El año 2008 termina con la sensación de haber asistido a uno de los peores períodos en los mercados mundiales y en la sociedad moderna. La maldición proviene, paradójicamente, de la llamada mayor economía del planeta.
Varias estrategias de financiamientos y rescates no pudieron solucionar la debacle crediticia estallada en el verano de 2007, y la noticia para 2009 no es otra que, más recesión, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo industrializado, mientras los pobres siguen pujando por sobrevivir.
Este período de 12 meses a punto de concluir reunió un déficit comercial por encima de los 800.000 millones de dólares, casi el doble de las estadísticas de 2001, revelaron fuentes gubernamentales.
También los gastos de las campañas bélicas emprendidas por el actual mandato de la Casa Blanca en Oriente Medio, socavaron el presupuesto de la nación, que ahora enfrenta un déficit superior a los 455.000 millones de dólares.
A solo dos días de culminar el año, las expectativas de crecimiento para Estados Unidos no rebasan el 0,9 por ciento, ni el desempleo estará por debajo del siete por ciento, y con amenazas de trepar al 10 al final de 2009.
Estas cifras serían su nivel récord en varias décadas.
También la inflación, con altas y bajas, puntea ahora en 6,5 por ciento, cuando cerca de dos millones 200 mil personas se sumaron en los dos últimos semestres a la enorme lista de desocupados, que supera los 10 millones 300 mil.
Mientras los mercados sigan cayendo bajo los efectos de la crisis y las empresas tengan que cerrar con la esperanza puesta en el futuro, los trabajadores volverán a sus casas, sin ocupación y con un solo deseo para navidades, que vuelva la calma económica a su país.
El 2009 llega con una nueva propuesta financiera, esta vez amparada por la presidencia del demócrata Barack Obama, quien ascenderá a la oficina oval el 20 de enero próximo.
Su programa incluye un desembolso de 60 mil millones de dólares, orientado a apuntalar a las clases media y baja.
Contempla una exención tributaria durante los próximos dos años para los comercios que creen nuevos empleos y un crédito temporal de tres mil dólares por cada puesto que genere una compañía.
La iniciativa de Obama prevé también eliminar temporalmente los impuestos a los beneficios de seguros de desocupación y que la Reserva Federal y el Tesoro se preparen para garantizar un mayor rango de pasivos del sistema bancario.
Sin embargo, por muy atrayente que parezca la oferta, el mercado ha perdido la capacidad de inmutarse con la misma fuerza de hace unos meses.
Varias estrategias de financiamientos y rescates no pudieron solucionar la debacle crediticia estallada en el verano de 2007, y la noticia para 2009 no es otra que, más recesión, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo industrializado, mientras los pobres siguen pujando por sobrevivir.
Este período de 12 meses a punto de concluir reunió un déficit comercial por encima de los 800 mil millones de dólares, casi el doble de las estadísticas de 2001, revelaron fuentes gubernamentales.
También los gastos de las campañas bélicas emprendidas por el actual mandato de la Casa Blanca en Oriente Medio, socavaron el presupuesto de la nación, que ahora enfrenta un déficit superior a los 455 mil millones de dólares.
El agujero en las arcas nacionales se amplió a última hora con el paquete de rescate de 700 mil millones de dólares, impulsado por la administración republicana de George W. Bush, y puesto a disposición de Wall Street y los grandes bancos.
No es novedad entonces que ante semejantes cifras, que se unen a los pésimos resultados de varias industrias y sectores, la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER por sus siglas en inglés) confirmara que la nación estaba en recesión desde fines de 2007.
El The New York Times ha descrito el escenario como un país maltrecho y a la deriva después de ocho años del fallido liderazgo de Bush.
Por su parte, el futuro presidente reconoce tener que enfrentarse a dos guerras, un planeta en peligro y la peor crisis financiera, como herencia de los últimos ocho años.
Sin embargo, en medio de tanta incertidumbre, las elecciones más costosas de la historia, financiadas por grandes y medianas empresas y los bolsillos de los ciudadanos, sobrepasaron los cinco mil millones de dólares si se contabilizan las sumas destinadas a los comicios generales, incluidas las consultas para el Congreso y cargos locales.
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