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Lula espera estar a la altura |
El presidente brasileño, Lula da Silva, inauguró este mediodía en San Pablo la reunión de ministros del G-20, de la cual participan el jefe del Palacio de Hacienda, Carlos Fernández, y el titular del Banco Central, Martín Redrado, para analizar la reforma del sistema financiero en preparación de la cumbre del grupo que se celebrará el 15 de noviembre en Washington.
"Miles de millones de seres humanos esperan que estemos a la altura de los desafíos que la realidad nos colocó por delante. No podemos, no debemos, y no tenemos el derecho de fallar", sostuvo Lula al hablar en la apertura de la reunión.
El presidente brasileño destacó también el papel de las economías emergentes en la búsqueda de salidas a la crisis financiera global.
"El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que las economías emergentes fueron responsables de 75 por ciento del crecimiento de la economía mundial este año. Esta tendencia se mantendrá en 2009", aseguró el mandatario.
El objetivo de los ministros del G-20 es discutir las posibilidades de una reorganización del sistema financiero e instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), y que, para muchos gobiernos, dio muestras de inoperancia.
El G-20 incluye a las mayores economías mundiales de Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Italia y Estados Unidos; a la Unión Europea y a las emergentes de Brasil, Rusia, India, China, Argentina, Australia, Indonesia, México, Arabia Saudita, Sudáfrica, Corea del Sur y Turquía.
La comitiva argentina se completa con el secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, y el de Programación Económica, Martín Abeles.
Los países del grupo suman las dos terceras partes del comercio y la población mundiales y 85 por ciento del Producto Interno Bruto del planeta.

Etiquetas: conocimiento, memoria, monopolios, multitud, politica.
Para el presidente brasileño, el gobierno de las instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) deberá integrarse respetando la actual correlación de fuerzas de la economía real del mundo.
Lula ha reiterado sin descanso en las últimas semanas su convicción sobre la necesidad de reformular lo que se ha denominado la "gobernanza financiera mundial".
Después de dos reuniones sucesivas el viernes con sus pares de esas seis potencias emergentes, el ministro brasileño de Hacienda, Guido Mántega dijo que "es necesario reformular el sistema financiero mundial" y aportarle más regulación, fiscalización y transparencia.
El sistema "creado en Bretton Woods (EStados Unidos, 1944) necesita ser reformado porque ha dado muestras de estar agotado", argumentó.
Los seis países que realizaron los encuentros preparatorios a la reunión del G-20 impulsarán reformas en el Banco Mundial y en el Fondo Monetario Internacional.
El llamado grupo BRICS (Brasil, China, India y Rusia) incluso emitió una declaración donde expresó un "llamado a la reforma de las instituciones multilaterales para que reflejen los cambios estructurales en la economía mundial".
Esas reformas también deben reflejar "el rol central que los mercados emergentes desempeñan actualmente", agrega el texto.
También decidió apoyar "todos los pasos necesarios para finalizar" la ronda de Doha en la Organización Mundial de Comercio.
La reunión del Grupo de los 20 (G-20) preparará la cumbre de jefes de estado de ese bloque que el 15 de este mes se encontrará en Washington para examinar opciones ante la crisis que nació en Estados Unidos y dejó a la mayoría de las naciones desarrolladas con la perspectiva de entrar en recesión.
El encuentro de Sao Paulo se desarrolla paralelamente con la cumbre de líderes de la Unión Europea en Bruselas, para afinar una posición común para la reunión convocada por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush.
El objetivo de los ministros del G-20 es discutir las posibilidades de una reorganización del sistema financiero e instituciones como el FMI, creadas en Bretton Woods, y que, para muchos gobiernos, dio muestras de inoperancia.
El G-20 incluye a las mayores economías mundiales (Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Italia y Estados Unidos), a la Unión Europea y a 12 naciones emergentes: Brasil, Rusia, India, China, Argentina, Australia, Indonesia, México, Arabia Saudita, Sudáfrica, Corea del Sur y Turquía.
Los países del grupo suman las dos terceras partes del comercio y población mundiales y el 85% del Producto Interno Bruto del planeta.
Además estarán los titulares del FMI, Dominique Strauss-Kahn, del Banco Mundial, Robert Zoellick y del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet.
Estados Unidos ha advertido que no deben esperarse medidas concretas. Para la Casa Blanca, el encuentro debería servir para identificar las causas de la crisis, examinar las medidas tomadas para enfrentarla y exponer ideas sobre futuras reformas.
La urgencia está planteada porque la recesión de los países industrializados castigaría a las naciones emergentes y en desarrollo debido a la previsible disminución del comercio.
Necesitamos aumentar la presencia de las naciones en desarrollo en los mecanismos decisorios, revisar el papel de los organismos multilaterales existentes o crear nuevos, aseveró el dignatario.
A juicio de Lula, la actual crisis es global y exige soluciones globales, entre ellas una amplia reestructuración de esas instituciones, que deben abrirse a una mayor participación de los países emergentes y los subdesarrollados.
Precisamos de una nueva gobernanza, más abierta y participativa, y ya es hora de un pacto entre los gobiernos para una nueva arquitectura financiera mundial, subrayó.
Acerca de esa necesidad también se han proyectado otros mandatarios, incluso de las naciones más industrializadas, atemorizados ante el peligro de que las turbulencias monetarias lleven a la quiebra al propio sistema capitalista.
Recientemente el Premio Nobel de la Paz 2006, Mohamed Yunus, y el secretario general de la Organización Internacional del Trabajo, Juan Somalia, censuraron la fuerte desregulación financiera en el orbe.
A juicio de Yunus, el orden ha funcionado como un casino y la excesiva especulación originó el tsunami que golpea ahora a todo el mundo, en particular a los pobres.
También el presidente ruso, Dmitri Medvédev, se encuentra entre quienes han propugnado una nueva arquitectura financiera internacional.
La importancia de esta última se ve confirmada con fuerza tras las turbulencias monetarias mundiales originadas en Estados Unidos y acentuadas por las recientes quiebras de grandes bancos de ese país.
Durante las últimas tres décadas tuvieron lugar profundos cambios en la economía internacional, que explican en buena medida la creciente inestabilidad e incertidumbre que caracterizan la actual esfera monetaria.
Esta tiene entre sus rasgos más notables una gran especulación y estallido de las burbujas financieras.
En el decenio más reciente el mundo asistió a una importante revolución de las finanzas, en la que se distingue una acelerada integración de los mercados y rápido proceso de innovación tecnológica en la industria de los servicios monetarios.
El sistema impuesto en 1944 con la Conferencia de Bretton Woods, que estableció la hegemonía monetaria norteamericana sobre el resto del orbe, además de estar lleno de contradicciones, es hoy incongruente e insostenible.
De hecho, más que un orden financiero internacional, lo que hay es un caos generalizado.
La necesidad de una nueva arquitectura tomó fuerza hace algunos años a raíz de las crisis monetarias en México, el Sureste Asiático, Rusia, Argentina y Brasil, las cuales alcanzaron niveles dramáticos en algunos.
Fue así que en enero de 1999 el Grupo de Trabajo del Comité Ejecutivo de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas dio a conocer un informe titulado Hacia una nueva arquitectura financiera internacional.
Aunque admiten la importancia de las reformas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, pilares en los que se sustenta el sistema, aspiran a que los cambios se queden en la estructura y no impliquen una transformación radical, pues no están dispuestos a desaparecer.
Como demuestran los más recientes acontecimientos en Estados Unidos, Europa y otras zonas, el sistema monetario se ha quedado rezagado de la economía mundial y no está en condiciones de protegerla de las turbulencias, de impedir que estallen las burbujas.
Se impone, por tanto, la necesidad de democratizar esas instituciones, crear otras nuevas como alternativa, que no estén regidas por los siete países más ricos (G-7) y sus beneficios se extiendan a las naciones del Tercer Mundo.
El gobierno de Bush por fin se decidió a hacer lo que los economistas le insistieron que hiciera: poner más capital en los bancos. Pero como siempre, el problema está en los detalles, y el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, puede haber logrado trastornar incluso esta buena idea; parece haber descubierto la manera de recapitalizar a los bancos de forma que el resultado no sea la vuelta del crédito, lo cual no presagia nada bueno para la economía.
A medida que EE.UU. absorbe los ahorros del planeta para abordar sus problemas, los países en desarrollo se enfrentarán a tiempos difíciles. Es probable que algunos -aquellos con grandes déficit comerciales, los que deben refinanciar grandes deudas nacionales y los que tienen lazos comerciales estrechos con EE.UU.- resulten más afectados. Los países que no liberalizaron sus mercados financieros, como China, darán gracias por no haber seguido las recomendaciones de Paulson para hacerlo.
Muchos ya están recurriendo al FMI en busca de ayuda. Lo que preocupa es que, al menos en algunos casos, el FMI volverá a sus viejas recetas fracasadas: la contracción fiscal y monetaria, que sólo aumentaría las desigualdades globales. Mientras los países desarrollados se dedican a estabilizar políticas anticíclicas, los países en desarrollo se verían obligados a adoptar políticas desestabilizadoras, ahuyentando al capital cuando más lo necesitan.
Hace diez años, cuando estalló la crisis financiera de Asia, se habló mucho de la necesidad de reformar la arquitectura financiera global. Se hizo muy poco, demasiado poco, como ahora ha quedado claro. Podemos estar en un nuevo momento de "Bretton Woods". Las viejas instituciones han reconocido la necesidad de las reformas. Fueron necesarios 15 años y una guerra mundial para que el mundo se reuniera con el fin de atacar las debilidades del sistema financiero que contribuyeron a la Gran Depresión. Esperemos que esta vez no nos tome tanto tiempo: dado el nivel de interdependencia, los costos serían sencillamente demasiado altos.
Pero mientras que EE.UU. y Gran Bretaña dominaron el viejo Bretton Woods, el paisaje mundial actual es notablemente diferente. De la misma forma, las viejas instituciones de Bretton Woods estuvieron definidas por un conjunto de doctrinas económicas que ya se ha demostrado que fracasan no sólo en los países en desarrollo sino incluso en el corazón del capitalismo. La próxima cumbre mundial debe enfrentarse a esas nuevas realidades si se quiere trabajar efectivamente hacia la creación de un sistema financiero global más estable y equitativo.
Joseph Stiglitz
Nobel de Economía del año 2001
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