 2007, los principales reguladores alrededor del globo hubieran instado a las instituciones financieras a mostrar con claridad libros y contrapartidas y hubieran obligado a un macheo obligatorio de posiciones con liquidación de diferenciales. Lo apunta Wood en su artículo pero no hace falta irse a la teoría. La fácil integración de Bear Stearns por parte de JP Morgan se deriva precisamente de una compensación de saldos cruzados que provocó que, en el balance agregado de la entidad conjunta, uno más uno se situara sustancialmente por debajo de dos.
España y el modelo bancario sueco de saneamiento bancario.
La aplicación del modelo sueco resulta inviable, a mi juicio, en Reino Unido y en Estados Unidos. Bien está lo que bien acaba, no hay duda. Pero esto ha empezado mal en ambas naciones y tiene toda la pinta de que no va a terminar mucho mejor. A los hechos me remito. Sin embargo, ¿resulta extrapolable al sistema bancario español? Y, sobre todo, ¿es necesario hacer tal importación? La respuesta a ambas cuestiones es, en mi modesta opinión, un inequívoco sí. Ya que los demás han recorrido hasta ahora un camino erróneo, no seamos tan zoquetes de seguir sus pasos cuando tenemos en nuestras manos una alternativa mejor. Es momento de que todos nos quitemos la careta, empezando por el padre benevolente en que se ha convertido el Banco de España, que ha decidido consentir ahora lo que censuraba antes, en aras de un teórico bien común que amenaza con estallarle en las manos. ¿Cómo se articularía una propuesta como ésta? Sin duda, la potencial gravedad de la situación obligaría a una fuerte inversión en recursos humanos y técnicos que aceleraran los plazos. Pero estaría más que justificada. Mejor así que tirar dinero sin ton ni son, ¿no creen?
A cierre de marzo todas las entidades habrían de presentar al supervisor, de forma estrictamente confidencial, un estado real de su balance de acuerdo con los criterios por éste establecidos, en términos de valor prudente de los activos, categorización de los mismos y atribución de capital. La importante labor de inspección llevada a cabo sobre el conjunto del sistema en los últimos meses debería facilitar la tarea. Antes de final de junio, el Banco de España, de forma coordinada con las distintas instituciones públicas tanto estatales como autonómicas, determinaría qué entidades son viables en función del impacto de la “foto” sobre su balance y cuáles son irremediablemente insolventes a corto plazo y actuaría en consecuencia, activando procesos de concentración y/o liquidación ordenada con plena garantía del pasivo de los clientes. La evolución de los acontecimientos impide tener una perspectiva temporal más amplia.
A partir de ahí, habría un proceso de inyecciones selectivas de capital a los bancos y cajas supervivientes que buscaría reforzar sus ratios de capital, reducir su apalancamiento y facilitarles liquidez. Dicha medida se complementaría con una compra ordenada y simultánea por parte de un organismo de propiedad administrativa creado ad hoc de los activos dudosos de la banca comercial al precio que hubiera resultado de la valoración objetiva por parte del Banco de España. De esta forma, el sector privado dejaría de serlo en exclusividad y quedaría prácticamente saneado, lo que provocaría una reactivación inmediata de su actividad tradicional. Por su parte, las cuentas públicas no se verían perjudicadas por el pago de un sobreprecio sobre el crédito adquirido, lo que minimizaría las pérdidas potenciales en las que podría incurrir que, en cualquier caso, se compensarían con las desinversiones oportunas en las sociedades financiadas cuando éstas se produjeran.
Suponiendo una mora del 10% para el conjunto del sistema, estaríamos hablando de una inversión equivalente al 18% del PIB. Pero dado que gran parte de la morosidad se recupera a lo largo del ciclo, habría que fijar de forma específica las normas que determinaran la consideración de un activo como susceptible de pasar a ser propiedad de todos los españoles. Incluso, si uno fuera adolescente y aún confiara en la bondad natural de los políticos, creería que un instrumento como éste del que estamos hablando, que se nutriría fundamentalmente de crédito promotor, serviría para ordenar el mercado inmobiliario patrio, que falta hace, la verdad. Sin embargo, a la vez que escribo estas líneas, vivo uno de esos momentos de lucidez propios de la semi inconsciencia narrativa que hace que por mi cerebro pasen a la velocidad del rayo la estructura regional de nuestro país, los intereses creados y los falsos orgullos como un hándicap no sólo para esto última idea utópica, sino para el conjunto de la propuesta que aquí se recoge. País.
Conclusión.
Concluyo, que es sábado, sabadete y hay que disfrutar de hijos, nietos, cónyuges y similares. Algunos podrán argumentar, perdónenme la expresión, que a los bancos que les den y que mucho mejor hacer esto directamente a través del Estado. Malvada la banca que retiene no financia y suplica financiación. Bueno, si me dieran a elegir, preferiría no ser testigo, como han sido los ciudadanos de otros países, de la degradación de la confianza que en una nación produce el deterioro sistemático y continuado de la banca comercial. Claramente es un proceso a evitar. Al final llegamos al mismo destino, estación de la participación del estado en el sistema financiero, pero por caminos muy distintos: los que median entre el caos y el orden. Otros dirán que las firmas patrias no necesita una hoja de ruta como la descrita, faltaría más. No parecen pensar lo mismo los banqueros que han ido hablando esta semana. Los bancos españoles están claramente en el punto de mira. Si quitamos toda la paja financiera que hay por medio, nuestro problema no es muy distinto al de otras economías cuyo sistema bancario las está pasando canutas: crédito excesivo sobre activos sobrevalorados. Y a mismos síntomas… Mejor anticipar, que lamentar. Claro que, en esta España, camisa blanca de mi esperanza, ¿quién tiene bemoles? Pues eso. Por decirlo que no quede. Opinen, que es gratis. El lunes más y mejor, esperemos.
S. McCoy
Pero no nos pagan para eso, así que vamos allá. Este rollo que les he cascado viene a cuenta del fuego cruzado que mantengo, con algunos intrépidos foreros, acerca de la posibilidad de que España abandone o no el euro como único camino para solventar la crisis económica patria, vista la ausencia de resortes tradicionales (tipos de interés y de cambio), la falta de competitividad nacional y la excesiva dependencia energética exterior. Mi criterio, que ya anticipé hace un par de días, es que es una propuesta inviable a día de hoy. Una conclusión a la que es fácil llegar de forma intuitiva con nada que se eche un vistazo alrededor. El rechazo a la consolidada moneda única supondría un colapso del sistema de intercambios de nuestra economía, tanto en términos reales como financieros, y exigiría unos costes y unos plazos de adaptación que nos podrían llevar a la prehistoria económica antes de su materialización. No sólo eso, además de la pérdida de crédito internacional, provocaría una ruptura definitiva del modelo europeo tal y como está concebido y se abriría una crisis probablemente imposible de superar.
Bien, de esta manera hemos llegado al punto que hoy nos interesa. Es inconcebible, en mi modesta opinión, una ruptura unilateral del consenso monetario europeo. Pero ¿es posible que dicho quebranto con el sistema establecido se produzca de forma colectiva? Estaríamos hablando de algo completamente distinto en el que son varias las naciones las que, de mutuo acuerdo, establecen las bases y los términos para la vuelta a las catacumbas de la pre-globalización que, a mi juicio, se derivaría del abandono conjunto, total o parcial, del euro. No parece algo tan descabellado, en términos de posibilidades, si nos atenemos al artículo publicado ayer por Daniel Gros y Stefano Micossi en Financial Times, que no deja de ser un remedo, actualizado en virtud de los acontecimientos, de lo publicado anteriormente en VoxEU, bajo el título de “La Madre de todos los Rescates” Les adjunto en los links las dos versiones.
Lo que viene a decir el director del CEPS es que el apalancamiento real del balance de los principales bancos europeos, esto es: las veces que los activos superan su base de capital, es de alrededor de 35 veces frente a las menos de 20 de media de las mayores instituciones norteamericanas (habrá que ver cuáles incorpora). Un ratio que, paradójicamente, se habría incrementado a lo largo de este año 2008. A juicio de los autores, el problema no es exclusivamente relativo, sino también absoluto: dichas instituciones de la Eurozona son, efectivamente, demasiado grandes (y están demasiado interconectadas, el otro argumento de moda) como para dejarlas caer (riesgo sistémico). Y su tamaño hace inviable cualquier rescate. Ups. Según afirman, el balance de Deutsche Bank (50 veces apalancado) supone el 80% del PIB de Alemania; el de Barclays (60x) es el equivalente al de todo el Reino Unido, mientras que el PIB de Bélgica es tres veces menor que los activos de Fortis (33x). La posibilidad de una solución nacional quedaría, desde ese punto de vista, descartada por una mera cuestión de inviabilidad práctica sobre la que actuarían, como una rémora adicional, los límites que Maastricht impone a los estados miembros, tanto en términos de déficit presupuestario como de emisiones de deuda pública.
Una vez más, sólo nos quedaría Trichet. Un Banco Central Europeo que ni en su concepción, ni por sus objetivos, ni debido a su dependencia de las limitadas economías domésticas -incapaces, como hemos visto, de hacer frente al problema- tendría la capacidad suficiente como para abordar un colapso, si llegara a materializarse, de estas características. ¿Y entonces? Bueno, cabe confiar en que parte del problema lo va a solucionar el Plan diseñado al otro lado del Atlántico por Paulson y Bernanke. Que ya es confiar porque, como dice el refranero castellano, una cosa es predicar y otra dar trigo. ¿Y si no? Pues es aquí donde entramos en el meollo de la cuestión. ¿Puede permitirse alguna de las naciones afectadas el colapso de una entidad como las enumeradas por Gros en su pieza? Más allá de la higiene del mercado, seguramente no, desde un punto de vista tanto político como económico. Y la acumulación de preguntas y la ausencia de respuestas por parte de las autoridades políticas y monetarias europeas podrían convertirse en la pala con la que caben su propia tumba y, con ella, la de la UEM. Todo muy remoto, sí. Lejano, seguro. Improbable, también. Pero si algo ha demostrado esta crisis es que el Cisne Negro de Nassim Thaleb, la excepción, la cola más cola de la distribución de probabilidades, campa a sus anchas por la realidad financiera actual. ¿Entonces? Es obligación de este blog dejar, al menos, constancia de tal posibilidad con independencia de su coincidencia o no de pareceres. Así lo hacemos. Se abre el telón del debate.
S. McCoy
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