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Hacia un nuevo paradigma financiero |
Los hechos de las últimas semanas parecen validar el diagnóstico que hace el financista George Soros en su más reciente libro: "El nuevo paradigma financiero: La crisis del crédito del 2006 y qué significa". El tramo más lúgubre es cuando Soros insiste en que la "burbuja hipotecaria" está dentro de una "burbuja más enorme" que está a punto de estallar.
¿Donde se detiene todo? Una primera aproximación a la respuesta es que el inversor estadounidense descubrió este lunes que, una vez aprobado el paquete de rescate financiero por 700 mil millones de dólares, su vida podría volver a ser algo parecido a lo que fue antes de la crisis. La realidad no funciona de ese modo simple y, peor aún, el piso del derrumbe todavía permanece indefinido. Esa fue la explicación que dio Ted Weiseberg, un agente de valores, después de la asfixiante jornada de ayer en Wall Street y en otras Bolsas.
La explicación contrasta, sin embargo, con otros datos que sugieren que la opinión pública estadounidense está más sintonizada con la realidad de lo que sus dirigentes piensan. Ayer CNN divulgó una encuesta nacional según la cual seis de cada diez estadounidenses creen que una "depresión", no ya una recesión, es posible o muy posible en su país.
Pensar en el horizonte como 1929-1930 es, hoy por hoy, alcanzar la cumbre del pesimismo. Una depresión implicaría duplicar, y hasta triplicar dicen algunos economistas, la tasa de desempleo ubicada hoy en alrededor del seis por ciento.
Otro de los indicadores que sirven de muestra es -como alguna vez lo señaló el titular de la Reserva Federal, Ben Bernanke, considerado el gran experto en la depresión del 29-30- que el producto bruto de Estados Unidos se encogió un 13% en aquella crisis.
¿Estamos por ver, por fin, la cara oscura de la globalización?
Los hechos de las últimas semanas parecen validar el diagnóstico que hace el financista George Soros en su más reciente libro: "El nuevo paradigma financiero: La crisis del crédito del 2006 y qué significa". El tramo más lúgubre es cuando Soros insiste en que la "burbuja hipotecaria" está dentro de una "burbuja más enorme" que está a punto de estallar.
Esta "superburbuja", agrega Soros, fue creada durante los pasados 25 años y es el resultado de tres tendencias subyacentes: la expansión del crédito, la desregulación y la globalización. El financista no habla en este punto sólo de la difusión de nuevas tecnologías de comunicación o del surgimiento de China e India. Lo que en realidad enjuicia es el emerger de EE.UU. como el mayor deudor del planeta.
Es algo así como la "tercermundización" de EE.UU. que en los últimos dos años ha tenido un déficit de cuenta corriente de más del seis por ciento de su producto bruto, un porcentaje usualmente hallado en las naciones en desarrollo en los tiempos previos al estallido de crisis de reservas de divisas.
Los signos parecen claros; la población parece saber que está atravesando un cambio en un modo de vida que la llevó a gastar mucho más de los que sus medios le permitían durante demasiado tiempo. En cambio sus dirigentes -y no sólo los gubernamentales- aun perseveran en el intento de que las cosas vuelvan al, para ellos, pasado dorado sin importar cómo se paga ese regreso, mientras los que reciben la factura no sean ellos.
Esto también puede leerse en los derrumbes de las Bolsas de ayer. Los que tienen dinero prefieren hasta ahora sufrir las pérdidas antes que ceder. ¿Es insensato? Para quien lo crea así basta con ver las declaraciones ayer en el Capitolio de Richard S. Fuld Jr., el hombre que presidió a la banca Lehman Brothers hasta su reciente ruina. Fuld defendió su remuneración: 350 millones de dólares desde el 2000.

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, monopolios, multitud, politica.
La victoria del mercado es tan aplastante que el Estado interviene para evitar que ese ajuste entre el capital ficticio y el capital real se haga efectivo. De este modo, sin embargo, bloquea la salida a la crisis, que depende de que los valores inscriptos se conviertan en valores reales. Esto ocurriría, por ejemplo, si se descontara el 70% de los valores comprometidos y las casas y sus hipotecas pasaran a valer 30 centavos de su valor unitario. Los deudores podrían pagar de este modo las deudas a costa, naturalmente, de una enorme pérdida de capital (ficticio) de los acreedores. Claro que esto provocaría un enorme reflujo de capital y una depresión de la economía. Para evitarlo, el Estado debería expropiar a los capitalistas (acreedores) y, concentrando los recursos de la economía, reiniciar un proceso económico sobre nuevas bases. Esa intervención estatal tendría un carácter revolucionario.
Pero si el mercado le ha recordado a las fuerzas productivas que se han desarrollado en forma capitalista, que han ido más allá de sus propios límites y que han generado un enorme capital ficticio, esto significa que la organización social que se regula por medio del mercado ha cumplido su tiempo útil y que es un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas. El mercado capitalista, como forma histórica de organización social, demuestra que ha llegado a su límite en el momento en que, precisamente, se impone bajo la forma violenta del estallido económico.
El capital ha tratado, en toda su historia, de superar esas limitaciones del mercado. El intervencionismo estatal ha sido uno de sus instrumentos. Pero este intervencionismo estalló en las crisis de la década del ‘70 y dio pasó a otra clase de intervención estatal, que se puede resumir en la privatización en gran escala de todos los patrimonios públicos y de las formas no capitalistas de producción (por ejemplo, la conversión en asalariados de las profesiones liberales). La crisis actual es por lo tanto una crisis de escala superior, porque sintetiza y hace estallar las tentativas de salida precedentes: la del estatismo capitalista y la de la privatización capitalista.
Prensa Obrera
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