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Producción o salario ¿qué va primero? |
En el sistema de trabajo asalariado, típico del capitalismo, el costo de la fuerza de trabajo queda incluido en el costo deproducción. Por tanto, el valor de la fuerza de trabajo no depende de los resultados de la producción: es al revés. La disyuntiva: siguen con el trabajo asalariado pero pagando la fuerza de trabajo por su valor, o avanzamos a nuevas relaciones de producción socialistas.Que en Cuba, algunos políticos y militares insistan: no puede haber aumento de salario mientras no haya aumento de la producción, es relativamente comprensible; pero que lo aseguren economistas, es cuando menos negligente.
Si se analiza en detalles cómo se conforman los precios de las mercancías en el sistema del trabajo asalariado, vemos que el costo de la fuerza de trabajo está incluido en el costo final de producción y por tanto, el valor de la fuerza de trabajo no depende de los resultados de la producción, sino que es al revés: los resultados de la producción, la cantidad de productos y costos de las mercancías dependen, entre otros factores, de la inversión hecha en fuerza de trabajo, lo que se paga por ella.
El valor de la mercancía o producto creado está determinado por la cantidad de trabajo abstracto invertido en ella, cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción, escribió Marx, el pretérito y el agregado, el gasto en medios de producción, materias prima y fuerza de trabajo, aunque el precio en el mercado está influido ya por otros factores como la ley de oferta y demanda, aunque siempre tienda a su costo relativo social original.
La fuerza de trabajo, que en el sistema de trabajo asalariado es una mercancía más, se paga por su valor, el cual se mide por el costo de su reproducción, lo necesario para mantener al trabajador (sea manual o intelectual) produciendo una mercancía o cantidad de determinadas de ellas. Ese costo de la fuerza de trabajo (capital variable en el capitalismo) se agrega al resto de los costos de la mercancía. Así cuando un producto sale ya al mercado, el valor de la fuerza de trabajo está incluido, se sabe cuál es. De manera que el precio de la fuerza de trabajo, el salario, es conocido de antemano, es anterior a los resultados de la producción.
De manera que en la conformación del precio del producto, se incluye como componente el valor de la fuerza de trabajo. Los trabajadores recibirán su paga luego de producida la mercancía que una vez vendida, recupera la inversión que se hizo en el pago del trabajo. Cuando esto se observa así con toda claridad y transparencia, aún cuando se mantenga la explotación asalariada, no hay razón ninguna que justifique pagar salarios que no compensan los costos de vida.
Queda así evidente la falsedad del enunciado de moda: no pueda haber aumento de salario si no hay aumento de producción. Es precisamente todo lo contrario: no habrá aumento de producción mientras no se valore correctamente a la fuerza de trabajo, se incluya en la formación del costo de producción y en consecuencia se pague debidamente al trabajador.
Si se quiere mantener el sistema estatista, vertical, de trabajo asalariado, típico del capitalismo, pero donde sean los burócratas designados desde arriba, haciendo la función de capitalistas, los que tomen las decisiones sobre la producción y los salarios, tendrá entonces que tenerse en cuenta el costo de la fuerza de trabajo e incluirlo en el precio de las mercancías. De lo contrario seguiremos con los bajos salarios, la falta de estímulos y los deficientes resultados productivos.
Rápido vendrán los defensores del “socialismo de estado”: “En el socialismo la fuerza de trabajo no es una mercancía, la acumulación centralizada es necesaria para pagar los servicios de salud y educación que son gratis”. “Si se les paga mayores salarios a los trabajadores que realizan labores de producción directa, entonces no podríamos tener tantos médicos y maestros” (ni tantos burócratas ni aparatos improductivos). Con ese “argumento” tratarían de demostrar que el uso de la fuerza de trabajo por el capital estatal no se puede pagar por su valor, sin percatarse que eso implica que los salarios no satisfacen –en este sistema- las necesidades racionales de vida de los trabajadores, lo cual sería reconocer que el “socialismo de estado” “necesita pagar menos a los trabajadores” que el propio capitalismo, base del fracaso del estatismo asalariado.
Esta “concepción del socialismo”que se niega a considerar la fuerza de trabajo como mercancía pero que en cambio le da tratamiento de tal al “pagarla con un salario”, encierra una gran contradicción: se quiere mantener la forma de trabajo asalariada, típica del capitalismo, pero sin considerar sus leyes, sin tener en cuenta la ley del valor-trabajo, sin querer pagar la fuerza de trabajo por su valor. Se pretende el “socialismo” con la peor, desgarrante, vergonzosa y más importante “arma mellada” del capitalismo: el trabajo asalariado, pero arriba de eso, sin respetar el valor de la fuerza de trabajo.
Vayamos por parte: Nada es gratis. Todo sale del sudor de los que trabajan. A los trabajadores de la salud y la educación hay que pagarles también por su trabajo. Se ha querido definir que el trabajo de un médico no es “pagable”, pues “no se sabe cuanto puede costar salvar una vida, la vida no tiene precio”. Veamos en detalles el “argumento”. Este criterio parte de una incorrecta interpretación de la ley burguesa extensiva a los inicios del socialismo: “de cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo”, al presuponer que se paga por los resultados del trabajo y no por el valor de la fuerza de trabajo.
El valor de la fuerza de trabajo no se mide por el valor de la mercancía, producto creado, o servicio brindado, sino por lo que cuesta mantener y reproducir esa fuerza de trabajo. El “valor” del trabajo de un médico no está en el invalorable significado de salvar una vida, sino en lo que cuesta mantener económicamente a ese médico y a su familia, con el nivel de vida necesario para que ese médico sea capaz de trabajar eficientemente. Cualquier otra significación que quiera dársele al “valor” del trabajo del médico es idealista, voluntarista y sólo se presta a confusión para definir la forma de pago del trabajo.
Igual delmaestro se dice: ¿Cómo valorar todo lo que pueda crear la educación? Pero el valor del trabajo de un maestro, no está en la multitud de valores que podrán crear sus educandos en el futuro, sino en lo que cuesta alimentar, calzar, vestir y techar al maestro y su familia en manera tal que le permita hacer eficientemente su trabajo.
La diferencia entre lo que se paga al trabajador por su fuerza de trabajo y lo que produce en valores esa fuerza de trabajo, es el plustrabajo, excedente o plusvalía, del cual se apropia el capitalista individual en el capitalismo, o el estadoen el “socialismo de estado”, en verdad un capitalismo de estado que pretende ser benevolente, buen repartidor, benefactor, paternal, el viejo socialismo, una suerte de “estado de bienestar” que se queda distante de su original concepción socialdemócrata y que ya ha fracasado en todas partes.
Ya se ha dicho, no es culpa de nadie, fue lo que se nos enseñó, lo que se nos vendió por socialismo, lo que había en la gran Unión Soviética que todos admirábamos y cuya desviación y caída sigue gravitando sobre el movimiento comunista y revolucionario mundial que no sale del bache por la ausencia de una alternativa socialista capaz de movilizar a la moderna clase trabajadora.
Ni el médico, ni el maestro, ni ningún trabajador, recibirá “el fruto íntegro de su trabajo”, ya eso fue explicado por Marx al criticar esa noción lassalleana, y sólo en una nueva forma de trabajo, distinto al asalariado, el cooperativo, el trabajador podrá recibir una mayor parte del resultado de su trabajo, por el hecho de que ya no habrá plusvalía de la que se adueñe capitalista alguno, privado o estatal.
Esta diferenciasobre lo que recibe el trabajador entre el trabajo asalariado y el trabajo cooperativo, es lo que hace que el segundo sea más humano, más justo, más racional y estimulante y por tanto más productivo también y menos predador de la naturaleza.
En consecuencia no es posible seguir argumentando que para pagar más salario, hay que producir más. Simplemente, en el sistema de trabajo asalariado hay que organizar la producción y los costos, teniendo en cuenta lo que hay que pagar a los trabajadores, respetando las leyes de la producción asalariada, inherente al capitalismo, que desea mantener el “socialismo de estado”.
Nuestros economistas y políticos defensores de no cambiar nada en la esencia del sistema (las relaciones de producción) responderán: pero eso es capitalismo puro, a pulmón, con sus leyes mercantiles, la fuerza de trabajo como mercancía, etc., todo eso que hemos criticado los comunistas en los últimos 200 años. Pues claro, capitalismo simple y llano, no disfrazado de socialismo, así es como funcionaría mejor una economía sustentada en el trabajo asalariado, ¿no es eso acaso lo que quieren mantener?
Pero como diría Maruja la peluquera, “te peinas o te haces papelillos”, una de dos: 1) siguen con el trabajo asalariado; pero entonces respetando el valor de la fuerza de trabajo o, 2) avanzamos a su eliminación y a la introducción paulatina y creativa -pero generalizada- de nuevas relaciones socialistas de producción basadas en el cooperativismo y la autogestión y entramos de lleno a resolver la gran contradicción entre el objetivo socialista que se pretende y la forma capitalista de conseguirlo.
Lo otro que hay de fondo en todo esto es que, al parecer, algunos no han acabado de entender todavía que el “viejo socialismo, ese basado en la propiedad del estado, el esquema centralizado de acumulación y el trabajo asalariado” es en verdad un capitalismo de estado mal administrado, que ha llevado a buena parte del pueblo y los trabajadores a pensar, como solución, en el capitalismo que conocen por las películas del sábado por la noche y las remesas que mandan los familiares, muchos de los cuales lo hacen bajo terribles condiciones de explotación, trabajando dos jornadas diarias. Arreglemos de una vez, pues, todo este entuerto.
Socialismo por la vida

El enfoque neoclásico
El enfoque neoclásico rechaza las rigideces impuestas por el pacto keynesiano (rechaza por consiguiente las conquistas sociales del movimiento obrero); ya que estos derechos se habían convertido en centrales y universales por lo que el enfoque neoclásico ha conseguido rebajarlos al mínimo flexibilizando el mercado de trabajo y precarizando el empleo.
La economía neoclásica acepta los presupuestos del liberalismo clásico, pero se inclina por una antropología hobbesiana al considerar la sociedad como un agregado de individuos que se mueven por sus propios intereses. Nos encontramos con el homo aeconomicus: un ser calculador, racional y egoísta. La economía neoclásica sigue una psicología economicista según la cual para que se dé una acción el actor ha de tener una información perfecta del mercado, que le permita realizar la acción de una manera racional.
El modelo de la economía neoclásica necesita de una multitud de pequeños agentes que pudieran intercambiar, después de tener una información perfecta y con una libertad absoluta; cualquier intervención vendría a significar un obstáculo para dicha libertad y por consiguiente aquella sería recibida como un parásito que incidiría de forma negativa en el desarrollo de la economía.
Por otra parte, el homo aeconomicus tiende ante todo a maximizar sus deseos; por consiguiente en el ámbito de un discurso competitivo donde todos somos rivales. Dicha competitividad nos lleva a convertirnos en meros sujetos mercantiles.
Lo dicho conlleva el hecho de que para la economía neoclásica lasrelaciones sociales se subsumen en “relaciones individuales” entre el trabajador y el empresario. De ahí que las “rigideces” lo único que consiguen es obstaculizar el contrato. Ya que la economía neoclásica pretende que la relación sea entre individuos, por consiguiente, lo mismo que el empresario “arriesga” al poner el dinero en el mercado, también el trabajador ha de correrriesgos. Lo que lleva al mismo tiempo a este tipo de economía a ignorar los sindicatos ya que piensan que son agentes perturbadores en una relación individual, que según aquella es completamente libre. En última instancia, tanto la intervención estatal como el sindicalismo obstaculizan el equilibrio perfecto que se da en el mercado, que es el único que puede regular dichas relaciones individuales basadas en la competitividad y el riesgo, pero que al mismo tiempo son completamente libres.
¿Cuáles son las rigideces?
Actualmente son el salario mínimo y las rentas de desplazamiento (renta mínima, subsidio de paro...). La economía neoclásica introduce dos explicaciones que se complementan:
(1) la teoría del salario de eficiencia, mediante la cual se nos dice que los empleadores se ven obligados por asalariados [los sindicatos] a proponer salarios por encima del salario de equilibrio;
(2) la teoría de los insiders/outsiders que viene a decirnos que aquellos que tienen empleo fijo, al colocar el salario por encima de su nivel, están impidiendo que los empresarios contraten a aquellos que se encuentran en paro.
En ambas explicaciones la culpa de la existencia del paro va a recaer sobre la espalda de los propios trabajadores y de sus organizaciones sindicales.
El enfoque radical/marxista
Mientras que el enfoque neoclásico afirmaba que el paro se produce por culpa de las “rigideces” y “parásitos” que obstaculizan la institución del mercado, el enfoque radical defiende que el paro es un paro capitalista: “El paro es un paro capitalista: es el capitalismo quien lo crea; y tiene necesidad. El capitalista tiene necesidad del paro: es un incentivo que pesa sobre las reivindicaciones salariales... Si el paro baja demasiado, los asalariados están en mejor postura para obtener las subida de los salarios y mejores condiciones” [Thomas Coutrot et michel Husson, Le marché du travail].
Para llegar a dicha definición este enfoque parte de las tesis del marxismo. Y la economía marxista defiende que se da una relación entre capital y trabajo. Dicha relación -que desde este punto de vista es colectiva- es una relación de producción que junto con las fuerzas productivas constituyen un modo de producción.
¿Cómo concibe Marx dicha relación?
Ya desde la Ideología Alemana aquél analiza el sistema (capitalista) desde una perspectiva histórica y social. Y en otra obra posterior (Salario, precio y ganancia) nos describe la relación de producción entre capital y trabajo: “Lo que el obrero vende no es directamente su trabajo, sino su fuerza de trabajo, cediendo temporalmente al capitalista el derecho a disponer de ella. Tan es así, que no sé si las leyes inglesas, pero sí, desde luego, algunas leyes continentales, fijan el máximo de tiempo por el que una persona puede vender su fuerza de trabajo”.
El trabajador lo que vende es su fuerza productiva (capacidad de trabajo) por un tiempo limitado, no vende su trabajo. Pero una vez vendida, el capitalista se convierte en dueño de esa capacidad. Por consiguiente, dicha venta-compra ha de estar sancionada de una manera jurídca. L relación supone un orden jurídico: “la relación jurídica, el contrato, no viene en un segundo tiempo, como simple repetición ideal de la relación económica, es constitutivo de este último ya que, para poder efectuar el cambio, realizar esta relación, los individuos deben ser definidos jurídicamente” [Antoine Artous, Marx, l´etat et la politique].
La forma jurídica reconoce que los individuos son libres e iguales y por esto mismo entran en contacto para intercambiar. Ahora bien, son iguales por el hecho de que son diferentes, es decir que entran en relación porque son difirentes y tienen necesidades diferentes que deben ser satisfechas. Y sólo pueden ser satisfechas en el proceso del cambio. Pero para cambiar han de ser libres. El proletariado se ha convertido en hombre libre al ser “liberado” de ser vasallo de su señor. Al quedar libre necesita trabajar para satisfacer sus necesidades, pero al mismo tiempo carece de los instrumentos para poder realizar dicha tarea. En última instancia, la única propiedad que tiene el trabajador es su fuerza de trabajo, que es la que pone en el mercado comouna mercancía cualquiera.
Partiendo de lo dicho, el marxismo va a definir el capitalismo como “una relación específica de explotación”. Ya que existe una mercancía -fuerza de trabajo- cuyo valor de uso reside en crear valor: “Se trata en primer lugar de la contradicción en los términos que constituye la expresión “valor del trabajo”: si el trabajo crea valor, no puede él mismo tener valor. Detrás de la expresión irracional del valor del trabajo se esconde de hecho el valor de cambio de la fuerza de trabajo. Ya que lo que vende el trabajador al capitalista, es el uso de la fuerza de trabajo que existe en él, o, en otros términos, su sumisión personal al proceso de trabajo” [Pierre Salama et Tran Hai Hac, introduction a l'economie de Marx]
Continuando con lo expresado podemos afirmar que para el enfoque radical la esencia del capitalismo reside en la extorsión de la plusvalía. Este hecho lleva a la enajenación del trabajador ya que “se da la separación entre el obrero y el fruto de su actividad, efecto simultáneo de la división del trabajo y de la producción de mercancías”.
En el mercado se establece una relación contractual entre capital y trabajo. Lo que sucede es que dicha relación es asimétrica ya que es desigual. Para establecerse tal como la conocemos es preciso que se realice de una forma coactiva; con lo que dicha relación no puede escapar del conflicto.
El trabajo humano no es igual que la actividad que pudiera realizar cualquier animal, sino que “transciende la actividad instintiva” y requiere un poder conceptual, por consiguiente se produce una unidad de concepción y de ejecución para que se realice la fuerza de trabajo, pero también hay que tener en cuenta que dicha unidad puede deshacerse. Para Braveman [Trabajo y fuerza de trabajo] sólo puede restablecerse la conciencia en su conjunto. Es decir, que sólo la actividad colectiva puede restablecer la conciencia de lo que significa el trabajo.
El trinomio metaestructural
Frente a las dos posturas anteriores se han levantado críticos, sobre todo con respecto a la teoría del valor-trabajo. Para algunos, como Antonio Negri [las verdades nómadas], dicha teoría se encuentra en crisis, ya que cuando la concibió Marx se “encontraba vinculada a la Revolución Industrial”. Y cree que el nuevo sistema (posfordista) ha iniciado el camino de su “deconstrucción”.
Parece que Negri se inclina más bien por el “factor subjetivo”, reivindicando sobre todo tesis anteriores en las que se postulaba la desaparición del “obrero fabril”. Sin embargo, lo que se nos está proyectando no es otra cosa que las contradicciones que se dan en este nuevo estadio que la mayoría denomina mundialización.
Por otro lado, tenemos a Jacques Bidet que en la lectura que realiza de Marx recupera el concepto de utilidad de la tradición neoclásica. Ya en su Théorie de la modernité opone dicha teoría marxiana a la teoría de “valor–utilidad” que representa la teoría neoclásica. Bidet intenta realizar la síntesis y, por ende, acaba defendiendo la teoría del “valor-trabajo-utilidad”: “Por esta noción de “valor-trabajo-utilidad” no designo alguna cosa como una nueva teoría del valor, sino una matriz antropológica que concierne al trabajo y a la producción”.
Con lo expuesto Bidet intenta escapar de un cierto economicismo, al mismo tiempo que es partidario de acercar la idea de trabajo a la noción de acción racional desarrollada por Weber. Por consiguiente, el trabajo en tanto que medio no puede ser pensado más que en relación a su fin. Ahora bien, el trabajo para realizarse necesita un gasto. Es decir, ¿cómo se pasas de un valor de uso a un valor de cambio? Bidet nos describe este paso de la forma siguiente: “El medio universal es un cierto gasto de la fuerza de trabajo, intelectual y corporal, movilizando un saber más o menos grande. La productividad de este gasto determina el tiempo que será necesario”.
A pesar de que la tesis desarrollada por Bidet ha abierto una brecha en la concepción marxiana, por considerar que supone un nuevo tipo de reformismo que le acerca a un “socialismo de mercado” [Daniel Bensaid, La discordance des temps], nos parece interesante sus tesis, sobre todo lo que se refiere a su redefinición de una teoría contractual.
La tesis del “valor-trabajo-utilidad” requiere algo más. Así para Bidet el trabajo es una “actividad social y, por ende, dividida”. Esto implica una coordinación, una determinación social de fines; es decir, que la fuerza de trabajo (su gasto) sea consumida por otro. En última instancia “el trabajo, relación social, aparece, por ende en conjunto como relación de poder y, más ampliamente como relación política” [Théorie de la modernité].
A partir de dicha constatación se realiza una interpretación de la teoría del valor-trabajo. Se piensa que dicha teoría siempre hace referencia a la utilidad. Por consiguiente, dicha concepción nos lleva a incidir en el hecho de la coacción que se realiza sobre el trabajador libre, coacción que conlleva una determinada relación de poder donde no se puede dejar de lado el papel que desempeña el Estado.
La teoría del “valor-trabajo-utilidad”hay que vincularla a una teoría del contrato. Para Bidet, la modernidad se constituye con dicha teoría y ésta la podemos aplicar a la relación social.
Pero Bidet también acepta la teoría del contrato como uno de los fundamentos de la modernidad. Y a partir de este hecho fundamenta su concepción. Pero también lo hace partiendo del liberalismo político de Rawls.
Bidet asume que la Teoría de la Justicia de Rawls puede fundamentar una teoría del contrato si además se realiza una crítica de la “estructura básica”. Esto es así porque para Bidet en la modernidad se da una relación antinómica entre la “autonomía privada” y la “autonomía pública”. Es dicha relación antinómica la que comprende la contractualidad social. Por eso mismo nos dice que: “la homología existente entre los conceptos primeros de la economía (mercado/organización) y los del derecho (contractualidad interindividual y central) prohíbe, como se verá, una dicotomía entre la esfera (de igualdad) política y una esfera (de desigualdad) económica” [Egalté des chances et principe de difference. Une réinterpretation].
La modernidad es antinómica, aunque sin embargo tanto la autonomía pública como la autonomía privada se complementan y enfrentan al mismo tiempo. Se dan de una manera interrelacionada. Es más la autonomía pública supone la autonomía privada. Por consiguiente, ya no concebimos la autonomía privada como un espacio de“libertades iguales para todos”, sino como la esfera de las relaciones interindividuales:“Este no es para comprender, así como se cree a menudo, como la esfera de las libertades “individuales” -pues el orden público es también el lugar del individuo, el lugar donde es interpelado y toma el riesgo de existir- sino como la esfera de las relaciones “interindividuales”. Es la capacidad de cada uno de conducir su vida a su modo, es decir, como no existe acción que no sea una interacción, de comunicar de contratar y de emprender libremente con cualquiera. La contractualidad central presupone la libre contractualidad interindividual, que se enuncia en la lista clásica de las libertades llamadas “liberales” de opinión y de expresión, de propiedad, de desplazamiento, de asociación, de actividad profesional y de empresa. Pero éstas, correlativamente, implican la contractualidad central” [Jacques Bidet, Théorie générale]
La modernidad no puede definirse ni por la noción de capitalismo ni por un abanico de sociedades a decir de Bidet. Sino que más bien debe definirse por una teoría de la metaestructura que subyace al plan y al mercado. Dicha matriz metaestructural, que es el soporte de la modernidad tanto capitalista como colectivista, es definida por tres determinaciones: interindividualidad, asociatividad y centricidad. Determinaciones que constituyen el “ser social”.
Será en la Théorie générale donde fundamenta mejor la noción de metaestructura. Considerando que la contractualidad es tanto una declaración de racionalidad como de ciudadanía ya que: “Ella declara, en efecto, que la sociedad está regida por el discurso “comunicativo”..., que avanza, como lo ha mostrado habermas, una triple pretensión de validez, pretensión a la vez de verdad-efecacia, de justeza y de autenticidad”
Por tanto cuando nos habla de la cara racional y de la cara razonable va a asimilar lo racional a la“verdad-eficacia” y lo razonable a la “justeza”. Por otro lado considera que los polos que corresponde a las cara de lo racional y lo razonable; es decir la centricidad, y la interindividualidad que son “mediaciones coordinacionales- contractuales” forman junto a la“relación discursiva-cooperativa” el “trinomio metaestructural”.
Se parte de los presupuestos rawlsianos, no sólo con respecto de la teoría de la justicia y de su “principio de la diferencia” -aunque releído desde la perspectiva neomarxiana-, sino que al mismo tiempo se utiliza la distinción (rawlsiana) entre racional y razonable.
Para Rawls lo razonable es lo que nos lleva a la cooperación, a un consenso sobre unos principios que desde la igualdad nos permita entendernos. Todo consenso exige la reciprocidad entre los socios. Lo racional no se refiere en cambio a la colectividad, sino que se refiere a alguien singular. Por entendernos, podríamos decir que lo razonable pertenece a lo público. Mientras que lo racional pertenece al terreno de lo particular. Ahora bien, esos términos que podrían ser contrarios dedes el punto de vista de la cooperación son complementarios y no pueden funcionar separadamente ya que fallaría o bien la cooperación o bien el sentido de la justicia.
¿Cómo utiliza estos términos Bidet para aplicarlos al trinomio metaestructural? Ya en su Théorie génerale nos dice: “La metaestructura está para tomar como la “declaración” moderna, que comporta dos caras, la racional, de la verdad-eficacia, y la razonable, de la justicia. Los modernos se declaran libres, iguales e racionales. Estas dos caras presentan cada una, homológicamente, dos polos. De una parte, el de la centricidad: contractualidad central según la cara razonable, organización según la cara racional. De otra parte, el de la interindividual: contractualidad interindividual según la cara razonable, mercado según la cara racional”.
Por ende, el “contrato social”, que fue el aporte fundador del liberalismo, continúa constituyendo el hilo de una filosofía política neomarxista. Dicho neomarxismo no pretende reducir la realidad económica a lo económico, sino que lo que nos constata es el hecho de que dicha realidad tiene distintas caras: por un lado la “racional” del entendimiento económico y, por otro lado, la “razonable” de la razón jurídica. Pero lo dicho no lo podemos confundir con una reducción al derecho, ya que Bidet nos habla de principios. El fundamento de la contractualidad no son las leyes sino las reglas. Las leyes exigen obediencia mientras que la regla exige “reciprocidad” entre los polos. En última instancia, cuando nos referimos a lo razonable nos estamos remitiendo aprincipios de justicia.
Hasta ahora entendíamos que en la modernidad se daba una polaridad coordinacional mercado/organización que era sinónimo de la contractualidad económica; lo mismo que la relación salarial (incluso para el marxismo vulgar) quedaba reducida a una polaridad entre el asalariado y aquél que lo contrataba.
La contractualidad desde este punto de vista [metaestructural] es una unidad problemática entre la contractualidad central y la contractualidad interindividual, ambas se superponen y se interrelacionan dialécticamente, lo que supone conflicto y una cierta “sobredeterminación”. Por otro lado en el trinomio también tenemos la cara de lo racional. La modernidad tiene sus propios excesos ya que sin nos quedamos en el terreno de lo racional triunfan unos determinados intereses que inclinan la balanza hacia el lado del mercado o de la organización.
La “matriz metaestructural”, como ya hemos dicho anteriormente, se define partiendo de tres determinaciones. Por un lado la interindividualidad que nos remite al mercado y que permitió la aparición de las relaciones cambistas en un momento determinado, pero que se basan en un principio de la “desigualdad” y que atomiza las relaciones; produciendo una relación entre cambio y contractualidad. Es el antecedente de la “relación salarial” ya que se realiza en base de una primera expropiación del mercado
Por otro lado la centricidad que significa la existencia de un centro, ya que “no existe un espacio mercantil sin un poder central que lo protege, que asegura acada uno de los asociados que los otros no podrán escapar de sus compromisos”. Es la cuestión del poder del Estado.
Por último la asociatividad que se da desde el principio ya que las relaciones mercantilistas son imposibles sin la cooperación. Dicha asociatividad se desarrolla bien como asociación de los capitalistas contra los competidores, contra sus asalariados; o bien asociación de los asalariados contra los competidores, contra los capitalistas.
La contractualidad desde la “matriz metaestructural” es conflictiva precisamente por la coimplicación entre ambos polos y la coimplicación entre centricidad e interindividualidad conlleva coacción. Por dicha razón la modernidad exige la tesis de la regla.
La relación salarial entraría dentro de estas coordenadas. Si bien el trabajador y el capitalista son hombres libres e iguales a nivel interindividual; la relación, en última instancia, no es simétrica sino asimétrica. A pesar de lo dicho, en la sociedad moderna se dan reglas, ya que si la contractualidad interindividual es una relación libre es porque existe una “voluntad común” que en vista de la libertad puede querer someter una parte de las interacciones a una forma determinada de organización. Pero, al mismo tiempo, las voluntades individuales que son conectadas centralmente son libres en tanto que la voluntad común puede dar cuenta de ellas.
La relación salarial moderna se inserta en la antinomia metaestructural, ya que según esta “lo que se otorga a la determinación del centro se retira a la determinación interindividual”. Es decir, que ambas contractualidades se limitan, se sobredeterminan mutuamente. Ambas se encuentran imbricadas. El problema es cuando se separan y se inclina o bien hacia el mercado o bien hacia el plan. La realidad esque la metaestructura exige su acoplamiento.
Se da una interrelación entre las distintas contractualidades central/organizativa,interindividual/mercantil o cooperativa. La modernidad capitalista se mueve dentro de los límites contradictorios de dicha sociedad; lo que hace que la sociedad se incline hacia un lado o el otro dependiendo de las distintas relaciones sociales que se produzcan.
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