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Las batallas de Basora |
En todo lo que a Iraq concierne, parece como si los periodistas actuaran intentando omitir o fabricar noticias.
Las últimas batallas en Basora, la segunda ciudad más grande de Iraq y su vital puerto petrolífero, proporcionaron abundantes ejemplos de las prácticas manipuladoras y falaces del periodismo dominante actual. Una táctica comúnmente utilizada es describir los sucesos utilizando bien una terminología oficial o bien la propia de uno, lo que lleva a confundir deliberadamente al lector al no proporcionarle indicios o análisis reales sobre lo que sucede en el momento actual.
A pesar del resultado de los combates que comenzaron con la llegada del ejército iraquí a Basora el 24 de marzo, y que resultó un desastre para el Primer Ministro Nuri Al-Maliki, se nos ha “informado” repetidamente a partir de supuestos en gran medida cuestionables. El más destacado de todos propugna que el “instigador” y “radical” Muqtada Al-Sadr –líder del Movimiento Chií Sadr que cuenta con millones de seguidores- estaba al frente de un grupo de “renegados” “matones” y “criminales” que se dedicaban a aterrorizar a la estratégicamente importante ciudad. Naturalmente, la descripción de Al-Maliki era exactamente la contraria de Al-Sadr. Cuando aquél descendió hasta Basora con sus legiones de 40.000 soldados bien equipadas y entrenadas por EEUU, se nos dijo de forma no muy directa que ese largamente esperado movimiento era digno de celebrarse. Los medios también sugirieron que no había razón para dudar de las intenciones de Al-Maliki cuando prometió restaurar “la ley y el orden” y “limpiar” la ciudad, ni cuestionar su determinación cuando describió la cruzada de Basora como “un combate hasta el final”. Si alguien no estaba muy seguro aún de los nobles objetivos de Al-Maliki, ahí estaba la administración Bush asegurándole verbalmente de nuevo sus repetidos apoyos, uno de los cuales describía la batalla de Basora como “un momento decisivo”.
Efectivamente.
Los periodistas repitieron esas aseveraciones sin analizar mucho. Incluso los periodistas habitualmente minuciosos parecían ignorar hechos sabidos: que el ejército iraquí está en gran medida integrado por milicias chiíes afiliadas al aliado más importante de EEUU en Iraq: Abdul-Aziz Al-Hakim y su Consejo Islámico Supremo para la Revolución Islámica en Iraq (SCIRI, en sus siglas en inglés); que las milicias de Al-Badr del SCIRI han llevado durante años el terror al pueblo iraquí –mayoritariamente a sunníes pero también, y cada vez más, a chiíes-; que el movimiento Sadr y el SCIRI están inmersos en una lucha feroz por el control de las provincias del sur de Iraq; y que los aliados de EEUU podrían estar perdiendo rápidamente terreno ante el Movimiento Sadr, lo que podría llegar a costarles las próximas elecciones provinciales fijadas para el 1 de octubre de 2008; que EEUU querría ver la derrota y desaparición de los seguidores de Sadr antes de esa fecha crucial, porque una victoria de Sadr es equivalente al colapso del proyecto entero estadounidense, que se basa en la necesidad de privatizar el petróleo iraquí y provocar una partición “suave” del país.
Al-Hakim está presionando para conseguir lo que se viene denominando como gran provincia chií, que tendría su centro en Basora; Sadr está exigiendo un Iraq unificado con un gobierno central fuerte. Al Hakim desea ver una presencia estadounidense permanente en el país; Sadr insiste en un calendario corto de retirada. El mayor dilema para EEUU es que Sadr refleja el punto de vista de la mayoría de los iraquíes. Su posible victoria en el sur en unas elecciones que fueran justas podría posicionarle ante los iraquíes como nuevo líder nacionalista y como fuerza unificadora.
Lo que apenas se nos dice es que Al-Maliki, aunque es el Primer Ministro, está indefenso sin la validación de Al-Hakim. El SCIRI de este último es el partido principal del bloque gobernante en el parlamento iraquí. El propio Partido Dawa de Al-Maliki es más pequeño y mucho menos popular. Para que la coalición sobreviva otro período, Sadr tiene que sufrir una importante y humillante derrota. Efectivamente, era un “momento decisivo”, pero las “bandas críminales” de Basora –y las de Nayaf, Kerbala, Diwaniya, Kut y Hilla- han demostrado ser mucho más fuertes que las aparentemente legítimas fuerzas de seguridad iraquíes (ISF, siglas en inglés) y sus milicias Al-Badr. Incluso los atroces bombardeos estadounidenses de Basora probaron ser de poco valor, a pesar de las muertes de muchos civiles. Además, los miles de nuevos reclutas empujados al campo de batalla –pistoleros tribales atraídos por Al-Maliki con promesas de dinero y poder- tampoco aportaron mucho. Los analistas de noticias concluyeron que se había subestimado la fuerza de las “bandas criminales”; pero había que echarle la culpa a alguien.
Primero, Al-Maliki fue culpado por actuar solo sin consultar con el gobierno de EEUU. Incluso el candidato presidencial John McCain aprovechó la oportunidad para regañar al hombre de Bush en Iraq por actuar supuestamente en su propio beneficio. El 3 de abril, el New York Times citó al Embajador estadounidense en Iraq, Ryan C. Crocker, diciendo esta frase: “La idea que teníamos era que este objetivo supondría un esfuerzo a largo plazo: al aumentar las presiones se iría gradualmente excluyendo a los Grupos Especiales”. ¿De verdad? ¿Es que iban a permitir los EEUU que Al-Maliki llevara a cabo un “esfuerzo a largo plazo” –que es costoso financiera, política y militarmente- sin su total consentimiento, cuando no órdenes?
Segundo, la culpa se fue desplazando hasta llegar a Irán. Los medios repitieron las acusaciones de nuevo con omisiones palpables. Es verdad que Sadr está apoyado por Irán. Pero es parcialmente verdad que esté sirviendo a una agenda iraní. Pero lo que se olvida, muy convenientemente, es que el aliado más fuerte de Irán en Iraq es el SCIRI de Al-Hakim, y que el gobierno central en Bagdad considera a Teherán como un amigo y aliado. Efectivamente, fueron las presiones de Teherán las que debilitaron la determinación de Al-Maliki en cuestión de días. El 24 de marzo, Al-Maliki anunció que “su lucha había llegado a su fin”, y el 4 de abril acabó con los combates y anunció compensaciones para las familias de los “mártires”. Lo que sucedió en ese corto intervalo de tiempo fue que se llegó a un acuerdo en el que Irán hizo de intermediario.
Naturalmente que informaciones sesgadas llevan a conclusiones distorsionadas. Pero la lección aprendida aquí no es que el ejército iraquí necesite más entrenamiento y financiación, lo que implicaría que EEUU y otras fuerzas prolongaran su estancia en el país. Lo que se ha aprendido es lo siguiente: que el flujo de la marea en Iraq ha cambiado de forma tan veloz, que el nuevo enemigo es ahora mayoritariamente chíi y la visión que tiene ese enemigo es la de un Iraq unificado y libre que controle sus propios recursos; que la influencia de Irán en Iraq se ha metamorfoseado hasta el punto de garantizar una situación en la que todos salen ganando, mientras EEUU sigue jugando con cartas mucho más bajas; que la capacidad armamentística estadounidense ha probado ser menos efectiva que nunca y que las próximas elecciones podrían crear un escenario de pesadilla cuyas consecuencias podrían eliminar la etiqueta sectaria de la violencia iraquí y reemplazarla por otra de corte nacionalista.
Los periodistas pueden ser colaboracionistas, incompetentes y repetir como loros los relatos oficiales. A pesar de todo ello, y sin que importe cómo deseen denominarla, probablemente la batalla de Basora cambiará en años venideros la naturaleza de la lucha estadounidense en Iraq.

Etiquetas: conocimiento, medios, mentiras, multitud, politica, violencia.
Pero esta guerra, en concreto, no ha sido buena para la economía por tres motivos. En primer lugar, ha contribuido a subir los precios del petróleo. Cuando Estados Unidos emprendió la guerra de Irak, el crudo costaba menos de 25 dólares (16 euros actuales) el barril, y los mercados de futuros esperaban que se mantuviera en ese nivel durante diez años. Los expertos en futuros eran conscientes del crecimiento de China y otros mercados emergentes, pero confiaban en que el suministro -sobre todo, de los proveedores de bajo coste de Oriente Próximo- aumentara de manera paralela a la demanda.
La guerra alteró la ecuación. La subida de los precios del petróleo significa que los estadounidenses (y los europeos, y los japoneses) están pagando cientos de millones de dólares a los dictadores de Oriente Próximo y a los exportadores de crudo en otros países, en vez de gastar ese dinero en casa.
Además, el dinero de Estados Unidos dedicado a la guerra de Irak no estimula la economía de este país tanto como el que podría invertirse en carreteras, hospitales y escuelas, y tampoco contribuye de la misma forma al crecimiento a largo plazo. Los economistas utilizan la expresión "éxito por dólar", es decir, cuánto estímulo económico proporciona cada dólar que se gasta. Y es difícil imaginar menos "éxito por dólar" que el del dinero que se paga a un contratista nepalés que trabaja en Irak.
Con la salida de tantos dólares al extranjero, la economía estadounidense debería haber evidenciado desde hace tiempo una situación mucho más débil de lo que parecía. Sin embargo, al mismo tiempo que el Gobierno de Bush intentaba ocultar los verdaderos costes de la guerra mediante una contabilidad incompleta y confusa, los fallos de la economía permanecieron ocultos gracias a una inyección de liquidez de la Reserva Federal y una normativa fiscal poco estricta.
Se inyectó tanto dinero en la economía y los reguladores fueron tan poco rigurosos que uno de los principales bancos de Estados Unidos hizo publicidad de sus préstamos con el lema "Cualificado desde que nace"; es decir, en la práctica, no había que cumplir ningún requisito para obtener un crédito. En cierto sentido, la estrategia funcionó: la burbuja inmobiliaria alimentó el auge del consumo mientras la tasa de ahorro se desplomaba a cero. Las debilidades económicas quedaron pospuestas hasta fecha posterior; el Gobierno de Bush confiaba en que no habría que rendir cuentas hasta después de noviembre de 2008. Pero la situación empezó a empeorar en agosto de 2007.
El Gobierno de Bush ha reaccionado ahora con un paquete de estímulos que es demasiado escaso, llega demasiado tarde y está mal diseñado. Para ver lo insuficiente que es, no hay más que compararlo con los más de 1.500 billones de dólares que constituyeron los préstamos con garantía hipotecaria en los últimos años, gastados, en su mayor parte, en consumo. Esa apuesta -basada en la convicción de que los precios de la vivienda iban a seguir subiendo sin cesar- ya no puede sostenerse.
Con la caída de los precios de la vivienda (que va a continuar) y con los bancos inseguros sobre su situación financiera, las instituciones de préstamo no prestarán y las familias no pedirán prestado. Por tanto, aunque es posible que la liquidez inyectada en el sistema financiero por la FED haya impedido el desastre, no va a estimular demasiado el consumo ni la inversión. Por el contrario, irá a parar en gran parte al extranjero. En China, por ejemplo, están preocupados por la posibilidad de que el estímulo de la FED contribuya a aumentar su inflación nacional.
Existe un tercer motivo por el que la guerra de Irak es también negativa desde el punto de vista económico para Estados Unidos. No sólo este país se ha gastado ya mucho dinero en ella -12.000 millones de dólares mensuales, y suma y sigue-, sino que queda aún mucho por pagar, como los gastos de compensación y asistencia sanitaria al 40% de veteranos que vuelve con algún tipo de discapacidad, en numerosos casos muy grave.
Además, esta guerra se ha financiado de manera distinta a cualquier otra guerra de la historia de Estados Unidos y, tal vez, de la historia reciente de cualquier país. Lo normal es que los países pidan un sacrificio común, del mismo modo que piden a sus jóvenes, hombres y mujeres, que arriesguen sus vidas. Se suben los impuestos y se produce un debate sobre qué parte de la carga hay que pasar a las generaciones futuras. Pero en esta guerra no ha habido esa discusión. Cuando Estados Unidos la inició había un déficit. Sin embargo, cosa extraordinaria, Bush pidió y obtuvo un insensato recorte fiscal para los ricos. Eso significa que cada dólar que se ha gastado en la guerra se ha pedido prestado.
Por primera vez desde la Guerra de Independencia de Estados Unidos, hace dos siglos, el país ha tenido que recurrir a acreedores extranjeros, porque las familias estadounidenses no han ahorrado nada. Las cifras son difíciles de creer. La deuda nacional ha aumentado un 50% en ocho años, y casi un billón de dólares de ese aumento es debido a la aventura bélica iraquí; una cantidad que seguramente se incrementará a más del doble en los próximos 10 años.
¿Quién iba a pensar que una Administración podía hacer tanto daño en tan poco tiempo? Estados Unidos y el mundo seguirán pagando las consecuencias durante decenios.
Benedicto XVI fue recibido en la residencia oficial del presidente de EE.UU. con himnos nacionales y una salva de 21 cañonazos. Si bien el Pontífice llegó ayer a la capital estadounidense, la ceremonia formal de bienvenida se celebra hoy en los jardines de la Casa Blanca, donde se han concentrado cerca de 15.000 fieles deseosos de ver al jefe de la Iglesia Católica, que hoy cumple 81 años.
En su discurso, el Papa valoró que Estados Unidos se haya "mostrado siempre generoso en salir al encuentro de las necesidades humanas inmediatas, promoviendo el desarrollo y ofreciendo alivio a las víctimas de las catástrofes naturales".
En este sentido, comunicó su "esperanza de que esta preocupación por la gran familia humana seguirá manifestándose con el apoyo paciente de la diplomacia internacional orientados a solucionar conflictos y a promover el progreso".
"Así las generaciones futuras podrán vivir en un mundo en el que florezca la verdad, la libertad, la justicia. Un mundo donde la dignidad y los derechos dados por Dios a cada hombre, mujer y niño, sean tenidos en consideración protegidos y promovidos eficazmente", añadió.
El Pontífice comenzó su discurso explicando que llega a EE.UU. "como amigo y anunciador del Evangelio, como uno que tiene gran respeto por esta vasta sociedad pluralista".
Explicó que "los católicos de América han ofrecido y siguen ofreciendo una excelente contribución a la vida de su país", y deseó que su visita a Estados Unidos, que comenzó el martes y que durará hasta el 20 de abril, "pueda ser fuente de renovación y esperanza para Estados Unidos".
El discurso el Papa estuvo centrado en la libertad y en particular, en la libertad religiosa. Desde los albores del nacimiento de EE.UU., "la búsqueda de la libertad de América ha sido guiada por la convicción de que los principios que gobiernan la vida política y social están íntimamente relacionados con un orden moral, basado en la señoría de Dios Creador".
El Papa destacó cómo "las creencias religiosas" han sido una "constante inspiración" y una fuerza de orientación en EE.UU., e indicó como ejemplos la lucha contra la esclavitud y el movimiento de los derechos civiles.
Al recordar que en este viaje mantendrá encuentros con representantes de otras religiones, Benedicto XVI destacó cómo en EE.UU. "todos los creyentes han encontrado la libertad de adorar a Dios, según los dictados de su conciencia" y pueden expresar su propia voz.
Señaló, además, que "la libertad no es un don, sino una llamada a la responsabilidad personal", y dijo que "muchos estadounidenses han sacrificado su vida en defensa tanto en su propia tierra como en otros lugares".
Para el Papa, la defensa de la libertad "es una llamada a cultivar la virtud, la autodisciplina, el sacrificio del bien común y un sentido de responsabilidad ante los menos afortunados".
Añadió que también "exige el valor de empeñarse en la vida civil, llevando las propias creencias religiosas y los valores más profundos a un debate público razonable".
El Papa citó a su predecesor, Juan Pablo II, que decía que "en un mundo sin valores la libertad pierde su fundamento" y que una "democracia sin valores pierde su propia alma", así como al presidente George Washington que, en su discurso de despedida, afirmó que la religión y la moralidad "son soportes indispensables" para la prosperidad política.
Según el Papa Joseph Ratzinger, la Iglesia está convencida de que "la fe proyecta una luz nueva sobre todas las cosas y que el Evangelio revela la noble vocación y el destino sublime de todo hombre y mujer".
Dirigiéndose a los estadounidenses, el Papa señaló que "la democracia sólo puede florecer cuando los líderes políticos, y quienes ellos representan, son guiados por la verdad y aplican sabiduría, que nace de firmes principios morales, a las decisiones que conciernen la vida y el futuro".
Ratzinger habló además de su visita del próximo viernes a la ONU, donde espera "alentar los esfuerzos que están haciendo para dar a este organismo una voz todavía más eficaz a favor de las expectativas legítimas de todos los pueblos del mundo".
"La exigencia de una solidaridad global es más urgente que nunca, si se quiere que todos puedan vivir de acuerdo con su dignidad, como hermanos y hermanas que viven en la misma casa", añadió.
El Papa terminó su discurso expresando su gratitud por este encuentro, y deseando "justicia, prosperidad y paz" al país, y concluyo con una de las frases símbolo en EE.UU.: "Que Dios bendiga a Estados Unidos".
Por su parte, el presidente George W. Bush dio la bienvenida al Papa Benedicto XVI y afirmó que Estados Unidos es un país de fe y compasión. "Nuestra nación le da la bienvenida y valoramos su ejemplo", dijo Bush en una ceremonia de bienvenida al Papa, con quien se reunirá en privado en el Despacho Oval.
"Nuestra nación está conmovida y honrada de que usted decidió visitar EE.UU. en su cumpleaños", agregó Bush, al agradecer también que, ante la amenaza del terrorismo, el Papa propaga "el mensaje de que Dios es amor".
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