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Informe pone "fecha" al ocaso de EEUU |
La decadencia del Imperio estadounidense no solamente se expresa en su debacle económica y en su descomposición política, sino que también se pone de manifiesto en el descontrol de sus servicios de inteligencia que -por conflictos internos y partidismo- empiezan a romper las reglas de la confidencialidad y de secreto de Estado, difundiendo informes que no dejan bien parada la imagen de EEUU. En la época de la Guerra Fría con la URSS, si las agencias de inteligencia estadounidenses hubiesen difundido una "estimación" de pérdida de dominio global por parte de EEUU, sus jefes hubieran sido enjuiciados bajo cargos de "traición a la Patria". Sin embargo, en el presente escenario internacional, con el Imperio regente del capitalismo ya sin enemigos estratégicos, una proyección oficial sobre la pérdida de influencia mundial de EEUU pasa como un acto de "apertura democrática" del espionaje imperial. En el plano de la realidad concreta, en cambio, es indicativo de que la potencia USA vive una auténtica anarquía de "revelación de secretos de Estado" que en otras épocas hubieran comprometido su seguridad estratégica. Y esto se favorece por un escenario: El sistema capitalista con EEUU a la cabeza se ha quedado sin enemigos. Y los principales peligros que afronta, son su propia decadencia y contradicciones internas.
Según un informe del Consejo Nacional de Inteligencia (NIC, por sus siglas en inglés) difundido por la prensa norteamericana, la influencia económica, militar y política de EEUU decaerá muy probablemente en las próximas dos décadas.
"Los próximos 20 años de transición a un nuevo sistema están cargados de riesgos", apunta el informe titulado Global Trends 2025.
El mayor reto, según el documento del espionaje, será combatir el calentamiento global y su fuerte impacto en los próximos años. Habrá periodos de escasez de agua y comida a lo que podría añadirse un conflicto internacional por el petróleo.
La influencia estadounidense se debilitará en la medida en que China e India se hagan más poderosos, vaticina el reporte sobre tendencias globales.
El dólar dejará de ser la principal moneda para el intercambio global y la escasez de agua y comida alimentarán los conflictos, señala.
"Los próximos 20 años de transición hacia un nuevo sistema están llenos de riesgos", dice Tendencias Globales 2025, el último de los reportes que el NIC prepara cada cuatro años antes del inicio del siguiente periodo presidencial.
El estudio del NIC en 2004 (con el poder de Bush todavía intacto) pintaba un panorama mucho más "benevolente" para la posición global de Estados Unidos, con el dominio estadounidense con perspectivas de continuar.
Pero el último informe dice que el crecimiento de economías como China, India y Brasil presentarán a Estados Unidos una mayor competencia en la cúpula de un sistema internacional multipolar.
Además, destaca que la actual crisis financiera se está convirtiendo en el inicio de lo que considera un enorme cambio hacia una nueva economía global.
Un mundo con más centros de poder será menos estable que otro con uno o dos superpotencias, advierte, ofreciendo mayor potencial para el conflicto.
El calentamiento global tendrá un mayor impacto para 2025, disparando una escasez de agua y comida que puede producir enfrentamientos alrededor del mundo.
El informe muestra los escenarios globales en los próximos 15 años y, en esa línea, predice que las economías de China, India y Brasil ofrecerán a EEUU más competición pero al mismo tiempo darán un sistema internacional más multipolar, que cambiará el escenario mundial.
Y el riesgo de uso de armas nucleares es muy probable que crezca, según el informe, en la medida en que los llamados estados parias y grupos "terroristas" consigan acceder a este tipo de armamentos.
Según el informe, habrá más de un centro de poder y el uso y desarrollo de armas nucleares crecerá con la amenaza terrorista cada vez más evidente.
Como todo "informe de inteligencia" elaborado y manipulado con objetivos políticos, la "evaluación" profética del Consejo Nacional de Inteligencia USA aparece en un contexto trascendente marcado por la peor (en términos de persistencia y continuidad) de las crisis económicas que ha padecido EEUU.
A ello se agrega una transición presidencial signada por una guerra interna entre demócratas y republicanos, y por los temores de Obama de que Bush y su administración le pongan trampas en el camino para desgastarlo antes de asumir.
Además, está el enfrentamiento por el control de los servicios de inteligencia con la CIA a la cabeza, terreno en el que Obama y su equipo de halcones sionistas quieren terminar con la influencia de Bush y los republicanos instalando nuevas cúpulas de conducción.
En este escenario, hay que evaluar la oportunidad y los objetivos ocultos del pomposo reporte de "Tendencias Globales" elaborado por la decadente y corrupta "inteligencia" estadounidense.
Etiquetas: conocimiento, medios, multitud, politica, violencia.
El acuerdo resulta embarazoso para el gobierno de Bush, que había adoptado la posición de que el texto fuera consistente con sus demandas de una retirada de tropas sujeta a las "condiciones sobre el terreno".
En lugar de ajustar la retórica a la letra del acuerdo, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Dana Perino, dijo el lunes que las fechas contempladas en el texto son sólo "aspiraciones" respecto de la retirada total de Iraq.
A mediados de agosto, el gobierno de Bush aún mantenía en las negociaciones la posición de que las fechas eran "objetivos temporales", y no un plazo límite firme, y que cualquiera de las dos partes podría extender o reducir el período en el cual debían retirarse las tropas.
Pero esa demanda fue rápidamente abandonada, quizás como reconocimiento al hecho de que el presidente electo, Barack Obama, repatriaría a los soldados estadounidenses antes del plazo establecido en el texto del acuerdo.
El almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, apoyó la posición de la Casa Blanca, sugiriendo que los militares estadounidenses continuarían dialogando con sus pares iraquíes y que era posible, "teóricamente", extender el plazo para una retirada completa.
El comentario de Mullen revela hasta qué punto los jefes militares han permanecido fuera de contacto con la realidad política iraquí, caracterizada por el nacionalismo y la resistencia a la dependencia de las tropas estadounidenses.
El borrador del acuerdo contenía un lenguaje que permitía extender el plazo de la ocupación más allá de 2011. Señalaba que Iraq podía "solicitar al gobierno de Estados Unidos mantener fuerzas específicas con propósitos de entrenamiento y apoyo a sus fuerzas de seguridad", aunque sujeto a la aprobación del parlamento de ese país.
Sin embargo, esa referencia no figura en el texto final del acuerdo a causa de las exigencias del gobierno iraquí en tal sentido. Eso fue el resultado de intensas presiones de los partidos chiítas -mayoritarios en la coalición oficialista- que se alinean con Irán y responden al descontento popular ante la ocupación militar.
Los partidos proiraníes amenazaron con oponerse al acuerdo en el parlamento si no se removía esa parte del texto.
Era conocido desde hace meses que el acuerdo requeriría que las tropas estadounidenses se retiraran de las zonas pobladas para fines de junio de 2009. Pero una referencia que se introdujo al texto en octubre sugiere fuertemente que el gobierno iraquí buscará acelerar ese proceso.
El artículo 25 señala que las tropas de combate deberán "retirarse de todas las ciudades, pueblos y aldeas tan pronto como las fuerzas iraquíes tomen la responsabilidad total para el mantenimiento de la seguridad".
Otra señal sobre la intención iraquí de acelerar el proceso de reducción de la dependencia de Estados Unidos es el nuevo lenguaje empleado en la versión final del acuerdo. En el artículo 25 también se requiere la creación de "mecanismos para reducir el nivel de fuerzas estadounidenses dentro de períodos específicos".
Asimismo, el texto firmado el lunes prohíbe a las tropas ocupantes realizar operaciones militares sin la aprobación previa del gobierno de Iraq o detener a cualquier ciudadano sin orden de un tribunal de ese país. Esto marca un claro contraste con la independencia prácticamente total con la que habían actuado hasta 2008.
El acuerdo constituye un reconocimiento formal del llamativo cambio en las relaciones de poder entre la potencia ocupante y el Estado creado bajo su protección. El gobierno que parecía un "régimen cliente" estaba, en realidad, esperando el momento para ejercer un control real sobre las tropas invasoras.
No sólo Bush, sino los militares estadounidenses y la mayoría de los expertos en seguridad nacional asumieron durante las negociaciones que Bagdad aceptaría mantener las funciones de asesoramiento y entrenamiento de las tropas ocupantes y que apoyarían las misiones que Washington quisiera desarrollar en su territorio.
Se hablaba de mantener, en forma indefinida, entre 40.000 y 50.000 soldados.
El razonamiento era que las fuerzas de seguridad iraquíes no podrían pelear una guerra de contrainsurgencia sin la participación directa de Estados Unidos. Pero esa suposición reflejaba intereses políticos antes que el punto de vista de los líderes de Iraq.
La disposición del gobierno de Bagdad a continuar sin la ayuda que Washington consideraba indispensable para su supervivencia refleja la divergencia de intereses sobre cómo manejar a los disidentes chiítas y sunitas, las dos ramas principales de la fe musulmana.
El gobierno iraquí, dominado por los chiítas, confía más en su capacidad para enfrentar una hipotética resistencia militar sunita si no existe una abrumadora presencia de tropas estadounidenses.
Su confianza es aún mayor en su habilidad para manejar el problema de la resistencia del clérigo chiíta Moqtada al-Sadr, líder del llamado Ejército Mahdi, asumiendo una posición nacionalista en el tema de las tropas estadounidenses antes que confiando en su protección.
Desde el punto de vista iraquí, una serie de acuerdos con al-Sadr gestionados por Irán garantizaron mayor seguridad en 2008 que la aportada hasta ese momento por las operaciones militares de Estados Unidos contra sus seguidores.
En un sentido geopolítico más amplio, el acuerdo del lunes revela que el poder militar de Estados Unidos en Iraq no puede convertirse en influencia sobre el país a largo plazo.
Una vez que un gobierno chiíta, con estrechos lazos políticos y religiosos con Irán, llegó al poder, era inevitable que la dependencia respecto del poder militar estadounidense no fuera más que una política temporaria, hasta que las condiciones permitieran abandonarla.
Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005 y reeditado en 2006.
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