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Mónica Lewinsky vuelve a la Casa Blanca |
Mónica Lewinsky, ex practicante de la Casa Blanca que provocó el escándalo sexual de Clinton en la Casa Blanca hace 10 años y ahora de 35 años, se alejó poco a poco de la mirada de la gente en los últimos años. Pero, es sorprendente correr en Washington el rumor de que el presidente electo Obama está pensando en dar un trabajo de la Casa Blanca a Lewinsky.
Lewinsky fue en 2005 a estudiar en el Instituto de Ciencias Políticas de Londres a dedicarse al estudio de postgraduado para la asignatura de psicología jurídica. Hace dos años, ella se graduó y se adjudicó la licenciatura. Lo que da mucho que pensar es que su tesis de licenciatura lleva el título “Buscar miembros del jurado imparciales: Estudio del efecto del tercero y la opinión pública antes del juicio”.
Personalidades bien informadas dijeron que en cuanto a sus antecedentes académicos, ella puede estar competente para el trabajo en la Casa Blanca.
Personalidades bien informadas revelaron que aunque la audaz idea de “retorno de Lewinsky a la Casa Blanca” obtuvo el “apoyo prudente” de Clinton, estremeció y enojó a Hillary que acababa de aceptar el nombramiento de secretaria de Estado, porque ella “de ninguna manera quiere encontrarse con Lewinsky en el baño del lado occidental de la Casa Blanca”.

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, multitud, politica.
Las fuentes demócratas no han dando nombres pero sí indicios de los posibles integrantes del Gobierno de Obama, quien forma un gabinete en el que podría entrar el actual secretario de Defensa, Robert Gates.
"Antes se anunciaba primero al secretario de seguridad nacional, pero ha habido una concesión menor por las necesidades y prioridades económicas del momento", dijo el analista del Brookings Institution y asesor de la Casa Blanca Stephen Hess.
Sin embargo, el reto en materia de seguridad que enfrenta el próximo presidente ha sido enfatizado con los atentados perpetrados por militantes islamistas la semana pasada en India, donde murieron 155 personas, entre ellas al menos 5 estadounidenses.
"Estos terroristas que atacan a civiles inocentes no derrotarán la gran democracia de India, no sacudirán la voluntad de la coalición global para derrotarlos", dijo Obama en un comunicado el viernes.
"Estados Unidos debe apoyar a India y a todas las naciones y pueblos comprometidos con destruir las redes terroristas y derrotar su ideología de odio", agregó.
El martes, el presidente electo asistirá a una reunión de gobernadores en Filadelfia para escuchar a las autoridades estatales sobre el impacto de la crisis financiera mundial.
Este será su segundo viaje post electoral fuera de Chicago, donde Obama ha estado elaborando una agenda ambiciosa para la reactivación económica, luego de su reunión con el presidente George W. Bush el 11 de noviembre en la Casa Blanca.
Por otro lado, los rumores sobre las negociaciones del ex presidente Bill Clinton (1993-2001) para que su esposa, Hillary, sea nombrada secretaria de Estado habrían concluido, según informó el domingo el diario The New York Times.
El matutino, citando fuentes demócratas cercanas a ambas partes sin identificarlas, aseguró que Bill Clinton decidió publicar la lista de 200.000 donantes de su fundación para alejar sospechas de conflictos de interés con lo que serían las tareas de su mujer como secretaria de Estado.
Obama piensa anunciar el lunes que la ex primera dama será su secretaria de Estado, agregó el The New York Times.
Mientras, la permanencia de Gates es un "trato cerrado", según la cadena ABC News, con lo que el jefe del Pentágono pasaría de orquestar la guerra en Irak a supervisar su conclusión.
La decisión de mantener a Gates como secretario de Estado podría perjudicar a Obama, quien durante la campaña electoral se comprometió a cambiar las impopulares políticas de Bush, pero de esta manera cumpliría con su promesa de tener al menos a un republicano en su gabinete.
Por su parte, el ex comandante de la OTAN, general James Jones, podría convertirse en asesor de seguridad nacional.
Otros nombramientos previstos por la prensa incluyen al almirante en retiro Dennis Blair como director de inteligencia y a Susan Rice, asesora de política exterior de Obama, como embajadora en las Naciones Unidas
Sin confirmar estas informaciones, el equipo de transición de Obama indicó que el presidente electo celebraría su rueda de prensa el lunes en Chicago a las 9H40 locales (15H40 GMT).
Los miembros del nuevo equipo tendrán por delante grandes retos una vez que Obama asuma el próximo 20 de enero: repliegue de las tropas estadounidenses de Irak, revisión de la estrategia en Afganistán, amenaza nuclear iraní, sin olvidar las tensiones entre India y Pakistán acentuadas por los atentados de Bombay.
Los comentaristas políticos estadounidenses no han esperado la nominación oficial de el equipo de seguridad nacional para reaccionar, la mayoría de las veces favorablemente, a la voluntad de Obama de privilegiar la experiencia y superar las barreras partidarias manteniendo a Gates o eligiendo a su ex rival Hillary Clinton.
Como muchos estudios muestran, ambos partidos se hallan bien a la derecha de la población en tópicos importantes tanto nacionales como internacionales. Tal vez ningún partido refleja la opinión pública en una época en que 80 por ciento de los estadounidenses piensan que el país se enfila en la dirección equivocada y que el Gobierno está administrado por "algunos grandes intereses que sólo piensan en sí mismos", no en el pueblo, en tanto un asombroso 94 por ciento cuestiona que el Gobierno desdeñe a la opinión pública.
Podría argüirse que ningún partido que hable en defensa del pueblo resulta viable en una sociedad administrada por el mundo de los negocios con tan desusada amplitud. En un nivel muy general, la falta de representación del pueblo es ilustrada por el éxito de la "teoría de las inversiones" en la política, elaborada por el economista político Thomas Ferguson. Según Ferguson, la política tiende a reflejar los deseos de poderosos bloques económicos que invierten dinero cada cuatro años para controlar el Estado.
En cierto sentido, la elección siguió pautas familiares. La campaña de John McCain fue lo bastante honesta como para anunciar con claridad que la elección no discutiría tópicos. En cuanto a Barack Obama, su mensaje de "esperanza" y de "cambio" ofreció un pizarrón en blanco en el cual sus simpatizantes podían escribir sus deseos. Uno puede encontrar sitios en la Internet donde cada partido expresa su opinión sobre diferentes temas. Pero la correlación de esas opiniones con la política a seguir no es espectacular. Y de todas maneras, lo que ingresa en las opciones de los votantes es lo que la campaña de cada candidato destaca, tal como saben muy bien los administradores de un partido.
Y fue allí donde la campaña de Obama impresionó a la industria de las relaciones públicas, que lo designaron "el experto en mercadeo más importante de 2008", derrotando con facilidad a Apple. La primera tarea de la industria es asegurarse que los clientes carentes de información hagan selecciones irracionales, socavando de esa manera las teorías de mercado que proponen exactamente lo opuesto. Y los expertos en relaciones públicas reconocen los beneficios de socavar la democracia de la misma manera.
La organización The Center for Responsive Politics dice que, una vez más, las elecciones fueron compradas: "Los candidatos con mejor financiamiento ganaron nueve de 10 elecciones, y todos, excepto algunos escasos miembros del Congreso, retornarán a Washington".
Antes de las convenciones, los candidatos viables con mayor financiamiento de instituciones financieras eran Obama y McCain, cada uno con 36 por ciento. Los resultados preliminares indican que, al final, las contribuciones a la campaña de Obama, por industria, se concentraron en las firmas de abogados (incluidos cabilderos), además de instituciones financieras. La teoría de inversiones en la política sugiere algunas conclusiones acerca de los principios que guían a la nueva administración.
El poder de las instituciones financieras refleja el cambio cada vez más grande de una economía de producción hacia otra de finanzas. Eso comenzó con la liberalización de las finanzas durante la década del setenta, causa raigal de los actuales azotes representados por la crisis financiera, y la recesión en la economía real (esto es, de la producción y consumo de mercancías). Las consecuencias están a la vista para la gran mayoría de los norteamericanos, cuyos salarios reales se han estancado por 30 años en tanto sus beneficios han declinado.
Dejando de lado la alta retórica sobre la esperanza y el cambio, ¿qué podemos esperar de la administración de Obama? La selección del equipo de trabajo de Obama envía una fuerte señal. La primera elección fue para Vicepresidente: Joe Biden fue, entre los senadores demócratas, uno de los más vigorosos partidarios de la invasión a Irak y un "insider" (persona de adentro, con acceso a información privilegiada) con mucho tiempo de actuación en Washington. Y aunque suele votar de manera coherente con sus colegas demócratas, no siempre lo hace.
Por ejemplo, apoyó una medida para que resultara a los individuos más difícil borrar sus deudas tras declararse en bancarrota.
La primera elección posterior a los comicios presidenciales fue para la crucial posición de jefe de gabinete. Obama designó a Rahm Emanuel, uno de los partidarios más fuertes de la invasión a Irak entre los representantes demócratas y, como Biden, un insider de Washington durante bastante tiempo.
Emanuel es también uno de los más grandes recipientes de las contribuciones de campaña de Wall Street, informó el Center for Responsive Politics. Durante 2008, "fue el principal destinatario" entre los representantes "de los ejecutivos de fondos de riesgo" y de las "principales firmas de seguros y de inversiones de la industria".
La tarea de Emanuel es ver cómo encara Obama la peor crisis financiera desde la década del treinta, por la cual sus donantes y los de Obama comparten una amplia responsabilidad.
En una entrevista con The Wall Street Journal, le preguntaron a Emanuel qué haría el gobierno de Obama respecto al "liderazgo demócrata en el Congreso", cuyos "barones del ala izquierda tienen su propia agenda". Eso incluye, por ejemplo, rebajar drásticamente los gastos militares (algo en lo que coincide la mayoría de la población) e imponer "drásticos impuestos a la energía a fin de combatir el calentamiento global".
"Barack Obama puede enfrentarse a ellos", aseguro Emanuel al Wall Street Journal. La administración será "pragmática", y rechazará los intentos de los extremistas de izquierda.
El equipo de transición de Obama está encabezado por John Podesta, secretario del gabinete de Bill Clinton. Otros dos veteranos de Clinton, Robert Rubin y Lawrence Summers, figuran entre las figuras principales en su equipo económico.
Tanto Rubin como Summers respaldaron de manera entusiasta la desregulación, un importante factor en la actual crisis financiera.
Como Secretario del Tesoro con Clinton, Rubin trabajó de manera denodada para abolir la ley Glass-Steagall, que había separado a los bancos comerciales de las instituciones financieras que incurrían en graves riesgos.
El economista Tim Canova escribe que Rubin tenía "un interés personal en la eliminación de la ley Glass-Steagall".
Tras dejar su posición como secretario del Tesoro, Rubin se convirtió en "presidente de la junta directiva de Citigroup, un conglomerado de servicios financieros que estaba enfrentando la posibilidad de tener que vender su subsidiaria de seguros". En cuanto al gobierno de Clinton, "nunca presentó cargos contra él por sus obvias violaciones a la ética".
Rubin fue reemplazado como secretario del Tesoro por Summers, quien propuso la ley que prohibió la regulación federal de los derivativos, las "armas de destrucción masiva" (como las llama Warren Buffett) que ayudaron a sumergir en el desastre a los mercados financieros.
Summers figura como "uno de los villanos principales en la actual crisis económica", según Dean Baker, uno de los escasos economistas que advirtieron sobre la inminente crisis. Poner la política financiera en las manos de Rubin y Summers, señala Baker, es "como recurrir a Osama Bin Laden para que ayude en la lucha antiterrorista".
Ahora Rubin y Summers proponen regulaciones para ayudar a limpiar el caos que ayudaron a crear.
La prensa de negocios examinó los récords del equipo de transición de Obama, que se reunió el 7 de noviembre para determinar cómo manejarse con la crisis financiera. En Bloomberg News, Jonathan Weil concluyó que "Muchos de ellos deberían estar recibiendo citaciones como testigos materiales" por la catástrofe financiera, en lugar de "figurar como miembros del círculo íntimo de Obama". Alrededor de la mitad "han tenido posiciones de importancia en empresas que, en mayor o menor grado, han falsificado sus declaraciones financieras o contribuido a la crisis económica mundial, o ambas cosas a la vez". Es realmente plausible que "¿no confundirán los intereses de la nación con sus propios intereses corporativos?".
La preocupación principal del nuevo gobierno será detener la crisis financiera y la simultánea recesión en la economía real. Pero hay también un monstruo en el armario: el ineficaz sistema privado de cuidado de la salud, que amenaza abrumar el presupuesto federal si las actuales tendencias persisten.
Una mayoría del público ha favorecido por largo tiempo un sistema nacional de cuidado de la salud, que debería ser mucho menos caro y más eficaz, según indican las evidencias comparativas (junto con muchos estudios).
En fecha tan reciente como 2004, cualquier intervención del Gobierno en el sistema de atención a la salud era descrito por la prensa como "imposible a nivel político". Eso significaba que se oponían la industria de los seguros y las corporaciones farmacéuticas.
Pero sin embargo, en 2008, primero John Edwards, luego Barack Obama y Hillary Clinton, adelantaron propuestas que se aproximan a lo que por largo tiempo ha preferido el público. Estas ideas tienen ahora "apoyo político". ¿Qué ha cambiado? No la opinión pública, que permanece con la misma opinión de antes. Pero para 2008, sectores importantes de poder, especialmente la industria manufacturera, habían llegado a reconocer que estaban siendo gravemente afectadas por el sistema privado de atención a la salud. Por lo tanto, la voluntad pública está comenzando a tener "apoyo político".
Hay un largo camino por recorrer, pero el cambio nos dice algo sobre la disfuncional democracia en la cual la nueva administración busca su camino.
Creo que 16 meses es el plazo correcto, pero como he reiterado escucharé las recomendaciones de mis comandantes, precisó el político afroamericano.
El nuevo pacto de seguridad entre Iraq y Estados Unidos puso a la Casa Blanca en un camino para la retirada de los efectivos estadounidenses de esa nación del Medio Oriente.
Sin embargo, una fuerza militar "residual" podría permanecer en Iraq por más tiempo que los grupos de combate.
Obama se convertirá en el mandatario número 44 de esta nación el próximo 20 de enero, mientras hereda dos costosas guerras en Iraq y Afganistán en medio de la peor crisis económica desde la Gran Depresión hace 80 años.
Obama ha encomendado al 'anti-Rumsfeld' de Bush «una nueva misión tan pronto como tome el poder», anunció: «Terminar la guerra de Irak de forma responsable y transferir con éxito el control a los iraquíes». El próximo inquilino de la Casa Blanca ve factible su promesa electoral de retirar las tropas en dieciséis meses, pero matizó que escuchará «las recomendaciones de mis comandantes».
El contrapunto en esta foto de viejos halcones lo ponían dos afroamericanos, Eric Holder y Susan Rice. Holder será el primer hombre de color que sirva como fiscal general. Se trata de un abierto opositor de la pena de muerte al que Obama atribuye «la mezcla de dureza e independencia que necesita el Departamento de Justicia». Su misión es la de devolver la dignidad y la confianza que le habían arrebatado al cargo los fiscales de Bush, especialmente Alberto González, al que se le veía como poco más que el abogado personal del todavía presidente, encargado de encontrar lagunas legales para burlar la Constitución, la Convención de Ginebra y cuantos derechos civiles se interpusieran en su camino.
«Dejadme ser claro», subrayó Obama ayer en el hotel de Chicago donde dio la conferencia de prensa. «El fiscal general sirve al pueblo estadounidense, y tengo todas las expectativas de que Eric protegerá a nuestro pueblo, mantendrá la confianza pública y se apegará a nuestra Constitución».
Categoría ministerial
Y en ese lado amable de la foto estaba también Susan Rice, la nueva embajadora ante las Naciones Unidas, un cargo al que Obama ha devuelto la categoría de cartera ministerial que primero le otorgó Bill Clinton y luego le arrebató George W. Bush, menos interesado en la política internacional y en los organismos multilaterales. «El embajador ante la ONU servirá como un miembro de mi gabinete y será un miembro integral de mi equipo», declaró ayer el presidente electo. Era una muestra de apoyo a ese organismo internacional «indispensable e imperfecto» con el que piensa trabajar, pero con una condición: «Rice llevará mi mensaje de que nuestro compromiso con la acción multilateral debe estar asociado con la reforma».
Esta afroamericana de piel clara ha tenido por mentora a Madeleine Albright, vieja amiga de su familia y ex secretaria de Estado con la última Administración demócrata. Precisamente con Bill Clinton fue directora de Organizaciones Internacionales y Tropas de Paz, así como asistente especial del presidente en asuntos africanos y más tarde de la responsable de las relaciones exteriores. Un bagaje de gran utilizada para las misiones de la ONU.
Tendrá que supeditar sus movimientos a la jefa del Departamento de Estado, que será Hillary Clinton. Una mujer a la que se tiene por tan revanchista que muchos cargos menores estaban a la espera de su confirmación para decidirse entre la Casa Blanca y la secretaría que dirigirá la ex candidata.
Tras semanas de especulación, de críticas y elogios adelantados, el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, le presentó al mundo su equipo de Relaciones Exteriores, y describió a quienes lo conforman como individuos con "fuertes personalidades" para desatar "vigorosos debates".
Encabezado por su ex rival, la senadora Hillary Clinton, como secretaria de Estado y el general Robert Gates como secretario de Defensa, Obama ya logró desatar un "vigoroso debate", pero no dentro de su nuevo gabinete, si no entre sus mismos partidarios, quienes miran con lupa cada selección.
La designación de Hillary Clinton ha generado aplausos por parte de su base de apoyo en Nueva York y en el Partido Demócrata, pero también provocó el rechazo de un sector de "obamamistas" y de los activistas opuestos a la guerra en Irak.
Para el profesor de política de la Universidad de San Francisco, Stephen Zunes, la selección de Hillary Clinton como secretaria de Estado es una "agria desilusión" para quienes esperaban grandes cambios en Washington.
Zunes explica que es preocupante no sólo la postura de Clinton en favor de la invasión a Irak, si no además sus acciones como senadora en cuanto a temas de derechos humanos y ley internacional.
"Hillary Clinton se alió con la administración Bush en muchas de sus políticas más polémicas, como la invasión a Irak, las amenazas de guerra con Irán, el apoyo a Israel en la ofensiva del 2006 contra Líbano, su oposición a la Corte Internacional de Justicia y el apoyo a la exportación de minas antipersonales", escribió Zunes tras darse a conocer la selección de Clinton.
El discurso de Irak
"Yo no sólo quiero terminar la guerra (de Irak); quiero acabar con la mentalidad que nos llevó a la guerra", esas fueron las palabras del candidato Barack Obama en febrero del año pasado cuando su oposición contundente fomentó su popularidad en un país cansado de este conflicto bélico.
Cada vez que Obama criticaba la guerra en sus eventos públicos, y el tema nunca faltaba, sus seguidores lo aclamaban con aplausos y vivas.
"Mientras que Obama durante su campaña hizo repetidas referencias a su discurso contra la guerra en Irak en el 2002, ahora numerosos individuos que apoyaron la invasión de Irak (...) son considerados para importantes puestos de relaciones exteriores", lamenta Sam Husseini, director de comunicaciones del Institute for Public Accuracy, un grupo de medios progresistas.
Husseini señala que desde la selección del senador Joe Biden, quien votó a favor de la autorización de la invasión, como su compañero de formula, hasta la designación de Rahm Emanuel como jefe de gabinete de la Casa Blanca, de la misma postura, ya se veía el cambio -pero de visión- de Obama.
Husseini agrega que ninguno de los 23 senadores y 133 congresistas que votaron en contra de la guerra en Irak fueron considerados para estos importantes puestos.
El mismo Pentágono de Bush
La decisión de Obama de mantener al general Robert Gates en su puesto como secretario de Defensa, también desató las críticas, sobre todo, por parte de grupos pacifistas.
Gates fue jefe de la CIA bajo el primer presidente Bush y en 1984 abogó en favor de una campaña de bombardeo contra Nicaragua para derrocar al gobierno sandinista.
El actual secretario reemplazo al frente del Pentágono a Donald Rumsfeld en el 2006. Desde entonces es el encargado de administrar las guerras de Irak y Afganistán y fue el promotor de un incremento de tropas de EE.UU. en Medio Oriente el año pasado, un plan inicialmente criticado por Obama.
"El compromiso de Obama con el bipartidismo y su deseo de incluir diversos puntos de vista en su gabinete es refrescante pero, aunque inteligente y calladito, Gates no es ni moderado ni realista", fue la reacción de Jon Rainwater, director ejecutivo del grupo pacifista Peace Action.
"Nadie dice que Gates no es mejor que Rumsfeld, pero Gates como secretario de Defensa envía un turbio mensaje al mundo", agregó el activista.
Viva Team Obama
Pero no todas las reacciones son negativas. El líder de la mayoría demócrata del Senado, Harry Reid, felicitó al presidente electo por escoger un equipo bipartidista de personas respetadas por republicanos y demócratas.
"Barack Obama presentó hoy un equipo sumamente competente, robusto y bipartidista, que tendrá encomendado proteger la seguridad nacional de los Estados Unidos".
"Este excelente grupo de hombres y mujeres son prueba de que esta nueva administración enfrentará a los adversarios y las amenazas a nuestro país con todas las herramientas disponibles: nuestra capacidad militar, nuestra fortaleza diplomática y nuestra autoridad moral", declaró Reid.
Por su parte el senador republicano, John Warner, quien hizo campaña en contra de Obama, indicó en un comunicado que este equipo genera mucha confianza dentro y fuera de Estados Unidos y fomenta "el respeto por la valentía y el buen juicio del presidente electo".
Y al final serán los senadores, y no los comentaristas, ni los activistas, los que tendrán la palabra final sobre el gabinete Obama, ya que ninguno de los seleccionados podrá juramentar a su cargo designado, sin la aprobación del Senado de Estados Unidos.
Tras semanas de especulación, de críticas y elogios adelantados, el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, le presentó al mundo su equipo de Relaciones Exteriores, y describió a quienes lo conforman como individuos con "fuertes personalidades" para desatar "vigorosos debates".
Obama subrayó que a todos los que eligió para integrar su futuro gabinete -entre los cuales se encuentra su rival een las primarias del Partido Demócrata, Hillary Rodham Clinton, como futura secretaria de Estado (canciller), y el actual secretario de Defensa, Robert Gates, que permanecerá en su cargo— comparten una "visión clave de lo que se necesita para proteger al pueblo estadounidense y asegurar la prosperidad dentro y la paz fuera del país".
"Para hacer eso, tenemos que combinar el poder militar con una diplomacia fortalecida", señaló el lunes al hacer los anuncios, "y tenemos que construir y forjar alianzas más fuertes alrededor del mundo para no llevar la carga de estos desafíos sólo nosotros".
La idea central mensaje, que había sido adelantado por un consejero de Obama no identificado al periódico The New York Times el lunes, fue repetida por los propios elegidos.
"Sabemos que nuestra seguridad, nuestros valores y nuestros intereses no pueden ser protegidos ni promovidos (sólo) por estadounidenses", dijo Hillary Clinton, y añadió que la presidencia Obama marcaba un "nuevo esfuerzo para renovar el prestigio de Estados Unidos en el mundo como una fuerza positiva de cambio".
La presentación del gabinete el lunes no logró frenar las especulaciones sobre cómo se traducirán los nombramientos en políticas específicas cuando la nueva administración entre en funciones el 20 de enero. Lo más urgente ahora es saber cómo el gobierno de Obama reaccionará ante la creciente tensión entre Pakistán e India luego de los atentados terroristas en la occidental ciudad india de Mumbai el 26 de noviembre.
Obama también designó a James Jones como consejero de seguridad nacional, y a Susan Rice, ex asesora sobre África del presidente Bill Clinton (1993-2001), como embajadora estadounidense en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Para subrayar la prioridad que tendrán a partir de ahora la ONU y otras instituciones multilaterales, a Rice se le dará rango ministerial. Sin embargo, aún no está claro si se espera que la funcionaria someta sus decisiones a las de Hillary Clinton.
Obama también hizo otras dos designaciones clave en materia de seguridad nacional: Eric Holder, vicefiscal general durante la administración de Clinton, fue designado titular del Departamento de Justicia, mientras que a Janet Napolitano, gobernadora del sudoccidental estado de Arizona y abogada especializada en temas de seguridad, se le encargó el Departamento de Seguridad Nacional.
Obama no anunció a quién eligió como director nacional de inteligencia, un puesto clave en política exterior.
Pero el lunes la mayor parte de la atención estaba concentrada en las tres principales designaciones en materia de política exterior: Clinton, Gates y Jones, todas fuertes personalidades cuyos puntos de vista son considerados más cercanos a la visión de los "halcones" (el ala más belicista en Washington) que a la línea de Obama.
De hecho, esas designaciones causaron creciente preocupación entre algunos de los veteranos partidarios de Obama, que impulsaron su candidatura sobre todo debido a su abierta oposición a la guerra en Iraq, a diferencia de la postura no tan definida de Hillary Clinton.
"Realmente se diferenció (en las primarias demócratas) con su oposición a la guerra en Iraq", señaló el analista en política exterior Christopher Preble, del Cato Institute.
Varias figuras derechistas celebraron las designaciones, particularmente la de Clinton. "Estoy aliviado", dijo Richard Perle, ex asesor del gobierno de George W. Bush, al periódico The New Republic. "Contrariamente a las expectativas, no creo que veamos un gran cambio", afirmó.
Los neoconservadores, que han desconfiado de los "realistas" (el ala más diplomática) como Gates y Jones, se mostraron entusiastas con la presencia de Hillary Clinton en el gabinete, subrayando que ella fue un "halcón" y quien más ha apoyado a Israel entre los candidatos demócratas.
En los años 90, Hillary Clinton fue una de las voces más prominentes que llamaban a la creación de un estado palestino. Pero luego moderó su postura durante las elecciones para el Senado en 2000. Clinton representa al estado de Nueva York, con una gran colectividad judía.
Al contestar preguntas el lunes, Obama indicó que se sentiría cómodo con la posibilidad de que sus secretarios de Estado discreparan con él y entre sí a la hora de definir las políticas, siempre y cuando reconozcan que la última palabra la tiene él.
"Voy a permitir un vigoroso debate dentro de la Casa Blanca", afirmó, señalando que los gabinetes en los que "todos acuerdan en todo y no hay discusiones ni visiones discrepantes" han cometido serios errores en el pasado.
Esas opciones molestaron al ala izquierda de la formación política, aunque por el momento las críticas no son públicas, subraya la publicación.
Según el matutino, el silencio de ese sector se debe a que estima que el próximo mandatario se muestra cauto antes de comenzar sus reformas.
No obstante, agrega, cabildean para incluir en el gabinete a políticos considerados liberales.
El rotativo destaca que numerosos bloggers están atacando a Obama por escoger a conservadores y colaboradores del ex presidente William Clinton, con lo cual traicionó a sus electores.
David Corn, de la revista Mother Jones, señaló que los grupos progresistas están muy irritados con el presidente electo, aunque, estimó, aún no hay una rebelión porque esperan que cambie de rumbo.
¿Cuándo Obama nominará a alguien que refleje la base progresista que lo llevó a la Oficina Oval?, preguntó recientemente The Progressive.
En similar sentido se pronunció el sitio electrónico CounterPunch, al señalar que a medida que avanza la formación del gabinete “queda cada vez más claro que todos los llamados desde el progresismo, tanto local como del extranjero, cayeron en saco roto”.
Por su parte, los consejeros y asistentes de Obama tratan de calmar la insipiente tormenta, comenta The New York Times.
Resalta que podrían tardar muchas de sus promesas, como incrementar los impuestos a ricos y reabrir las negociaciones sobre los acuerdos de libre comercio con otros países.
“Dije que retiraría de Irak nuestras tropas de combate en 16 meses, en el entendimiento de que podría ser necesario –probablemente necesario– mantener una fuerza residual a fin de proporcionar entrenamiento y apoyo logístico para proteger a nuestros civiles en Irak” (The New York Times, 4-12-08).
“El residuo”, al parecer, no será pequeño: el ex secretario de Marina Richard Danzig –uno de los asesores de Obama en materia de seguridad– había ya declarado que sería de 30 mil a 55 mil efectivos. Algunos dicen que la cifra podría llegar a 70 mil, casi la mitad del número actual. Hay residuos así.
Pocos creen que la retirada se llevará a cabo en el lapso prometido y que el último soldado norteamericano dejará suelo iraquí el 31 de diciembre del 2011, según lo pactado con el gobierno de Bagdad. Unos 20 halcones demócratas –la mayoría de la vieja guardia clintoniana de los años ’90– dominan el equipo de seguridad y política internacional de Obama y no falta un legado significativo de W. Bush: el reconfirmado jefe del Pentágono Robert Gates, un insistente partidario de ganar la guerra en Irak como objetivo mínimo.
Ahora está “menos preocupado” –dijo– por las promesas de campaña del presidente electo, dado que éste comentó que la retirada de Irak se haría de manera “responsable” y que dependerá de la opinión de los jefes militares (rawstory.com, 2-11-08). En esas condiciones, tal vez no haya sido un trabajo pesado tranquilizar a un belicista de la talla de Gates.
El senador Lindsey Graham, el almirante Nike Mullen, jefe de Estado Mayor Conjunto, y otros “halcones-gallina” republicanos elogiaron estos nombramientos de Obama (www.timesonline.co.uk, 1-12-08). No es para menos: tienen un firme bastión en Hillary Clinton, la nueva secretaria de Estado, acérrima partidaria de la invasión a Irak y Afganistán y de atacar a Irán con bombas nucleares. Se recuerda su propia confesión: “Llamé por teléfono (a su esposo presidente) y lo urgí a bombardear (Yugoslavia)” en el marco de la OTAN; los bombardeos duraron 74 días y a nadie perdonaron.
Cabe señalar que la era de Bill no fue precisamente pacifista: a poco de instalarse en la Casa Blanca bombardeó Irak en 1993; logró que la ONU le impusiera a Saddam Hussein un embargo que costó la vida de medio millón de niños iraquíes; atacó a Sudán y Afganistán; desestabilizó a Haití; militarizó la ambigua lucha contra los narcotraficantes que se ha convertido en contrainsurgencia y que no ahorra vidas de civiles inocentes en América latina; apoyó la privatización de las operaciones militares norteamericanas otorgando enjundiosos contratos a la industria armamentista; autorizó la venta de armas a países como Indonesia y Turquía, utilizadas en el genocidio de kurdos y habitantes de Timor Oriental. Un récord que el olvido suele abrigar.
Obama nombró jefe del staff de la Casa Blanca a Rahm Emanuel, admirador de las ejecuciones extrajudiciales israelíes, impulsor del servicio paramilitar obligatorio para todos los estadounidenses de 18 a 25 años de edad, del aumento de los efectivos de las fuerzas armadas y de la creación de un sistema de espionaje semejante al MI5 británico. Está en buena compañía: el general (R) James L. Jones, ex comandante del cuerpo de marines y amigo personal del derrotado candidato republicano John McCain, será el asesor jefe de seguridad nacional y es difícil suponer que el hecho de pertenecer al directorio de Boeing no influirá en sus decisiones. Susan Rice, la próxima embajadora de EE.UU. ante la ONU, apoya una intervención militar en Sudán por la crisis de Darfur, de preferencia con la participación de la OTAN. Etc., etc.
Barack mismo ha anunciado objetivos de guerra que poco cambian las políticas de Clinton y de ambos Bush: el incremento de la guerra en Afganistán; el eventual mantenimiento por largo rato de un número ingente de efectivos en Irak; la intervención unilateral en Pakistán; el empleo de ejércitos privados en las zonas donde combate EE.UU.; entre otras cosas. Su vice Jose Biden no es un demócrata cualquiera: como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, sostuvo las mentiras de Bush desestimando en el 2002 los testimonios de expertos que señalaban que Irak no tenía armas de destrucción masiva ni constituía una amenaza para la región “y mucho menos para EE.UU.” (www.alternet.org, 20-11-08).
Rara vez un cambio se ha parecido tanto a una continuidad.
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