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La cárcel secreta israelí 1391 |
El Guantánamo de Israel. Al contrario del campo de concentración norteamericano, la cárcel sionista nunca ha sido inspeccionada por parte de ninguna institución "independiente", como la Cruz Roja Internacional.
Enclavada en medio de Palestina ocupada, rodeada por altos muros y flanqueada por dos torres de control que garantizan la guardia militar y la vigilancia permanente al entorno de la zona, desde afuera, la cárcel 1391 se asemeja a cualquier otra estación de policía construida por los británicos en los años treinta durante su mandato en Palestina, las que, en su mayoría, son utilizadas como bases militares y cuya única referencia son carteles en los que sólo se escriben números.
La cárcel 1391 cercana a la Línea Verde, es decir, a la frontera entre "Israel" y Cisjordania, es diferente a las demás, ya que no solo no aparece en los mapas sino que fue borrada de las vistas aéreas y recientemente le quitaron el cartel que la señalaba y en el cual solo tenia una cifra escrita.
La censura eliminó de la propaganda israelí toda mención al lugar en que se encuentra dicha cárcel, con al alegato gubernamental de que la compartimentación y la confidencialidad son necesarias "para preservar la seguridad del estado".
Según abogados israelíes, los periodistas extranjeros que divulgaron información secreta sobre esta cárcel están amenazados de ser expulsados de "Israel", pero a pesar de los intentos del gobierno de ocultar todo detalle al respecto, se filtró información sobre sucesos terribles que ocurrieron en esa cárcel a lo largo de una década. Tal y como la describió un diario: la cárcel 1391 se considera "el Guantánamo de Israel", en referencia al campo de detención para los prisioneros de Al Qaida y del Movimiento Talibán que mantiene Estados Unidos en la zona suroriental de Cuba, donde está enclavada una base militar yanqui contra la voluntad de los cubanos.
En septiembre del año 2003, en un informe emitido por un grupo internacional de expertos legales, presidido por Richard Goldstone, juez de la Corte Constitucional de Sudáfrica y quien fuera fiscal en la Corte Internacional sobre los Crímenes de Guerra cometidos en la ex Yugoslavia y Rwanda, se describe al campo de detención X-Ray (Rayos Equis), como "un agujero negro" en el que se pierde todo el que entra, ya que los detenidos son despojados de sus derechos humanos, sin la protección de los Acuerdos de Ginebra.
El informe añadió que "los estados no pueden mantener a los prisioneros políticos que tiene bajo su responsabilidad, en zonas fuera de la jurisdicción de cualquiera de las cortes internacionales".
A pesar de que la cárcel israelí 1391 carece de fama en comparación con la de Guantánamo, viola las leyes internacionales y humanas de manera más atroz. Al contrario del campo de detención X-Ray, la opinión pública no conoce el sitio de la cárcel israelí, ni existen fotografías, de cerca o de lejos, de ninguno de los prisioneros, como las que fueron tomadas en los calabozos del Centro de Detención de Guantánamo.
Al contrario del centro de detención norteamericano, la cárcel sionista nunca ha sido revisada ni inspeccionada por parte de ninguna institución independiente, como la Cruz Roja Internacional. Todo lo que allí sucede es un misterio.
El fiscal "Goldstone" anunció que en el campo de detención X-Ray hay alrededor de 662 personas sin "argumento legal" pero nadie, excepto un número reducido de oficiales de seguridad y el gobierno israelí, conoce el número de los detenidos en la cárcel secreta 1391. Testimonios ofrecidos por ex prisioneros políticos que estuvieron en ese penal suponen que está atestado de prisioneros, muchos de ellos libaneses apresados durante la ocupación militar israelí al Sur de El Líbano, a lo largo de 18 años.
Cuatro meses después de revelarse por primera vez la existencia de esa cárcel, el gobierno israelí aún rechaza divulgar cualquier información valiosa sobre ella. "Todo el que ingresa a esa cárcel desaparece y probablemente para siempre", aseguró la abogada israelita, Lina Tsamil, especializada en la defensa de los palestinos. La letrada añadió que "no hay ninguna diferencia entre esa cárcel y cualquier otra dirigida por dictadores racistas sudafricanos".
Los pocos datos disponibles señalan que los métodos de interrogación incluyen tortura síquica y corporal de manera rutinaria. El prisionero político Mustafá Al-Dirani, secuestrado en El Líbano por las fuerzas especiales israelíes en el año 1994 y de quien Israel reconoció fue trasladado a la cárcel 1391, denunció que había sido violado por algunos soldados destacados en la penitenciaría.
Las primeras referencias públicas sobre esa cárcel estuvieron a cargo de la abogada Tsamil, en vísperas de la agresión militar israelí a las ciudades de la Ribera Occidental en el contexto de la Operación Muro Protector" en abril del 2002. Desde entonces esa cárcel, según parece, fue utilizada para retener a los prisioneros políticos extranjeros, mayormente jordanos, libaneses, sirios, egipcios o iraníes.
El Comité de Apoyo a los presos en Nazaret señaló que hay 15 prisioneros extranjeros árabes cuyos nombres desaparecieron de los registros israelíes sobre los prisioneros políticos que mantiene detenidos.
Se han llevado a cabo numerosas operaciones de secuestro sobre todo en El Líbano, cuya autoría se atribuye a Israel. En el año 1982 desaparecieron en Beirut cuatro funcionarios gubernamentales iraníes, de los que no se sabe nada, aunque sus familiares le exigen a Tel Aviv información sobre el destino de los desaparecidos, en el contexto de la operación de intercambio de prisioneros negociada recientemente entre Israel y Hezbollah.
En vísperas de las detenciones masivas llevadas a cabo en abril del 2002, que hicieron aumentar al máximo la población penal en las cárceles israelíes, también fue enviado un grupo de prisioneros políticos palestinos a la cárcel 1391, lo cual fue ocultado dentro de la gran anarquía que imperó en ese momento producto de la devastadora actividad militar israelí en las zonas palestinas.
Hasta septiembre del 2002, la abogada Tsamil, y la organización israelí de derechos humanos, "Hamukid", exigieron a Israel en las cortes internacionales información sobre esa cárcel y solicitaron, por vías legales, conocer el paradero de los palestinos desaparecidos como prueba de que aún estaban con vida.
Las autoridades israelíes, al verse en una situación tan embarazosa, reconocieron que los hombres desaparecidos estuvieron detenidos en la cárcel secreta; pero sin añadir más detalles. Todas las solicitudes de información fueron transferidas a Madi Harb, jefe de la sección antiterrorista adscrita a la prisión Kichun, cerca de Haifa. Desde que comenzaron a presentarse las demandas de información y otras acusaciones, Israel reconoció la detención de un reducido número de palestinos en la cárcel 1391, pese a que muchos prisioneros políticos dijeron que habían estado en esa cárcel y que luego fueron trasladados, entre ellos el secretario del Movimiento Al Fatah en Cisjordania, Marwan Al-Barguti, quien está siendo juzgado actualmente.
Israel alega que todos los prisioneros políticos fueron trasladados a cárceles normales y que uno de ellos nombrado Bachar Jadallah, de 50 años, hombre de negocios de Nablus, fue puesto en libertad.
Bachar Jadallah y su sobrino Mohammad Jadallah, de 23 años, fueron arrestados el 20 de noviembre del 2002, en el Puente Al Linbi, después de haber cruzado la frontera entre Israel y Jordania.
Tras su liberación, Mohammad Jadallah confesó que fue obligado a reconocer que era miembro del Movimiento Hamas debido a las torturas a las que fue sometido.
El ex prisionero Bachar Jadallah dijo, por su parte, que no fue golpeado ni torturado físicamente como sucedió con el resto de los prisioneros y que quizá ello se deba a su avanzada edad, pero que sí fue sometido durante varios meses a un duro aislamiento y detenido junto con otras personas que jamás había visto ni sabía por qué estaban allí, sencillamente lo intimidaron.
Estuvo en una celda pequeña de dos metros cuadrados, sin ventanas y pintada de negro, con una lámpara de luz tenue encendida las 24 horas del día. Le prohibieron visitas del abogado y encontrarse con otros detenidos. También le dijeron que estaba detenido "en la Luna", cuando uno de los prisioneros preguntó sobre el lugar donde se encontraba. No se le permitía ver nada fuera de su celda.
Y añade Bachar: "me obligaban a vendarme los ojos cada vez que me sacaban de la celda cuando me trasladaban a cualquier otro lugar, como el cuarto de interrogatorio o la enfermería. Sólo me quitaban la venda cuando estábamos en un lugar cerrado".
La organización Hamukid se refirió a la opinión dada por alguien con experiencia científica como el Doctor Yahukim Stain, de Jerusalén, especialista en enfermedades mentales, sobre la influencia del encarcelamiento en las condiciones mencionadas.
Dice el Dr. Stain que, sobre la base del tratamiento al ex prisionero Jadallah y otros detenidos políticos palestinos quienes dieron su testimonio sobre las condiciones de su encarcelamiento, se demostró que fueron sometidos a tortura síquica lo cual conllevó la aparición de "síntomas de temor, sumisión, debilidad, malnutrición, insomnio, inactividad, estimulantes síquicos, además de prohibirles todo tipo de comunicación tanto con los abogados como con los familiares e incluso hasta con los propios carceleros o con el resto de los prisioneros". En conjunto, ello representa un método de tortura bien estudiado que tiene como objetivo debilitar la capacidad de resistencia al interrogatorio y obligarlos a someterse totalmente a los interrogadores.
Esas circunstancias, además del dolor producido por las torturas o la amenaza de utilizarlas, conjuntamente con el miedo a la muerte o a sólo pensar que eres una persona olvidada, convierten al prisionero en un ejemplo vivo de lo que el Doctor Stain llama el terror que causa daño psíquico.
Jadallah, por su parte, dijo que "mi desconocimiento del lugar de detención o el sólo hecho de no ver las caras de otros detenidos me aterrorizó sobremanera. Lo más difícil era la sensación de que me podían desaparecer sin que mi familia supiera nunca lo que me había sucedido".
La reflexión que hace sobre su aislamiento y las condiciones de la cárcel, coincidían con los testimonios de otros detenidos, compilados por la abogada Tsamil y la organización Hamukid. Todos describieron la humedad, los colchones malolientes, "el cubo" que se empleaba a manera de retrete y que raramente estaba vacío, la pila de agua de la celda controlada por un guardia invisible, un ruido muy alto que les impedía dormir y un aire acondicionado que era utilizado para matarlos de frío.
Dichos testimonios incluían también una descripción detallada de los métodos de tortura, los mismos que fueran prohibidos por la Corte Suprema de Justicia Israelí en el año 1999.
La presidenta del Comité Popular contra la Tortura, Hanna Fredman, dijo que su grupo registró un aumento notable de los casos de tortura en las cárceles israelíes durante la Intifada. En un censo estadístico reciente aparece que el 58 por ciento de los prisioneros políticos palestinos denunciaron la utilización de la violencia contra ellos como fuertes golpes, puntapiés, vibraciones violentas, así como la obligación de pararse o sentarse durante largos períodos en posiciones incómodas, además de ser esposados de pies y manos tan fuertemente que causaba dolor.
Prácticas como esas y peores aún ocurren diariamente en la cárcel 1391. Según testimonio ofrecido por el prisionero Mohammad Jadallah, era golpeado repetidamente, maniatado fuertemente y atado a una silla de manera dolorosa, además de que le prohibían hacer sus necesidades y le impedían dormir, y si lo hacía lo rociaban con agua fría. Miembros de la Inteligencia le mostraban fotos de su familia y lo amenazaban con hacerles daño si no colaboraba con ellos.
Sobre ello dice Mohammad, "me mostraron fotos de mi papá con el uniforme de preso y me proyectaron un video de él como si también lo tuvieran detenido. Me amenazaron con detenerlo y torturarlo".
Los palestinos que pasaban por esa cárcel secreta estaban bajo la autoridad del aparato de seguridad general, Shabak, responsable de las investigaciones en todos los centros de detención israelíes normales, mientras que los demás detenidos extranjeros eran responsabilidad de una sección especial de la inteligencia militar llamada "Unidad 504". El trato dado a los detenidos extranjeros fue revelado por documentos presentados a la Corte que investiga el caso de Al-Dirani, quien fue hecho prisionero en su casa en El Líbano, en mayo de 1994, en un intento de la inteligencia israelí por obtener información sobre el destino del piloto israelí, Run Arad, cuyo avión fue derribado en el sur de El Líbano, en 1986.
El ciudadano británico Yehad Shuman, detenido en Jerusalén en enero del 2001 y a quien Israel acusa de pertenecer a Hezbollah, también estuvo en la cárcel 1391 durante tres noches, en las que fue golpeado salvajemente por los soldados.
Shuman cuenta que "me quitaron la venda de los ojos y vi a 15 soldados armados parados alrededor mío, algunos portaban palos. Me golpearon, empujaron y apuñetearon por detrás, luego me interrogó un hombre que vestía uniforme y quien me dijo: "tienes que reconocer o será tu fin y nadie sabrá que te pasó, o reconoces o mueres".
Se sospecha que otra instalación en Al Khudera, al sur de Tel Aviv, fue también una cárcel secreta hasta los años 70a. Ex dirigentes de la Cruz Roja Internacional, quienes siguieron el caso de los prisioneros durante la primera Intifada, entre 1987-1993, dijeron que la organización conoció, a inicios de la década del 80, que Israel mantenía detenidos en secreto a los palestinos en un pabellón especial del centro de detención militar, cerca de la ciudad de Nablus, conocido como Al-Faria, por lo que sospecharon que quizá Tel Aviv poseía muchas cárceles secretas que utilizaba según las iba necesitando. Durante la ocupación al sur de El Líbano se utilizaron muchas de esos penales secretos. Es posible que por la cantidad de presos políticos palestinos acumulados durante el pasado, que los israelíes se hayan visto obligados a abrir esas cárceles.
Otras organizaciones internacionales han expresado su temor de que Israel pueda estar alquilando los servicios de esas cárceles a otros países, específicamente Estados Unidos, tras la reciente agresión a Iraq.
La Cruz Roja Internacional aseguró que no hay ningún iraquí detenido en la cárcel X-Ray y que la actual confusión que reina en Iraq quizás haga imposible saber quién es detenido y adonde es llevado.
Fuentes diplomáticas dijeron que existen fuertes indicios de que los Estados Unidos utiliza a Jordania para interrogar a los prisioneros iraquíes, para no verse obligado a aplicar las leyes internacionales y estar lejos de la Cruz Roja Internacional, la que está autorizada a entrar en el campo de detención X-Ray.
Egipto, Marruecos y Paquistán también están entre los países sospechosos de ofrecer ese tipo de servicios.
Las fuentes dijeron que "resultaría sorprendente que Israel, el más fiel aliado de Washington y del cual sabemos que posee al menos una cárcel secreta, no le haya brindado esos servicios a Estados Unidos. Tel Aviv tiene experiencia desde hace décadas en la utilización de la tortura y de métodos de interrogación con los prisioneros palestinos y árabes. Esas son habilidades de las que Estados Unidos tienen gran necesidad luego de la ocupación de Afganistán e Iraq".
Frente Democrático para la Liberación de Palestina

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, mentiras, politica, violencia.
En sus declaraciones Peres ignoró completamente el prologado reino del asesinato y del terror que durante demasiado tiempo ha infligido a los desvalidos y prácticamente indefensos palestinos un Estado moralmente cruel que cree que los acontecimientos que tuvieron lugar en Europa hace más de seis décadas justifican la limpieza étnica genocida que se está imponiendo a las víctimas del sionismo.
Peres, que por lo visto nos hacía creer que Israel es un oasis de justicia y libertad en Oriente Próximo, también acusó al movimiento islámico palestino de “intolerancia” al permitir un “terrorismo religioso y militar” que, según Peres, es incompatible con los valores democráticos.
Peres, a quien se atribuye la introducción de las armas nucleares en Oriente Próximo a través de la “conexión francesa”, acusó a Hamas de estar obstaculizando la paz entre Israel y la Autoridad Palestina (AP) respaldada por Estados Unidos al sugerir que el “extremismo” de Hamas era la principal razón de la renuencia la AP a firmar un tratado formal de paz con Israel.
Peres pasó por alto el hecho de que Israel ha estado más de 20 años sin Hamas (1967-1987) y otros 19 años durante los cuales Hamas era más o menos débil o estaba neutralizado (1987-2006), pero en vez de hacer la paz con los dirigentes palestinos, concretamente con la OLP, el Estado sionista estaba muy ocupado construyendo asentamientos sólo para judíos y carreteras sólo para judíos en una tierra que pertenece a otro pueblo.
Es más, las observaciones de Peres son de un descaro descomunal. Al fin y al cabo, él mismo es un despreciable asesino que tiene las manos manchadas de la sangre de muchas personas inocentes. También es un mentiroso patológico y un hipócrita absoluto.
El hecho de que en muchas capitales se le tenga respeto realmente no lo hace menos criminal.
Es más, para Peres invocar los ideales de los derechos humanos y de la democracia contra las atormentadas víctimas de Israel, los palestinos, se parece mucho a tener los gustos de Adolph Hitler y Joseph Stalin de sermonear a sus propias víctimas acerca de la santidad de la vida humana.
Al fin y al cabo, no hay diferencia de esencia moral entre el nefando trato dado por Israel a los palestinos, como en el caso de Gaza, y el comportamiento nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
En realidad, la principal diferencia no radica en la calidad de mal cometido, sino su mera magnitud.
No nos dejemos embaucar y engañar por este anciano mentiroso que en lo más profundo de su corazón sabe muy bien que si no fuera por el inherentemente injusto sistema internacional, él y otros dirigentes israelíes serían enviados, como animales salvajes drogados, al Tribunal Internacional de Justicia de La Haya para ser juzgados por sus diabólicos actos de asesinato y de terror.
Peres y casi todos los otros dirigentes sionistas desde Ben Gurion siempre han sido unos asesinos despreciables y mentirosos. Y lo siguen siendo.
El propio Peres es un autor de matanzas por excelencia. En 1996, durante el breve periodo en que fue primer ministro tras el asesinato de Yitzhak Rabin, ordenó al ejército israelí bombardear el cuartel general de la UNIFIL* en la ciudad de Qana, al sur de Líbano.
Y mientras la obscena matanza que resultó del ataque conmocionó la conciencia del mundo, Peres y sus colegas estuvieron muy ocupados desviando las culpas y fraguando excusas. Resulta muy interesante que Peres nunca se haya disculpado por este horrible crimen y que Israel nunca haya pensado siquiera en compensar a las familias de las víctimas. Aparentemente, en el léxico sionista no existe la frase “mea culpa”.
Por lo que se refiere al patológico llamamiento de Peres a prohibir a Hamas participar en unas futuras elecciones en Palestina, el presidente israelí debe saber que sin Hamas no puede haber elecciones en los territorios ocupados.
Es más, ¿qué tipo de elecciones tendrían los palestinos de Cisjordania y Gaza si sólo se permite presentarse a los agentes de Israel y Estados Unidos?
O quizá el héroe de Qana cree que la democracia palestina no debería ir más allá de permitir a las masas elegir un Judenrat** que atormente al pueblo palestino en nombre de Israel como ya está haciendo el régimen de Ramala.
Además, está claro como el agua que Peres está siendo escandalosamente contradictorio en relación a si se debería permitir que grupos “anti-democráticos” participen en las elecciones.
Hay que recordar, en caso de que se haya olvidado, que da la casualidad de que varias facciones políticas y partidos israelíes que participan en las elecciones son grupos terroristas hechos y derechos que llaman abiertamente a la expulsión, la esclavización o el exterminio de los no-judíos en Palestina-Israel. Así pues, ¿por qué no se prohíbe a estos grupos que se presenten a las elecciones israelíes?
¿Qué les perece el manifiestamente fascista MIFDAl (Partido Nacional Religioso), que llama abiertamente a deportar a todos los palestinos a Jordania y a otros países árabes? ¿Y la Unión Nacional, el partido casi nazi cuyos dirigentes abogan por privar de sus derechos a los no-judíos y bombardear por saturación los centros de población palestinos? ¿Y el partido de Mikhail Kleiner, que considera a Jordania “la parte Este de Israel”? ¿Y de los miembros israelíes del Knesset, como Aryeh Eldad, que afirman abiertamente que los no-judíos no son seres humanos completos? ¿Y esos muchos rabinos de Merkaz Harav (la Escuela Talmúdica en Jerusalén), que enseñan a sus alumnos que en tiempo de guerra los niños y civiles no-judíos pueden ser asesinados en masa?
Y ¿qué les parecen los architerroristas como Baruch Marzel y sus seguidores? ¿Por qué Israel, que afirma ser la única democracia verdadera en Oriente Próximo, permite a estos matones que participen en las elecciones?
Además, ¿no se da cuenta Peres de que su propio partido, Kadima, está formado por auténticos terroristas y criminales de guerra, personas que en cualquier otro país que se respete a sí mismo serían arrojados tras los barrotes de la cárcel?
Desafío a Peres a decirnos el nombre de un primer ministro o ministro de Asuntos Exteriores israelí que no sea un criminal de guerra.
Consideremos, por ejemplo, a los tres últimos primeros ministros israelíes, Ehud Olmert, Ariel Sharon y Ehud Barak.
El primero ordenó a las fuerzas aéreas israelíes que arrojasen tres millones de bombas de racimo en el sur de Líbano. Para quienes no lo sepan, tres millones de bombas bastan para matar y mutilar a tres millones de niños. En Gaza, Olmert ordenó a su ejército que matara a civiles palestinos inocentes por miles y que dejara morir de hambre a cientos de miles de personas inocentes porque habían elegido a un partido político que no le gustaba a Israel.
¿Y Sharon? Bien, conocemos de sobra el oscuro legado de este vil criminal de guerra probado.
Y Barak, el bien conocido asesino de niños que con sus propias manos asesinó a escritores e intelectuales palestinos en Beirut y que ordenó a sus soldados que abrieran fuego contra manifestantes palestinos desarmados. Éste es el hombre que tuvo que apelar a los instintos sádicos más primitivos del público israelí para ser popular y resultar elegido.
A decir verdad, el propio Israel es un crimen contra la humanidad y sus dirigentes son viles criminales de guerra. Como tales, son absolutamente indignos de hablar de derechos humanos y de valores democráticos.
Notas de la traductora
* La UNIFIL es una fuerza de interposición de Naciones Unidas “creada por su Consejo de Seguridad en 1979 para confirmar la retirada israelí de Líbano, restaurar la paz y la seguridad, y ayudar al gobieno libanés a restaurar su autoridad en la zona”.
** Los Judenrat eran los consejos de judíos. Se encargaban de hacer cumplir las reglas nazis dentro de las comunidades judías durante la Segunda Guerra Mundial.
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