| «« | »» |
Banda de ladrones |
Los sionistas fanáticos y los islamófobos suelen citar estrofas mal traducidas y fuera de contexto del Corán con el fin de difamar colectivamente a los musulmanes y de presentar el islam como un sistema de creencias retrógrado y violento.
Huelga decir que, hasta la fecha, tales intentos han fracasado en su objetivo o incluso suelen producir el efecto contrario. Ni un solo político occidental, activista prosionista o estratega neocon ha logrado presentar pruebas concretas contra el islam. La razón es muy sencilla: por muy horrorosas que sean algunas de las atrocidades cometidas en nombre del islam y de la yihad, todas ellas fueron obra de células aisladas y radicalizadas. Según parece, harían falta más que unos pocos actos fortuitos para desprestigiar ante las masas de Occidente un sistema humanista de creencias universales e inculpar a sus mil millones de seguidores.
Para lograrlo, se necesitarían argumentos más profundos, pruebas innegables y concluyentes que establecieran los vínculos entre un texto religioso, una infraestructura religiosa y unas masas de seguidores que actuasen en consecuencia y al margen de cualquier moral. Está claro que ese misterioso personaje creado por la CIA y que, según dicen, vive escondido en una cueva desde hace siete años, no es suficiente. Lo que brilla por su ausencia es el hilo conductor entre unos supuestos “versículos satánicos islámicos” y un grupo colectivo de fieles decididos a obedecerlos y a actuar de forma espantosa. Ni los sionistas ni los islamófobos han sido capaces de establecer dicho vínculo. Un imam radical en Londres no es suficiente, como tampoco lo son una traducción deliberadamente errónea de los discursos de Ahmadineyad o las imágenes repetitivas de las torres gemelas derribadas por aviones comerciales. En vez de incriminar al islam y a los musulmanes, las campañas de difamación promovidas por los siocons marginan a estos últimos al mostrar su verdadero rostro junto a los xenófobos más radicales y fanáticos de Occidente.
Dado que los neocons y el sionismo mundial no dan una en el clavo respecto a su objetivo principal, que es la incriminación colectiva de los musulmanes, he decidido consagrar este artículo a una causa pedagógica: voy a ofrecerles un curso acelerado de retórica. Trataré de enseñarles, paso a paso, cómo se argumenta un caso real basándose en el hilo conductor que vincula las Sagradas Escrituras con una despiadada barbarie colectiva.
Como supongo que los sionistas (judíos o cristianos) y los neocons están familiarizados con el Antiguo Testamento (y lo están de manera inversamente proporcional a sus conocimientos del Corán), me centraré en un breve fragmento de la Torá, el cual me permitirá analizar la actual cultura de la rapiña siocon a la luz de las enseñanzas judaicas y de la promesa de Yavé, el dios judeocristiano. Los versículos que siguen forman parte de una arenga de Moisés al pueblo judío mientras lo guiaba a “su tierra prometida”: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.(Deuteronomio 6, 4).
Teniendo en cuenta la enorme cantidad de gente que anda por ahí buscando amor, no me atrevería a criticar al dios de los judíos por hacer lo mismo, pues tiene derecho a exigir el amor de su pueblo elegido y, además, es lo bastante amable como para prometerle algo a cambio. Veamos: Cuando el Señor, tu Dios, te lleve a la tierra que te dará, porque así lo juró a tus padres, a Abrahán, a Isaac y a Jacob –a una tierra con ciudades grandes y prósperas que tú no construiste; a casas colmadas de toda clase de bienes que tú no acumulaste; a pozos que tú no perforaste; a viñedos y olivares que tú no plantaste– y cuando comas hasta saciarte…” (Deuteronomio 6, 10-11).
Estos versículos del Antiguo Testamento podrían servir como la prueba más simplista y al mismo tiempo más sólida y eficaz de la existencia de Dios, pues de acuerdo con las palabras de la Biblia, Dios se las ha arreglado para cumplir su promesa: llevó a su pueblo elegido a la tierra de la leche y la miel y le permitió vivir en ciudades que no había construido y beber el agua de pozos que no había perforado. Está claro que el Señor no abandonó a su pueblo, pues unos milenios después de lo que narra el Deuteronomio –en 1947–el dios de los judíos sacó provecho de su poder y puso de rodillas a las naciones para que vieran la luz y votasen voluntariamente a favor de una partición de Palestina, preconizada por Naciones Unidas, error incorregible que legalizó la inmoralidad de que los nuevos israelitas –ahora llamados israelíes– vivan en ciudades que no construyeron y beban el agua de los pozos que no perforaron. Si todavía quedan dudas sobre la existencia del dios de los judíos, lo anterior debería ser suficiente para hacerlas desaparecer.
Dicho lo cual, resulta bastante obvio y bochornoso constatar que el dios de los judíos que Moisés presenta en el Deuteronomio es malvado e inmoral, un dios que conduce a su pueblo al saqueo, a la rapiña y al robo. Podría alegarse que hay muchas maneras de afrontar esta idea negativa del Todopoderoso. En el plano literario, se puede sugerir que estos versículos son sólo dos líneas aisladas en un texto gigantesco y bienintencionado que ofrece reflexiones universales fundamentales. En el plano contextual, podría argüirse que no fue Dios quien le hablaba a su pueblo elegido, sino Moisés, y que éste no transmitió el verdadero mensaje de Dios, es decir, que Moisés se equivocó o bien que atribuyó a Dios su propio mensaje. Pero aunque haya muchas maneras de absolver al dios de los judíos de la acusación de ser el logos que subyace al saqueo israelí contemporáneo, lo que no resulta nada fácil es absolver a los sionistas de ser ladrones y saqueadores, sobre todo a la luz de su herencia espiritual, cultural y religiosa. Dicho en pocas palabras, es imposible no ver el hilo conductor que vincula los versículos 10 y 11 del Capítulo 6 del Deuteronomio con el crimen que el Estado sionista ha cometido contra el pueblo palestino en nombre del pueblo judío.
No cabe duda de que Moisés, sus contemporáneos y sus actuales seguidores sionistas estaban y están muy entusiasmados ante las posibilidades que les ofrecía la tierra de la leche y la miel. Israel, el Estado judío, ha puesto en práctica la arenga de Moisés. La limpieza étnica del pueblo palestino que tuvo lugar en 1948 convierte los versículos 10 y 11 del Capítulo 6 del Deuteronomio en una profecía hecha realidad. Los israelíes roban cotidianamente a los palestinos sus tierras, sus ciudades, sus pueblos, sus campos, sus huertos y sus pozos. De hecho, este robo no ha cesado desde hace más de un siglo.
Durante los últimos sesenta años, la incitación al robo que hizo Moisés ha sido praxis legal. El saqueo israelí de ciudades, casas, campos y pozos palestinos se incrustó en el sistema jurídico israelí. Ya en 1950-1951 los legisladores de Israel aprobaron la Ley sobre la propiedad del ausentista, texto racialmente orientado que se formula para impedir que los palestinos regresen a sus tierras, a sus ciudades y a sus pueblos. Esa ley permite que los nuevos israelitas vivan en casas y ciudades que no construyeron.
El incesante robo israelí a Palestina en nombre del pueblo judío establece un espantoso vínculo espiritual, ideológico, cultural y, más que nada, práctico entre la Torá y el proyecto sionista. El quid de la cuestión es al mismo tiempo simple y perturbador: Israel y el sionismo son sistemas políticos que ponen en práctica el saqueo prometido por el dios de los judíos en las Sagradas Escrituras.
Parece evidente que el fracaso repetitivo de sionistas y neocons a la hora de difamar el islam y a los musulmanes no es más que una banal proyección. Los sionistas y los neocons son conscientes del carácter inmoral de la herencia espiritual y religiosa judía que maduró en el saqueo sionista y tratan estúpidamente de proyectar dicha inmoralidad sobre el islam y los musulmanes. La lectura de la arenga discursiva de Moisés nos permite constatar que el proyecto nacionalista judío, apoyado por la mayoría de las instituciones judías de todo el mundo, tiene como objetivo el saqueo de los palestinos de acuerdo con una herencia cultural y religiosa abrumadoramente documentada en la Biblia de los judíos.
Pero no hay que olvidar que no todos los judíos siguen las palabras de la Torá. Muchos de ellos ni siquiera conocen el texto bíblico o su contenido. Algunos incluso alegarían que no se debe olvidar el Bund y su herencia progresista, laica y cosmopolita, que aún inspira a una docena de entusiastas judíos marxistas en el mundo. De hecho, hemos de admitir que, aparte de los poquísimos bundistas que no inmigraron a Israel después de la Segunda guerra mundial, media docena de ellos no están de acuerdo ni con Israel ni con el sionismo ni con el robo de Palestina, lo cual es sin duda un motivo de alegría. Sin embargo, los bundistas creen que en vez de robar a los palestinos deberíamos agruparnos y robar a los ricos, a los adinerados y a los poderosos, y ello en nombre de la revolución de la clase obrera. He aquí el llamamiento a la acción de la “Promesa solemne” del Himno del Bund:
Juramos que seguimos odiando
A quienes roban y matan a los pobres:
El zar, los amos, los capitalistas.
Nuestra venganza será rápida y notoria.
¡Juramos vivir o morir juntos!
De lo cual se desprende que, para el discurso progresista, robar a los ricos, confiscar sus casas y apoderarse de su riqueza es un acto ético. Cuando yo era un joven revolucionario tomé parte en algunas manifestaciones. Estaba dispuesto a empuñar mi espada y salir a la búsqueda de un zar, de un capitalista o de cualquier otro enemigo que se cruzase en mi camino. Pero, luego, ocurrió lo inevitable: crecí. Me di cuenta de que una venganza así, contra toda una clase de goyim adinerados, no es más que la prolongación del discurso de Moisés en el Deuteronomio.
El robo no puede ser la manera de avanzar. Ya se trate de palestinos, de iraquíes, de la banca mundial o incluso del propio zar, el robo implica un rechazo categórico del Otro. Por eso, cualquier avance debe basarse en la rectitud moral. El robo y el saqueo se contradicen con la noción de igualdad humana. Por desgracia, hemos de admitir que el saqueo –espoleado por el odio– de los bienes de los demás está asentado en el discurso político sionista, tanto de la izquierda como de la derecha. El nacionalista judío roba Palestina en nombre del derecho a la autodeterminación y el progresista judío roba a la clase dominante e incluso al capital internacional en nombre de la revolución de la clase obrera mundial. Yo prefiero mantenerme al margen de eso.
Conclusión
Si los neocons y los sionistas están de verdad interesados en difamar el islam y a los musulmanes, lo que han de hacer es una exégesis similar a esta que acabo de presentar, pero del Corán, en la que demuestren que unos supuestos versículos satánicos se han convertido en la praxis inmoral de una colectividad concreta.
Dada la creciente influencia del Antiguo Testamento sobre el discurso político usamericano a causa del aumento de la popularidad del fundamentalismo cristiano en USA, la noción de un dios ladrón puede ayudarnos a comprender la conducta de ese país en Iraq y Afganistán, es decir, la actitud depredadora de los autores del documento “Project for the New American Century”.
Más aún, la problemática lectura que del dios de los judíos ofrece el Deuteronomio (6, 10-11) y su absoluto desprecio del Otro hacen que resplandezcan las palabras de Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22, 39). Ése es el ingrediente exacto que le falta al discurso de Moisés que se ha convertido en praxis sionista. El amor al prójimo es también lo que le falta a los asuntos anglo-usamericanos contemporáneos. La fraternidad humana es lo que le falta al nacionalismo judío, tanto de izquierda como de derecha. Si los sionistas aceptasen la fraternidad, aceptarían el Derecho al Retorno de los palestinos. Si los judíos marxistas y cosmopolitas aceptasen la noción de fraternidad, abandonarían sus estandartes exclusivos y se convertirían en seres humanos ordinarios, como todos los demás.
Etiquetas: conocimiento, memoria, mentiras, multitud, politica, violencia.
La AP, siguiendo instrucciones de los países donantes, especialmente de los Estados Unidos, ha despedido ya a miles de soldados y oficiales de Fatah alegando una serie de razones que van desde la edad de jubilación, dificultades financieras, a la necesidad de reestructurar las agencias de seguridad de la AP, notoriamente infectadas de corrupción, nepotismo, amiguismo, indisciplina y falta de profesionalidad.
Sin embargo, muchas de las personas despedidas tienen cuarenta y pocos años, lo que sugiere que la AP está intentando “deshacerse” de elementos valorados como “demasiado patrióticos” y “adoctrinados en la hostilidad hacia Israel y el sionismo”.
Los integrantes de la nueva fuerza, según un cadete de la región de Hebrón, tuvieron que ser cuidadosamente escudriñados por el Shin Bet, la principal agencia de la inteligencia interior de Israel, y están siendo entrenados en tácticas para controlar a las muchedumbres, llevar a cabo arrestos, impedir manifestaciones y disparar rifles.
Los cadetes reciben actualmente un salario mensual de 600-800 dólares al mes, que alcanzará la cifra de 1.000-1.500 dólares una vez que se gradúen. (Ese sueldo es casi igual al salario mensual medio de un profesor de las universidades palestinas con título de Doctorado).
Es interesante señalar que la mayor parte de los cadetes no tiene siquiera el certificado de estudios secundarios y que muy pocos han llegado a la universidad.
Un contrariado oficial, un arafatista tradicional de Dura, cerca de Hebrón, confesó a este escritor que “la ignorancia es la principal y deseada calificación de esos reclutas”.
“El más ignorante, el más maleducado, el más estúpido es el que va a tener más posibilidades. No quieren sino zoquetes, gente con el cerebro vacío para que puedan manejarles como les dé la gana”, dijo el oficial, que pidió mantener el anonimato por razones obvias.
“Están siguiendo el viejo adagio que dice: ‘Un buen soldado no piensa, se limita a obedecer’”.
Además de una “casi total ignorancia”, el nuevo recluta debe ser tan apolítico como sea posible, tan poco religioso como sea posible y no tener ninguna afiliación ni asociación previa con ningún grupo político, especialmente grupos islamistas del tipo de Hamas y la Yihad Islámica.
“Están tratando de lavar el cerebro a los cadetes de forma tal que si, por ejemplo, les dan orden de disparar contra su padre, ellos vayan y disparen contra su padre, contra su madre y también contra su hermano”, dijo el disgustado oficial de Dura.
Un funcionario de la AP implicado en la construcción de la “nueva fuerza de seguridad” dijo que el objetivo principal era reemplazar a las fuerzas de seguridad existentes, que eran mayoritariamente corruptas y poco fiables, con fuerzas profesionales que puedan “cumplir con su misión”.
Sin embargo, cuando se le preguntó cuál era “esa misión”, el funcionario respondió: “Los dirigentes políticos son quienes señalarán siempre cuál será la misión a cumplir”.
Hace pocos meses, el Ministro del Interior de la AP, el General Abdel Razak al Yahya, dijo a cientos de reclutas en el pueblo de Yeftilik, cerca de Jericó, que “vuestra misión no es combatir a Israel, vuestra misión es establecer la seguridad y restaurar la ley y el orden”.
“No estáis aquí para enfrentaros a Israel, el conflicto con Israel no nos ha llevado hasta ahora a ninguna parte.¡¡Debéis mostrar a los israelíes que podéis hacer vuestro trabajo!!”
Anteriormente, este mismo año, más de 250 reclutas fueron enviados a Jordania para un curso intensivo patrocinado y financiado por los Estados Unidos bajo la estrecha supervisión del Teniente General Keith Dayton.
El pasado año, Dayton estropeó un complot concebido por su jefe, Elliot Abrams, un neocon judío que forma parte de la Administración Bush, para que fuerzas leales al anterior hombre fuerte de Gaza, Muhammad Dahlan, derrocaran al gobierno democráticamente elegido de Hamas.
Sin embargo, Hamas se adelantó al planeado golpe de Dahlan, desencadenando un contragolpe durante el cual las fuerzas de Hamas, más reducidas pero más disciplinadas y mejor entrenadas, derrotaron decisivamente y expulsaron a las fuerzas de Fatah, consolidando así su control sobre toda la Franja de Gaza.
Como consecuencia del “fiasco de Gaza”, al parecer la Administración Bush buscó una “alternativa más auténtica”, a saber, establecer una fuerza palestina bona fide más colaboracionista que ayudara al régimen de la AP apoyado por EEUU a imponer un posible “acuerdo de paz” con Israel, se supone que uno que permitiera que Israel se anexionara grandes zonas de Cisjordania, incluida la mayor parte de Jerusalén Este y las colonias judías circundantes, a cambio de la creación de una entidad palestina deforme, que sería denominada Estado, compuesta por bantustanes desconectados y reducidos territorios.
Por lo tanto, los esfuerzos en curso para crear las nuevas Fuerzas de Seguridad Palestinas tienen como principal tarea la de reprimir y, si llegara a hacerse necesario, matar a los palestinos que se atrevan a oponerse a la liquidación de su justa causa.
Pregunté al Profesor Abdul Sattar Qassem, de la Universidad Nacional Nayah en Nablus, qué se podría hacer para desbaratar esos esfuerzos de crear una “fuerza colaboracionista” cuya principal misión es reprimir a los palestinos en nombre de Israel.
Qassem dijo que pensaba que el término “colaboracionista” describía con toda exactitud la nueva fuerza o fuerzas que estaban siendo creadas y entrenadas por la CIA.
“Lo primero que tenemos que hacer es decir a nuestros hijos que reciben entrenamiento en Jordania que se están preparando para llevar a cabo actos antipatrióticos e inmorales, que están siendo instruidos para matar palestinos en defensa de Israel”.
Qassem dijo que estaba seguro que la AP era efectivamente una herramienta para liquidar la causa palestina a cambio de recibir algún dinero de los Estados Unidos.
Descartó la proclama de la AP de que las nuevas fuerzas eran necesarias para reestablecer el imperio de la ley y proteger al personal encargado de la seguridad del pueblo palestino.
“Creo que podemos defender el imperio de la ley sin enviar a nuestros hijos a que los entrene la CIA para matar a sus propios compatriotas en nombre de Israel. Hay que hacer que la AP saque sus manos del sistema de la justicia, dejémosles que contengan a sus matones, y la ley y orden se restaurarán de inmediato”.
“El problema, el principal problema, es que estamos tratando con una autoridad que no es más que una panda de mentirosos”.
Gaviria Zapata deberá afrontar acusaciones por "enriquecimiento ilícito y constreñimiento al elector por presuntos vínculos con grupos paramilitares" de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), según la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia.
El senador, en declaraciones a periodistas, tras ser detenido, dijo sentirse "tranquilo" y que aceptaba las decisiones de la justicia, aunque aseguró "desconocer" porque ha sido capturado.
Un total de 27 congresistas colombianos están detenidos y otro tanto es investigado por cuenta de la "parapolítica", un escándalo que indaga los presuntos nexos de los legisladores con las AUC.
Tal parece que la macartista y muy guerra fría Sociedad Interamericana de Prensa se le está haciendo, si no incómoda, por lo menos inútil a la Central de Inteligencia Americana (CIA, por sus siglas en inglés, como gustan de repetir sus medios afiliados y “canales aliados”). Al menos, así se percibió en la última reunión de medio año (y medio pelo) que la central empresarial de dueños de medios acaba de realizar en Caracas, casi sin pena y sin las viejas glorias de la bipolaridad Este & Oeste. ¡Qué tiempos aquellos!
En uno de esos breves, densos y sabrosos artículos que uno desearía haber escrito y que no vacilaría en calzar con su firma, Roberto Hernández Montoya escribe el responso de esta decadencia. Bajo el título “Terrorismo unánime”, devela el epitafio de una corporación y una época:
“La reunión de la SIP en Caracas la semana pasada –sentencia Roberto- fue un fracaso huracanado. Primero porque siempre es muy antipático que un racimo de ricachones se reúna a alardear de su demasía, por más lector arrastrado de ¡Hola! que uno sea. Y sobre todo porque a pocos metros se le instaló un encuentro contra ellos que les rompió la ilusión de unanimidad. El contraste era patético, mientras ellos denunciaban que el sistema educativo venezolano se propone formar lectores críticos y demás bobolongadas, en el Celarg, a pocos metros, destellaban la inteligencia, la cultura, el humor y la lucidez. No sé, de repente la CIA decide acabar con su SIP, como acostumbran con sus agentes desenmascarados”.
El lugar común remataría la cita con la exclamación “¡sin desperdicios!”, pero antes debo aclarar que cuando, líneas arriba, llamo “corporación” a la SIP, me estoy ajustando a la figura que emplearon sus afiliados cuando la inscribieron y registraron (como tal) en el estado norteamericano de Delaware. Todo, para evadir y colocarse al margen de cualquier legislación latinoamericana, no ve.
La SIP siempre realizó sus convenciones sin contraparte, o sea, feliz y unánime, para decirlo con Roberto. Caracas, una presa que tenía por fácil, le salió respondona y le aguó la fiesta. Decepcionar a la CIA debe tener de muerte a sus directivos (los de la SIP) y, según la experiencia, no les falta razones ni motivos.
P.S: Roberto Hernández Montoya emplea (creo que por primera vez en lengua castellana) el neologismo “bobolongada”. Para evitar confusión y desconcierto lingüístico entre sus lectores foráneos (que los tiene, y hasta en Japón), hemos de aclarar que se trata de un derivado del despectivo “bobolongo” (como cantinflada, según el DRAE, viene de Cantinflas). Despectivo éste que se le debe a la desaforada inventiva del filólogo del Batey, Teodoro Petkoff, de acuerdo con investigación post doctoral del otro Roberto, a quien mientan Malaver, allende los mares ñeros.
| «« | Inicio | »» |
