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Juego Olímpicos política y capitalismo

Este verano se celebran unos Juegos Olímpicos salpicados de polémica. Manel Ros nos habla de la relación entre los Juegos y la política y de por qué el deporte es seguido por tanta gente de forma tan apasionada.

Este verano el deporte será uno de los protagonistas en los medios de comunicación. Vendrá marcado sobre todo por los ya polémicos Juegos Olímpicos de Pekín en agosto.

Estos juegos han vuelto a abrir el debate sobre la relación entre la política y el deporte. Pero, por mucho que el Comité Olímpico Internacional (COI) y la gran mayoría de periodistas deportivos lo intenten, separar las dos cosas no es posible… a menos que niegues la realidad.

La historia del deporte, y concretamente la de los Juegos Olímpicos, está mezclada e influenciada por los acontecimientos políticos de la época.

Un ejemplo son las medallas del atleta negro Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de 1936, en la Alemania nazi, que dejaron en ridículo a Hitler.

Otro fueron los Juegos Olímpicos de México 68, donde el Estado mexicano reprimió las protestas estudiantiles con la matanza de cientos de personas, para más tarde bautizar cínicamente la olimpíada como “los juegos de la paz”. En realidad acabaron siendo “los juegos del Black Power” después del saludo, puño en alto, de John Carlos y Tommie Smith, a los cuales posteriormente les arrebataron las medallas.

El ejemplo más reciente es el de los Juegos Olímpicos de Barcelona’92. Los conocidos, durante muchos años, como “los mejores juegos de la historia” gracias a las palabras del falangista Juan Antonio Samaranch —presidente hasta hace poco del COI— estuvieron precedidos por una represión sin precedentes contra la izquierda independentista y los movimientos sociales de la ciudad.

La conocida como “operación Garzón”, llevada a cabo por el juez del mismo nombre, detuvo ese mismo año a 38 activistas para desmovilizar y evitar el movimiento que se había creado con el objetivo de dar a conocer la falta de libertades políticas del pueblo catalán. La mayoría de ellos fueron torturados por la Guardia Civil con el fin de obtener autoinculpaciones, lo que propició que algunos de ellos intentara suicidarse. En noviembre de 2004 el Tribunal de Estrasburgo condenó al Estado español por “no haber investigado” las torturas en su momento.

Para el deporte actual, la competitividad es algo central, a la vez que lo es para el capitalismo. Pero ¿por qué es tan popular entre la gente?

La respuesta es porque provee a la gente normal y corriente, a trabajadores y trabajadoras, de momentos de emoción, drama y mucha pasión que les son negados en su vida cotidiana.

Para el capitalismo es necesario que la mayoría de la gente esté la mayor parte de su tiempo trabajando. A pesar de que el trabajo debería ser algo potencialmente creativo, el capitalismo lo convierte en algo monótono, estresante y cansado. Así, el deporte se convierte en una válvula de escape de todo eso. A la vez, a pesar de ser como cualquier otro entretenimiento de la industria del ocio, el deporte tiene ciertas características que lo hace mucho más atractivo. Éste se basa en habilidades y expresiones físicas que se nos niegan especialmente en nuestra vida diaria. El deporte trata sobre gente “real” en tiempo “real”, lo que lo hace mucho más impredecible —aumentando el suspense y la emoción— que muchos otros tipos de ocio.

Pero la realidad es que, bajo el capitalismo, para la mayoría de personas el deporte —y sobre todo el de élite— es algo practicado por una minoría que sale en la televisión.

En una sociedad sin capitalismo, sin clases sociales, la actividad física significará disfrutar de un mundo que controlamos y donde el disfrute personal será mucho más importante que la competición.

En eso, la historia también nos puede enseñar mucho. En 1936 se organizaron, precisamente en Barcelona, las “Olimpiadas Populares” en contraposición a las olimpiadas de la Alemania nazi.

La mayoría de participantes eran de asociaciones y clubes deportivos sindicales y partidos de izquierda. Allí no se pondría el énfasis en las rivalidades entre países, sino en la solidaridad y el compañerismo en el deporte. Además de estar permitida la participación de naciones sin estado, se iba a tocar sólo la internacional y sólo se iba a ondear la bandera roja. Desgraciadamente, el golpe de estado y la guerra del 36 no permitieron celebrarlas.

A pesar de eso, se demostró que con un control desde abajo siempre existe una manera diferente de hacer las cosas, hasta en el deporte.

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  Anónimo

domingo, 10 agosto, 2008  

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