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España S.A. llamada a la quiebra |
Imagínense ustedes una tienda que se encontrara en la siguiente situación. Durante años y años había incrementado sustancialmente sus compras tanto de aprovisionamientos para autoconsumo, como de bienes intermedios llamados a ser transformados y, finalmente, productos destinados a su comercialización directa. Aunque las ventas se situaban sustancialmente por debajo de las adquisiciones, a los proveedores parecía no importarles demasiado. La tienda pertenecía a la Unión Gremial, organismo internacional que, para comodidad de todos los afiliados, había impuesto tanto una moneda común, que impedía cualquier tipo de rebaja si a alguno de los establecimientos no les iban también las cosas, como unas políticas homogéneas de financiación al establecer de modo uniforme el precio del dinero. Pese a que la institución abarcaba realidades muy distintas, al acreedor poco le importaba. Había una realidad supranacional que pasaba por encima de las peculiaridades locales y que actuaba como paraguas en caso de tempestad.
Además, hasta entonces los proveedores eran conscientes de que esa tienda vivía un proceso de enorme desarrollo, probablemente sin parangón en el mundo comercial occidental en los últimos años. Con la entrada en la Unión Gremial, el resto de los asociados habían echado el resto para adecuar sus estándares a los que regían en otros establecimientos similares, mediante una cuantiosa aportación de fondos. Las rebajas monetarias dispararon las ventas de todo tipo de productos, especialmente los ligados a la vivienda, lo que provocó un enorme incremento de la plantilla con mano de obra fundamentalmente extranjera. En un entorno, además, de bajos precios, goldilocks o crecimiento sin inflación, los aumentos en la actividad de la sociedad económica, tanto en términos nominales como reales, eran la envidia de muchos de los otros socios de la Unión, que se planteaban incluso, sotto voce, si no habrían sido demasiado generosos en el pasado. Esa tienda 24 horas, abierta todo el año, que era y es España, aparentaba navegar a todo trapo, camino del liderazgo mundial en no se sabe la cantidad de facetas. A nadie parecía importarle los cimientos de deuda sobre los que se construía esta historia. ¿Hasta cuando?
Parece que llega la hora. Porque miren ustedes: mal, muy mal, tienen que ir las cosas cuando una de las noticias más importantes de la semana, al menos desde el punto de vista económico, se ha quedado como mero teletipo de agencia que no merece ni mayor relevancia, ni más profundos comentarios. Ya se sabe, a fuerza de repetir lo extraordinario, se acaba convirtiendo en cotidiano. El déficit de la balanza comercial española ha crecido en marzo un 20,2% respecto al mismo periodo de 2007. Aunque el tendero, llámese gobierno, lo achaca parcialmente al efecto Semana Santa, la crudeza de las cifras invita a pensar que la solución de este desequilibrio financiero, ni va a ser rápido, ni se va a producir de forma sencilla. Más bien al contrario. El hecho de que la importaciones o compras crezcan al doble de ritmo que las exportaciones o ventas(10,1% contra 5,2%) y que la base de partida de aquellas (74.259 millones de euros) se sitúe un 57% por encima de éstas (47.431.3) implica que sólo un freno drástico de las compras y un aumento súbito de las ventas permitiría corregir el gap entre unas y otras que nos ha convertido en líderes de déficit comercial respecto al Producto Interior Bruto a nivel mundial.
Tradicionalmente una situación como la descrita se resolvía mediante instrumentos de política monetaria, ya fuera devaluación de la moneda, con el fin de aumentar la posición competitiva de las ventas, o aumento de tipos de interés que buscan atraer capitales extranjeros que sigan financiando la fiesta. Sin embargo, ambas posibilidades quedaron invalidados como consecuencia de la entrada en la Unión Gremial. La solución hay que circunscribirla, por tanto, al ámbito interno. O bien se desaceleran las compras, esto es, cae la demanda interna, con el consecuente efecto sobre la actividad y el empleo, o se incentivan las ventas, mediante mejoras de la competitividad, especialización e innovación, requiriéndose, en cualquier caso, la fortaleza de las cuentas públicas como elemento estabilizador. Pues bien, ni una, ni otra, ni la tercera. La dependencia energética de España (el 80% de su aprovisionamiento es exterior), que hay que acometer a cualquier precio, impedirán una reducción drástica de las compras; el nivel actual del euro, aunque corrija parcialmente, limitará que cualquier cambio de modelo de crecimiento que se quiera implantar, nuevo esquema cuya materialización llevará tiempo, se concrete en mayores ventas a corto y medio plazo a lo que tampoco ayudará el enfriamiento mundial; el superávit de la Administración del Estado tiene los días contados y más si nos atenemos a los terribles datos de Funcas del jueves (ojo con la Seguridad Social).
¿Y entonces? Pues bueno, falta el elemento clave a mi juicio de toda esta ecuación. La equis del particular galimatías económico en el que nos encontramos. Si uno es financiado es porque hay alguien que financia. Y todo el que financia espera obtener un retorno al dinero prestado equivalente, al menos, no tanto a la inflación cuanto a su coste de oportunidad de no estar financiando otro mercado, función de su perfil de riesgo. Pues bien, ¿cuál es el argumento ahora para mantener el crédito a un país que debe hasta la camisa, donde las soluciones internas a aplicar resultan, cuando menos, de dudoso éxito y lejanas en el tiempo y la política económica exterior tradicional de imposible materialización? Ustedes mismos. No quiero ni pensar lo que puede ocurrir el día en que muchos de los que hasta ahora participaron en el crecimiento de la tienda, decidan que ha llegado el momento de cerrar las líneas de financiación y mirar hacia otro lado. El pasivo, apuntes contables aparte, tiene un pequeño problema: su exigibilidad. Y normalmente cuando las cosas se complican, y parece que hay algún problema crediticio en el planeta, es cuando los acreedores hacen cola a tu puerta, sálvese quien pueda, reclamando lo debido. La Unión Gremial y la globalización, sin duda, actuarán como parapetos. La resistencia de ese establecimiento que es España, S.A. dependerá de la virulencia de la tormenta. Y los nubarrones son de cuidado. No estamos tan lejos de Islandia. Buena semana a todos.
McCoy

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, monopolios, multitud, politica.
Solbes reconoció el jueves que «el ajuste se está desarrollando de un forma más abrupta a la deseable» y que la economía podría reproducir la situación de «estanflación» (estancamiento junto a una elevada y sostenida inflación) de finales de los años setenta.
Si se registrara un crecimiento negativo en este segundo trimestre de 2008 (el dato oficial se conocerá el 14 de agosto), y éste se replicara en el siguiente periodo, la economía española entraría técnicamente en recesión. No obstante, un nivel de evolución negativa ya puede considerarse como tal, debido a los tasas de elevado crecimiento que la preceden. Dos decrecimientos intertrimestrales del PIB no se producen desde la crisis de los precios del petróleo de finales de 1993. Pero en aquel momento se veía venir, la economía llevaba varios años inmersa en una difícil coyuntura. La desaceleración viene ahora de crecimientos intertrimestrales altos, del 1,1% por ejemplo de hace sólo un año ( e interanuales del 4,1%) o de ocho décimas, registrado en el cuarto trimestre de 2007. Todo esto demuestra la rapidez y la contumacia del deterioro económico.
En cualquier caso, las cajas apuestan por una leve tregua en la desaceleración para que luego vuelva con más virulencia. Estiman que en el tercer y cuatro trimestre de este año «podría recuperarse ligeramente» el crecimiento debido a que la reducción del IRPF (400 euros) en las nóminas en julio «ofrecerá un respiro al consumo».
Sin embargo, matizan que sólo será «de manera transitoria y dentro de una tendencia general de desaceleración». Otros analistas dicen que los 400 euros se dedicarán a pagar las hipotecas y algo a ahorro por el miedo a la coyuntura actual, y que no se destinará a consumo. Advierten además que este efecto «será incapaz de enderezar el impacto subyacente sobre la actividad y el empleo del derrumbe en la construcción, por lo que, una vez que se diluya el mismo, el ritmo de crecimiento volverá a decaer en la primera mitad de 2009».
Funcas considera además que las perspectivas económicas se han deteriorado de «forma acelerada» desde el comienzo del año. «Con cada nuevo indicador que se publica, empeora el panorama», añade.
Por ello, recorta de nuevo sus previsiones y sitúa el crecimiento para 2008 en un 1,6% (siete décimas por debajo de la última revisión a la baja del Gobierno) y para 2009 en un 0,4% (casi dos puntos menos que las previsiones de Solbes para este año).
En cuanto a la inversión, las cajas prevén que se van a presentar «variaciones negativas» en 2008 y en 2009. En este año la inversión en vivienda sufrirá un descenso del 5,9% y llegará hasta el -15,6% en 2009; y en bienes de equipo, sólo alcanzará el 1,5% en 2008 mientras que en el próximo ejercicio será del -1,7%.
Sobre el empleo, señalan, este año se creará menos de un tercio del registrado en 2007 y que en 2009 se producirán tasas negativas. Así, la creación de puestos de trabajo apenas pasará del 0,8% en 2008 y en 2009 se producirá una disminución del 0,9%, elevando la tasa de paro hasta el 10,2% este año (la previsión del Gobierno es del 9,8%) y hasta el 12,5% en el próximo. Las previsiones de las cajas indican que el superávit se recortará hasta el 0,4% en 2008 (en 2007 alcanzó el 2,2%) y que en 2009 «cambiará de signo» hasta registrar un déficit del 1,4%.
No son pocos los que empiezan a temer que la economía española entre en recesión en el segundo trimestre, supuesto que se entienda recesión al modo estadounidense, es decir, como un descenso del PIB en términos intertrimestrales durante dos trimestres consecutivos. Pero la comparación relevante sigue siendo la medición en términos interanuales; dibuja mejor los perfiles del crecimiento y permite establecer una hipótesis sobre el punto final de la desaceleración. Así calculada, la probabilidad de una recesión es muy baja, en torno al 10%. Lo cual no empece para que el pronóstico siga siendo oscuro: se acentuará la destrucción de empleo, la tasa de paro superará probablemente el 11% a finales de 2008 y el ejercicio de 2009 empezará con tasas de crecimiento en tono al 1,5%
Lo preocupante de los datos de Contabilidad Nacional no radica sólo en el ritmo de la desaceleración -todavía compatible con un crecimiento anual en torno al 2% como media en el conjunto de 2008- sino en el hecho de que, a pesar de la congelación de la actividad, los desequilibrios básicos sigan siendo muy elevados. Ni el déficit corriente ni la tasa de inflación han reaccionado a la caída de la demanda. Cabe esperar que durante los próximos meses el enfriamiento rápido de la economía reduzca la presión de las importaciones y modere los precios.
Comienzan a perfilarse dos perspectivas políticas sobre esta desaceleración. Para unos, entre los que puede incluirse a Pedro Solbes, la coyuntura debe aprovecharse para corregir los excesos en el sector exterior y en la inflación; no ha lugar, pues, a intervenciones en los mercados que atenúen el vertiginoso ajuste económico. Para otros, más próximos a la presidencia del Gobierno, resulta esencial atenuar las consecuencias de la crisis, porque el coste laboral puede reducir, incluso liquidar, el margen presupuestario para ejecutar políticas sociales muy rentables en votos. El pulso promete discusiones intensas.
No en vano, España ha reducido en los últimos años el volumen de deuda respecto al PIB de forma notable, hasta el punto de que si entre 1996 y 2007 el endeudamiento bruto representó una media del 53,2% del Producto Interior Bruto, en 2008 se situará al final del ejercicio en el entorno del 35% del PIB, lo que convierte a España en una de las naciones desarrolladas menos endeudadas en términos presupuestarios –otra cosa es la cuantía del déficit exterior-.
La reducción del endeudamiento público ha sido posible gracias a la caída de los tipos de interés registrada desde la incorporación de España al euro y al saneamiento de las cuentas públicas, que ha permitido reducir de forma importante la carga financiera del Estado. Durante estos últimos años el margen ha sido tan grande que, incluso, buena parte de las inversiones públicas han sido financiadas con la emisión de activos financieros, lo que ha permitido al Gobierno presentar año tras año unos datos de saldo presupuestario más positivo que los que se hubieran producido en caso de que esas inversiones se hubieran financiado con operaciones no financieras.
Números rojos
En un contexto económico notablemente más debilitado, la única herramienta con que cuenta Solbes para impedir que el PIB se deteriore más rápidamente es tirar de emisiones públicas con las que financiar el aumento del gasto y sortear la caída de los ingresos. Eso explica que algunos servicios de estudios hayan previsto ya que en 2009 volverá a crecer la deuda pública respecto del PIB, algo que no ocurría prácticamente desde la introducción del euro. Funcas, el servicio de estudios de las cajas de ahorros, ha previsto, por ejemplo, que la deuda pública represente el 36,4% del PIB en 2008, lo que supone 1,4 puntos porcentuales más que el 35% que se alcanzará, previsiblemente, este año. Dicho en otros términos, teniendo en cuenta que cada punto del PIB equivale a unos 10.000 millones de euros, eso significa un endeudamiento adicional de unos 14.000 millones de euros que servirán para contrarrestar el cambio de ciclo y su efecto sobre las cuentas públicas sin que se dispara el déficit fiscal.
Aunque el Gobierno sostiene que el superávit presupuestario no está amenazado ni este año ni el siguiente, lo cierto es que la mayoría de los institutos de coyuntura duda de que el Estado pueda esquivar los números rojos el año próximo, lo que obligará al Tesoro Público a aumentar sus emisiones. Con datos hasta marzo de este año, la deuda pública del Estado asciende a 303.618 millones de euros, con una vida media de 6,95 años. El tipo de interés medio se sitúa en el 4,44%, menos de la mitad que el existente en la recesión de 1992 y 1993, lo que desde luego es un factor a tener en cuenta para analizar la intensidad del ajuste del gasto público y comparar aquel periodo con el actual.
En la actualización del Programa de Estabilidad 2008-10, presentado hace apenas cinco meses, el Gobierno ha previsto que la deuda pública mantuviera una senda descendente, hasta el 32% el año próximo y el 30% el siguiente, pero en un contexto presupuestario y macroeconómico claramente mejor, y que ahora deberá ser revisado.
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El Ministerio de Economía y Hacienda atribuye la caída del superávit, que equivale al 0,8% del PIB, a la desaceleración económica que atraviesa la economía española y que está afectando de manera más pronunciada al sector inmobiliario, así como al alto precio del crudo, "que está produciendo aumentos en los costes empresariales y por tanto una merma en sus beneficios".
El excedente presupuestario del Estado español ha caído un 55% en los cuatro primeros meses del año respecto al mismo período en 2007, hasta 8.900 millones de euros, es decir un 0,79% del Producto Interior Bruto (PIB), anunció este martes el ministerio de Economía.
El Gobierno ha explicado que esta bajada es consecuencia de la desaceleración económica, principalmente en el sector inmobiliario, y de la subida de precio de los carburantes, que conlleva una disminución de los beneficios de las empresas, según el comunicado.
En los cuatro primeros meses de 2007, el excedente presupuestario era de 20.170 millones de eruos.
Los ingresos del Estado fueron de 56.125 millones de euros, mientras que los gastos se elevaron a 47.218 millones de euros.
Los ingresos del IVA bajaron un 10,2% interanual a causa de la bajada de los beneficios brutos en el sector de la construcción y el agravamiento del efecto de los precios elevados del petróleo, según el comunicado.
Los ingresos por el impuesto sobre las sociedades bajaron un 59,5%, pero el Gobierno afirma que esta cifra no es significativa de la evolución futura de este impuesto, ya que numerosas reformas, como la extensión del plazo de ingreso del primer pago fraccionado, impiden realizar comparaciones.
El Gobierno español espera poder mantener un excedente presupuestario para 2008 pese a la ralentización económica, que le ha obligado a revisar a la baja sus previsiones de crecimiento.
El sector inmobiliario que ha sido el verdadero motor de la economía española en los diez años anteriores, de frenesí de compra y construcción, está bajando desde finales del año pasado.
La economía española está en plena ralentización, tras un crecimiento del 3,8% en 2007. El crecimiento debería ser más débil en 2008, situándos en el 2,3% según la última previsión gubernamental.
Como consecuencia de ello, y esto es lo relevante, los precios industriales que no tienen en cuenta la evolución de la energía suben ya a un ritmo del 5%, lo que significa que el efecto secundario del encarecimiento del petróleo se ha trasladado ya al resto de sectores productivos. A esto se llama habitualmente la inflación de segunda ronda, algo que preocupa sobremanera a las autoridades económicas, ya que ello supone que los precios no están ya sólo influidos por la cotización del barril de crudo, sino que puede haber nacido la temida espiral inflacionista.
Dependencia del exterior
Los precios industriales marcan la tendencia sobre lo que pasará con la inflación en los próximos meses, toda vez que suponen un aumento de los costes para el productor o el industrial, que tarde o temprano se verán obligado a trasladar a sus clientes el incremento de los precios en origen. Una parte del aumento de los costes puede ser absorbida por las empresas para no perder cuota de mercado, pero otra, la más importante, afectará al bolsillo de los ciudadanos.
Hay que tener en cuenta que el índice de precios industriales sin energía supone el 82% de los precios en origen. Esto significa que si están subiendo en estos momentos un 5%, ésa es la inflación ‘tendencial’ de la economía española, un concepto más amplio que el que recoge el IPC, que tiene en cuenta los precios que pagan los consumidores sin atender la evolución de los costes.
Otra de las variables que influyen en el proceso de formación de la inflación tiene que ver con la evolución de los precios de las importaciones, sobre todo para un país tan dependiente del exterior como España. Y lo que dicen los datos oficiales es que los precios de las mercancías que España compra en el extranjero están subiendo un 6,9%, con un espectacular incremento del 38,2% en el caso de la energía.
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