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Auschwitz en Gaza |
No cabe duda de que la utilización desmedida del principio de la ofensa atribuye mucho poder político a algunos grupos de presión marginales en general y judíos en particular. Contando con la premisa del “principio de la ofensa”, los activistas étnicos nacionalistas judíos afirman sentirse ofendidos por cualquier forma de crítica al Estado judío y al sionismo. Pero la cosa va mucho más lejos, pues en la práctica no es sólo la crítica al sionismo y a Israel lo que se nos exige que evitemos. Los izquierdistas judíos insisten en que debemos evitar cualquier cuestionamiento que tenga que ver con el proyecto nacional judío, con la identidad judía e incluso con la historia judía. En pocas palabras, al utilizar de forma desmedida el principio de la ofensa, los líderes étnicos judíos, tanto de la izquierda como de la derecha, han conseguido abolir la posibilidad de cualquier crítica a la identidad y a la política judías. Mediante el uso del principio de la ofensa, los grupos judíos de presión de derecha, izquierda y centro se han las arreglado para acallar cualquier crítica posible a Israel y a sus crímenes contra los palestinos. Lo más preocupante es que los activistas e intelectuales judíos de izquierda exigen sin vergüenza alguna que se impida cualquier crítica al grupo judío de presión en USA y Gran Bretaña, el denominado Jewish Lobby.
Tendemos a aceptar que el principio de la ofensa debe proteger los discursos marginales para que el sujeto marginal mantenga su voz única. Obviamente, también aceptamos que dicho principio debe ser aplicable a los muchos discursos marginales judíos (religioso, nacionalista, trotskista, etc.). Pero los grupos judíos de presión quieren mucho más que eso, insisten en deslegitimizar cualquier referencia intelectual al cabildeo sionista de sus grupos de presión y al sionismo global en curso. Y, por si esto no fuera suficiente, cualquier referencia a la historia judía moderna está prohibida, a menos que la apruebe una autoridad “sionista” kosherizada. Por muy extraño que parezca, el Holocausto judío ha pasado a ser hoy, intelectualmente, un acontecimiento metahistórico. Se trata de un hecho del pasado que no admite escrutinio alguno, ya sea de orden histórico, ideológico, teológico o sociológico.
De acuerdo con el principio de la ofensa, los judíos pueden argüir que cualquier forma de reflexión que ataña a su sufrimiento anterior es “ofensiva e hiriente”. Pero uno está en su derecho de exigir algunas explicaciones. ¿Cómo es posible que una investigación histórica capaz de dar lugar a versiones diferentes de acontecimientos del pasado –que ocurrieron hace seis décadas y media– ofenda a quienes viven hoy entre nosotros? Evidentemente, no es tarea fácil sugerir una respuesta racional a dicha pregunta.
Está claro que la investigación histórica no debería herir u ofender ni al judío contemporáneo ni a cualquier otra persona. A menos, por supuesto, que el Holocausto se utilice contra los palestinos o contra aquellos a quienes se acusa de ser “enemigos de Israel”. Tal como nos ha mostrado en fechas recientes Matan Vilnai, el Estado judío no dudaría en provocar un Holocausto entre los palestinos. Los israelíes y sus partidarios no cesan de utilizar retóricamente el holocausto, pero los grupos judíos de presión del mundo entero harían lo imposible por impedir que quienes no somos judíos comprendiésemos lo que significa el holocausto. Estarían dispuestos a utilizar su poder devastador para que no utilicemos el holocausto como herramienta crítica de la barbarie israelí.

Etiquetas: medios, memoria, mentiras, multitud, politica, violencia.
Sin embargo Washington dispone de medios para ejercer presión sobre Israel. Olmert podría pronunciarse a favor de la reanudación de las negociaciones con la Autoridad palestina de Mahmud Abbas, quien las suspendió en el momento del ataque israelí, considerando que, a falta de una perspectiva de paz, «no habrá forma de impedir que Cisjordania se transforme en una nueva Gaza». No debería olvidar que las negociaciones iniciadas a Annapolis (Estados Unidos), en el mes de noviembre, se encallan en la continuación de la colonización, no en Gaza, sino en Cisjordania y Jerusalén Este. Por otra parte, los disparos de cohetes no se detendrán por la represión militar sino reforzando a los protagonistas de paz y la unidad recobrada del pueblo palestino.
Mientras llega, habría que esperar en los próximos días, o incluso en las próximas semanas que, ante una reanudación de las incursiones militares israelíes en la Franja de Gaza, se plantee la responsabilidad de la comunidad internacional. La Unión Europea y el Consejo de Seguridad de la ONU, tan diligentes para votar sanciones contra Irán, ni siquiera se atreven a imaginar enfrentarse de la misma forma con Israel. Y así Tel Aviv se burla del derecho internacional e impide la creación del Estado palestino, condición para que los israelíes puedan vivir en paz y para que las familias palestinas no cuenten cada día con una muerte más entre los suyos.
El canal del Hezbolá libanés Al Manar había afirmado el jueves al anochecer que un grupo desconocido hasta ahora, los 'Kataeb Ahrar el Jalil' (Brigadas de los hombres libres de Galilea) -Grupo del Mártir Imad Mughnieh y los mártires de Gaza-, había reivindicado el ataque perpetrado en Jerusalén Oeste. Aunque la autenticidad de esta reivindicación no es segura.
Hamas (acrónimo en árabe del Movimiento de Resistencia Islámica), en el poder en Gaza, ya se había atribuido el último atentado suicida perpetrado en Israel, el 4 de febrero en Dimona (sur) y que costó la vida a una israelí y a sus dos autores.
Se trataba del primer atentado suicida reivindicado por Hamas desde un doble ataque llevado a cabo por dos kamikazes en agosto de 2004 en Beersheva (sur de Israel) y que dejó 16 muertos.
Israel se encontraba este viernes en estado de alerta tras el atentado que ha asestado un nuevo golpe al frágil proceso de paz en Oriente Medio. Mientras, el ministro de Defensa, Ehud Barak, inició consultas con altos responsables del Estado Mayor para determinar la réplica al ataque.
'Hemos enviado grandes refuerzos a Jerusalén, para garantizar la seguridad de los habitantes', declaró al mismo medio el comandante de la policía de la ciudad, Aharon Franco. La policía se encuentra en 'estado de alerta' en todo el país debido al temor a nuevos atentados, pero también a actos de venganza de extremistas israelíes tras los funerales de las víctimas, previstos durante la jornada, indicó Franco.
Como medida de seguridad, se prohibió a los fieles palestinos, de sexo masculino y de menos de 45 años, acceder a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, tercer lugar santo del islam.
Un palestino penetró el jueves por la noche en la 'yeshivá' (escuela talmúdica) de Mercaz Harav, en Jerusalén Oeste, y abrió fuego contra los estudiantes. Ocho de ellos murieron y diez siguen hospitalizados, según fuentes médicas. El autor de la masacre, Alaa Hicham Abu Dheim, de 25 años, un habitante del Jerusalén oriental anexionado por Israel tras la guerra de 1967, fue herido por un oficial de reserva y rematado por dos policías.
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