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Nos mean, y la prensa dice que llueve

Los medios de comunicación -la gran mayoría de ellos- representan hoy una de las principales columnas del ejército de ocupación que la llamada mundialización ha puesto en marcha en todo el Tercer Mundo. Corporación privilegiada y generalmente muy bien recompensada por quienes desde Washington construyen tanto la táctica como la estrategia intervencionista, los medios colaboran a generar opiniones desfavorables cuando se trata de comenzar a roer los cimientos de países que están intentando construir una alternativa independiente al discurso único existente, y se vuelcan con todo en la ofensiva de dar cobertura a la represión, a la tortura, al asesinato, a las detenciones indiscriminadas, a la guerra desigual entre opresores y oprimidos, en el resto de las naciones del planeta.

No resulta difícil a los medios (generalmente auténticos holdings informativos, que agrupan agencias de noticias, radios, TVs, y cadenas de diarios en un solo entramado) "construir la noticia" que ayude a maquillar cada una de las realidades de miseria y corrupción que viven nuestros pueblos, o generar entramados golpistas para derribar líderes populares.

Ellos son los que hablan de "guerra entre dos bandos" cuando se refieren a movimientos de liberación nacional que enfrentan a gobiernos de carácter opresor y fascista. O de “guerrillas narcotraficantes” para desprestigiar la auténtica lucha de la insurgencia colombiana contra un orden establecido desde hace decenas de años y que ha sumido al país en la extrema pobreza y la desesperanza.

Son estos "medios asépticos e independientes" los que reivindicaron, primero el Plan Colombia, y ahora el Plan Patriota y sus consecuencias militaristas y devastadoras para los sectores populares y el campesinado de Colombia.

Estos medios y sus sociedades de empresarios como la SIP, estuvieron y están a la cabeza de hilvanar la actual campaña de acoso (e intento de derribo) contra gobiernos como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia. De allí que lo que para todo el mundo significó una agresión brutal contra la soberanía de un país vecino (como fue el bombardeo y masacre practicada por el gobierno de Álvaro Uribe contra el territorio ecuatoriano y los combatientes de las FARC) para la Alianza de Medios Manipuladores de la Realidad, no fue otra cosa que “una actitud de autodefensa de Colombia frente a la agresión del eje terrorista FARC-Venezuela-Ecuador”. Así, con ese desparpajo se contó la agresión uribista en todo nuestro continente y fue recogida para agregar más condimento a la cuestión, por medios europeos como El País de Madrid.

Ellos no dudan, siguiendo las instrucciones de su casa matriz pentagonal en acosar con falsedades a la Revolución Bolivariana, como desde siempre han hecho con Cuba. Y para ello utilizan los medios nacionales e internacionales, que desde el mismo día en que el Comandante Hugo Chávez asumiera su cargo en 1999, comenzaron a estigmatizar su propuesta de cambio real, para luego utilizar todos los caminos que ayudaren a ese objetivo, desde el golpe de Estado criminal de Carmona y sus secuaces, el golpe petrolero proyanqui de fines del 2002, la entrada de paramilitares y sicarios desde Colombia, hasta las maniobras de desabastecimiento que podemos observar en estos días, o la prédica constante de los altos mandos de la ofensiva imperialista intentando generar el clima de que Venezuela es un santuario del “terrorismo internacional”, como recientemente afirmaran George Bush, Condoleezza Rice o el jefe del Comando Sur del Pentágono.

Indudablemente, les molesta a los llamados defensores de la libertad de expresión (empresarial, para ser más exactos), que el proceso revolucionario termine de horadar las raíces del discurso explotador oligárquico venezolano. Les molesta hasta la irritación que el bolivarianismo intente desarrollar -contra viento y marea- una política de transformaciones y revalorización para los sectores que fueron sumergidos en la miseria durante los últimos 40 años de "democracia representativa", y a la vez, que propague esas ideas en el continente a través de una política exterior -que junto con la cubana- prioriza a los No Alineados, a los pueblos que luchan por su autodeterminación, a los que no se arrodillan ante la hegemonía impuesta por los Estados Unidos.

Si hay un ejemplo que quedará para siempre en los manuales de contrainsurgencia informativa y terrorismo mediático en Venezuela, será el papel jugado por los medios durante el golpe de Estado de Carmona y sus aliados yanquis y españoles, y la campaña por la no renovación de la licencia al medio golpista RCTV. Ambos lograron, por obra y gracia de la inmediata conexión en “cadena” (por usar una palabra que tanto escozor provoca a la oposición reaccionaria venezolana) de un numeroso entramado de medios internacionales.

Entre los locales y los del exterior generaron una matriz de opinión en la que el gobierno más veces votado del mundo aparecía como una dictadura cruel y despótica. Allí la industria mediática estableció uno de sus parámetros más altos de impunidad que se recuerde, sólo superado por la campaña de Bush y sus periodistas adheridos, al denunciar la presencia de armas nucleares para justificar la invasión a Iraq.

Son estos medios integrantes de la SIP lo que hicieron campaña contra el gobierno venezolano cuando éste encaró la renovación de su armamento y montaron “el show de los kalashnikov” o de los aviones rusos, advirtiendo al mundo que “esas armas venezolanas podrían ir a parar a manos de las FARC”. Insistieron luego, en las páginas de sus diarios o en las imágenes de sus cadenas televisivas, informando que Hugo Chávez había desairado al monarca español y a su espadachín Zapatero, contando al revés una historia que todas y todos pudimos ver en directo y en la que el Rey no sólo quiso hacer callar a Chávez sino que nos quiso injuriar como pueblos y naciones que mal o bien nos hemos independizado del imperio español desde hace varios años.

Había que oír ladrar a las y los mastines de EL País español por aquellos días, dibujando escenas inexistentes en las que el presidente venezolano aparecía como agresor, irreverente o dictadorzuelo. Ese mismo diario y sus periodistas son los que generalmente arropan a otro inquisidor llamado Baltasar Garzón, y juntos, aplican las mismas técnicas de terrorismo mediático contra todo aquello que huela a vasco y al deseo inalterable que ese pueblo tiene desde hace cientos de años de independizarse de sus conquistadores españoles.

Son estos medios "libres" lo que afilan su sagacidad a la hora de descubrir "rasgos de fascistización" o de "cubanización" (según les convenga a su discurso difamante) en los gobiernos populares, y de no ver jamás los avances sociales, como son las campañas alfabetizadoras como las llevada a cabo por Cuba, Venezuela y ahora también Bolivia, en países donde antes de dichos procesos, los niños, los jóvenes y los ancianos, siempre habían sido tratados como ciudadanos de cuarta clase.

Son ellos, agitadores del terrorismo mediático, los que se burlan soezmente de los levantamientos indígenas o apuestan al camaleonismo cuando un día nos venden la imagen descafeinada de un mandatario ligado a la represión o a la narcopolítica, y en un futuro no muy lejano, cuando llegue la hora del recambio ordenado por la estrategia imperial no tendrán ningún reparo en sacar a relucir los múltiples asesinatos del que ahora defienden. Ya lo hicieron de esa forma con Fujimori y Montesinos en Perú o con Pinochet y Videla en Argentina. Trabajan hábil y sutilmente sobre el subconsciente de lectores y teleaudiencia para que la desmemoria ayude a completar la tarea que ellos imponen.

Disfrazan sus "noticias" (muchas veces textuales comunicados de la estrategia del Departamento de Estado yanqui) edulcorando la participación de la "sociedad civil" (un concepto del que también se han apoderado) en el "rechazo" a los insurgentes y rebeldes del Tercer Mundo, o cargan las tintas sobre "la resistencia indígena" a lo que maquiavélicamente gustan denominar "actores armados", coincidiendo en este concepto con algunas ONGs europeas, que actúan también como nuevas aliadas de la estrategia imperial en el continente.

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