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Oligarquía: opción cero |
Las elecciones son la única oportunidad que el sistema concede a las mayorías latinoamericanas para consumir su magra cuota de poder político que el propio sistema convierte en oportunidades perdidas. Las elites que disponen del poder económico, del control del Estado, de los medios de difusión y son usufructuarias de prejuicios ancestrales, ejercen una capacidad de manipulación que hace a mucha gente girar en contra de sus propios intereses.
Con una esperanza de vida que no llega a setenta años, una persona que comienza a votar alrededor de los veinte y lo hace cada cinco años, elige entre ocho y diez veces en toda su vida. Abstenerse de votar o hacerlo por los candidatos de la oligarquía es como desperdiciar la oportunidad de ver florecer un agave.
Las oligarquías criollas, surgidas como resultado indeseado de las luchas por la independencia y que se apoderaron de las republicas nacientes como si fueran un botín, son las responsables que nuestras naciones perdieran toda una época histórica. Recién, con casi medio milenio de retraso, América Latina pugna por acceder a la modernidad política.
Esa circunstancia hace que desplazar a la oligarquía del poder que pudiera parecer un programa mínimo, sea en realidad una tarea estratégica. Así ocurrió cuando en 1934 los mexicanos aprovecharon su oportunidad y eligieron a Lázaro Cárdenas y más recientemente otros electores, igualmente consecuentes, usaron su escaso capital político para apostar por Lula, Chávez, Evo Morales, Cristina, Bachelet, Correa, Tabaré, Ortega y otros que, más allá de sus proyectos políticos, enfoques personales e incluso defectos, tienen en común no formar parte de la oligarquía y ser confrontados por ella.
La oligarquía es una triada maldita formada por los terratenientes, la cúpula del clero y la jerarquía castrense tradicional. No obstante, no se trata de una nomenclatura dogmática, sino de una actitud ante la Nación, el pueblo y el poder. Ser cura no es ser un oligarca como tampoco lo son todos los comandantes y coroneles ni los hacendados que hacen producir la tierra, generan empleos y contribuyen al desarrollo de la campiña latinoamericana.
Se trata no de una clase social sino de castas yuxtapuestas, políticamente primitivas que asumen el poder como un legado, lo ejercen como un cacicazgo en la creencia de que los pobres, los indios y los ignorantes son políticamente minusválidos incapaces de sobrevivir sin su mando, su consejo y sus dadivas.
Esa élite socialmente cerrada se reproduce mejor en los caldos de cultivos que forman la ignorancia el hambre y la exclusión. Si alguna vez los pobres y los indios, los analfabetos y los vulnerables dejaran de existir, la oligarquía los reinventaría porque sin ellos su estilo de vida se derrumba y se hace imposible su existencia. Los oligarcas explotan y desprecian a los pobres y a los indios no porque son malas personas, sino por una reacción atávica.
Lentamente, en medio de intensas luchas intestinas consigo misma, sobreponiéndose a instintos que los empujan hacía el pasado y los fijan a la tierra, la oligarquía ha evolucionado porque no puede sobrevivir sin aliarse al capital extranjero, al que desde tiempos inmemoriales sirve.
En términos generales, en esta dimensión, no se trata de convencer a nuestros hermanos acerca de cuales candidatos son los idóneos y que corriente política deben preferir, cosa que forma parte de procesos políticos concretos, sino de desarrollar el instinto de clase y de Nación que permite saber que la oligarquía y los elementos ligados al imperio, jamás serán una buena opción.
Una de las tareas más decisivas del trabajo de concientización de las vanguardias respecto a los sectores populares, los trabajadores, los campesinos y sobre todo los jóvenes, es persuadirlos del significado histórico que para todas las luchas presentes y futuras tiene el desplazar definitivamente del poder a las oligarquías y a las burguesías entreguistas y neoliberales aliada al imperialismo.
Enfrentar a la entente imperial con un frente unido de naturaleza ideológica, no doctrinaria es una tarea histórica. Donde quiera que haya una elección debe promoverse la idea de que todo debate y toda opción es legítima entre candidatos que por su origen y su proyección signifiquen una alternativa real. Aislar a las oligarquías, privarlas de toda base social y desplazarlas del escenario político es un cometido esencial a nivel continental.
Jorge Gómez Barata

Etiquetas: conocimiento, memoria, monopolios, multitud, politica.
En declaraciones a EFE, este periodista de 32 años que escribe en el semanario The Nation, comenta que Blackwater consiguió beneficios récord en los últimos dos trimestres, pero que su objetivo es diversificar el negocio para adaptarse a nuevas realidades y que eso pasa por América latina.
"Blackwater podría terminar en América latina", dice Scahill, quien destaca que el Pentágono instó a la compañía que preside Erik Prince, un ex militar rico y muy conservador, a optar por un plan contra la droga, para México y Colombia, con un presupuesto de 15 mil millones de dólares.
Es a través de estas "empresas privadas" como Washington quiere garantizar su presencia en la región "sin dejar una huella militar", explica el periodista, quien sostiene que los miles de millones de dólares que Estados Unidos ha invertido en los últimos 15 años en la lucha antidroga en la región han sido para "la lucha contrainsurgente".
Según el autor de Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo, un ejemplo es Colombia, que recibe de Estados Unidos 630 millones de dólares anuales, de los cuales Bogotá destina buena parte a pagar los servicios de empresas de las mismas características que Blackwater, como DynCorp.
"El futuro pasa por el entrenamiento y la preparación de militares latinoamericanos, con el objetivo de tener pequeños equipos paramilitares trabajando para estas compañías en América latina. Veremos un incremento de la presencia de estas empresas que deciden radicarse en la región", pronostica Scahill.
La lógica es la del negocio y la del mercado libre, la misma que llevó a Blackwater y otras empresas que contratan mercenarios a fijarse en la "mano de obra barata" que ofrecían países como Chile, Honduras, El Salvador, Perú y Bolivia.
Frente a los 10 mil dólares al mes que puede cobrar un mercenario estadounidense o de otro país del Primer Mundo por prestar sus servicios en Irak, los latinoamericanos aceptan el mismo riesgo, ofreciendo la misma preparación, por sueldos de mil dólares.
Se trata de militares que se formaron en las décadas de los ´80 y los ´90, en el marco de las "guerras sucias" instigadas por Washington, y que ya han tenido experiencia en técnicas de contrainsurgencia, tiro de precisión, guerra de comandos, espionaje e interrogatorio.
Cerca de mil chilenos fueron enviados a Irak por gestión de José Miguel Pizarro Ovalle, a quien el autor describe como "un admirador de Pinochet, que trabajó como traductor para el ejército estadounidense antes de convertirse en enlace entre más de 12 gobiernos latinoamericanos y fabricantes de armas de Estados Unidos".
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