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Con China no hay cuartel

En todos los países, los líderes políticos suelen personarse en los escenarios de catástrofes. Forma parte del cargo, del sentido de la responsabilidad y también hay un componente de imagen. Sólo en China es un mero asunto de "propaganda", de "legitimación del régimen", o de "paternalismo", si hay que creer el tono de tantos informes de prensa de estos días.El Primer Ministro chino, Wen Jiabao, viajó el jueves a la zona afectada por el terremoto de Sichuan. Wen, de 65 años, es el político chino más popular, muy por delante del Presidente de China y Secretario General del Partido Comunista, Hu Jintao, su superior jerárquico. Mientras Hu es un hombre serio y poco expresivo, Wen ha prodigado todo tipo de expresiones de calor humano en situaciones difíciles; empezando por las inundaciones del río Yangtzé de 1998, pasando por la crisis del síndrome respiratorio agudo de 2003 (Sars), los crónicos accidentes mineros y los encuentros con enfermos de sida, y concluyendo con el actual terremoto.

En todas estas situaciones, Wen, geólogo de formación e hijo de maestros, se ha forjado una reputación de "ministro del pueblo". Es, sin duda, el más querido por la ciudadanía. Algunos lo comparan con Zhu Enlai, la cara amable, y razonable, del maoísmo.

El viaje de ayer de Wen a la zona afectada era el segundo. El primer ministro ya se personó en el lugar el mismo día del siniestro, el lunes 12, menos de dos horas de conocida la noticia. Wen permaneció en el lugar los siguientes cuatro días, hasta que fue relevado por el Presidente Hu.

En todos los países, los líderes políticos suelen personarse en los escenarios de catástrofes. Forma parte del cargo, del sentido de la responsabilidad y también hay un componente de imagen. Sólo en China es un mero asunto de "propaganda", de "legitimación del régimen", o de "paternalismo", si hay que creer el tono de tantos informes de prensa de estos días. Ni siquiera con un terremoto de más de 80.000 victimas, ha habido tregua hacia China. Sí, la evidencia ha sido demasiado aplastante, y hasta se ha elogiado la relativa eficacia y rapidez del operativo de socorro y rescate, así como la respuesta de la población y la transparencia informativa. Al mismo tiempo, ha sido inevitable continuar citando la "campaña maoísta", el "nacionalismo", y la "propaganda" como salsa del viejo plato precocinado del prejuicio y la hostilidad.

Los primeros días de la crisis, la llegada o no de equipos de rescate de Japón, algo absolutamente anecdótico, ocupaba los principales menús de la palabra "China" de los buscadores "google" y "yahoo". Parecía que el destino de las centenares de miles de víctimas de ese terremoto dependiera de la llegada o no de un puñado de especialistas japoneses. La analogía con Birmania intentaba abrirse paso, pero no prosperó porque la comparación era demasiado absurda incluso para el nivel habitual. En las crónicas, el desmoronamiento de casi 7000 aulas escolares, supuesto resultado de la "corrupción", levantaba cabeza, a partir de la desesperación de los padres de las víctimas de la escuela de Juyuan, que se derrumbó como un castillo de naipes en una ciudad en la que la destrucción apenas alcanzó al 10% de los edificios.

La perdida masiva de niños, frecuentemente de familias de hijo único, es una injusticia demasiado cruel como para que no haya "culpables". La búsqueda de culpables en tales situaciones es humana. Hace 20 años, en Leninakan, Armenia, la gente decía lo mismo, pedía la piel de los gobernantes, ante las ruinas de los grandes almacenes "Dietski Mir" ("El mundo de los niños"), que se hundió sepultando a decenas de mamás con sus niños que se encontraban dentro comprando juguetes…

Pero en Sichuan han caído más de cinco millones de casas y casi seis millones de edificios sufrieron graves daños. Las 7000 aulas, que no escuelas, no parece una proporción desmesurada, pese a lo cual se abrirán "investigaciones". En Pakistán (75.000 muertos en 2005) con un seísmo del sexto grado en la escala de Richter, dos por debajo del de Sichuan, todo se cayó y la destrucción fue peor, ha explicado un especialista. En un sistema como el chino, la presencia del Primer Ministro en el lugar, es importante para movilizar la vertical burocrática de poder. Pero en China si hay transparencia es "propaganda", si la población es solidaria y se moviliza, es "nacionalismo", y si hay un seísmo de grado ocho en la escala de Richter, es que hay corrupción. Con China, todo es política, no hay miedo al ridículo, no hay cuartel.

Rafael Poch

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