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Llegó Hizbolá y mandó parar |
Tras casi dos años sin una sola sesión plenaria del parlamento libanés y con la jefatura de Estado vacante desde el último medio año, Hizbolá ha tomado la decisión de acabar con el golpe de Estado permanente que sufría el Líbano, inmerso en una grave crisis, provocada por las constantes injerencias de la comunidad internacional en sus asuntos internos. Ingerencias que tuvieron su máximo cumbre en la gestión del Ejecutivo de Fuad Siniora, vergonzosamente sometido al dictado de las corporaciones transnacionales la mayoría de origen estadounidense con intereses en la región.
En el actual contexto, el gobierno de Saad al Hariri es totalmente ilegítimo, no representa a nadie, o al menos, no representa a ningún ciudadano libanés.
Bajo la tutela de las marionetas norteamericanas, el Líbano venía acusando un sometimiento estructural de su economía, en lo que se podría llamar «un proceso masivo de neoliberalización privatizadora», que en última instancia estaría destinado a alejar al pueblo de los núcleos de decisión en materia de política económica, abriendo así la puerta al mercado salvaje, desbaratando la balanza comercial de pagos, disparando el déficit presupuestario y los índices de desempleo, además de hipotecar las rentas de la clase trabajadora con varias décadas de antelación.
España no es ajena a esta situación
Bajo el falso pretexto de «asegurar la democracia», hordas de individuos armados pagados por el Estado español comprometen día a día su propia seguridad y la de la población civil que les rodea, ignorando el debido respeto a la territorialidad libanesa y considerando «terroristas» a buena parte de su ciudadanía, a quien se discrimina en base a criterios totalmente arbitrarios, como el origen nacional o la adscripción ideológica.
A España no se le ha perdido nada en el Líbano, si las intenciones de la administración Zapatero son honestas, que lo demuestre condonando la deuda exterior o enviando cooperantes humanitarios de verdad, como: médicos, ingenieros civiles, profesores, bomberos… pero no a una legión de orates armados hasta los dientes.
Francia, antigua potencia colonial, mantiene una importante presencia militar en la zona, destinada principalmente a forzar el respeto a la política criminal de la administración Bush y hacer el «trabajo sucio» del agente armado que desde hace 60 años invade Palestina.
Francia y España deben retirar a sus tropas inmediatamente del territorio libanés. Si acaso desean asegurar la paz, dedíquense mejor a neutralizar al agente asesino que lleva 60 años masacrando impunemente al pueblo palestino. Las mayores agresiones jamás partieron de un partido político libanés, sirio o iraní, sino de los terroristas del Tshal (ejército israelí), que tantas veces han cruzado la frontera norte de Palestina para extender sus afrentas al Derecho Bélico Humanitario, Público y Penal.
Y en cuanto a Francia… parece que añora el ayer… cuando el capital francés se valía de su infantería y jueces de imitación para torturar, asesinar y encarcelar a cualquier libanés que se opusiera al sistemático expolio colonial. Una situación que hoy pretende reeditar el cazador norteamericano, con el apoyo de su jauría europea.
El gran capital paga, falsimedia obedece
Por si todo ello no fuera suficiente, el uso sesgado y antisocial de los medios de comunicación de masas, contribuía a la alienación de la clase trabajadora, avivando artificialmente el odio religioso con el propósito de provocar y mantener la división en el seno de una ciudadanía diversa y plural, que ha demostrado su capacidad para la convivencia, siempre que no se manipule la espiritualidad para provocar enfrentamientos autodestructivos.
Ante el desarrollo de los acontecimientos, el colosal aparato de propaganda militar de la Alianza Atlántica, se ha puesto en marcha una vez más —aquí y allí—, para crear confusión, divulgar embustes, predisponer y preparar a la opinión pública occidental para que acepte cualquier escenario futuro.
La solidaridad del Mundo Árabe,
elemento crucial para la subsistencia
Pero el pueblo libanés no está solo: tampoco en esta ocasión faltará la solidaridad internacional llegada de Siria, Qatar, Irán y otras naciones hermanas, cuya inequívoca voluntad siempre ha sido el deseo de alcanzar cuanto antes una paz justa y duradera.
Hoy se ha conocido el llamamiento urgente de Arabia Saudita, para celebrar un encuentro urgente de titulares de Asuntos Exteriores de los principales países árabes para tratar sobre esta crisis.
Occidente simultanea los desplazamientos de tropas
y unidades aeronavales estratégicas con vacíos
llamamientos genéricos a «la paz y la fraternidad»
Por su parte, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha emitido un comunicado en el que se invita a las diferentes partes a reconducir la situación por vías pacíficas.
La paradoja es que, quienes piden paz son precisamente las potencias que mantienen personas armadas sobre el terreno; quienes piden democracia, son los mismos que no celebran una sesión plenaria del poder Legislativo desde noviembre de 2006; quienes reclaman convivencia son los mismos que se valieron de emisoras privadas de televisión para herir o conculcar los sentimientos religiosos de gran parte de libaneses.
Pero no importa cuanto dinero gasten en mentirnos, la razón pura es inmune a la uniformidad de la versión oficial. Al final, la verdad es muy simple: jamás las armas de los ricos llevaron la paz a los pobres… pero nunca una situación injusta será una situación estable.
Cultivemos la razón pues no admite plegarias; la coherencia que no tolera embustes y la imaginación… para exigir paz, justicia y respeto para todos los que sufren por el odio o la codicia de los demás.
Paz, justicia y respeto para el Líbano.

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, medios, multitud, politica.
Además, tras una interminable sesión que se prolongó hasta poco antes del amanecer, el pro-occidental gobierno de Fuad Siniora intentó destituir de su puesto al jefe de seguridad del aeropuerto, el General Wafiq Shoucair. Shoucair es conocido por sus buenas relaciones con Hizbollah y Amal, que muchos analistas consideran necesarias dada la ubicación del aeropuerto en los suburbios del sur de Beirut, de presencia mayoritaria chií.
“En el Líbano, despedir a los altos oficiales es siempre una cuestión delicada, y me asusta que puedan aumentar las tensiones si esta destitución sigue adelante”, dijo el analista de seguridad Timar Goksel. “A Hizbollah le gusta saber quién llega al país y están preocupados por los agentes extranjeros. Todos los grupos tienen allí a alguien observando quién va y quién viene, pero tener un alto aliado en el aeropuerto es sin duda importante para Hizbollah”.
El Presidente del Consejo Islámico Supremo Chií, Abdulamir Qabalan, manifestó su apoyo a Shoucair. “Esto se ha convertido ya en una cuestión sectaria”, dijo Amal Saad-Ghorayeb, experta en Hizbollah que habita en Beirut. “Es la primera vez que el gobierno da un paso tan provocativo. Lo que están persiguiendo, básicamente, es que los estadounidenses pasen a controlar el aeropuerto, porque quieren introducirse en el cercano Dahiyeh [los principales suburbios chiíes del sur de la ciudad]”.
Saad-Ghorayeb dijo que todo podía ser parte de un plan, apoyado por los Estados Unidos, para movilizar a los chiíes y tratar de arrastrar a Hizbollah a una guerra civil. Se teme que estallen enfrentamientos internos en el grupo, porque si se enredan en combates civiles socavarán su llamamiento pan-arabista y el más amplio apoyo intersectario con que de alguna forma cuentan mientras sus armas apunten únicamente hacia Israel.
Goksel dijo que la prohibición contra la red telefónica de Hizbollah, a la que políticos anti-sirios se habían referido ya con anterioridad, sería difícil de cumplir. “El gobierno tiene todo el derecho a decirlo –que tiene el monopolio de las comunicaciones del país- pero ponerlo en práctica es algo más que eso y va a crear fricciones, sin duda”, dijo Goksel, que da clase en la Universidad Americana de Beirut y fue anteriormente portavoz de la fuerza fronteriza de la UNIFIL.
Dijo también que desde la guerra de julio del 2006 contra Israel, Hizbollah ha venido trabajando para mejorar su sistema de comunicaciones. “Saben que en la próxima guerra, los israelíes pueden inmovilizar los sistemas de comunicaciones libanesas en cuestión de minutos, y entonces, ¿qué es lo que pueden hacer?”.
Los últimos desarrollos parecen haber aumentado el espectro de enfrentamiento civil en un país que desde el mes de noviembre pasado no tiene presidente y que, desde el asesinato del anterior primer ministro Rafik al-Hariri hace tres años, se ha ido polarizando entre los que están a favor y en contra de Occidente.
La Federación de Sindicatos convocó a una huelga general para el 7 de mayo. Aoun pidió a sus partidarios que apoyaran la huelga, aumentando así las perspectivas de que pudiera ser ampliamente seguida, de que se politizara profundamente y de que constituyera una invitación a la violencia. Una huelga general que se produjo en enero de 2007 acabó convirtiéndose en luchas callejeras sectarias entre seguidores del gobierno y de la oposición.
Aunque Jumblatt, junto a muchos otros personajes internacionales y del país, ha acusado con frecuencia a Hizbollah de construir “un estado dentro de un estado” y planteó la cuestión de la red telefónica, no sólo fueron noticia las acusaciones alrededor de los hechos del aeropuerto sino que también empezaron a considerarse cada vez más las de asesinato. “Acusar a Hizbollah de estar vinculado con los asesinatos es un tema extremadamente sensible, especialmente para los sunníes”, dijo Saad-Ghorayeb. La familia Hariri es sunní, y el Movimiento por el Futuro, anti-sirio, dirigido por Saad Al-Hariri, está estrechamente asociado con la secta.
Jumblatt acusó a Hizbollah de colocar cámaras para controlar la pista 17, la utilizada por los aviones privados, “para controlar la llegada de dirigentes extranjeros o libaneses y para secuestrar o asesinar en la carretera del aeropuerto”. Y añadió: “Revelo esta información sobre Hizbollah antes de que la gente tenga que asistir a mi funeral o al del líder de la mayoría parlamentaria Saad Al-Hariri”.
Saad-Ghorayeb dijo que la respuesta de Hizbollah fue menos moderada de lo habitual, lo que ilustra más aún la precariedad de la situación. “Hizbollah se manifiesta más en defensa propia de lo que lo ha hecho anteriormente, ha pasado a la ofensiva y ha declarado que los teléfonos son un arma de resistencia y que cualquiera que intente aniquilar sus líneas telefónicas está tratando de desarmarles”, dijo.
Jumblatt va también intensificando las acusaciones de intromisión iraní en el Líbano, pidiendo la expulsión de su Embajador y la paralización de los vuelos desde y hacia Irán, alegando que se utilizan para transportar armas para Hizbollah.
Al-Manar, el canal por satélite de Hizbollah, informó a últimos de abril de un intento de asesinato de uno de sus cuadros en los suburbios del sur, citando como siempre a los medios israelíes pero sin confirmar la noticia. Al citar al Canal 10 de Israel, Al-Manar dijo que el atentado fue desbaratado gracias al control de una llamada en un teléfono intervenido, y preguntó si las acusaciones de Jumblatt tenían como objetivo encubrir el atentado.
El Secretario General de la Liga Árabe, Amr Moussa, de regreso en Beirut, trató de reconciliar esta semana a las dos partes, pero no parecía que tuviera nuevos ímpetus que dar a su iniciativa árabe y se espera que se marche con las manos vacías.
En ausencia de alguna medida concreta, y con las dos partes más polarizadas que nunca, es probable que se posponga por dieciochoava vez la prevista sesión parlamentaria para elegir presidente el próximo 13 de mayo. El llamamiento al diálogo del portavoz parlamentario Nabil Berri se ha quedado en agua de borrajas, a pesar de todo el estrépito ocasional a favor del mismo en el pasado por parte de Jumblatt.
“Todo está estancado”, dijo Saad-Ghorayeb. “Está claro que han llegado a un punto muerto y que el grupo del 14 de Marzo no va a permitir un movimiento de unidad nacional”, una demanda clave de la oposición. “Y está más claro aún que la oposición no va a aceptar una cifra de escaños inferior a la tercera parte del total”.
Los observadores esperan que, durante algún tiempo, nada cambie en el escenario político libanés, probablemente hasta las elecciones parlamentarias del año próximo, salvo que una escalada militar en Líbano o en la región cambie las cartas. La esperada venganza de Hizbollah por el asesinato de su comandante militar Imad Mughniyah, del que culpa a Israel, es un potencial catalizador cuyas consecuencias son difíciles de predecir.
Como anunció el jueves el secretario general de Hizbulá, Hasán Nasralá, la crisis del Líbano ha entrado en una nueva fase: el tiempo de las armas. Y eso es lo que presenciaron ayer los libaneses, aterrorizados en sus casas, mientras hombres con lanzagranadas y rifles automáticos campaban en las calles y edificios en llamas resurgían en el horizonte. Como se esperaba, la batalla ha probado ser tremendamente desigual. Las milicias chiís de Hizbulá y Amal, aliadas al frente de la oposición con el partido cristiano de Michel Aoun y una facción minoritaria de la comunidad drusa, fueron tomando uno tras otro los barrios musulmanes de la capital y desarmando a sus rivales progubernamentales.
Al menos 18 personas murieron en los combates de los tres últimos días, y otras 40 han resultado heridas. Entre las víctimas hay al menos una mujer y su hijo, que huían.
En un comunicado, el Gobierno, que aglutina a sunís, drusos y facciones cristianas, tildó lo sucedido de "golpe de Estado contra la legitimidad y la coexistencia". En términos muy duros, pidió al Ejército que "cumpla con su deber de proteger a los ciudadanos". Pero de momento, los militares esquivan el bulto por temor a que su intervención pueda interpretarse como favorable a uno de los bandos. Lo que sí hizo ayer el Ejército es tomar el control de algunos de los barrios conquistados, después de que lo abandonaran los milicianos.
A pesar de la "calma y contención" demandada ayer por la ONU, las llamadas al diálogo y las muestras de apoyo al Gobierno de Siniora de Francia y EEUU, principales aliados del Ejecutivo, Hizbulá no parece que vaya a recular. La guerrilla chií acusa al Ejecutivo de declararle la guerra al ilegalizar esta semana su red telefónica privada y despedir a uno de sus aliados, el jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut. Mientras se mantenga la postura del Gobierno, dijo ayer Hizbulá, las barricadas seguirán.
Y ahora son los chiís quienes tienen la sartén por el mango. No solo han cerrado las carreteras del aeropuerto, paralizado en las últimas 48 horas. Ayer pusieron en jaque los símbolos del poder de la familia Hariri, cuyo partido, el Futuro, comanda el Gobierno. Sus milicianos, curtidos en el combate contra Israel, quemaron las oficinas del periódico El Futuro y obligaron a su canal a dejar de emitir durante parte del día. Además, han obligado a líderes gubernamentales, como el druso Walid Jumblat y el suní Saad Hariri, a atrincherarse en sus casas.
Mientras tanto, el miedo se ha apoderado de la capital. Pocos se atreven a salir a la calle y la mayoría de comercios echaron ayer el cierre. Además, cientos de personas, la mayoría trabajadores extranjeros y sirios, intentaban ayer salir del país por la frontera con Siria.
El temor a que estalle otra guerra civil también ha llegado a las cancillerías europeas. Italia anunció ayer que prepara un puente aéreo para evacuar a sus ciudadanos, mientras países como Gran Bretaña emitieron comunicados recomendando a sus compatriotas que se abstengan de viajar al Líbano. En el caso de España, que mantiene a un millar de soldados de la ONU en el sur del país, de momento no se han anunciado planes de evacuación. El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, habló ayer con Siniora y reclamó "volver al diálogo".
El discurso de Siniora es su primera aparición pública desde que el pasado miércoles comenzaron los enfrentamientos entre miembros chiíes de la oposición encabezada por Hezbolá y partidarios suníes de la mayoría pro-gubernamental, que hasta el momento ya han causado al menos 27 muertos y más de 100 heridos.
"Apelo al Ejército a que imponga el imperio de la ley y que haga que los hombres armados abandonen las calles y devuelvan la normalidad a la capital", ha señalado en su intervención Siniora, quien combinó duras palabras hacia Hezbolá con ofertas de diálogo. "Cualquier persona que lleve un arma en la calle será considerada un delincuente", ha añadido.
El grupo chií se hizo el viernes con el control total de las calles del oeste de Beirut, de mayoría musulmana, mientras el Ejército ha permanecido hasta el momento al margen de los choques, para mantenerse como una institución neutral.
El primer ministro considera que la toma de la zona oeste de Beirut es "un golpe militar" y acusó a Hezbolá de "hablar de paz y practicar la guerra". "Nuestro verdadero enemigo es Israel", ha aseverado en varias ocasiones Siniora, quien subrayó que "es Hezbolá quien tiene un problema con el Líbano".
Siniora ha abierto la puerta a una revocación de la decisión de su Gobierno de acabar con la red de telecomunicaciones de Hezbolá, que este grupo considera una declaración de guerra.
Hoseini señaló que después de la derrota militar sufrida por Israel en la guerra de 33 días declarada al diminuto país árabe en el verano de 2006, tanto Washington como Tel Aviv “han puesto en su punto de mira la independencia, la política y la unidad nacional libanesa”.
Las propuestas de la República Islámica de buscar soluciones conjuntas entre todos los actores políticos libaneses -manifestó- “no ha contado con el concurso y asistencia de los demás países”.
En las primeras horas de la mañana de este sábado el oeste de Beirut comenzó a recobrar su vitalidad después de los enfrentamientos de los últimos días entre fuerzas leales al gobierno y la oposición, que dejaron más de 20 muertos y 100 heridos.
La relativa calma quedó trunca horas después cuando hombres armados progubernamentales y de la oposición se enfrentaron durante un cortejo fúnebre en esa capital, con saldo de por lo menos seis muertos y más de una treintena de lesionados, dijo la televisión LBC.
La decisión del primer ministro libanés, Fuad Siniora, de cancelar la red de telecomunicaciones de Hizbalá (Partido de Dios) y de destituir al jefe de seguridad del aeropuerto internacional de Beirut, vinculado a la organización opositora, atizaron la crisis política.
Al parecer, y según una fuente del Congreso de EEUU, el gobierno de Siniora ha podido, con la aprobación estadounidense, ofrecer la siguiente propuesta a Hizbollah para salvar la cara y poner fin a la crisis actual:
Hizbollah puede mantener sus cables de telecomunicaciones ópticas terrestres para utilizarlos en su lucha de Resistencia contra Israel. Pero deberán ponerlos bajo “Control Estatal”.
Traducción: Hizbollah controla de forma exclusivo esas telecomunicaciones, de la misma forma que lo venía haciendo antes y nadie más las tocará. Pero, “oficialmente”, estarán bajo control del ‘Estado’, i.e. de control estatal, nada.
Sobre la otra cuestión importante, la relativa al director de la Seguridad del Aeropuerto de Beirut, el General Wafiq Shouqair, se le asignará un nuevo destino, pero Hizbollah tiene derecho a nombrar a su sucesor.
Traducción: Wafiq sigue en su puesto, mantiene su autoridad y coloca la tarjeta de su adjunto encima de la suya en la placa de su despacho.
La versión pública de la anterior propuesta anterior, según Siniora la ofreció esta tarde, parece algo distinta. En los puntos uno y dos anteriores no se hace mención alguna a “las sensibilidades sectarias”. Incluye también la formación de un gobierno de unidad nacional en el que la minoría no pueda bloquear las decisiones y la mayoría no pueda imponerlas.
Siniora ha propuesto también cinco puntos como introducción a un acuerdo, y entre ellos figura que las dos decisiones anteriores del gobierno se pongan en manos del ejército, pensando sin duda en recuperarlas después de forma subrepticia.
El ejército libanés anunció a las 17,30, hora de Beirut, que recomendaba que se cumplieran las dos decisiones del gobierno y que instaba a los milicianos a retirarse de las calles.
A través de una declaración, el ejército manifestó que mantenía en su puesto al director de la seguridad del aeropuerto de Beirut, Wafiq Shouqair, y que se encargarían de gestionar la red de comunicaciones de Hizbollah de forma que “no dañara al interés público ni a la seguridad de la resistencia”.
El Primer Ministro del Líbano, Fouad Siniora, que cuenta con el apoyo de EEUU, dijo unas horas antes que había puesto las dos cuestiones, que han hecho estallar los peores combates en Líbano desde la guerra civil de 1975-90, en manos del ejército libanés
Hasta el momento de elaborar este artículo, Hizbollah no había emitido ningún comentario sobre esas informaciones.
La situación actual en Hamra
Muchos combatientes de Hizbollah abandonaron las calles de Hamra, devolviéndoselas al ejército libanés, en gran medida ausente el viernes.
Algunos de los “regulares” en retirada de Hizbollah fueron reemplazados por las “reservistas”.
“Es bueno para su entrenamiento” explicó a través de un intérprete un compañero que estaba obviamente encargado de proteger el Starbucks que hay en la calle Hamra. Algunas fuerzas de Hizbollah y Amal parecían muy dispuestas a hablar con los medios acerca de su misión.
Algunos comentaristas favorables a la oposición deambulaban por Hamra asegurando la vuelta de los vecinos.
“¡Esto no ha sido un golpe! Interprételo como una protesta y un mensaje para Bush y Olmert. Si hubiéramos querido dar un golpe habríamos rodeado el Serail [sede del Gobierno]. Y quizá el Sr. Siniora nos habría dado las llaves. No las queremos. Dejen que todos se preparen para las elecciones y dejen que el pueblo decida quién se sienta en el Parlamento y quién forma el gabinete”.
Según se informa, Hizbollah tiene excelentes relaciones con el ejército libanés y quiere mantenerlas. Una prueba de ello se ha visto claramente hoy cuando las fuerzas de Hizbollah, de forma educada y casi paternal, cedieron el paso al ejército en las esquinas de muchos lugares con apretones de manos y besos en ocasiones.
Fuera de Costa Café, bajando desde el Hotel Bristol, un avezado combatiente de Hizbollah hablaba con algunos miembros del Partido obviamente más jóvenes y “más verdes” y les instruía con alivio en sus deberes, encaminándose hacia el sur para descansar. Explicó que en el día de ayer las cosas habían ido bastante bien y que era muy probable que los vecinos empezaran a volver a Hamra. “Ayudad a todos los que lo necesiten. Aseguradles que su barrio es seguro y que estarán a salvo. No vamos a propiciar ningún acto de violencia y si alguien quiere hacerlo, podemos asegurar a los vecinos de Hamra que nos encargaremos con toda rapidez de los alborotadores”.
Ayer se informó de unos cuantos actos aislados de vandalismo y de que se había emprendido una investigación conjunta interna Hizbollah-Amal para averiguar todo lo ocurrido y asegurar que no habría reincidencias. “No se va a tolerar ninguna conducta inadecuada por parte de nuestros combatientes o aliados, el mal comportamiento (en nuestras filas) será severamente castigado y si llega a producirse algún acto vandálico, Hizbollah asumirá las responsabilidades y pagará. El Líbano conoce nuestras normas. Recuerden lo ocurrido durante la Guerra de julio de 2006. Cuando nuestros combatientes tenían que utilizar comida y agua que pertenecía a sus propietarios ausentes, dejamos IOUs [vales de débito con compromiso de pago] sobre la mesa. Y todo se pagó después”.
Algunos tipos de Amal buscaban alguna tienda de bocadillos abierta pero dudaban de que “la gente de aquí en Hamra haga sándwiches tan estupendos como los que hacemos en Ouzai. ¡¡Nuestra zona tiene los mejores kebab de todo el Líbano!! (Este observador no tuvo valor para preguntar al joven si esa era la primera vez que salía de su “zona”).
“Seremos magnánimos con nuestros adversarios en la pequeña victoria que hemos conseguidos estos dos últimos días”, explicó “Ali”, un conocido de este observador que vive también en Haret Hreik.
“Si el ‘equipo gobernante’ quiere proclamar victoria, nos parece bien. Pueden atacarnos verbalmente todo lo que quieran. Ya estamos acostumbrados. Nos vimos metidos a la fuerza en esta situación y tuvimos que defendernos. Ahora debemos buscar una solución justa y rápida y que cicatricen las heridas”, explicó una joven, obviamente seguidora de Hizbollah, al hablar con algunos combatientes y periodistas. Añadió: “Queremos dialogar y queremos una solución justa y pacífica. Somos un movimiento de resistencia y no participaremos en una guerra civil”.
Hasta esta tarde perdedores y ganadores parecen ser los siguientes:
Los principales perdedores son, obviamente, la administración Bush, Israel y sus aliados del Club Welch. Perdedores, a nivel personal, son Amin Gemayel, que sigue siendo a duras penas el “líder” del Partido de la Falange, mientras se manifiesta bravuconamente e intenta recuperar a sus “fuerzas”… de París. Samir Gragea le ha cogido más o menos del codo para hacer un aparte y, según se informa, está dirigiendo su densa mirada hacia Saad Hariri, quien puede estar planeando retirarse de la política y dedicarse a los grandes negocios familiares. Una vez que las partes se reúnan con el Presidente Bush la próxima semana, puede que dé comienzo un proceso de “rectificación”.
Walid Jumblatt es otro perdedor, a causa de todas sus provocaciones, pullas, y su papel de animador del Club Welch, para que le dejaran a Hizbollah a su merced tanto en las Montañas como en su hogar en Beirut. Cualquier credibilidad que aún le pudiera quedar se esfumó. Entre los drusos hay discordias y pulsos dentro del partido, como ocurrió la pasada noche en Choufeit cuando Jumblatt pidió al ejército que ocupara y protegiera la sede de su Partido Socialista Progresista (PSP), con algunos de los miembros más jóvenes amenazando con actos violentos, mientras los ciudadanos observaban bajo un inmenso cartel con la foto del fundador del partido, Kamal Jumblatt, y el ejército y Jumblatt hijo desistían. Los problemas del PSP requerirán la atención sostenida de Walid en varios aspectos, según explicaban la pasada tarde miembros de su partido a este observador.
El Primer Ministro Fouad Siniora pierde algo más de su menguante influencia y estatus. Uno de sus problemas principales es que cada vez se le considera más como un títere de la administración Bush. Y esta mañana, mientras se preparaba para evitar que Bush le deseche la próxima semana, no era la menor de sus preocupaciones la llamada de atención que ayer recibió de la Secretaria de Estado Rice, aunque sin atreverse a mencionar a Siniora por su nombre:
“Nuestro apoyo al legítimo gobierno libanés, a sus instituciones democráticas y a sus servicios de seguridad es inquebrantable. Este apoyo es reflejo de nuestro firme compromiso con el pueblo libanés y con sus esperanzas de cambio democrático, prosperidad económica y armonía confesional. Nos mantenemos al lado del gobierno libanés y de los pacíficos ciudadanos del Líbano en esta crisis y les proporcionamos el apoyo que necesiten para capear el temporal”.
Ni siquiera mencionó su nombre cuando utilizó el vocabulario estándar habitual del Departamento de Estado cuando se apresta a desechar a uno de sus títeres. Sacudiendo el polvo, como en los días de Vietnam cuando John F. Kennedy (Ngo Dinh Diem) y Lyndon B. Johnson (Thies) utilizaban casi el mismo lenguaje antes de cambiar las apuestas.
El resto de los análisis de Rice les pareció a muchos en el Líbano, cuya población se encuentra en muchos sentidos entre las más sofisticadas políticamente, sencillamente obtusos: “Nadie tiene derecho a privar a los ciudadanos del Líbano de su libertad política y económica, de su derecho a la libertad de movimientos dentro de su país, de su necesidad de seguridad”.
Los funcionarios del Departamento de Estado dijeron esta mañana que la coalición internacional que apoya al estado libanés contra Hizbollah no ha sido nunca tan fuerte. Washington cree que Hizbollah “ha apretado un poco demasiado” y ahora se arriesga a distanciarse del resto de la población libanesa, incluidos los aliados cristianos más importantes de Hizbollah, según manifestó un funcionario.
La administración de Bush se puso a recordarle al mundo que en los últimos dos años ha gastado 1.300 millones de dólares en apuntalar el gobierno de Siniora, dedicando unos 400 millones de dólares a levantar las fuerzas de seguridad del Líbano. Esta declaración constituye una broma de mal gusto según algunos informados observadores libaneses:
“El dinero que la administración Bush ha gastado se ha empleado en crear una ‘Fuerza de Seguridad Interna’ sunní no para los libaneses sino para el ‘equipo gobernante’ (el nombre con el que la oposición y sus aliados denominan al actual gobierno del Líbano), que no es más una milicia dirigida por oficiales pro-estadounidenses. Hizbollah podría derrotar y disolver esa milicia de Bush en un abrir y cerrar de ojos”, según un funcionario que fue durante mucho tiempo administrador del programa de la FINUL.
Un frustrado miembro del Comité de Inteligencia del Senado estadounidense envió un email esta mañana con un matiz de ironía y cinismo refiriéndose al Presidente Bush:
“Este perdedor lo ha ya conseguido realmente. Habiendo entregado de hecho Iraq y Afganistán a Irán, ahora les ha dado el Líbano. Subraye mis palabras: Arabia Saudí es el siguiente y los saudíes lo saben y harán un trato con Irán”.
Los ganadores principales resultan obvios: la población cristiana del Líbano aliada con el Movimiento Patriótico Libre del General Michel Aoun, Hizbollah, Amal y sus sunníes, los drusos y sus seguidores internacionales.
La posición de Hassan Nasrallah es ahora posiblemente más fuerte que nunca no sólo en el Líbano sino en toda la región. Si quisiera ser un dictador para todo el Líbano, cosa que evita, podría serlo en la actualidad.
Rami Joury acertó de pleno, según el punto de vista de este observador, cuando escribió esta mañana en el Daily Star de Beirut:
“La tarea de Nasrallah es crear ahora un entorno inclusivo propicio que dé respuesta a estos y otros desafíos. No puede esperarse que él y su partido encuentren todas las soluciones, y tampoco deberían intentarlo. Si durante ese proceso no puede atraerse a otros jugadores –y no sólo a sus más próximos aliados-, Nasrallah corre el riesgo de tener que asumir el papel de dictador por defecto”.
Los combates callejeros entre prosirios y antisirios empezaron ese miércoles en Beirut, luego de que el gobierno pro-EEUU de Fuad Siniora resolviera desmantelar la red paralela de telecomunicaciones de Hezbolá, y ya, en cinco días, murieron al menos 42 personas y más de 165 resultaron heridas, según datos de los servicios de seguridad, en los que se consideran los peores choques internos desde el fin de la guerra civil (1975-1990).
Los combates entre seguidores de Hezbolá y grupos armados que apoyan al gobierno antisirio y pro-EEUU que estallaron en Beirut la semana pasada, ya se extendieron a Trípoli, la segunda ciudad de Líbano, y a las montañas Choueifat en las cercanías de la capital, bastión del líder druso Walid Jumblatt.
El oficialismo antisirio derrotado en las calles por Hezbolá está compuesto por el Partido Socialista Progresista de la comunidad drusa (PSP), las Fuerzas Cristianas Libanesas (denominadas "falangistas"), el partido Kataeb, también cristiano, y el Movimiento Futuro, liderado por Saad Hariri, hijo del asesinado ex jefe de gobierno.
Los grupos de apoyo al gobierno pro-EEUU , pobremente entrenados para el combate, se replegaron ante los organizados ataques de los combatientes de Hezbolá, que tomaron el control de gran parte de la ciudad en menos de 48 horas y rodearon las viviendas de Hariri, del líder del PSP, Walid Joumblat, y la sede del gobierno, que permanece acordonada y protegida por tropas del ejército.
Con Siniora y su gobierno acorralados y escondidos en el palacio presidencial, los combatientes chiítas avanzaban en Beirut, provocando destrozos sistemáticos en las propiedades de dirigentes del oficialismo antisirio y miembros prominentes de los partidos de la coalición gobernante pro-EEUU.
El sábado, con una gran parte de la capital libanesa bajo control de Hezbolá, y dando muestra de su derrota, Fuad Siniora revocó las órdenes contra Hezbolá -calificadas por esta organización como &quuot;una declaración de guerra"- y pidió al ejército que se hiciera cargo de la seguridad.
Hezbolá, que cuenta con el apoyo de Irán y Siria, dijo el sábado que pondría fin a su presencia armada en Beirut después de que el ejército revocara las decisiones del gobierno en su contra.
Si bien Hezbolá aceptó retirar (a modo de tregua) a sus militantes de las calles, luego que el ejército llamó este sábado a todos los grupos enfrentados a hacerlo, los observadores y analistas coinciden en que el gobierno tiene los días contados y que deberá ceder a las presiones de la oposición y convocar a elecciones parlamentarias anticipadas.
Otro punto que indica, según los analistas, la extrema debilidad del gobierno pro-EEUU es el acuerdo de repliegue táctico que concretó Hezbolá con el ejército a sus espaldas, en un esfuerzo para evitar un enfrentamiento entre los militares y la guerrilla.
El ejército libanés, una fuerza débil y sin preparación, siempre evita cualquier encontronazo con los disciplinados cuadros combatientes de Hezbolá que pusieron en fuga a los tanques y tropas israelíes del sur de Líbano en agosto de 2006.
El gobierno prosirio, como producto de la gran demostración de fuerza realizada por Hezbolá, quedó aún más aislado y debilitado mientras Washington salíó a su rescate llamando a una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para que tome medidas urgentes contra Hezbolá.
"EEUU está consultando con otros gobiernos de la región y con el Consejo de Seguridad de la ONU las medidas que deben tomarse para contener a los responsables de la violencia en Beirut", dijo en un comunicado el portavoz de la Casa Blanca, Gordon Johndro.
Por su parte, la Liga Árabe decidió enviar una delegación a Beirut para mediar por la finalización de los enfrentamientos sectarios en Líbano, los peores desde que terminó una larga guerra civil 18 años atrás.
Entre los delegados estará el secretario general, Amr Moussa, quien dijo en una conferencia de prensa realizada este domingo en El Cairo, Egipto, que la liga quiere "salvar a Líbano".
Tropas libanesas patrullaban el domingo Beirut, después de que los combatientes de Hezbolá se retiraran (según dijeron provisoriamente) de las áreas que habían capturado en enfrentamientos con partidarios del gobierno apoyado por EEUU.
Durante la noche del domingo, según Reuters, se registraron enfrentamientos en Trípoli, la segunda mayor ciudad del Líbano, entre hombres armados a favor y en contra del gobierno. Fuentes de seguridad dijeron que al menos dos personas murieron y cinco resultaron heridas.
Según Reuters, cientos de soldados apoyados por vehículos blindados establecieron bloqueos en las calles y tomaron posiciones en la zona musulmana de la capital. No había hombres armados a la vista, pero jóvenes mantenían barricadas en algunos caminos principales, asegurándose de que los puertos aéreos y marinos de Beirut permaneciesen cerrados.
La oposición liderada por Hezbolá, mientras tanto, dijo que mantendría una campaña de "desobediencia civil" hasta que todas sus demandas sean cumplidas.
La tensión regional
El deterioro de la situación en el Líbano y en todo Oriente Medio disparó en los últimos días los temores al estallido de una nueva guerra entre el grupo chií Hezbolá e Israel, que podría ser inminente, según fuentes israelíes y libanesas citadas por la prensa árabe e Israelí.
Declaraciones de los últimos días del líder de Hezbolá ratificaron esa tendencia alimentada por múltiples señales y movimientos militares.
El líder de Hezbolá volvió a advertir que la organización político-militar está preparada para una guerra abierta más allá de las fronteras del Líbano contra Israel a quien responsabilizó de la muerte del comandante militar de ese grupo Emad Mugniyeh el 12 de febrero pasado.
El asesinato en Siria de un comandante de Hezbolá, a fines de marzo, por medio de un atentado atribuido a los servicios secretos de Israel, reactualizó a Líbano como eje de un conflicto que puede desembocar en una guerra regional con Irán y Siria como protagonistas centrales.
Además de involucrar nuevamente a Irán y Siria y poner nuevamente a la región en pie de guerra el asesinato del comandante de Hezbolá reavivó el cuadro de "guerra civil" en Líbano y otorga a Israel y a EEUU nuevos argumentos para una nueva intervención militar en la región.
La masacre aérea israelí de 33 días en 2006 se cobró más de 1.200 vidas libanesas y 4000 heridos, además de destruir la economía y la infraestructura de Líbano, y no logró los objetivos marcados por Tel Aviv (la destrucción de Hezbolá), según el informe Winograd encargado a una comisión no independiente por el ejecutivo israelí para depurar responsabilidades.
Luego del bombardeo israelí de julio-agosto de 2006 , tanto Washington como Tel Aviv descartaron una operación militar en gran escala, tanto en Líbano como en Gaza, por temor a que una nueva masacre de civiles y un nuevo fracaso militar detone una oleada de repudio internacional y complique sus planes en la ONU con Irán y Siria.
Por lo tanto, concentraron sus esfuerzos en un Plan B (que tiene a la ONU como actor central) cuyo objetivo estratégico principal es una intervención militar en Líbano y Gaza desplegando una fuerza militar ofensiva conducida por la OTAN (como la que está actuando en Afganistán) para que tome el control en reemplazo de de las fuerzas "no ofensivas" de la ONU.
De conseguirse este objetivo, y como ya está sucediendo en Afganistán con el gobierno títere de Karzai, las administraciones de Abbas y de los "antisirios" encabezados por Fuad Siniora, con sus respectivos aparatos militares, pasarían a cumplir el rol de "auxiliares" de las fuerzas represivas de la OTAN contra Hamás, Hezbolá y las organizaciones de resistencia a Israel.
De esta manera, Israel y EEUU, mimetizados en el control de la fuerza multinacional, controlarían una nueva operación militar de exterminio de Hamás y Hezbolá, sin exponer a sus ejércitos al desgaste de nuevas invasiones militares abiertas que ya han demostrado su inoperancia desde el año pasado hasta aquí.
La operación relámpago de "toma de Beirut" lanzada por Hezbolá rompió el equilibrio de poder, mostró la extrema debilidad combativa de los grupos prosirios, y volvió a poner contra las cuerdas al gobierno colaboracionista de Fuad Siniora que sigue mostrando para cumplir con la promesa realizada a Washington de "desarmar a Hezbolá".
Para los analistas y observadores, de nuevo con Hezbolá victoriosa, en Líbano se profundiza un nuevo capitulo de una guerra regional latente que tiene a Israel, Irán y Siria como los protagonistas centrales.
El encuentro en Qatar es el resultado de la gestión mediadora de una misión de la Liga Arabe.
Las dos partes aceptaron la víspera restablecer el diálogo para formar un gobierno de unidad nacional, además ambos adoptaron un acuerdo de seis puntos, con cuyo cumplimiento se proponen resolver los problemas centrales de la crisis.
Un programa de las negociaciones trasladado a la prensa indica que el emir de Qatar, Hamad bin Khalifa al Thani, abrirá las conversaciones en un hotel de Doha a las 21:00 hora de ese país.
Son también temas importantes en las conversaciones, el establecimiento de una ley electoral previa a los comicios generales de 2009 y la aprobación como aspirante a la presidencia del general Michel Suleimán, hasta ahora jefe de las fuerzas armadas.
Líbano permanece sin esa figura pública desde noviembre de 2007, cuando concluyó el mandato de Emile Lahoud y aunque existe consentimiento respecto a que Suleimán ocupe el cargo, el legislativo debió posponer en varias ocasiones la sesión sobre su candidatura.
El dirigente de Hezbolá ha manifestado que no existe un diálogo claro, aunque sí algunos acuerdos: "Somos flexibles, pero no a expensas de nuestras constantes. No aumentaremos el límite máximo de nuestras reivindicaciones pero tampoco las reduciremos”. El primer ministro qatarí, el jeque Hamad bin Yasem, tuvo que intervenir en varias ocasiones para acercar los puntos de vista de las dos partes, reunidas a puerta cerrada en un hotel de Doha.
Así mismo, Raad ha anunciado la sustitución del líder del grupo chií, Hasan Nasralá, para intentar sacar al país de la crisis que atraviesa. Por último, el líder añadió que desestimaría cualquier acuerdo que no incluya la formación de un gobierno y la reforma de la ley electoral: “deseamos adoptar una ley electoral con cláusulas claras que se apliquen a todas las regiones libanesas. Comprendemos las circunstancias de algunos (grupos) y hemos mostrado alguna flexibilidad, pero no se alcanzará un acuerdo si favorece a unas de las partes”.
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