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A vueltas un año más con el 14 de Abril |
Antes me fijaba más en las cartas de los lectores, por si alguna oxigenaba la cuadra de opinadores profesionales. Hoy he leído una que o bien no he llegado a entender o “francamente” su in crescendo era una fusión monárquico-republicana tan original que deja hueca la colección de oxímoron de Eduardo Galeano. La publicación de la carta del lector opinante me pasma: de verdad, el periódico Público se suma a la ceremonia de la confusión reinante desde hace más de 30 años, puesto que también nos quiere convencer de que el rey –a estas alturas- sería el mejor presidente republicano, con lo que para qué elegirlo democráticamente, si ya lo tenemos. Que esto sea continuidad con el régimen anterior que fue el que lo nombró no es más que una casualidad a la que algunos retorcidos queremos sacar punta. Concretamente, el Sr. Taracena escribe: “Lejos de heredar del franquismo la situación actual, los treinta años de democracia se alimentan de los valores republicanos de la Constitución de la República de 1931”.
Pues bien, cuando supuestamente culminaba la transición, estudiaba derecho político. En ningún momento me enteré de que se restableciera el orden y legalidad republicanos ni mucho menos sus valores superiores. Los actuales me da que tienen más que ver con sus propios padres constituyentes, como Fraga o Cisneros que durante el franquismo velaban armas para armarse caballeros democráticos (que por el camino se les escapara algún tiro por mejor servir Franco o ya al mismo rey, pues peor para los mineros o currantes de turno). Y por poner un ejemplo, el laicismo de Azaña yo hoy en 2008 no lo veo por ninguna parte. La democracia cristiana que ni por entonces ni con la “restauración” democrática prosperó, sí dejó sus valores en la clase política, incluida la izquierda católica. ¡Y bien que se ve!
Tampoco me he apercibido de la plena rehabilitación de las autoridades republicanas y de quienes, las más de las veces simples ciudadanos, la sirvieron con su vida, en muchos casos, dándola incluso. En cambio, hemos asistido a la consagración de franquistas (no sé porque me acuerdo ahora de Martín Villa, por ejemplo) a quienes, a la postre, no les faltan motivos para ponerse medallas (o no sé si peor aún, que se las pongan) por su notable participación en lo que tenemos. Por otra parte, cuando dice “la memoria histórica se ha impuesto” se contesta él mismo según continúa la proclama “al menos se ha escuchado la voz en forma de ley de aquellos que sufrieron la discriminación, la persecución y el crimen”. Ya conocemos en que ha quedado la ley y sus efectos.
Por tanto, su inicial referencia a la Historia como “posicionador” incontestable del golpe y de la guerra fratricida en “su lugar” (debe entenderse el que le corresponda) es más que discutible. (Cito textualmente: “Tampoco es necesario remarcar aquello que la Historia ha posicionado en su lugar”).
No sólo porque la Historia no es inapelable, se escribe o se inventa -como decía Machado acerca de la verdad- día a día; es que historiadores, no precisamente oscuros revisionistas, como Francisco Espinosa y antes Reig Tapia, tienen claro que los promotores del golpe siguieron con él a sabiendas de su fracaso, que contaron con una guerra como solución de sus intereses, y que no se trata de una guerra civil o fratricida. No puede llamarse de este modo a un exterminio de población civil trabajadora –genocidio- fríamente previsto e impunemente ejecutado por unos militares y paramilitares auxiliados por los fascismos y silencios exteriores.
Después ya la misiva comentada adquiere tintes insuperables de onirismo político: “Esta normalidad democrática restaurada debería impulsar al Estado y al mismo rey de España a señalar oficialmente el día 14 de abril como fecha a conmemorar un hito en la Historia de España.” (síc).
Normalidad democrática, ¿grosso modo? El rey presidiendo actos oficiales pro republica in memoriam (¡!), a ver si ya de paso su padre y abuelo eran también criptorrepublicanos.
Claro, este señor, cómo no va a sorprenderse de que después de restablecidos los valores republicanos persista “la nula contemplación del 14 de abril como día de la llegada de la República.” (cita completa: "existe una descomunal desproporción entre las 40 celebraciones del 18 de Julio como día del Alzamiento Nacional y la nula contemplación del 14 de Abril como día de la llegada de la República.” (¡Y tanto! Que se dé prisa el Borbón si quiere compensar los 18 de julio que celebró por los 14 de abril que le quedan por celebrar).
Su final es un designio tan real como indescifrable: “Es el propio rey de España, haciéndose eco de su propio Gobierno, quien debería alejarse de posturas recalcitrantes de antaño. Sin prejuicios y sin complejos –igual que la posderecha, para entendernos (comentario mío)-, es el Jefe del Estado de una República (¡?) cuyo presidente es un monarca -cabe, tal vez en su sentido etimológico: comentario mío- más aún, una institución monárquica. La Corona. El rey.”
“Mientras los españoles no sepamos discernir entre estos dos hechos igualmente históricos, no alcanzaremos la madurez que han alcanzado, por ejemplo, los alemanes”.
Desde luego que esta carta tampoco ayuda a discernir, en todo caso ayuda a madurar, al tiempo que lo refleja públicamente, el estado de “confusión reinante”. Un republicano como Bergamín tuvo la mala suerte de llegar a verlo. Acudan por favor los españoles maduros a preguntarle a su tumba, allá por Hondarribia, si pudo contemplar la normalidad democrática y si la constitución de 1978 reponía el orden republicano del 31 en ese mismo año en que escribía sobre la confusión reinante.
Blas López-Angulo

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, mentiras, multitud, politica.
No sirve bajar los brazos, no vale agachar la cabeza donde todo es control. Ahora sí:
Salud y República.
En este año 2008 se van a cumplir veinticinco años de la muerte en Donostia de quien, tal vez por lo público de su genio y figura, fuera considerado por algunos como «el último republicano», aquel Bergamín que murió soñando en la Tercera República.
Luchó por la República toda su vida. Por ella conspiró en plena dictadura de Primo de Rivera para hacer realidad el 14 de abril, él, escritor y pensador que nunca fuera un hombre de acción. Respaldó a la República con espíritu crítico pero con entrega absoluta cuando la derecha acosaba desde dentro para hacerla caer, en momentos en que tantos intelectuales se desenganchaban de ella. «¿Cuántos intelectuales del 14 de abril, dulcísimo florecer republicanizante, lo siguieron siendo el 18 de julio, ardiente, doloroso estío popular, revelación sangrienta de la viva conciencia española?», denunciaba el escritor ya en el exilio de México.
Defendió a la República contra la avalancha militar, convertido en uno de los grandes iconos de la resistencia republicana. Asumió todo tipo de responsabilidades en la Alianza de Intelectuales Antifascistas o en la propaganda, alentando al pueblo y con el pueblo en «El mono azul» y «Hora de España». En esta última escribía: «Nuestro deber de intelectuales, deber glorioso, es luchar con la cultura amenazada, con el pueblo, porque en el pueblo está la única defensa posible y verdadera».
Exilado en Francia, México, Venezuela o Uruguay, fue siempre un símbolo como portador de la antorcha de la República. Ésa fue su tarjeta de presentación ante amigos y enemigos. El franquismo volvió a desterrarlo en los años sesenta y mientras Francia le cubría de honores junto a sus grandes amigos Pablo Picasso y Luis Buñuel, en España se le denigraba o silenciaba.
Ni siquiera la muerte del dictador alivió la losa que cubría su voz. Su pluma impenitentemente republicana siguió repudiando una monarquía que consideraba además heredera directa del franquismo. Por la República aceptó en las primeras elecciones de la transición, aunque fuera casi simbólicamente, una candidatura como senador por una coalición republicana de izquierdas.
Defendiendo la República y denunciando la transición como impostura en la que se instauraban los demonios de una constitución monárquica se autoexiló en Euskadi para, mirando atrás con ira, dejar el testimonio de sus incorruptibles coherencias.
Vivió en Donostia su último año. Quería y amaba a los vascos y los veía con respeto aunque tenía su propia visión republicana y federal. En «Sábado Gráfico», un año antes de la muerte de Franco, en setiembre del 74, Bergamín veía en un sueño a España como un inmenso desierto en el que millones de avestruces inmóviles surgían de pronto a la vida. Explicaba: «Cada una de las diversas comarcas españolas tan contrastadas y contradictorias entre sí se juntarían libremente para recuperar su auténtica fisonomía, sin destruirse por una mentirosa unidad ficticia impuesta desde fuera como una máscara».
Más tarde, en plena transición, denunciaría «la impostura estatal de la unidad española monárquica», abogando por «la unión independiente y libre de los pueblos españoles» enmarcados en una Tercera República federal moderna y abierta a la pluralidad. En febrero de 1979, en el único mitin al que asistió como candidato al Senado por Izquierda Republicana-PCml, pronunció unas palabras memorables: «Esta República que es España está defendiéndose por la resistencia de un pueblo heroico y admirable. Y hago la afirmación de que nuestra República, que es nuestra España, que es para nosotros España misma, ahora está empezando a revelarse con claridad evidente en Euskadi, por lo que quisiera añadir un grito (grito que doy con mi silencio más que con mi voz). ¡Viva Euskadi! y ¡viva la República!». ¡Había que tener valor para pronunciar este grito en el corazón de Cuatro Caminos!
Ya en Euskadi, su visión del País Vasco fue todavía mucho más radical. En el fondo, la misma procedía ante todo de su coherencia republicana con una España a la que siempre amó apasionadamente. «Fui peregrino en mi patria desde que nací/ y fue en todos los tiempos que en ella viví/ y por eso sigo siéndolo ahora y aquí/ peregrino de una España que no está en mí./ Y no quisiera morirme aquí y ahora/ para no darle a mis huesos tierra española», escribiría en la sierra de Huelva en un desgarrado poema antes de autoexilarse a Euskadi. Sus huesos reposan hoy en el cementerio de Hondarribia. Son los huesos de un genial soñador que murió soñando en la Tercera República.
Xabier Sánchez Erauskin
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