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Quién amenaza a quién |
En un artículo publicado en enero/05 por el Coronel retirado del ejército estadounidense, Daniel Smith (red Voltaire), se indica que para diciembre/03, los Estados Unidos tenía desplegadas 702 bases militares en todo el mundo, sin incluir en esa relación, conforme asegura el referido oficial, la enorme red de unidades de inteligencia que opera a lo largo y ancho del territorio de la Gran Bretaña y las decenas de bases misilísticas instaladas en Uzbekistán, Kirgistán, Kuwait, Qatar, Kosovo, Afganistán y en Irak, todo esto último, señala el artículo, según se desprende de un estudio que adelantó la Oficina de Presupuesto del Congreso en Washington, en julio/04.
Esta información no se divulga o tiene muy escasa difusión porque a los Estados Unidos le conviene seguir engañando al mundo con un discurso pacifista, lleno de amor y de sacrificio por la libertad, cuando esa realidad militar pone en clara evidencia que quien amenaza la paz del mundo de modo permanente y sin descanso alguno es, precisamente, el gobierno de ese país. No es posible inferir otra cosa de ese enorme despliegue de fuerzas militares por todos los confines de la tierra. Tampoco podemos sacar otro tipo de conclusiones si repasamos sus antecedentes criminales y de atropellos de todo calibre a nuestros países durante los últimos ciento cincuenta años, los bárbaros métodos de torturas que aplica a todos aquellos que califica de terroristas y que el mundo pudo ver en la cárcel de Abu Ghraib y que han denunciado las propias víctimas de la prisión de la Base de Guantánamo y diversas organizaciones de derechos humanos, las cuales, por otra parte, han venido sostenido, con bien fundadas evidencias, que ese gobierno imperial mantiene un número considerable de cárceles secretas en varios países de la Europa oriental, así como en alta mar, en buques acondicionados para dichos propósitos.
Pero hay un hecho sumamente importante acerca del cual nada, igualmente, informan los llamados “grandes medios" nuestros y los del resto del Continente que debemos tenerlo muy presente, es que de esa gran cantidad de bases militares, tres están instaladas en el territorio de la hermana República de Colombia desde el año 2.000 con la entrada en vigor del Plan Colombia o Patriota, lo cual jamás podrá ocurrir en nuestro país, pues la Constitución Bolivariana de 1.999 que nos rige, la misma que promovió con su ascenso al poder el Comandante Hugo Chávez en 1.998, gracias al voto mayoritario del pueblo y que, como jamás podrá ser olvidado, fue derogada durante el breve golpe de Carmona Estanga en abril/02, prohíbe expresamente que se utilice el territorio de nuestro país para instalar bases militares extranjeras.

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, politica, violencia.
Cinco fotografías han quebrado este silencio. La primera es la de un ex sargento mayor del regimiento gurka, Tul Bahadur Pun, de 87 años. Está sentado en una silla de ruedas frente a Downing Street 10. Sostiene una gran cantidad de medallas, entre ellas la Cruz Victoria, el mayor premio al valor, que ganó sirviendo al ejército británico.
Le denegaron la entrada a Gran Bretaña y a un tratamiento en el Sistema Nacional de Salud para curarle una seria afección cardíaca: una atrocidad que pudo salvarse tras una campaña pública en su favor. El 25 de junio llegó hasta Downing Street para devolverle su Cruz Victoria al Primer Ministro, pero Gordon Brown se negó a recibirlo.
La segunda fotografía es de un niño de 12 años, uno de tres chicos. Son Kuchis, nómadas de Afganistán. Habían sido alcanzados por bombas de la OTAN, estadounidenses o británicas, y las enfermeras están tratando de quitarles la piel quemada con unas pinzas. Durante la noche del 10 de junio, aviones de la OTAN atacaron de nuevo, matando al menos 30 civiles sólo en un poblado: niños, mujeres, maestros, estudiantes. El 4 de julio, otros 22 civiles murieron de esta forma. Todos, incluidos los niños quemados, fueron descritos como “militantes” o “presuntos talibanes”. El Secretario de Defensa, Des Browne, dice que la invasión de Afganistán es “la noble causa del Siglo XXI”.
La tercera fotografía corresponde al diseño computarizado de un portaaviones aun no construido, uno de los dos mayores mandados a construir por la Armada Real. El contrato de cuatro mil millones de libras esterlinas es compartido con la empresa BAE Systems, cuya venta de 72 aviones de combate a la corrupta tiranía gobernante en Arabia Saudita ha convertido a Gran Bretaña en la principal comerciante de armas del mundo, especialmente a los regímenes opresivos de los países más pobres. En un momento de crisis económica, Browne describió a los portaaviones como “un gasto asequible”.
En la cuarta foto puede verse a un joven soldado británico, Gavin Williams, que fue salvajemente golpeado hasta la muerte por tres oficiales. Este “castigo sumario informal”, que elevó su temperatura corporal a más de 41 grados, tuvo la intención de “humillar, llevar al límite y herir”. La tortura fue descrita en la corte como un hecho de la vida militar.
La última fotografía es de un hombre iraquí, Baha Mousa, quien fue torturado hasta la muerte por soldados británicos. Tomada después de su muerte, la figura muestra algunas de las 93 terribles heridas que sufrió a manos de los hombres del Regimiento Queen Lancashire, quienes lo golpearon y abusaron durante 36 horas, encapuchándolo con sacos de arpillera bajo un calor sofocante. Era recepcionista de un hotel. A pesar de que su muerte tuvo lugar cinco años atrás, fue recién en mayo de este año cuando el Ministerio de Defensa respondió a los tribunales y accedió a una investigación independiente sobre el hecho. Un juez ha descrito esto como un “muro de silencio”.
Una corte marcial condenó sólo a un soldado por el “tratamiento inhumano” hacia Musa, a pesar de lo cual ha sido liberado disimuladamente. Phil Shiner, de Abogados de Interés Público, representante de las familias de iraquíes que han muerto bajo custodia británica, dice que la realidad es evidente: el abuso y la tortura por parte del ejército británico es sistémica.
Shiner y sus colegas han presenciado declaraciones de testigos y corroborado crímenes prima facie de una especie especialmente atroz, usualmente asociado con los estadounidenses. “Mientras más casos sigo, peor se pone”, dice. Estos incluyen un “incidente” acontecido en las inmediaciones de la ciudad de Majar al-Kabir, en 2004, cuando soldados británicos ejecutaron al menos 20 prisioneros iraquíes después de haberlos mutilado. El último es de un chico de 14 años que fue forzado a practicar sexo oral y anal durante un tiempo prolongado.
“En la raíz del proyecto estadounidense y británico”, dice Shiner, “existe el propósito de evitar el tener que rendir cuentas de lo que se hace. La prisión de Guantánamo es parte de la misma batalla para evitar las explicaciones mediante jurisdicciones”. Los soldados británicos, dice, usan las mismas técnicas de tortura que los americanos, y rechazan que se les aplique a ellos la Convención Europea sobre Derechos Humanos, la Carta de Derechos Humanos y la Convención sobre la Tortura de las Naciones Unidas. Y la tortura británica es un “lugar común”: de modo que “la naturaleza rutinaria de este maltrato ayuda a explicar por qué, a pesar del abuso por parte de los soldados y los gritos de los detenidos, claramente audibles, todos, en particular las autoridades, hacen oídos sordos.
Increíblemente, continúa Shiner, el Ministerio de Defensa bajo Tony Blair, decidió que la prohibición sanitaria de 1972 a ciertas técnicas de tortura regía solo en el Reino Unido e Irlanda del Norte. En consecuencia, “muchos iraquíes fueron asesinados y torturados en centros de detención”. Shiner está trabajando en 46 casos terribles.
Un muro de silencio siempre ha rodeado al ejército británico, sus rituales arcanos, ritos y prácticas y, sobre todo, su desacato a la ley y la justicia natural en sus variados propósitos imperiales. Durante ochenta años, el Ministerio de Defensa y sus obedientes ministros se negaron a pedir perdones póstumos por los niños sobre los cuales tiraron a matar durante la masacre de la Primera Guerra Mundial. Los soldados británicos utilizados como conejillos de indias durante las pruebas de armamento nuclear en el Océano Índico fueron abandonados a su suerte, así como tantos otros que sufrieron los efectos tóxicos de la Guerra del Golfo de 1991. El trato que recibió el gurka Tul Bahadur Pun es el habitual. Habiendo sido devueltos a Nepal, muchos de éstos “soldados de la Reina ” que no tenían una pensión están completamente empo brecidos y se les niegan los permisos de residencia o asistencia sanitaria en el país para el cual combatieron y para el cual 43.000 de ellos fueron muertos o heridos. Los gurkas han ganado no menos de 26 Cruces Victoria, aunque el “gasto asequible” de Browne no los contempla.
Un aún más imponente muro de silencio asegura que la población británica ignore en gran medida el asesinato industrial de civiles en las modernas guerras coloniales británicas. En su famoso trabajo Unpeople: Britain’s Secret Human Rights Abuses (Antigente: Los abusos secretos británicos de los derechos humanos.) , el historiador Mark Curtis utiliza tres categorías principales: responsabilidad directa, responsabilidad indirecta e inacción activa.
“Las cifras totales (desde 1945) contemplan entre 8,6 y 13,5 millones de muertos”, escribe Curtis. “De éstas, Gran Bretaña tiene responsabilidad directa en la muerte de entre cuatro y cinco millones de personas. Estos datos son, si cabe, probablemente subestimados. No todas las intervenciones británicas han sido incluidas debido a la ausencia de fuentes”. Desde que este estudio fue publicado, el número de víctimas mortales ha alcanzado, según estimaciones fidedignas, un millón de hombres, mujeres y niños.
El incremento geométrico del militarismo dentro de Gran Bretaña es poco conocido, aun por aquéllos que alertan a la población sobre la legislación que afecta las libertades civiles básicas, como la recientemente esbozada ley de comunicación de datos (Data Communications Bill), que le otorgará al gobierno el poder para tener registros de todo tipo de comunicación electrónica que se establezca. Al igual que los planes para la cédula de identidad, esta está en consonancia con lo que los estadounidenses llaman el “estado de seguridad nacional”, el cual busca el control del disenso interno mientras persigue la agresión militar en el extranjero. Los cuatro mil millones de libras destinados a los portaaviones son para tener un “papel mundial”. Por mundial, entiéndase colonial.
El Ministerio de Defensa y el Foreign Office siguen los dictados de Washington casi al pie de la letra, como puede observarse en la absurda descripción de la aventura de Afganistán como una noble causa, por parte de Browne. En realidad, la invasión de la OTAN , inspirada por los Estados Unidos, ha tenido dos efectos: la muerte y desposesión de cientos de miles de afganos y el resurgimiento del tráfico de opio, que los talibanes habían prohibido. De acuerdo con Hamid Karzai, el líder títere de occidente, el maniobrar de los británicos en la provincia de Helmand ha conducido directamente al regreso de los talibanes.
La militarización de la forma en que el Estado británico concibe y trata a otras sociedades queda gráficamente demostrada en África, donde diez de los catorce países más empobrecidos y conflictivos son tentados a comprar armamento y equipos militares británicos con “créditos blandos”. Al igual que la familia real británica, el Primer Ministro simple y llanamente persigue el dinero. Habiendo ritualmente condenado un déspota en Zimbabwe por “abusos a los Derechos Humanos” –en realidad por haber dejado de servir a los agentes de negocios occidentales- y habiendo obedecido el último dictum estadounidense sobre Irán e Irak, Brown visitó Arabia Saudita, exportadora del fundamentalismo Wahhabi y parte importante del comercio de armas.
Para complementarlo, el gobierno de Brown está gastando 11 mil millones de libras del dinero de los contribuyentes en una gran academia militar privatizada en Gales, donde se entrenarán soldados y mercenarios extranjeros reclutados para la falsa “guerra contra el terrorismo”. Con fábricas de armamento tales como Raytheon beneficiándose de ello, la academia se convertirá en la “Escuela de las Américas” versión británica, un centro para la contrainsurgencia (terrorista) para el diseño de y el entrenamiento para las futuras aventuras coloniales.
No ha tenido casi ninguna publicidad.
Por supuesto, la imagen de una Gran Bretaña militarista contrasta con una conciencia nacional benigna, según escribió Tolstoi, formada “desde la infancia, por todos los medios posibles –manuales escolares, servicios religiosos, sermones, discursos, libros, diarios, canciones, poesía, monumentos [conduciendo] a las personas adormecidas en una sola dirección”. Muchas cosas han cambiado desde que él escribió esto. ¿O tal vez no? De la mezquina, destructiva guerra colonial en Afganistán sólo se informa a partir de los datos ofrecidos por el ejército británico, con soldados rasos haciendo siempre lo correcto, y con los miembros de la resistencia afgana constantemente descalificados como “intrusos” e “invasores”.
Imágenes como la de chicos nómadas con la piel quemada por bombas de la OTAN nunca aparecen en la prensa o la televisión, ni los efectos de las armas termobáricas británicas, o “bombas de vacío”, diseñadas para aspirar el aire de los pulmones. En cambio, páginas enteras lloran a un agente de inteligencia militar británica porque sucede que era una mujer de 26 años, la primera en morir en actividad desde la invasión de 2001.
Baha Mousa, torturado hasta la muerte por soldados británicos, también tenía 26 años. Pero él era diferente. Su padre, Daoud, dice que la forma en la que el Ministerio de Defensa se ha comportado respecto de la muerte de su hijo lo ha persuadido de que el gobierno británico considera la vida de los otros como algo “barato”. Y está en lo cierto.
El Comando General del Ejército de EEUU en Bagdad emitió una nota de prensa asegurando que eran “tres criminales” que atacaron al convoy. El hijo mayor del hombre fallecido asegura que dos altos oficiales estadounidenses ofrecieron 10.000 dólares a cada una de las tres familias, pero no una disculpa por el trágico error.
Reproducimos a continuación el texto escrito por Abigail Hauslohner en TIME, bajo el título, "Incidente en la carretera al Aeropuerto de Bagdad":
Conocido cariñosamente para sus amigos y familia como “Abu Ziad” (papá Ziad), Hafedh Aboud Mehdi de 58 años se levantó en la mañana del 25 de junio, empacó su almuerzo y el de su hijo como solía hacerlo y dejó su casa en el distrito de Karrada en Bagdad a las 7:30 am. Conducía un Opel Vita marrón del año 1996 en camino al Aeropuerto Internacional de Bagdad, donde había trabajado como empleado bancario durante 13 años.
Esa mañana, Mehdi se encontró con su hijo Mohammed, de 21 años, que trabaja como chofer transportando a empleados bancarios desde y hacia su lugar de trabajo. Su hijo estaba detenido en el tráfico por una alcabala camino al aeropuerto, con seis personas apretujadas en el auto. Como tenía un pase V.I.P., que le permitía pasar por los puntos de control sin esperar en la cola, Mehdi se ofreció a llevar a dos de las pasajeras de su hijo. Maha Adnan Youssef, de 31 años, y Suroor Shahid Ahmed, de 32, se cambiaron de auto.
Lo que ocurrió después aún se debate ferozmente. Cuando Mohammed llegó a la oficina, se sorprendió de ver que su padre no había aparecido. Un compañero le sugirió que el auto de su padre podría haberse descompuesto, y Mohammed regresó a la carretera para ver cuál era el problema. No muy lejos del aeropuerto, Mohammed descubrió el auto de su padre consumido por las llamas, y un convoy militar americano impidiendo que se acercara. “Sufrí tratando de hacer algo”, le dijo a TIME una semana después. “Viendo que mi padre se quemaba en ese auto, me desmayé”.
De acuerdo a una nota de prensa del ejército de los EEUU publicada ese mismo día, un automóvil con “tres criminales” a bordo abrió fuego contra un convoy de tropas americanas detenidas junto a la carretera en camino al Aeropuerto Internacional de Bagdad a las 8:40 am. “Los soldados [ de la Cuarta Brigada de Combate 10ma División de Montaña ] devolvieron el fuego, lo cual resultó en que el vehículo se saliera de la carretera y se estrellara contra un muro. El vehículo explotó entonces”, dice la nota. También afirma que “un arma fue recuperada de los escombros”, y “dos vehículos de convoy MND-B recibieron perforaciones de bala, resultantes de fuego de armas cortas”. Pero el reporte de la policía iraquí, obtenido por TIME, cuenta algo distinto: “Veintisiete agujeros de bala se hallaron en el lado derecho del vehículo [ de Mehdi ]. Hallamos dos balas calibre 50mm dentro del vehículo … no hallamos armas o cartuchos vacíos en su interior”.
El reporte policial iraquí identifica a los tres cuerpos “chamuscados” dentro del automóvil como Hafedh Abboud Mehdi, Maha Adnan Youssef, y Surour Shahid Ahmed. Si el reporte militar es correcto, sería la primera vez que un iraquí ha logrado colar un arma a través de todas las alcabalas para llevar a cabo un ataque en ese sector de la carretera, de acuerdo a un funcionario del Ministerio del Interior iraquí. Pero si es un intento de ocultar la masacre injustificada de tres civiles, se une a una lista de notorios incidentes que involucran al personal militar de los EEUU, incluyendo los eventos de 2005 en Haditha.
Las muertes de la carretera al aeropuerto han enfurecido especialmente a los iraquíes en un momento en que su gobierno está en conversaciones para establecer el estatus legal a largo plazo de las tropas americanas y contratistas que operan en su país. El Primer Ministro Nouri al-Maliki estaba tan irritado por el tiroteo que ordenó una investigación formal en el incidente. Si el juez iraquí asignado al caso decidiera llamar a los soldados americanos involucrados como testigos, pondrá en un severo aprieto el estatus legal actual de las acciones efectuadas por las tropas de EEUU en el país. Pero aún más crítico en este punto de las negociaciones es cómo el ejército estadounidense escogerá tratar la información de dichas muertes, ahora que está siendo revelada por la compañía contratista que se encarga de las alcabalas en la carretera del aeropuerto, los familiares de las víctimas, los testigos y la policía de Irak.
El día después de que Mehdi, Youssef y Ahmed se chamuscaron en el vehículo, el ejército estadounidense reiteró el reporte inicial. El portavoz militar Tte. Cnel. Steven Stover respondío vía email a las preguntas formuladas por TIME, diciendo: “Respaldamos la información que enviamos en nota de prensa… Hay fotos de los dos vehículos militares norteamericanos con agujeros de bala”.
Reportes y entrevistas recogidos por TIME parecen indicar que otra cosa sucedió. Durante el último año, el camino al aeropuerto donde se consumió el vehículo de Mehdi, ha sido una de las carreteras más seguras de Bagdad. El gobierno iraquí contrató con una firma de seguridad británica, Global Strategies Group, para controlar una serie de alcabalas en la vía al aeropuerto, incluyendo múltiples chequeos de identidad y una máquina de Rayos X que “escanea” los vehículos para detectar explosivos. En una de las alcabalas, se exige a los pasajeros descender por completo del automóvil dejando abiertas todas las puertas, incluyendo maleta y capot, mientras los guardias de Global Strategies verifican con perros olfateadores cada vehículo, verficando el interior y el exterior en busca de explosivos.
“Es imposible que alguien pase por aquí con un arma. Incluso el portavoz del gobierno iraquí Ali al-Dabbagh es incapaz de pasar un arma”, dijo a TIME un guardia de seguridad en el segundo puesto de control de Global, una semana después del incidente. Dijo que Mehdi tendría que haber ido a muy alta velocidad. Dice otro oficial de Global que estuvo en la carretera el día del tiroteo: “Sé que no estaban armados… fue el ejército estadounidense tiroteando a tres civiles. Es de conocimiento público”.
Un testigo iraquí, que cada día conduce hacia su trabajo a lo largo de la carretera al aeropuerto, dijo que se estaba acercando al Opel de Mehdi cuando los americanos dispararon. “Estaba a unos 400 metros detrás del auto y de repente vi subir el polvo porque los americanos disparaban. Cuando vi lo que sucedía, frené y comencé a dar marcha atrás”, dijo el hombre que prefiere permanecer anónimo, temiendo retaliaciones. “Una bala entró en la guantera de mi carro. Dí la vuelta al vehículo y conduje en dirección contraria diciendo a los otros conductores que se detuvieran”.
El ejército de EEUU no patrulla normalmente la sección de carretera donde ocurrió el incidente, de modo que Mehdi no podría saber que se encontraría con un convoy americano aquella mañana. “Usualmente no están allí”, dijo el portavoz del ejército de EEUU Mark Cheadle, refiriéndose al convoy de la Cuarta Brigada de Combate, 10ma División de Montaña, que se estacionó junto a la carretera. De acuerdo a una declaración de Global Security obtenida por TIME, el pelotón americano estaba en camino a una base militar cercana al aeropuerto cuando tuvieron que detenerse por problemas con el motor de uno de los Humvees. El reporte dice que uno de los soldados creyó escuchar fuego y alertó a los otros a través de sus auriculares. El artillero del primer Humvee giró rápidamente su torreta para enfrentar la carretera y disparó al vehículo que aceleraba pasando el convoy. Ese sería el automóvil de Mehdi.
Incluso si el padre de familia (siete hijos) de 58 años y las dos damas hubieran planificado un ataque contra un pelotón de humvees americanos, hubiera sido de seguro una misión suicida llevarlo a cabo con “armas pequeñas” (como identificaron los militares a sus armas, lo cual se refiere a rifles o pistolas de mano) en una carretera tan fuertemente custodiada, sin camino de escape pues está rodeado de murallas anti-impactos en cada lado.
Como el reporte policial iraquí, la declaración de Global dice que no se hallaron armas en la escena y que el auto de Mehdi había sido registrado en todos los puntos de control antes del incidente. También aseguraba que “no había evidencia” de que las tres personas en el auto hubieran mostrado hostilidad alguna hacia el convoy americano.
Mehdi, dice su hijo mayor, “quería a los americanos”, y era el único soporte para la familia de 13 miembros, que incluye a las dos esposas de sus hijos mayores y tres nietos. La familia Shi’ita vivía en la vecindad predominantemente sunita de al-Dora en el sur de Bagdad, hasta el punto máximo de la violencia sectaria a fines de 2006. Fue entonces que el hijo menor de Mehdi, Ali (entonces de cuatro años de edad), fue secuestrado por insurgentes durante una semana. Tras el pago del rescate, la familia dejó todos sus muebles y pertenencias y huyó a Karrada, una vecindad más segura en el centro de Bagdad. “La gente que secuestró a nuestro hijo eran nuestros vecinos”, dice la viuda de Mehdi, Iman Kadhem de 48 años. “Ahora tomaron nuestra casa y no quieren marcharse. Han tomado todo lo que teníamos en la casa”.
Por el último año y medio, la gran familia Mehdi se ha visto obligada a hacinarse en dos pequeñas habitaciones de concreto en una casa alquilada en Karrada. “El era quien mantenía a la familia”, dice la viuda, sollozando. “¿Cómo pagaremos ahora el alquiler?”
“Abu Ziad nunca habría llevado un arma, ni siquiera una esponja en el bolsillo”, dice un empleado del aeropuerto que era su buen amigo, y expresó intensamente su rabia después de su muerte. El hijo de Mehdi, Mohammed, dice que su padre nunca poseyó armas. “No tenemos ni una sola bala en la casa”.
El ejército de los EEUU concluyó su propia investigación a puerta cerrada la semana pasada, pero aún debe hacer públicos los hallazgos. El viernes, las tres familias de los fallecidos dicen haber sido invitados a la estación policial del aeropuerto para encontrarse con oficiales norteamericanos identificados por el hijo de 21 años de Mehdi, Mohammed, como el Brigadier General Robin Swan, el Asistente al General Comandante de las Fuerzas Multi-Nacionales en Bagdad, y un “teniente coronel Lather”. Según Mohammed, los militares ofrecieron a cada familia 10.000 dólares, pero las tres familias rehusaron aceptar el dinero exigiendo una carta formal de disculpas. “El Teniente Coronel insistía en que lamentaba el incidente. Dijeron que era una gran tragedia. Pero nunca dijeron que estuvo mal o que habían cometido un error”, dice Mohammed. “Nunca dijeron la razón por la cual se disculpaban”. El ejército de los EEUU no ha confirmado que el incidente haya ocurrido.
El reporte policial iraquí enumeraba a los soldados en el convoy que disparó sobre el auto de Mehdi como “Tte. Thanie Painter… conductor Sgto. Phillips… Sgto. Sagona… Sgto. Elliot y Sgto. Shakespeare.” El ejército de EEUU no ha confirmado los nombres de los soldados involucrados ni comentado sobre sus estatus. El vocero del ejército Tte.Cnel. Stover respondió a TIME con este correo electrónico: “Me enorgullezco, al igual que mi comando, de NUNCA decir No Comment. No tenemos nada que ocultar. Pero les solicito respetar el proceso de investigación y revisión. Nunca violaría la privacidad de un soldado y a diferencia de ustedes, nunca interferiría con una investigación en curso”.
Como los residentes de Haditha, las familias de Mehdi, Youssef y Ahmed quieren justicia. “Las llamas que arden en nuestros corazones tras la muerte de Suroor no se apagará hasta que Dios ordene justicia sobre la gente cuyas manos se mancharon con su sangre”, dijo Tahani Shahid Ahmed, la hermana de Suroor Shahid Ahmed, en una declaración por escrito dirigida a TIME esta semana. “Queremos saber por qué los asesinaron”, dice la viuda de Mehdi. “Nunca perteneció a ningún partido, no es del Baath. Sólo era un empleado del banco”. Cuando se le preguntó cómo confrontaría a los soldados que asesinaron a su marido, dice: “Les preguntaría por qué nos hicieron esto. Que miraran nuestra situación. Apenas tenemos lugar donde dormir”.
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