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Tienen el enemigo en casa

Y Solbes cogió su fusil. El, de momento, Vicepresidente Económico del Gobierno recuerda al lisiado personaje protagonista de la impactante novela de Dalton Trumbo. Completamente desfigurado por el continuo bombardeo de malas noticias que asolan su negociado, ve impotente cómo ese lobo con piel de cordero llamado Miguel Sebastián, -autor intelectual de varias de las últimas ocurrencias gubernamentales para paliar la crisis-de-la-que-no-se-puede-hablar-pero-que-afecta-ya-al-bolsillo-de-todos-los-españoles-, ocupa cada día más sus competencias y deja en agua de borrajas la promesa de Zapatero de “tú sigue aquí de forma plenipotenciaria que la patria te necesita”.

Como al propio Johnny, a Solbes sólo le queda su cerebro, un campo de ideas que a nadie interesa a estas alturas de la situación. Tuviste una oportunidad y la dejaste escapar, que cantaran Los Secretos. Si no arroja la toalla es porque es un animal político que, a su edad, no puede arriesgarse a jugar con el fuego del descrédito que supondría abandonar el barco en una situación como la actual. Sin embargo, el matrimonio de conveniencia que forma con el que fuera candidato a la Alcaldía de Madrid tiene fecha de caducidad. Y ésta no coincide con el final de la legislatura. José Luis se lleva el cuaderno rojo a sus vacaciones estivales, por lo que pueda pasar.

¿El sustituto? Caben dos opciones.

O hacer promoción interna, en cuyo caso ya saben a quién le toca, poco inteligente políticamente, o buscar una figura mediática que distraiga al personal. Bueno, hoy pone cara a varios potenciales en la reunión que mantiene con expertos en Moncloa. Cuidado. Porque, como ha puesto de manifiesto la locuaz Aido, feeling, lo que se dice feeling, al presidente no le falta cuando se trata de localizar incompetentes. Muchos de los asistentes se preguntarán, con pánico: ¿seré yo, maestro?

Esa es la principal conclusión que servidor extrae de la estrambótica iniciativa presentada por la ministra Corredor ayer en uno de esos desayunos a los que uno va a ver y, sobre todo, a que el conferenciante le vea, "oye que estoy aquí, acuérdate de lo mío". Pedazo de política de vivienda patria. Montar un guirigay como éste, con toda su carga de intervencionismo, arbitrariedad y rechazo social para, al final, prometer de partida sólo 300 millones de euros, únicamente se justifica si lleva aparejado una carga de profundidad que vaya más allá de lo que resulta aparente a primera vista.

Si no, no tiene sentido.

Una decisión menor en términos presupuestarios (no va más señores, el superávit murió) para la dimensión real del problema que pretende paliar; injustificada desde el punto de vista de lo que debe ser la actuación pública en un sistema de libre mercado; errada en su concepción, tanto por quienes son los destinatarios de las ayudas (los que asumieron voluntariamente mayores riesgos de lo que podían soportar), como por las consecuencias que se derivan de las mismas (un aumento de oferta inmobiliaria cuando ésta es ya de por sí excesiva); complicada en su ejecución (¿cómo se hace un concurso cuando los vendedores son masa y el comprador único? Muchos darían el suelo gratis a cambio de la hipoteca.

¿Por qué no comprar directamente las casas?); de difícil desarrollo (¿a quién se subcontratan las obras?) que se toma, con la aquiescencia, se sobreentiende, del presidente, pese a la oposición tanto del principal ministro del ramo como del gobernador del Banco de España.

Raro, raro, raro, ¿no creen?

Cabe, por tanto, una única interpretación a toda esta cortina de humo que, al final, tiempo al tiempo, va a quedar en papel mojado. En el conflicto entre la ortodoxia que, con mal o pésimo éxito, podía defender Solbes y el populismo e intervencionismo del que Sebastián es primer y principal adalid, la batalla, en nombre de un progreso que no puede estar más desvirtuado en su concepción, la ha ganado el segundo para desgracia de todos los españoles.

Esta última medida ha sido la constatación definitiva. Y aunque en el país de los ciegos, el tuerto (metafórico ahora, real durante la campaña electoral) debería ser el rey, va a ser que no. Nos tocará sufrir a este Doctor Jekyll que, por la mañana, aboga por un nuevo modelo productivo para España basado en la innovación, la especialización y la competitividad pero que, al caer la tarde, se convierte en un Mr. Hyde capaz de proponer, y conseguir que se materialicen, ideas tan peregrinas como la entrega individual de 400 euros a los trabajadores con objeto de que puedan paliar su depauperada situación económica.

Extraño personaje este Sebastián, principal contribuyente, con sus genialidades ad hoc para el discurso de turno, al acelerado agotamiento del superávit de las cuentas públicas en nuestro país. Capaz de prometer que enseñará a pescar al tejido productivo nacional mientras destina los recursos para ello a repartir peces a diestro y siniestro (y no precisamente a los más hambrientos).

De apellido socialista y de connivencia capitalista; amigo de aquellos que pasaron por su Oficina de Moncloa para hacer y deshacer entuertos y que sólo consiguieron que la principal eléctrica del país, el campeón nacional que ahora defiende, terminara en manos extranjeras, error estratégico de principiante. Con ministros como éste, Zapatero no necesita oposición.

Tiene el enemigo en casa.

Pero, ah amigo, los misterios de la política son tan inescrutables como los de la divinidad. Y lo único cierto a día de hoy es que Solbes, que bendita la hora en que cogió su fusil, espera desarbolado que llegue el día en que pueda alargar la siesta de cinco minutos que tradicionalmente se echa, según confesión propia, a toda la tarde sin tener que soportar que constantemente venga el protegido y le haga la cama. Veremos con qué cara presenta la semana que viene el nuevo cuadro macro previsto por el ejecutivo. Unos crían la fama y otros cardan la lana. Alea jacta est.

S.McCoy

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  Anónimo

viernes, 25 julio, 2008  

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