Cuando era un chiquillo, recuerdo, que en uno de los capítulos de mi paisano burgalés de Poza de la Sal, el doctor Félix Rodríguez de la Fuente, del “El Hombre y la Tierra”, nos mostraba la vida del Lobo Ibérico. Seguro que muchos que han pasado de los cuarenta años, lo recordarán también.
Burgos conserva en sus sierras una población importante de ellos y siempre ha sido un animal muy atractivo para mí, que los he visto en libertad, que he tenido esa suerte ya que es un animal muy huidizo.
El lobo periférico es aquel que después de haberse enfrentado al líder de la manada y perder en la lucha, es expulsado de ella. Se queda sólo vagabundeando por los montes o uniéndose a otros lobos periféricos que corrieron su misma suerte.
Ahora, con el paso de los años, me he dado cuenta de que ser un periférico es mi posición social. Me he ido alejando de otros lobos para padecer lo menos posible su sumisión. De grupos donde era la pieza que no encajaba en el puzzle sin que por ese motivo renegara a la lucha. Sin evitar que las cicatrices de traiciones y decepciones dejen de recordarme que por sufrirlas nos auto expulsamos.
Pero gracias a esa convicción hemos conocido a otros desterrados que caminan en la dirección opuesta, como nosotros. Que se abrazan a su destino con la esperanza de vivir la libertad, o lo que más se le parezca, sin tener que registrarse. Porque la organización colectiva suena a melodía, aunque la realidad la haga desafinar. Nos ha hecho comprender que siempre que buscamos tan bonita palabra, Organización, hemos topado con personas con las que sólo teníamos en común, los ojos, brazos, piernas y eran de la misma especie. Lo cual, como supondrán, no es alentador ni estimulante. Más bien al contrario.
Junto a otra loba periférica, mi compañera amada, una mañana sin fecha previa, dimos un corte de mangas, una butifarra a la ciudad, al grupo, y nos vinimos a la sierra. Más chica que las de mi tierra, pero nos sirve para coger fuerzas, inflar nuestros pulmones y saber que el camino nos espera. Que el día menos pensado levantaremos nuestro refugio para, mientras podamos, seguir andando. Que en él, nos encontraremos a otros lobos aburridos de ser corderos, como está sucediendo sorprendentemente. Cada vez somos más los que nos tiramos al monte, da igual dónde, si el simple andar nos hace libres. La libertad no puede soportar aislarse entre cuatro paredes ni ser igual para todos. Para gustos, los colores... Hablo de nosotros y del color que nos complace.
Cada uno es cada uno.
Es posible lector que creas que eso no lo puede hacer cualquiera. Pues si, es verdad. Hay que desprenderse del lastre que encadena los tobillos de la costumbre y de las posesiones. Ser capaces de ponerse a prueba cada día, como si se empieza una nueva vida; que nos ofrece un mundo incomprendido y del que irremediablemente tenemos que defendernos. Los hechos perduran, las palabras menos. Sobre todo en círculos que las repiten sin que se les seque la boca y observen que su credibilidad es un timo, pues anteponen su vida a las del resto. Es como cuando escucho una y otra vez, la palabra, compañero. Me da, como se dice coloquialmente, grima. Mañana es 1 de Mayo, Día de los Trabajadores. Una fecha que conmemora la lucha obrera y, al día siguiente, ¿qué? Si te he visto, no me acuerdo.
Cada vez estoy más convencido de que sólo nos queda una revolución por realizar: La del individuo. La del convencimiento personal e intransferible de que el mundo y el poder son incompatibles tal y como ahora lo sufrimos. Somos humanos, si, pero también hienas, hormigas, moscardones... Camaleónicos seres dispuestos a rivalizar por un puesto en cualquier cola. Seguir a pies puntilla cada ritmo del tambor de esta galera a la que alguien denominó sociedad.
La opción del Lobo Periférico, que nadie caiga en engaños, es una lucha constante, sin tregua ni bendiciones. Un desafío permanente que no admite descuidos ni bajar la guardia. Lo que sí puedo asegurarles es que, al menos para nosotros, no está siendo aburrida. Las risas y las lágrimas son el reflejo del sentimiento más visible de los seres humanos. Y hay que saber racionarlo sin dejar que el miedo acabe por quitarnos el valor verdadero de la libertad. Ambos sabemos que ser feliz o intentarlo en estos días que corren es un bello escaparate para las piedras. Eso, hay que defenderlo, como hicieron en Chicago y en otros lugares.
Benjamín Lajo Cosido
Publicado por
Pause
contiene 0
comentarios.
Etiquetas:
conocimiento, inteligencia, memoria, mentiras, multitud, sabiduria.