Hace sólo unos meses la palabra de moda era “estanflación”. Lo más temido de esta alambicada expresión eran sus causantes, verbigracia: precios muy altos, gran aumento del desempleo y estancamiento económico o incluso recesión.
Este venenoso cóctel tiene su reverso en otra enfermedad productiva aún más abyecta: la caída de los precios de consumo auspiciada por la crisis. Un año después de los tambores de estanflación, la coyuntura le ha dado la vuelta al calcetín y el término en boca de todos los analistas ya es la posible “deflación”. Es decir, dos o más trimestres de decrecimiento del coste de los bienes, según la definición del Fondo Monetario Internacional. Si esto se combina con la recesión en la que ya se sumerge España, el escenario será fulminante para el aparato productivo, según anticipan los expertos consultados.
El Índice de Precios de Consumo (IPC) Armonizado de diciembre, publicado ayer, marcó una subida del 1,5%. Es decir, nueve décimas menos que en noviembre y 2,7 puntos por debajo del dato de diciembre de 2007. La senda de desaceleración del coste de los productos básicos –la tasa lleva cinco meses consecutivos bajando– y la actual relajación de los precios de las materias primas energéticas han activado las alarmas de deflación.
Algunos analistas, como Xavier Segura, consideran que llegará en junio (con un IPC del -0,2%) y julio (-0,4%), pero que luego los precios se recuperarán hasta acabar 2009 en el 2%. Segura, jefe del servicio de estudios de Caixa Catalunya, opina que se tratará de “una deflación fugaz, transitoria”, porque gran parte de la depreciación de los bienes responde a la comparación interanual de los precios de la energía. Sobre todo porque el petróleo alcanzó en julio de 2007 cotas históricas, tocando los 147,50 dólares por barril. Casi 100 euros más que ahora. Por eso, se producirá “más una desinflación que una deflación”, apostilla Segura, que prevé que la inflación media de 2009 sea del 0,6%, frente al 4,1% de 2008.
Además, el desplome del mercado laboral reducirá con fuerza el empuje de la demanda de consumo, lo que arrastrará consigo a los precios, agravando aún más las tensiones de la cesta de la compra. Con más paro, menos consumo. Y, además, muchas familias racionarán más sus compras por miedo, precisamente, a una posible pérdida del empleo en los próximos meses. Todo ello provocará más desempleo, en un círculo vicioso de difícil salida, como demuestra el ejemplo de Japón, que no logró salir de la deflación hasta más de una década después. El caso nipón está hoy en boca de todos los analistas.
Juan Iranzo, director del Instituto de Estudios Económicos (IEE), por contra, descarta el advenimiento a España de la temida deflación, y calcula que en agosto se llegará a la tasa más baja del IPC, “en torno al 0,5%”. “Con deflación las empresas tendrían que ajustar los salarios a la baja o quebrarían, porque se hundirían sus márgenes. Además, el consumo se frenaría con fuerza, a la espera de que los precios bajen más aún”. José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi, lo ve de forma ligeramente menos optimista: “No se puede descartar un crecimiento ligeramente negativo en julio”.
Para la tasa de inflación subyacente –conformada por los bienes y servicios cuyos precios son menos volátiles– los expertos prevén una desaceleración mucho más suave. Pasará del 2,7% de noviembre de 2008 al 2% en diciembre de 2009, según Caixa Catalunya, y a “niveles por debajo del 2.5 %”, según Citi.
J.M. Lamet
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