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La crisis y el final de un sistema |
Lo principal de la crisis que se empieza a vivir no es lo del momento, sino su desarrollo.
Primero, por lo menos de las cosas que más llamaron la atención fue la crisis inmobiliaria. Las inmobiliarias, relacionadas directamente con los préstamos hipotecarios para viviendas y otras construcciones o departamentos, tuvieron cada vez más dificultades para cobrar.
También se involucraron en negocios de alto riesgo, sin la plena seguridad de poder cobrar lo que suponían que iban a lograr. Dos de las mayores fueron “rescatadas”, el gobierno estadounidense les transfirió recursos, les prestó apoyo. Aparentemente se pasaba el problema, pero al rato saltaba por otro lado, y eran varios bancos y financieras los que tenían problemas similares. Gastaron más de lo que en realidad podían, incluso comprando otro banco.
Se ha dado más a conocer lo que pasa en Estados Unidos, pero el problema va mucho más allá. En general, se han transferido grandes sumas a bancos y otras instituciones financieras, para evitar su quiebra. Ya eso rompe con las reglas ultraliberales que se quisieron imponer a todo el mundo durante décadas. Pero en Europa las cosas fueron más allá.
Uno de los principales bancos belga-holandés, también aseguradora, Fortis, recibió una fuerte inyección de dinero pero también fue nacionalizado, según algunas fuentes parcialmente. Pero unos días después, el gobierno holandés decidió hacerse cargo de todas las funciones de Fortis en su país, bancarias y de seguros, incluso las acciones que este banco había comprado el año pasado, de ABN Amro, otro de los mayores.
En Inglaterra se nacionalizó el banco Bradford and Bingley, para evitar que fuera adquirido por el español Santander, que ya acaparaba bastante. En Islandia, se nacionalizó a Glitnir, el tercer banco del país. De modo que es un problema mucho más amplio, como es amplia la gama de soluciones que se han buscado de un país a otro. Pero lo que debemos notar es que las viejas reglas, tan defendidas por el Fondo Monetario Internacional, ya fueron tiradas a la basura. Todas y cada una de las acciones mencionadas son intervenciones del Estado en la economía de sus respectivos países.
Debemos hacer notar que la crisis tiene otras expresiones, el que el crédito se haga caro y difícil les pega a otras ramas, ya productivas. En Estados Unidos, en agosto los pedidos a fábricas bajaron 4 por ciento. Dentro de esto, los pedidos de vehículos de motor bajaron 10.6 por ciento en el mismo mes. En septiembre, se vio un efecto especialmente duro en la venta de coches japoneses ahí mismo. Si antes la gasolina cara les pegó a los fabricantes estadunidenses de vehículos, especialmente los traga gasolina, y los japoneses con mejor rendimiento de ese combustible la libraron, ahora no es el dinero para la gasolina sino el dinero y en especial el crédito para comprar el coche. Las ventas de Toyota en Estados Unidos bajaron 32 por ciento en este último mes.
En la crisis iniciada en 1929 también sucedió algo así. El sistema que llevó a esa crisis era indefendible. Las medidas tomadas de un país a otro eran no sólo muy diferentes, sino en algunos casos y desde ciertos puntos de vista fueron incluso opuestas. En Estados Unidos, por ejemplo, se llegó a reactivar la economía con obras públicas en grandes volúmenes. Los países dominados por el nazifascismo activaron las industrias bélicas. En México, se llegó a la expropiación petrolera. Pero en todos los casos se trataba de formas de intervención del Estado en la economía.
En América Latina el proceso empezó desde antes del que ahora analizamos. A esta región le tocó la peor parte, y la reacción fue una sucesión cada vez más amplia de gobiernos de izquierda. Y, como hemos visto en estas líneas, el proceso en cuanto a las empresas públicas petroleras ha sido de participación creciente del Estado. Électricité de France (EDF), empresa pública francesa, acaba de adquirir British Energy, privatizada en 1996, que posee y opera las plantas nucleoeléctricas inglesas, y además anda sobre otros objetivos en Estados Unidos. Una empresa pública comprando empresas privadas. Hay excepciones, donde tecnócratas trasnochados sueñan con privatizar el petróleo. México es el caso típico.
Debemos estar atentos a este proceso, porque de una o de otra manera somos parte de él. Las declaraciones oficiales muestran absoluta ausencia mental de esta realidad. Falta un mes para las elecciones en Estados Unidos. Si las tendencias medidas con las encuestas se mantienen, el cambio será mayor del que ya estamos presenciando. Las actuales medidas son el resultado de negociaciones entre un poder legislativo de mayoría demócrata, y un gobierno republicano. Son medidas de transición.
Ya se habla de una reunión mundial para definir la nuevas reglas para el sistema financiero internacional, la cual se daría dentro de los próximos seis meses.
Así como desde 1929 ya no había reversa posible hacia el supuesto libre mercado, tampoco la hay ya ahora. La extensión y profundidad de los cambios, que son sólo el inicio de un proceso, así lo muestran. ¿Quién va a ir a Islandia a obligarlos a que reprivaticen al banco Glitnir, a Inglaterra a que lo hagan con el Bradford and Bingley, a EDF a que no esté comprando empresas privadas y así con las muy variadas medidas que se están tomando en diferentes países, o empezándose a tomar? ¿Quién va a meter al pollito de nuevo en su cascarón?
Las palabras de los discursos, sobre todo si están fuera del mundo actual, no van a alterar esta realidad, este proceso de cambios, esta transformación que apenas empieza. Al tiempo que reforzamos nuestra defensa del petróleo, es muy apropiado, muy oportuno, que se esté planteando un programa alternativo que apunta a ir resolviendo los problemas, con lo cual también empezamos a inscribirnos en este cambio.

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, monopolios, multitud, politica.
La actual crisis financiera de Estados Unidos, que se perfila más demoledora que la Gran Depresión de 1929, pone en “tres y dos” la verborrea neoliberal de los delincuentes de cuello blanco y de los “gringos-de-orilla-al-estilo-IESA-boys”, que siempre han clamado por la autosuficiencia de la vanidosa iniciativa privada y la “auto-compensación” de los circuitos financieros locales y mundiales. Desde la muy particular perspectiva de un “Chicago Boy”, la corrupción y la inoperancia son fenómenos inherentes a la Administración Pública de los Estados; el “non plus ultra” de la eficiencia y la pulcritud de gestión siempre será la empresa privada y su cohorte de “sesudos” analistas burgueses, aunque Enron y Parmalat hayan quebrado por sendos fraudes contables –que registraban pérdidas como ganancias- promovidos por los propios cuadros gerenciales de dichas compañías transnacionales.
Sin ética y sin moral, el capitalismo conlleva a un callejón sin salida al sustentarse en el único y supremo “motto” de acumular riqueza a como dé lugar. El afán desmedido de ganancia monetaria es lo que ha empujado a incontables instituciones financieras estadounidenses a ofrecer créditos a gente que no tenía capacidad de honrarlos, lo cual se ha convertido en la antesala del derrumbe del sistema económico estadounidense, con el consecuente descalabro del capitalismo en el ámbito mundial. Basta con verles las caras de susto a los periodistas y presentadores de ABC, CBS, NBC, Fox y CNN, para caer en cuenta de lo profundo de la crisis y sus inimaginables efectos.
La incompetencia y la usura de un cónclave de empresarios y banqueros está provocando la explosión de la “burbuja” más colosal de la cual se guarde registro, con el agravante de dos guerras simultáneas que han estado desangrando el presupuesto del Imperio desde hace más de lustro. El Estado no debe meterse en la economía, neoliberales “verbatim”, al menos que algún empresario lleve a la bancarrota a alguna compañía y requiera urgentemente de un auxilio financiero. En ese contexto, el dinero no saldrá de otros conglomerados económicos, socios o accionistas, ni pensarlo. ¡Vendrá de los bolsillos de los contribuyentes! Por tal razón, ni corto ni perezoso, George W. Bush y sus secuaces del complejo militar-industrial, han puesto en marcha un segundo “atraco colectivo” al pueblo estadounidense –ya que la crisis “per se” es el primer robo a mano armada- al proponer un estratosférico auxilio de liquidez de 700 mil millones de dólares, para “premiar” la ineficiencia de la sabihonda y elitesca clase “Wall Street 90210”. ¿Cómo la ven? Cuando un ladrón afrodescendiente roba un banco y lo atrapan, lo golpean y va preso; cuando un contribuyente de la clase media evade impuestos, lo multan y hasta puede ir a la cárcel; cuando un empleado de una empresa provoca daños por impericia, debe sufragar los costos y luego puede ser suspendido o despedido. Sin embargo, en el Imperio, autodenominado “campeón” de la democracia y la justicia, un banquero roba a más de 200 millones de personas y recibe como estímulo una “cajita feliz” de 700 mil millones de dólares. Welcome to the Real World of Capitalism!
FROM THE BERLIN WALL TO WALL STREET
El dichoso “salvataje” del gobierno de Bush al emporio financiero estadounidense, es sólo extender la agonía de un enfermo en fase crítica que a fin de cuentas es el sistema capitalista globalizado. Como nuestro ácido y folklórico “pan para hoy y hambre para mañana”, la desesperada medida de los “halcones” de Washington sólo busca dilatar más en el tiempo lo inexorable: el derrumbe de Estados Unidos como potencia preponderante a escala mundial. El panorama económico para el Imperio es desolador y sus mismos ciudadanos lo reconocen: el 57% de los estadounidenses teme que caiga el banco donde depositó su dinero, según un sondeo de Survey USA, reseñado por Aporrea.org, el pasado 30/09. En un futuro no debería extrañarnos, en el clímax de la actual crisis financiera, ver imágenes de largas colas de usuarios frente a las instituciones financieras de Estados Unidos, reclamando por sus ahorros de toda la vida. En realidad, una catástrofe económica y humanitaria se aproxima en el Imperio y de nada servirán los 700 mil millones del “salvataje” o ayuda. Hiperinflación, altísimas tasas de desempleo y mendicidad galopante serán el producto del cinismo y caradurismo de las políticas económicas neoliberales y belicistas. Serán pocos los países del mundo que soportarán estoicamente la crisis financiera capitalista; entre ellos, Venezuela será un modelo indeleble: más de 39 mil millones de dólares en reservas internacionales, un estricto control de divisas extranjeras y la absoluta independencia de nuestra economía de organismos multilaterales saqueadores como el FMI y el Banco Mundial, son más que garantía de solidez. A todas estas, ¿dónde están los ‘IESA boys’ que durante 10 años han estado pronosticando “sapos y culebras” para Venezuela? ¿Será que nunca vieron nada alarmante en la economía del Imperio? ¿Por qué ahora no abren la geta?
Irónicamente, hace casi dos decenios, en 1989, los apologistas del “libre mercado” y del esperpento argumentativo -made in Fukuyama- del “Fin de la Historia”, se regocijaban y aplaudían por el colapso del “socialismo real” o estalinismo, y por la vuelta al capitalismo de los países satélites de la antigua URSS. Propalaban a los cuatro vientos, en medio de una patética borrachera triunfalista, la supuesta superioridad del capitalismo sobre el “comunismo”. Se desató la euforia post Guerra Fría y el Imperio se envalentonó cual guapetón de barrio; de acuerdo con la nueva ideología, el capitalismo era eterno, inmortal. La panacea de la Humanidad, pues.
Al transcurrir 19 años, ahora el sistema capitalista global se desploma como un castillo de naipes, tal como aconteció el 9 de noviembre de 1989 con el Muro de Berlín, símbolo de la Cortina de Hierro y la confrontación Este-Oeste. La vigencia de una misma palabra en situaciones diametralmente opuestas, puede ser una casualidad tragicómica…una mala pasada del destino. Aunque no deja de establecer un crudo paralelismo. El término “muro”, que en inglés se escribe “wall”, es un icono del socialismo real con The Berlin Wall (El Muro de Berlín) y un estandarte del capitalismo neoliberal con Wall Street [*] (La Calle del Muro).
Paradójicamente, ambos “muros” han sido en su momento un obstáculo y un punto de quiebre, tanto para el socialismo como para el capitalismo. La diferencia con 1989, es que en el actual desmoronamiento del sistema capitalista, el 29 de septiembre es simplemente un alerta roja para lo que será una caída más traumática que –incluso- la del Muro de Berlín. Millares de Hiroshima y millares de Nagasaki detonarán el tambaleante dominio del dólar, del “libre mercado”, del pensamiento único y de la desregulación plutocrática.
LA ANTIGUA URSS, EL IMPERIO Y EL FIN DEL REINADO DEL DÓLAR
Al hacerse una enumeración de las causas del hundimiento de la antigua URSS y del resto de los Estados obreros deformados de Europa del Este, se pueden establecer elementos determinantes. El primero de ellos es el ideológico: el aburguesamiento de las clases dirigentes de las organizaciones políticas obreras, en las repúblicas “populares”, y su burocratización extrema. La sustitución de la burguesía por una nueva clase dominante: la del funcionario plenipotenciario del partido comunista o socialista.
A pesar de ello y de las innumerables desviaciones suscitadas por el pretérito componente teórico-pragmático, la economía jugó un papel estelar en la disolución de la antigua Unión Soviética. La guerra de Afganistán y el andamiaje de espionaje y contraespionaje de la KGB, la policía secreta de la antigua URSS, generaron una erogación sin precedentes en el presupuesto soviético, que se trasladó –irremediablemente- al erario público de las naciones satélites de Europa del Este. Sostener tamaña carga financiera se hizo imposible para el Estado soviético y sus aliados; seguramente, si el rublo –moneda de la antigua URSS- hubiese sido un referente monetario como el dólar, aún Alemania estaría dividida y prevaleciera el Pacto de Varsovia.
Hoy en día, Estados Unidos comete como Imperio los mismos errores que la extinta Unión Soviética: libra no una, sino ¡dos! largas guerras simultáneas fuera de su territorio –Afganistán e Irak- y mantiene un grosero financiamiento de actividades subversivas y encubiertas en el extranjero, comandado por la CIA, el NED y otros brazos ejecutores del “establishment” estadounidense. Sin embargo, al tener Estados Unidos la “subvención internacional” de su abismal déficit fiscal, gracias al dólar, el acabóse económico se ha retardado más de lo esperado. La emisión “à la sportive” de dinero inorgánico, es decir, sin respaldo de reservas en oro y plata, la crisis hipotecaria y el marcado desprestigio de sus bancos de inversión, ha degradado a Estados Unidos a algo menos que un “tigre de papel”. Lo anterior conducirá –tarde o temprano- a una mayor depreciación del dólar y a su reemplazo como divisa de reserva de los bancos centrales mundiales, lo cual se traducirá en su virtual desaparición como moneda de transacción comercial en el planeta. Herido de muerte yacerá el imperialismo.
Iniciativas como la de los gobiernos de Brasil y Argentina, del Sistema de Pagos de Moneda Local (SPL), en cuya dinámica se prescinde del “billete verde” como divisa de intercambio y se favorecen los signos monetarios locales de dichos países hermanos, son un primer indicio para la transición hacia un patrón diferente al del dólar estadounidense. Urge en América Latina la conformación de una moneda común y de un bloque regional progresista y proletario, donde el cambio de las relaciones de producción y la abolición de la explotación del hombre por el hombre, se hagan una alternativa contundente y sustentable.
Sin duda, la hecatombe económica que se avecina en Estados Unidos, con repercusiones a escala planetaria, dejará en evidencia el estrepitoso fracaso sistémico del capitalismo y abrirá las puertas para la reivindicación del marxismo, la única vía programática, científica y humanista que nos salvará de la barbarie.
[*] El origen del término Wall Street se remonta al siglo XVII, cuando los holandeses tenían una colonia en Manhattan llamada Nueva Ámsterdam, en la cual el comercio era la actividad predominante. Al temer conflictos con las colonias inglesas ubicadas al norte de la región (Manhattan), los holandeses construyeron un muro para protegerse de un posible ataque. De nada sirvió tal medida, porque la invasión anglosajona tuvo lugar por el mar y Nueva Ámsterdam se transformó en Nueva York; en la actualidad se denomina Wall Street –centro del capitalismo mundial- al sitio donde se levantó el muro de marras.
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