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El rescate de todos los rescates: golpe de Estado Cleptocrático en EE.UU. |
Nadie esperaba que el capitalismo industrial terminara de este modo. Es más, nadie se percató siquiera de que evolucionaba en esa dirección. Mucho me temo que esa ceguera no es inusual entre los futurólogos: la tendencia natural es pensar sobre la forma óptima de crecimiento y desarrollo de las economías. Pero siempre parece surgir un camino imprevisto, y entonces, la sociedad se va por una tangente.
¡Qué dos semanas!
El domingo 7 de septiembre el Tesoro tomó el control de los 5,3 billones de dólares expuestos a riesgo hipotecario de las compañías Fannie Mae y Freddie Mac, cuyos jefes habían sido ya destituidos por fraude contable.
El lunes 15 de septiembre Lehman Brothers se declaró en bancarrota cuando posibles compradores de Wall Street no consiguieron hallar rastro alguno de realidad en su contabilidad financiera.
El miércoles, la Reserva Federal (FED) accedió a dar por buenas, a un coste de por lo menos 85.000 millones de dólares, las ganancias “aseguradas” que el American International Group debía a los tahúres financieros que, a través del comercio de valores computarizado, apostaron por las hipotecas basura y contrataron seguros de cobertura con este grupo asegurador, el A.I.G. (cuyo jefe, Maurice Greenberg, ya había sido destituido hace unos pocos años por fraude contable).
Pero es el viernes 19 de septiembre el que figurará en la historia de los EE.UU. como el momento de inflexión. La Casa Blanca comprometió al menos medio billón de dólares más en el empeño de re-inflar los precios inmobiliarios a fin de sostener el valor de mercado de las hipotecas basura (que son hipotecas contratadas sin tener en cuenta la capacidad de los deudores para pagar y que, encima, sobrestiman el precio corriente de mercado del colateral que se ofrece como garantía de la deuda).
Esos miles de millones de dólares fueron sacrificados para mantener vivo un sueño: las ficciones contables puestas sobre el papel por compañías que habían ingresado en un mundo irreal fundado en una contabilidad falsaria, que prácticamente todo el mundo financiero sabía tramposa. Pero todos jugaban con la compraventa de hipoteca basura empaquetada, porque aquí es donde se ganaba dinero. Incluso luego del colapso de los mercados, varios gestores ejecutivos de fondos de inversión que mantenían la lucidez fueron duramente criticados por no embarcarse en el juego mientras funcionara.
Tengo amigos en Wall Street que fueron despedidos por no lograr igualar los retornos que estaban consiguiendo sus colegas. Y los mayores retornos se conseguían comerciando con los activos financieros más grandes de la economía: la deuda hipotecaria. Sólo las hipotecas empaquetadas poseídas o garantizadas por Fannie y Freddie excedían ya el volumen de toda la deuda nacional de los EE.UU., que es el déficit acumulado por el Estado norteamericano ¡desde los días en que la nación ganó la guerra revolucionaria de independencia!
Eso da una idea de las enormes dimensiones del rescate, así como de las prioridades del Estado (o, al menos, de los Republicanos en el Gobierno). En vez de despertar la Economía a la realidad, el Gobierno ha empeñado todos sus recursos en la promoción del irreal sueño, según el cual las deudas pueden ser satisfechas: si no por los propios deudores, por el gobierno (o los “contribuyentes”, como se dice, eufemísticamente).
Anteanoche, el Tesoro de los EE.UU. y la FED cambiaron radicalmente el carácter del capitalismo norteamericano. Se trata, ni más ni menos, que de un coup d’êtat a favor de la clase que Roosevelt llamaba los “báncgsters”. Lo que ha pasado en las dos últimas semanas amenaza con alterar el curso del siglo que ahora rompe, y de alterarlo de manera irreversible si se salen con la suya. Pues de lo que se trata es de la mayor y más inequitativa transferencia de riqueza desde que se regalaron tierras a los barones de los ferrocarriles en la era de la Guerra Civil.
Aun así, hay pocos indicios de que eso llegue siquiera a poner fin a los tambores y trompetas de libre mercado de los insiders financieros que han logrado destruir el control público por la vía de colocar en las principales agencias reguladores a reconocidos antirreguladores, generando así el caos que, según dice ahora el secretario del Tesoro Henry Paulson, amenaza los depósitos bancarios y los puestos de trabajo de todos los norteamericanos. A lo que realmente amenaza, claro está, es a los mayores contribuidores financieros a la campaña electoral de los republicanos (y, para ser justos, también a los mayores contribuidores a las campañas de los candidatos demócratas a puestos clave en los comités de finanzas del Congreso).
Una clase cleptocrática ha tomado el control de la economía, a fin de reemplazar el capitalismo industrial. El término acuñado en su día por Roosevelt –“báncgters”— lo dice todo en una palabra. La economía ha sido asaltada y capturada por una potencia foránea. No por los sospechosos habituales: no por el socialismo, no por los trabajadores, no por el “Estado sobredimensionado”, no por los monopolistas industriales; ni siquiera por las grandes familias de banqueros. Desde luego, no por la francmasonería o por los illuminati. (Sería maravilloso que, de verdad, existiera algún grupo que hubiera estado actuando en la sombra, con siglos de sabiduría acumulada: así, al menos, alguien tendría un plan.) Lo que ha ocurrido es que los báncgsters se han aliado con una potencia foránea: no con los comunistas, no con los rusos, los asiáticos o los árabes; ni siquiera son humanos. El grupo en cuestión es un vástago de las máquinas. Puede sonar a película de Terminator, pero lo cierto es que las máquinas computarizadas han llegado a hacerse con el control del mundo, o al menos, del mundo de la Casa Blanca.
He aquí cómo lo lograron
La American International Group (A.I.G.) subscribió pólizas de seguros de todo tipo solicitados por la gente y por el mundo de los negocios: seguros de vivienda y de propiedad, seguros agropecuarios, incluso seguros para cubrir el arrendamiento aeronáutico. Ese rentabilísimo negocio no fue el problema. (Por eso mismo, será con toda probabilidad saldado para poder pagar las apuestas fallidas de la compañía.) La caída de A.I.G. vino de los 450.000 millones de dólares –casi medio billón— que le quedaron colgados al asegurar garantías a fondos hedge de libe inversión. En otras palabras: si dos partes jugaban un juego de suma cero, apostando la una contra la otra por la subida o la bajada del dólar frente a la libra esterlina o el euro, o si aseguraban una cartera hipotecaria o hipotecas basura para tener garantías de que se cobrarían, entonces pagaban una minúscula comisión a A.I.G. por una póliza que prometía pagar si, pongamos por caso, el mercado hipotecario norteamericano de 11 billones de dólares llegaba a “tropezar”, o si los perdedores que habían colocado billones de dólares en apuestas a derivados del mercado internacional de divisas o a derivados financieros de acciones u obligaciones terminaban en una situación parecida a la que se hallan muchos patronos de Las Vegas, esto es, incapaces de cubrir sus deudas en efectivo.
A.I.G. cosechó miles de millones de dólares con esas pólizas. Y gracias al hecho de que las compañías aseguradoras son un paraíso friedmaniano –no regulado por la FED, ni por ninguna ora agencia de alcance nacional, y por lo tanto, capaces de acceder a la proverbial barra libre sin supervisión pública—, la suscripción de esas pólizas se hacía por la vía del listado informático, y la compañía cosechaba enormes cantidades de honorarios y comisiones sin apenas poner capital de su parte. A eso es a lo que se llama “autorregulación”. Y así es como se supone que funciona la mano invisible del mercado.
Ello es que, inevitablemente, algunas instituciones financieras que se habían jugado miles de millones de dólares –normalmente, y para ser precisos, apostando mil millones de dólares en el curso de unos pocos minutos— no estaban en condiciones de pagar. Esos juegos se desarrollaban en microsegundos, como fogonazos en pantalla, prácticamente sin interferencia humana. En este sentido, no es tan distinto de los alienígenas haciéndose con el control. Pero en este caso se trata de máquinas tipo robot: de aquí la analogía que tracé con los Terminators.
Su repentino acceso al poder es tan imprevisible como una invasión procedente de Marte. La analogía que más se acerca es la invasión de los Chicos de Chicago, del Banco Mundial y de U.S.A.I.D. (Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional, por sus siglas en inglés) en Rusia y otras economías post soviéticas luego de la disolución de la URSS, urgiendo privatizaciones de libre mercado a fin de crear cleptocracias nacionales. Para los estadounidenses debería constituir un signo de alerta el que esos clepócratas se hayan convertido en las fortunas fundadoras de sus respectivos países. Deberíamos tener presente la observación de Aristóteles, según la cual la democracia es el estadio inmediatamente anterior a la oligarquía.
Las máquinas financieras que desarrollaron el comercio que terminó en la quiebra de la A.I.G. estaban programadas por ejecutivos financieros para actuar con la velocidad de la luz en operaciones de comercio electrónico que a menudo no duraban sino unos cuantos segundos, y eso, millones de veces al día. Sólo una máquina podría calcular la distribución de probabilidades matemáticas a partir de la observación de ínfimas variaciones, arriba y abajo, de tasas de interés, tasas de cambio y precios de acciones y obligaciones… y precios de hipotecas empaquetadas. Y estos últimos paquetes, cada vez más, cobraron la forma de hipotecas basura, pretendidamente deudas pagables pero, en realidad, eran cáscara huera.
En particular, las máquinas empleadas por los fondos hedge han dado un nuevo significado al capitalismo de casino. Hace mucho que se aplicaba a los especuladores que jugaban en el mercado de valores. Consistía en hacer apuestas cruzadas, perder algo y ganar algo,… y en dejar que el Estado rescatara a los no pagadores. El giro observable en la turbulencia de las dos últimas semanas es que los ganadores no pueden recoger las ganancias de sus apuestas, a menos que el gobierno pague las deudas contraídas por los perdedores, incapaces de satisfacerlas con su propio dinero.
Uno habría pensado que todo eso requiere algún grado de control por parte del Estado, que probablemente este tipo de actividad no debería haberse autorizado jamás. De hecho, nunca fue autorizada, y por lo mismo, tampoco regulada. Pero parecía haber una buena razón para ello: los inversores de los fondos de cobertura, o hedge founds, habían firmado un papel diciendo que eran lo bastante ricos como para permitirse perder su dinero en este juego financiero. A los papás y mamás comunes y corrientes no les estaba permitido participar. A pesar del alto rendimiento generado por millones de minúsculas operaciones comerciales, se consideraban demasiado arriesgadas para principiantes carentes de fondos fiables para entrar en el juego.
Un fondo hedge, o fondo de cobertura o de inversión libre, no gana dinero produciendo bienes y servicios. No avanza fondos para comprar activos reales, ni siquiera presta dinero. Lo que hace es tomar prestadas enormes sumas para apalancar sus apuestas con crédito prácticamente ilimitado. Sus ejecutivos no son ingenieros industriales, sino matemáticos que programan computadoras para hacer apuestas cruzadas o straddles sobre cómo se comportarán las tasas de interés, las tasas de cambio de divisas o los precios de las acciones y las obligaciones… o los precios de las hipotecas empaquetadas por los bancos. Los préstamos empaquetados pueden tener contenido o ser basura. No importa. Lo único que importa es ganar dinero en un mercado en el que el grueso de las operaciones comerciales dura apenas unos segundos. Lo que genera ganancias es la fibrilación de los precios, la volatilidad.
Este tipo de transacciones puede hacer fortunas, pero no es la “creación de riqueza” que mucha gente se imagina. Antes de la fórmula matemática de Black-Scholes para calcular el valor de las apuestas de estos fondos de inversión libre, este tipo de juego con opciones de compra y opciones de venta resultaba demasiado costoso como para dar mucho beneficio a nadie, salvo a las empresas de intermediación financiera. Pero la combinación de unas potentes computadoras con la “innovación” representada por un crédito prácticamente ilimitado y el libre acceso a las tablas del juego financiero ha hecho posible un frenético maniobreo de ir y venir.
Pues bien, ¿por qué el Tesoro consideró ineludible entrar en todo esto? ¿Por qué había que salvar a esos tahúres, si tenían dinero bastante para perder sin tener que convertirse en salas hospitalarias necesitadas de asistencia pública? El comercio de los hedge founds de cobertura e inversión libre estaba limitado a los muy ricos, a los bancos de inversión y a otros inversores institucionales. Pero una de las maneras más fáciles de ganar dinero llegó a ser el prestar fondos con intereses que la gente tenía que devolver con lo que sacaba de sus operaciones comerciales computerizadas. Y casi simultáneamente con la operación, ese dinero se pagaba en forma de comisiones, remuneraciones y bonos anuales que traían a la memoria los EEUU de la Era de la Codicia en los años que precedieron a la I Guerra Mundial, antes de que se introdujera el impuesto sobre la renta en 1913. Lo notable en todo este dinero era que sus destinatarios ni siquiera tenían que pagar por él un impuesto sobre la renta normal. El gobierno lo llamó “ganancias de capital”, lo que significaba que el dinero se gravaba fiscalmente con sólo una fracción de la tasa con la que se gravaban fiscalmente los ingresos.
Con la pretensión, huelga decirlo, de que todo ese frenético comercio crea “capital” real. Desde luego no lo hace en el sentido que tenía el concepto de capital en la economía clásica del siglo XIX. El término ha sido divorciado de las nociones de producción de bienes y servicios, contratación de trabajo asalariado o innovación financiera. Tan “capital” es ahora eso como el derecho a organizar una lotería y recoger las ganancias resultantes de las esperanzas de los perdedores. Pero, entonces, los casinos de Las Vegas y de los garitos ribereños se han convertido en una pujante “industria del crecimiento”, enlodando el lenguaje del capital, del crecimiento y de la propia riqueza.
Para cerrar las mesas de juego y saldar deudas, los perdedores tienen que ser rescatados: Fannie Mae, Freddie Mac, A.I.G., ¿y quién sabe cuál será el siguiente? Es la única manera de resolver el siguiente problema que se les presenta a unas compañías que han pagado ya a sus ejecutivos y a sus accionistas, en vez de haber puesto esas sumas en reserva: cómo recoger sus ganancias ante unos deudores insolventes y unas aseguradoras en quiebra. Éstos, los perdedores, también han pagado a sus ejecutivos financieros y a sus colaboradores internos (junto con las oportunas contribuciones patrióticas a los candidatos políticos en los puestos clave de las comisiones del Congreso encargadas de decidir la estructuración financiera de la nación).
Porque eso ha de orquestarse por adelantado. Es necesario comprar políticos y ofrecerles una coartada plausible (o al menos, un conjunto bien armado de eufemismos a prueba de encuesta de opinión pública) para poder explicar a los votantes por qué era de interés público rescatar a los tahúres. Se precisa de buena retórica para explicar por qué el gobierno tenía que dejarles entrar en un casino, dejar que se quedaran con todas sus ganancias y, finalmente, usar fondos públicos para subvenir a las pérdidas de sus contrapartes.
Lo que ocurrió los pasados 18 y 19 de septiembre llevó años de preparación, tapados por una falsaria ideología excogitada por think tanks de relaciones públicas y emitida ahora, en condiciones de emergencia, a un Congreso –y a un votante— presa del pánico, justo antes de la elección presidencial. Se diría que ésta era la sorpresa electoral que nos deparaba septiembre. En unas bien escenificadas condiciones de crisis, el presidente Bush y el secretario del Tesoro Paulson llaman ahora al país a una guerra contra los propietarios de vivienda en quiebra técnica. Se dice que esa es la única esperanza para “salvar al sistema”. (¿Qué sistema? No el capitalismo industrial, ni siquiera el sistema bancario tal como lo conocemos.) La mayor transformación del sistema financiero norteamericano desde la Gran Depresión ha acontecido, comprimida, en dos semanas: empezando con la duplicación de la deuda nacional norteamericana cuando el pasado 7 de septiembre se procedió a la nacionalización de Fannie Mae y Fredie Mac. (El corrector ortográfico de mi computador no me consiente la utilización del eufemismo “conservadurízación” aplicado por el señor Pualson para referirse al rescate de los “fraudgsters” de Fannie Mae y Freddie Mac).
La teoría económica solía explicar que los beneficios y el interés eran la remuneración del riesgo calculado. Pero en nuestros días el nombre del juego es ganancias de capital y apuestas computerizadas sobre la dirección de las tasas de interés, de las monedas extranjeras y de los precios de las acciones, y cuando las apuestas salen mal, los rescates son la remuneración económica calculada de quienes han contribuido financieramente a la campaña electoral. Pero ahora, supuestamente, no es el momento de hablar de tales cosas. “Tenemos que actuar ahora para proteger la salud económica de nuestra nación, amenazada por riesgos graves”, entonó el presidente Bush el pasado 19 de septiembre. Lo que quería decir es que la Casa Blanca debe responder con una prima de aseguramiento al mayor grupo de contribuidores a la campaña electoral del Partido Republicano –es decir, Wall Street—, rescatando sus malas apuestas. “Habrá muchas oportunidades para discutir sobre los orígenes de este problema. La tarea del momento es resolverlo”. En otras palabras, no convirtáis eso en un asunto electoral. “En la historia de nuestra nación, ha habido momentos que exigían andar unidos, con independencia de las divisiones partidistas, a fin de enfrentarse a desafíos de envergadura”. ¡Justo antes de las elecciones! Idéntica patochada pudo oírse el pasado viernes por la mañana de labios de Paulson, secretario del Tesoro: “Nuestra salud económica exige que seamos capaces de trabajar juntos y emprender una acción inmediata bipartidista”. Los periodistas dijeron que en las maniobras del día se estaba barajando una cifra de medio billón de dólares.
Buena parte de las culpas deberían cargarse sobre la Administración Clinton, responsable directa en 1999 de la abrogación de la Ley Glass-Steagal, que permitió a los bancos fusionarse con casinos. O mejor dicho: a los casinos, absorber bancos. Eso es lo que puso en riesgo los ahorros de los norteamericanos.
Pero ¿significa eso realmente que la única solución pase por re-inflar el mercado inmobiliario? El plan de Paulson-Bernanke es capacitar a los bancos para que puedan venderse las viviendas de 5 millones de deudores hipotecarios que este año tendrán que enfrentarse a la quiebra o al embargo. Los propietarios de vivienda sometidos a unos intereses hipotecarios variables disparados perderán sus casas, pero la FED surtirá a las agencias de préstamo hipotecario crédito bastante como para permitir que nuevos compradores se endeuden lo suficiente como para lograr sacar las hipotecas basura de las manos de los tahúres que son sus actuales tenedores. Con lo que se gana tiempo para que una nueva burbuja financiera e inmobiliaria acuda en rescate de los prestamistas y de los empaquetadores de hipotecas basura.
Los EE.UU. han entrado en otra guerra, una guerra para salvar a los comerciantes de derivados computarizados. Como la guerra de Irak, se basa por mucho en ficciones, y como en la de Irak, se ha entrado en ella bajo la presión de condiciones de aparente emergencia. Y como en la guerra de Irak, la solución propuesta guarda poca relación con la causa que subyace a los problemas. Esgrimiendo razones de seguridad financiera, el gobierno dará por buenas las obligaciones de deuda colateralizada (ODCs) que Warren Buffett llamó en su día “armas de destrucción financiera masiva”.
No es por azar que ese derroche de dinero público esté siendo manejado por el mismo grupo que tan píamente alertó al país sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. El presidente Bush y el secretario del tesoro Paulson han declarado tan ricamente que no es éste momento para desacuerdos partidistas respecto de la deriva de la política pública a favor de los acreedores y no de los deudores; que no es momento de convertir en asunto electoral el mayor rescate registrado en los anales de la historia electoral. Que no es momento adecuado para debatir si es buena cosa re-inflar el precio de la vivienda a unos niveles que seguirán obligando a los nuevos compradores de casas a endeudarse hasta el punto de tener que gastar en vivienda cerca del 40% de sus ingresos.
Recuerden la época en que el presidente Bush y Alan Greenspan informaron a los norteamericanos de a pie de que no había dinero para financiar la Seguridad Social (por no hablar de Medicare), porque en algún momento venidero (¿dentro de 10 años? ¿De 20? ¿De 40?) el sistema caería en un déficit de lo que ahora resulta un irrisorio billón de dólares distribuido a lo largo de muchos, muchos años. La moraleja era: si no podemos imaginar una forma de pagarlo a largo plazo, dejemos caer ahora mismo el programa asistencial.
El señor Bush y el señor Greenspan dijeron disponer de una oportuna solución. El Tesoro podría derivar el dinero de la Seguridad Social y de los seguros médicos hacia Bear Stearns, Lehman Brothers o sus pares, para que lo invirtieran a “mágico interés compuesto”.
¿Qué habría pasado si la Seguridad Social hubiera hecho semejante cosa? Tal vez habríamos asistido en estas dos semanas a la entrega a los tahúres de Wall Street de todo el dinero que se dejó de lado desde que la Comisión Greenspan resolvió en 1983 desplazar la carga fiscal sobre las retenciones salariales reguladas por la FICA (Ley Federal de Contribución a la Seguridad Social, en inglés). No es a los jubilados a quienes se pretende rescatar, sino a los inversores de Wall Street que firmaron papeles diciendo que estaban en condiciones de afrontar la pérdida del dinero jugado. La consigna electoral de los republicanos de cara a los comicios del próximo noviembre debería ser: “Seguro de juego, no seguro de salud”.
No es así como el celebérrimo Camino de servidumbre tenía que ser transitado. Friedrich von Hayek y sus Chicago boys insistían en que la servidumbre vendría de la planificación y de la regulación estatales. Esa visión estaba en los antípodas de la de los reformadores clásicos de la Era Progresista, que concebían la acción del Estado como la del cerebro de la sociedad, como la palanca directriz para modelar los mercados y liberarlos de rentistas, es decir, del ingreso que no es contrapartida del desempeño de un papel necesario en la producción. La teoría de la democracia se fundaba en el supuesto de que los votantes actuarían movidos por el propio interés. Los reformadores del mercado partieron de un feliz supuesto paralelo, según el cual los consumidores, los ahorradores y los inversores promoverían el crecimiento económico actuando con pleno conocimiento y cabal comprensión de las dinámicas en acto.
Pero la mano invisible terminó resultando en fraude contable, préstamo hipotecario basura, información privilegiada y fracaso en punto a graduar los crecientes gastos de la deuda conforme a la capacidad de los deudores para pagar. Y todo este caos, aparentemente legitimado por unos modelos de comercio electrónico computerizado que acaban de ser bendecidos por el Tesoro.
Michael Hudson ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.

“Ahora, si no ves claro que la crisis de Wall Street es un desastre hecho por la mano del hombre por medio de desregulación y corrupción intencionadas, tengo un puente en Alaska que quiero venderos (si no lo hace antes Sarah Palin). Esta crisis manufacturada puede tener remedio (nos dicen) si los fascistas fiscales se salen con la suya y obtienen el total de los poderes del Congreso (los pocos que aun quedan) y los ponen en manos del poder ejecutivo y el total de los fondos públicos son transferidos a manos corporativos (por medio de intermediarios gubernamentales)
[...] ya en estos momentos se han redactado y presentado ante el Congreso las intenciones de esta administración que no son otras que eliminar los poderes del Congreso permanentemente, alterar los poderes judiciales permanentemente y robar fondos públicos abiertamente empleando la amenaza del colapso total de la economía de los Estados Unidos si estos poderes no son transferidos. ¿Ves cómo se lleva a cabo esta amenaza? Es perfectamente claro que esta crisis está siendo manufacturada para emplearla como amenaza. Las decisiones tomadas por la Secretaría mediante la autoridad de este Acta no son revocables y están sometidas a discreción de las agencias y pueden no ser revocadas por ninguna corte de leyes o agencia administrativa.
Alexandrovna se hace eco de los comentarios del historiador John Steele Gordon que dijo “Suena como si Paulson estuviera pidiendo ser un dictador financiero, durante un limitado periodo de tiempo” y menciona también las declaraciones de Frank Razzano, anterior asistente en la Comisión de Securities y Cambios, quien dijo que la administración Bush estaba intentando obtener “poderes dictatoriales irrevocables para intentar resolver esta crisis”.
La propuesta del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos llevada ante el Congreso denominada “La ley de rescate de Wall Street” (y aquí “Plan de Rescate”) permitirá la transferencia de miles de millones de los contribuyentes a manos privadas poderosas, 700.000 millones de dólares más exactamente, (y que según se ha calculado, tocan a escote entre los contribuyentes americanos a 4000 dólares cada uno), algunas de las cuales ni siquiera son empresas americanas y compara esta crisis manufacturada con la tristemente famosa crisis de 1933 en la que se intentó dar un golpe de estado fascista en América. Este complot fue urdido por algunos famosos nombres como Prescott Bush, abuelo del actual presidente, y algunos hombres ricos de Wall Street que abiertamente apoyaban el fascismo instaurado en Alemania.
El intento del golpe de Estado salió a la luz en 1934 cuando el general Smedley Butler informó al Congreso de que un grupo de industrialistas ricos había intentado llevar a su lado a importantes nombres de rango militar para derrocar al presidente Franklin D. Roosevelt (trinity: personalmente creo que éste último no era ajeno a la trama y probablemente participó en el intento de autogolpe).
“Parece que ahora la familia Bush está intentando algo un poco más sutil: primero crear una crisis, luego, bajo la excusa de dirigir esa misma crisis, derribar la democracia. Si, suena como una teoría de la conspiración terrible si lo dices así. Pero ¿Cómo podríamos llamar a una conspiración criminal para eliminar los poderes de Congreso de forma permanente?”
La autora pide el Impeachment contra aquellos miembros del gobierno incluidos en este nueva Trama del Nuevo Negocio. Y ella expresa sus temores de que si esto no se lleva cabo, la gente tendrá que tomar las calles para prevenir el robo de las libertades civiles y la total disolución de América.
Pero en la sociedad orwelliana en la que Ya estamos instalados, el discurso patrio de la periodista, a favor de América, en contra de sus traidores, le ha servido para cosechar críticas y amenazas por parte de bloggeros neocon que la acusan de traición y opinan que debería ser puesta entre rejas.
► domingo, 28 septiembre, 2008
Desde el 1º de octubre, el Equipo de Combate de la Primera Brigada de la Tercera División será colocado bajo el comando del Ejército Norte de EE.UU., el componente del ejército del Comando Norte (NorthCom) del Pentágono, que fue creado después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 con la misión declarada de defender la “patria” y ayudar a autoridades federales, estatales y locales.La unidad –conocida como “Raiders” [asaltantes]– es una de las de más “selectas” del Ejército. Ha pasado casi tres de los últimos cinco años en Iraq, dirigiendo el asalto contra Bagdad en 2003 y realizando combates casa por casa en la represión de la resistencia en la ciudad de Ramadi. Fue el primer equipo de combate de brigada enviado tres veces a Iraq. Aunque se han utilizado previamente unidades en servicio activo en tareas temporales, como ser las tropas con equipo de combate desplegadas en Nueva Orleans, que fue colocada efectivamente bajo la ley marcial después del huracán Katrina, esto marca la primera vez en que una unidad de combate del Ejército recibe tareas específicas en las que suelo estadounidense constituye su “zona de combate”.
Los pronunciamientos oficiales del Pentágono subrayaron el papel de unidades especializadas en una reacción potencial a un ataque terrorista dentro de EE.UU. El general George Casey, jefe del Estado Mayor del Ejército, asistió la semana pasada a un ejercicio de entrenamiento de unos 250 miembros de la unidad en Fort Stewart, Georgia. El centro del ejercicio, según la oficina de asuntos públicos del Ejército, fue como los soldados “podrían volar misiones de búsqueda y rescate, extraer víctimas y descontaminar a gente después de un catastrófico ataque nuclear en la región vital de la nación”. “Estamos en guerra contra una red extremista global que no desaparece”, dijo Casey a los soldados. “Espero que no tengamos que usarla, pero necesitamos la capacidad de hacerlo”. Sin embargo, la misión asignada a los casi 4.000 soldados del Equipo de Combate de la Primera Brigada no es sólo rescatar a víctimas de ataques terroristas.
Un artículo que apareció este mes en Army Times (“Brigade homeland tours start Oct. 1” [Recorridos de brigada por el interior comienzan el 1º de octubre]), una publicación que es ampliamente leída por los militares, pinta un cuadro diferente y mucho más siniestro. “Se podrá recurrir a ellos para ayudar en casos de descontento social y control de multitudes”, informa el periódico. Cita al comandante de la unidad, coronel Robert Cloutier, diciendo que los soldados están siendo entrenados en el uso del “primer paquete no-letal que jamás haya presentado el Ejército”. Las armas, informa la publicación, están “destinadas a someter a individuos revoltosos o peligrosos sin matarlos”. El equipo incluye “beanbag bullets” [Cartuchos en los que tras la pólvora se inserta un taco separador y una cantidad de perdigones esféricos envueltos en un saquete de tela y con una falsa ojiva plástica que les proporciona protección aerodinámica], escudos y porras y equipos para erigir bloques de ruta.
Parece que como parte del entrenamiento para su despliegue dentro de EE.UU., se ha ordenado a los soldados que prueben parte de este equipo no-letal los unos sobre los otros. “Fui el primero en la brigada al que le aplicaron el Taser [porra de electrochoque]”, dijo Cloutier al Army Times. Describió los efectos del arma como “el peor calambre muscular de tu vida – multiplicado por 10 en todo tu cuerpo”.
La observación del coronel sugiere que, en preparación para sus deberes en el “frente interior”, soldados rasos también son sometidos rutinariamente al Taser. El efecto y el propósito embrutecedor de un ejercicio de entrenamiento tan macabro es insensibilizar a los soldados contra la conmiseración por el dolor y el sufrimiento que se les puede pedir que inflijan a la población civil utilizando esas mismas armas “no-letales”. Según funcionarios militares citados por el Army Times, el despliegue de tropas regulares del Ejército en EE.UU., iniciado con el Primer Equipo de Combate de Brigada, se hará permanente. Diferentes unidades serán rotadas en la tarea sobre una base anual. En una entrevista en línea con periodistas durante este mes, se preguntó a oficiales sobre las implicaciones del nuevo despliegue para la Ley Posse Comitatus, el estatuto legal de 230 años de antigüedad que prohíbe el uso de fuerzas militares de EE.UU. para propósitos de mantenimiento del orden dentro del propio EE.UU.
El coronel Lou Volger, jefe de operaciones futuras de NorthCom, trató de minimizar cualquier rol de mantenimiento del orden, pero agregó: “Nos integraremos con el mantenimiento del orden para comprender la situación y asegurar que sepamos de cualesquiera amenazas”. Volger reconoció lo obvio: que el Equipo de Combate de Brigada es una fuerza militar, mientras intentaba descartar la probabilidad de que tendría algún rol militar. “Incluye fuerzas para seguridad”, dijo “pero eso es realmente – lo llaman fuerzas de seguridad, pero eso es realmente sólo para establecer nuestra propia marca y asegurar que podamos operar y mantener nuestras propias bases”.
El teniente coronel James Shores, otro oficial de NorthCom, se sumó a la conversación: “Digamos que incluso si hubiera un escenario que se desarrollara hacia un cierto disturbio civil – incluso en ese momento se necesitaría una directiva presidencial para incluso llegar cerca de algo como lo que usted está sugiriendo”. Sea lo que sea que se requiera para provocar una tal intervención, es obvio que el coronel Cloutier y sus soldados se están preparando para ello con su entrenamiento práctico en el uso de medios “no-letales” de represión.
A pesar de la extrema susceptibilidad de los mandamases militares respecto al tema, la realidad es que la intervención de militares en asuntos interiores ha aumentado fuertemente durante el período reciente bajo condiciones en las que su participación en dos guerras de estilo colonial en el exterior les ha dado un papel mucho más destacado en la vida política estadounidense.
El gobierno de Bush ha trabajado para derribar todas las barreras para el uso de los militares en la represión interior. Por consiguiente, incluyó en la ley de gastos del Pentágono para 2007 una medida para enmendar la Ley Posse Comitatus a fin de allanar el camino para el despliegue en el interior de los militares en casos de desastres naturales, ataque terrorista u “otras condiciones en las que el presidente determine que ha ocurrido violencia interior hasta tal punto que funcionarios estatales no puedan mantener el orden público”.
La cláusula otorga al presidente amplios nuevos poderes para imponer la ley marcial declarando una “emergencia pública” prácticamente por cualquier motivo, permitiéndole desplegar tropas en cualquier sitio de EE.UU. y tomar el control de unidades de la Guardia Nacional basadas en los Estados sin el consentimiento de los gobernadores estatales a fin de “reprimir el desorden público”.
La estipulación fue posteriormente revocada por el Congreso como parte de la legislación de gastos militares para 2008, pero la intención sigue existiendo. Considerando los amplios poderes reivindicados por la Casa Blanca en nombre del “comandante en jefe” en una guerra global contra el terror –poderes para suspender el habeas corpus, realizar un espionaje interior generalizado y torturas– no hay motivos para creer que respetaría restricciones legales contra el uso de la fuerza militar en el interior.
Es notable que el despliegue de tropas de combate de EE.UU. “como una fuerza federal disponible para emergencias y desastres naturales o causados por humanos” –en la formulación de Army Times– coincida con el estallido de la mayor emergencia económica y desastre financiero desde la Gran Depresión de los años treinta.
Justificado como una reacción ante amenazas terroristas, la verdadera fuente de los crecientes preparativos para el uso de fuerza militar estadounidense dentro de las fronteras de EE.UU. no proviene de los eventos del 11 de septiembre de 2001 o del peligro de que se repitan. Más bien, la movilización interior de las fuerzas armadas es una reacción del establishment gobernante de EE.UU. a la creciente amenaza para la estabilidad política.
Bajo condiciones de una profundización de la crisis económica, el abismo social sin precedentes que separa a la gente trabajadora del país de la elite poseedora de una riqueza obscena se hace insostenible dentro del marco político existente.
(mas...)
Moore dice que aunque en esta oportunidad no se estén usando armas, están tomando de rehenes a 300 millones de personas, en referencia a la población estadounidense. Y advierte que pese a lo que digan, o a las palabras atemorizadoras que utilicen, su único objetivo es mantener y acrecentar su fortuna.
El cineasta afirma que lo más grave de toda la situación en torno a la crisis, es que nadie sabe realmente de qué se trata ni cuán profunda es. "Si hasta el secretario de Tesoro Paulson admitió que no sabe cuánta plata se necesita (¡se le cruzó por la cabeza la cifra de US$ 700 mil millones!)".
Con ironía, Moore dice que pese a los mensajes que buscan generar pánico y que vaticinan que el fin está cerca, "nada en el plan de rescate hará que baje el precio del combustible que le tenés que poner a tu auto. Nada te va a proteger de perder tu casa. Ni te dará seguro de salud".
La Corporación del Crimen del Siglo fue detenida por 228 votos contra 205. Fue raro e histórico; nadie podía recordar un momento cuando una ley apoyada por el presidente y el liderazgo de ambos partidos fuera derrotada. Eso nunca sucede. Mucha gente se está preguntando por qué el ala derecha del Partido Republicano se unió al ala izquierda del Partido Demócrata para votar en contra del robo. Cuarenta por ciento de los demócratas y dos tercios de los republicanos votaron en contra de la ley.
Esto es lo que sucedió:
La carrera presidencial puede estar todavía muy pareja en las encuestas, pero las carreras en el Congreso están señalando una victoria aplastante para los demócratas. Pocos discuten la predicción de que los republicanos van a recibir una paliza el 4 de noviembre. Hasta 30 bancas republicanas en la Cámara de Representantes se perderían en lo que sería un increíble repudio a su agenda. Los representantes del oficialismo tienen tanto miedo de perder sus bancas, que cuando apareció esta “crisis financiera” hace dos semanas, se dieron cuenta que habían entregado su única oportunidad de separarse de Bush antes de la elección, mientras hacían algo que los hiciera parecer como que estaban del lado de “la gente”.
Estaba mirando ayer C-Span, una de las mejores comedias que he visto en años. Ahí estaban, un republicano después de otro que habían apoyado la guerra y hundido al país en una deuda record, que habían votado para matar cualquier regulación que hubiera mantenido a Wall Street en control —¡ahí estaban, lamentándose y defendiendo al hombrecito común!—. Uno tras otro se pararon en el micrófono de la Cámara baja y tiraron a Bush bajo el ómnibus, bajo el tren (aunque habían votado por quitarles los subsidios a los trenes también), diablos, lo hubieran tirado bajo la aguas crecientes de Lower Ninth Ward (barrio de Nueva Orleans) si hubieran podido conjurar otro huracán.
Los 95 valientes demócratas que rompieron con Barney Frank y Chris Dodd era los héroes reales, igual a aquellos pocos que se pararon y votaron en contra de la guerra en octubre de 2002. Miren los comentarios de ayer de los republicanos Marcy Kaptur, Sheila Jackson Lee, y Dennis Kucinich. Dijeron la verdad. Los demócratas que votaron por el paquete lo hicieron en gran parte porque estaban temerosos de las amenazas de Wall Street, que si los ricos no recibían su dádiva, los mercados enloquecerían y entonces adiós a las pensiones que dependen de las acciones y adiós a los fondos de retiro. ¿Y adivinen qué? ¡Eso es exactamente lo que hizo Wall Street! La caída más grande de un solo día en el Dow en la historia de la Bolsa de Valores de Nueva York. Anoche los nuevos presentadores de televisión lo gritaban: ¡los estadounidenses acaban de perder 1,2 billón de dólares en la Bolsa! ¡Es el Pearl Harbour financiero! ¡Se cae el cielo! ¡Gripe aviar! Por supuesto, la gente cuerda sabe que nadie “perdió” nada ayer, que los valores suben y bajan y que esto también pasará porque lo ricos comprarán ahora que están bajos, los sostendrán, luego los venderán, y luego comprarán nuevamente cuando estén bajos. Pero por ahora, Wall Street y su brazo de propaganda (las redes y los medios que poseen) continuarán tratando de meternos miedo. Será más difícil conseguir un préstamo. Algunas personas perderán sus empleos. Una débil nación de peleles no durará mucho bajo esta tortura. ¿O sí podremos?
Esto es lo que creo: el liderazgo democrático en la Cámara baja esperaba secretamente todo el tiempo que esta pésima ley fracasara. Con las propuestas de Bush hechas añicos, los demócratas sabían que entonces podían escribir su propia ley que favorece al promedio de los estadounidenses y no al 10 por ciento más rico que está esperando otro lingote de oro. De manera que la pelota está en la manos de la oposición. El revólver de Wall Street todavía le apunta a la cabeza. Antes que den el próximo paso, déjenme decirle lo que los medios silenciaron mientras se debatía esta ley:
1. La ley de salvataje NO tiene provisiones para el llamado grupo de supervisión que iba a monitorear los gastos de Wall Street de los 700.000 millones;
2. NO consideraba multas, sanciones o prisión para ningún ejecutivo que pudiera robar algo del dinero del pueblo;
3. NO hizo nada para obligar a los bancos y a los prestamistas a reescribir las hipotecas del pueblo para evitar ejecuciones ¡Esta ley no hubiera detenido ni UNA ejecución!
4. En toda la legislación NO había nada ejecutable, usando palabras como “sugerido” cuando se referían a que se le devolviera el dinero del rescate al gobierno;
5. Más de 200 economistas escribieron al Congreso y dijeron que esta ley podría empeorar la “crisis financiera y causar aún MAS de una caída.
Es hora que nuestro lado establezca claramente las leyes que nosotros queremos pasar.
Michael Moore
Traducción: Celita Doyhambéhére.
¿Por qué no van simplemente y gastan el dinero que ganaron bajo Bush para rescatarse?
¡Todavía pueden repartirse casi un billón de dólares que les queda!
Claro está que no van a hacer eso –por lo menos de buenas ganas. George W. Bush recibió un superávit de 127.000 millones de dólares cuando Bill Clinton le entregó el poder. Porque ese dinero era NUESTRO dinero y no el suyo, hizo lo que prefieren los ricos– lo gastó y nunca lo lamentó.
¿Por qué diablos íbamos a pensar en darles más de nuestro dinero a esos capitalistas inescrupulosos?
Quisiera proponer mi propio plan de rescate. Mis sugerencias, enumeradas a continuación, se basan en la singular y simple creencia de que los ricos deben salir del lío sin ayuda de nadie. Lo siento, muchachos, pero ustedes nos lo inculcaron una vez de más: No... hay... almuerzo... gratuito. ¡Y gracias por animarnos a odiar a los que reciben asistencia social! De modo que no habrá dádivas nuestras para ustedes. El Senado, esta noche, va a tratar de acelerar su versión de una ley de “rescate” para que sea votada. Hay que detenerlo. Lo hicimos el lunes con la Cámara, y podemos hacerlo de nuevo hoy con el Senado.
Es evidente, sin embargo, que no podemos seguir protestando sin proponer exactamente lo que pensamos que debe hacer el Congreso. Por lo tanto, después de consultar con una serie de personas más inteligentes que Phil Gramm, mi propuesta es la siguiente, conocida ahora como “Plan de Rescate de Mike”. Tiene 10 puntos simples, honestos, Son:
1.- NOMBRAD A UN FISCAL ESPECIAL PARA ENJUICIAR CRIMINALMENTE A TODO EL QUE HAYA CONTRIBUIDO A SABIENDAS EN WALL STREET A ESTE COLAPSO.
Antes de gastar más dinero, el Congreso debe comprometerse, por resolución, a enjuiciar criminalmente a todo el que haya contribuido al intento de saqueo de nuestra economía. Esto significa que debe ir a la cárcel cualquiera que haya abusado de información confidencial, fraude de valores o cualquier acción que haya contribuido a provocar este colapso. Este Congreso debe pedir un Fiscal Especial que persiga vigorosamente a todo el que haya creado este lío, y cualquier otro que intente estafar al público en el futuro.
2. LOS RICOS DEBEN PAGAR POR SU PROPIO RESCATE.
Puede que tengan que vivir en 5 casas en lugar de 8. Puede que tengan que conducir 9 coches en lugar de 13. Puede ser que el chef para sus mini-terrier tenga que ser reasignado. Pero no hay manera de que, después de hacer que los ingresos familiares bajen más de 2.000 dólares durante los años de Bush, la gente trabajadora y la clase media tengan que desembolsar aunque sean diez centavos para financiar la próxima compra de un yate. Si verdaderamente necesitan los 700.000 millones de dólares que dicen que necesitan hay una manera más fácil para que los junten:
a) Cada pareja que gane más de un millón de dólares al año y cada contribuyente que gane más de 500.000 dólares al año pagarán un impuesto adicional de 10% durante cinco años.
(Es el plan del senador Sanders. Es como el coronel Sanders, sólo que él se propone freír los pollos apropiados)
Eso significa que los ricos todavía pagarán menos impuestos a los ingresos que cuando Carter fue presidente. Eso reunirá un total de 300.000 millones de dólares.
b) Como casi todas las demás democracias, cobrad un impuesto de 0,25% por cada transacción bursátil. Eso reunirá más de 200.000 millones de dólares en un año.
c) Como cada accionista es un patriota estadounidense, los accionistas renunciarán a recibir un cheque de dividendos durante un trimestre y en su lugar ese dinero irá al Tesoro para ayudar a pagar el rescate.
d) Un 25% de las principales corporaciones de EE.UU. no pagan actualmente NINGÚN impuesto sobre los ingresos. Los ingresos federales corporativos ascienden actualmente a un 1,7% del PIB comparado con un 5% en los años cincuenta. Si aumentamos el impuesto sobre los ingresos corporativos para volver al nivel de los años cincuenta, eso nos da otros 500.000 millones de dólares.
La combinación de todo eso debiera bastar para terminar con la calamidad. Los ricos podrán conservar sus mansiones y sus sirvientes, y a nuestro gobierno de EE.UU. (“¡LO PRIMERO ES EL PAÍS!”) le quedará un poco para reparar algunas carreteras, puentes y escuelas.
3.- RESCATAD A LA GENTE QUE ESTÁ PERDIENDO SUS CASAS, NO A LOS QUE CONSTRUIRÁN UNA OCTAVA CASA.
Hay 1,3 millones de casas en ejecución hipotecaria ahora mismo. Es lo principal de este problema. Así que en lugar darle el dinero a los bancos como regalo, pagad 100.000 dólares para cada una de esas hipotecas. Obligad a los bancos a renegociar la hipoteca para que el dueño de la casa pueda pagar su valor actual. Para asegurar que esta ayuda no caiga en manos de especuladores y de aquellos que han tratado de ganar dinero jugando con casas, este rescate es sólo para la primera residencia de la gente. Y, a cambio del pago de 100.000 dólares por la hipoteca existente, el gobierno compartirá la propiedad de la hipoteca para que pueda recuperar parte de su dinero. Por lo tanto, el coste total inicial del arreglo de la crisis hipotecaria en la raíz (en lugar de hacerlo con los avariciosos prestamistas) será de 150.000 millones, no 700.000 millones de dólares.
Y dejemos algo en claro. Las gentes que no han podido pagar sus hipotecas no son “riesgos inaceptables”. Son nuestros compatriotas, y todo lo que querían era lo que todos queremos y que la mayoría todavía obtenemos: una casa que podamos llamar nuestra. Pero durante los años de Bush, millones de ellos perdieron los puestos de trabajo con paga decente que tenían. Seis millones cayeron en la pobreza. Siete millones perdieron su seguro de salud. Y cada uno de ellos vio como su salario real bajó en 2.000 dólares. Los que se atreven a despreciar a los estadounidenses que fueron afectados por un golpe de mala suerte tras el otro debieran avergonzarse. Somos una sociedad mejor, más fuerte, más segura, y más feliz cuando todos nuestros ciudadanos pueden permitirse vivir en una casa propia.
4.- SI VUESTRO BANCO O COMPAÑÍA RECIBE ALGUNA PARTE DE NUESTRO DINERO EN UN “RESCATE”, ENTONCES SEREMOS SU DUEÑO.
Lo siento, así son las cosas. Si el banco me da dinero para que pueda comprar una casa, el banco será “dueño” de la casa hasta que yo lo devuelva todo – con intereses. Lo mismo vale para Wall Street. Todo el dinero que necesitáis para manteneros a flote, si nuestro gobierno os considera un bajo riesgo –y necesarios para el bien del país– lo recibiréis como préstamo, pero nosotros seremos vuestros dueños. Si cesáis los pagos, os venderemos. Es lo que hizo el gobierno sueco y funcionó.
5.- TODAS LAS REGULACIONES DEBEN SER RESTAURADAS. LA REVOLUCIÓN REAGAN HA MUERTO.
Esta catástrofe sucedió porque permitimos que el zorro tuviera las llaves del gallinero. En 1999, Bill Clinton propuso una ley para eliminar todas las regulaciones que regían Wall Street y nuestro sistema bancario. La ley fue aprobada y Clinton la firmó. El senador Phil Gramm, el principal asesor económico de McCain, dijo cuando se firmó la ley:
“En los años treinta... se creía que el gobierno era la respuesta. Se creía que la estabilidad y el crecimiento provenían de la dominación del gobierno sobre el funcionamiento de mercados libres”.
“Estamos aquí para revocar (eso) porque hemos aprendido que el gobierno no es la respuesta. Hemos aprendido que la libertad y la competencia son las respuestas. Hemos aprendido que si promovemos el crecimiento económico promovemos la estabilidad mediante la competencia y la libertad”.
“Estoy orgulloso de estar aquí porque se trata de una ley importante; es una ley desregulatoria. Creo que es la ola del futuro, y estoy terriblemente orgulloso de haber sido parte de que se convirtiera en realidad”.
La ley debe ser revocada. Bill Clinton puede ayudar dirigiendo el esfuerzo por la revocación de la Ley Gramm y por el restablecimiento de regulaciones aún más duras respecto a nuestras instituciones financieras. Y cuando hayan terminado de hacerlo, pueden restablecer las regulaciones para las líneas aéreas, la inspección de nuestros alimentos, la industria petrolera, OSHA (Agencia de la Seguridad y la Salud Ocupacionales), y toda otra entidad que afecte nuestras vidas de todos los días. Todas las provisiones de supervisión para cualquier “rescate” deben contener dineros para su imposición y penas criminales para todos los delincuentes.
6.- SI ES DEMASIADO GRANDE COMO PARA PERMITIR QUE FRACASE, SIGNIFICA QUE ES DEMASIADO GRANDE PARA EXISTIR.
El que se permita que sucedan esas mega-fusiones y que no se impongan las leyes antimonopolio y anti-cartel ha permitido que una serie de instituciones financieras y corporaciones lleguen a ser tan grandes, que la idea misma de su colapso llega a significar un colapso aún mayor de toda la economía. Ninguna compañía debiera tener ese tipo de poder.
El así llamado “Pearl Harbor económico” no puede ocurrir si hay cientos –miles– de instituciones en las que la gente tiene su dinero. Cuando se tiene a una docena de compañías productoras de coches, si una se revienta, no enfrentamos un desastre nacional. Si existen tres periódicos con propietarios distintos en la ciudad, una compañía mediática no puede decidirlo todo (Ya sé... ¿Qué estoy pensando?! ¿Quién lee un periódico en estos días? ¡Seguramente estamos contentos de que todas estas fusiones y adquisiciones nos hayan dejado con una prensa fuerte y libre!) hay que promulgar leyes para impedir que las compañías sean tan grandes y dominantes que con un solo peñasco en un ojo, el gigante se cae y muere. Y no se puede permitir que ninguna institución establezca esquemas monetarios que nadie puede entender. Si no pueden explicarlos en dos frases, no debieran aceptar el dinero de nadie.
7.- NINGÚN EJECUTIVO DEBIERA SER PAGADO MÁS DE 40 VECES LO QUE GANA SU EMPLEADO PROMEDIO, Y NINGÚN EJECUTIVO DEBIERA RECIBIR NINGÚN TIPO DE “PARACAÍDAS” QUE NO SEA EL SALARIO MUY GENEROSO QUE ÉL O ELLA GANARON MIENTRAS TRABAJARON PARA LA COMPAÑÍA.
En 1980, el presidente promedio de una compañía ganó 45 veces lo que ganaban sus empleados. En 2003, estaban ganando 254 veces lo que ganaban sus trabajadores. Después de 8 años de Bush, ahora cobran 400 veces lo que gana su empleado promedio. El que algo semejante haya podido pasar en compañías públicas desafía la razón.
En Gran Bretaña, el presidente de compañía promedio gana 28 veces lo que recibe su empleado promedio.
¡En Japón, es sólo 17 veces!
Lo último que oí es que el presidente de Toyota se da la gran vida en Tokio.
¿Cómo se las arregla con tan poco dinero?
En serio, es una vergüenza.
Hemos creado el lío en el que estamos al permitir que la gente en la cúpula se hinchen más allá de lo creíble con millones de dólares.
Esto tiene que terminar.
No sólo ningún ejecutivo que recibe ayuda por este lío debiera beneficiarse al hacerlo, sino todo ejecutivo que llevó a su compañía a la ruina debiera ser despedido antes de que la compañía reciba alguna ayuda.
8.- FORTALECER LA FDIC (Corporación Federal de Seguros de los Depósitos Bancarios) Y CONVERTIRLA EN UN MODELO PARA PROTEGER NO SÓLO LOS AHORROS DE LA GENTE, SINO TAMBIÉN SUS PENSIONES Y SUS CASAS.
Obama tuvo razón ayer cuando propuso expandir la protección de la FDIC para los ahorros de la gente en sus bancos a 250.000 dólares. Pero el mismo tipo de seguro gubernamental debiera ser dado a los fondos de pensión de nuestra nación. La gente nunca debería tener que preocuparse de si podrán contar o no con el dinero que han ahorrado para su vejez. Esto significará una estricta supervisión gubernamental de compañías que administran los fondos de sus empleados – o tal vez signifique que las compañías tengan que entregar esos fondos y su administración al gobierno. Los fondos de pensión privados de la gente también deben ser protegidos, pero tal vez sea hora de considerar que los fondos de pensión no sean invertidos en el casino llamado mercado bursátil. Nuestro gobierno debiera tener un deber solemne de garantizar que nadie que envejece en este país tenga que preocuparse de que pueda terminar desamparado.
9.- TODOS TIENEN QUE RESPIRAR A FONDO, CALMARSE Y NO PERMITIR QUE EL MIEDO DOMINE LA SITUACIÓN.
¡Apagad la televisión! No estamos en la Segunda Gran Depresión. El cielo no cae sobre nosotros. Los eruditos y los políticos nos mienten tan rápida y furiosamente que cuesta no ser afectado por toda la ofensiva del miedo. Hasta yo, ayer, os escribí y repetí lo que escuché en las noticias, que el Dow tuvo la caída más grande en un día de su historia. Bueno, es verdad si se habla de puntos, pero su caída de un 7% no llega ni cerca del Lunes Negro en 1987 cuando el mercado bursátil perdió en un día un 23% de su valor. En los años ochenta, cerraron 3.000 bancos, pero EE.UU. no tuvo que cerrar. Esas instituciones siempre han tenido sus altas y bajas y todo termina por arreglarse. Tiene que ser así, ¡porque a los ricos no les gusta que sufra su riqueza! Tienen un interés creado en calmar las cosas y volver a meterse al Jacuzzi.
Por loca que se haya vuelto la vida, decenas de miles de personas obtuvieron un préstamo para un coche esta semana. Miles fueron al banco y obtuvieron una hipoteca para comprar una casa. Los estudiantes que acababan de volver a la universidad vieron que los bancos estaban más que contentos de endeudarlos durante los próximos 15 años con un préstamo estudiantil. La vida ha continuado. Ni una sola persona ha perdido parte de su dinero si está en un banco, o en valores del Tesoro o un Certificado de Depósito (CD).
Y lo más sorprendente es que el público estadounidense no se haya tragado la campaña de amedrentamiento. Los ciudadanos ni pestañaron, y en lugar de hacerlo dijeron al Congreso que tomara ese plan de rescate y se lo metiera por donde le cupiese. ESO fue lo impresionante.
¿Por qué no sucumbió la población ante las advertencias repletas de temor de su presidente y sus compinches?
Bueno, sólo puedes decir ‘Sadam tiene la bomba’ tantas veces antes de que la gente se dé cuenta de que eres un mierdecilla. Después de ocho largos años, la nación está cansada y simplemente no lo aguanta más.
10.- CREAR UN BANCO NACIONAL, UN “BANCO POPULAR”.
Si realmente ardemos por imprimir hasta un billón de dólares, ¿por qué no nos lo damos a nosotros mismos, en lugar de dárselo a unos pocos ricos? Ahora que somos dueños de Freddie y Fannie ¿por qué no establecemos un banco popular? Que suministre préstamos a bajas tasas de interés a todo tipo de gente que quiera tener su casa, comenzar un pequeño negocio, ir a la universidad, encontrar una cura para el cáncer o crear el próximo gran invento.
Y ahora que somos dueños de AIG, la mayor compañía de seguros del país, tomemos el paso siguiente y suministremos seguros de salud para todos. Medicare para todos. Nos ahorrará mucho dinero a la larga. Y no seremos Nº 12 en la lista de expectativa de vida. Podremos tener una vida más larga, gozar de nuestra pensión protegida por el gobierno, y viviremos para ver el día en el que los criminales corporativos que crearon tanta miseria salgan de prisión para que podamos contribuir a reacostumbrarlos a la vida civil – una vida con una linda casa y un coche que no use gasolina que haya sido inventado con ayuda del Banco Popular.
Michael Moore
Cuando mencionas a esos 400 desgraciados que acumulan una riqueza fastuosa, te refieres a ellos como apropiadores de "nuestro" dinero, es decir, de tus compatriotas. No, querido Michael, tus compatriotas no han producido la totalidad de tamaña riqueza, sólo una parte. La riqueza acumulada por los más grandes capitalistas de EEUU está formada en su mayoría por la expoliación de las naciones dependientes, a costa del hambre, la miseria, la marginación de millones de seres humanos que no son norteamericanos. Nosotros, tercermundistas, podemos decir con más propiedad "nuestro dinero". La sangría brutal e ilegítima de la deuda externa es un indiscutible testimonio.
Tranquilo, Michael, sé que eres de los buenos, sólo te puntualizó este hecho para que ajustes tu análisis, ya que nosotros también sufriremos las consecuencias de las decisiones que vuestros gobernantes tomen.
Hay algo que debes entender, asumir y decidir en consecuencia. La acumulación de riqueza en pocas manos, la corrupción para lograrlo, la injusta distribución de la riqueza creada y el limitadísimo acceso a la propiedad de medios de producción, son intrínsecos al capitalismo. Es un mal estructural insalvable. Tus interesantes propuestas, inteligentes y dignas de ser apoyadas por tus compatriotas, todo lo que lograrán será resolverle un problema al capitalismo, sacarlo de su crisis financiera para que el capitalismo imperial siga funcionando. Que paguen los ricos es una interesante consigna, pero los bienes que eventualmente venderán para efectuar ese pago no irán a manos de quienes no son propietarios. Los pobres de EEUU, todos los trabajadores que no tienen más que sus brazos para alquilar, no accederán a la propiedad de medios de producción que les permitirían independizarse de la explotación capitalista. Los trabajadores, gracias a tus propuestas, no se convertirán en los dueños de los bancos, ni en propietarios de fábricas. Y si así fuera, no habría resultado otra cosa que un cambio de nombre en los dueños del capital, para que la rueda siga girando y el capitalismo corrupto, injusto y expoliador reiniciara con más fuerza su ciclo destructivo. Ofertas como premio consuelo, una mínima base de confort y protección social. Sólo eso.
Además, la corrupción, el despojo, los abusos, transcurrieron todos estos años, en tu país y en nuestros países, sin que cupiese entre tus compatriotas la necesaria indignación y movilización por lo que el Gobierno de los EEUU estaba causando. Un poco por desconocimiento y hegemonía ideológica, otro poco por desidia, pero mucho por un complejo de superioridad estimulado desde los grandes medios de desinformación, las masas norteamericanas marcharon por este camino con cierto grado de complicidad. Tengo la sensación de que para ustedes el pecado no es la guerra, el pecado es perderla. La indignación popular de estos días parece surgir de la evidencia de un fracaso financiero. Esto, una mentalidad alimentada por el exitismo no lo perdona. Sobre todo, si debe hacerse cargo de las consecuencias.
Estás haciendo valientemente y con sagacidad la defensa del derecho de los norteamericanos a disponer de su casa, de su auto, de sus vacaciones y del crédito. Nosotros, desde aquí, tercermundistas por destino pero también por empedernida vocación antiimperialista, tenemos que defender el elemental derecho a la comida, porque en Argentina, por ejemplo, cada día muere un niño de hambre. Una buena parte de lo que tú llamas "nuestro dinero" se consiguió gracias al hambre que asesina 30 niños por mes en mi país.
Querido Michael, no pretendo que te hagas socialista -ojalá fuera así- pero al menos pretendo que tu pensamiento sobre esta crisis desborde un poco los márgenes de lo puramente "norteamericano", porque en este mundo tan interconectado por los intereses del Mercado las decisiones que tu Gobierno tome, como bien sabes, nos afectará a nosotros.
Tú aspiras, como lo dices en tu artículo, a "tener una vida más larga, gozar de nuestra pensión protegida por el gobierno, y viviremos para ver el día en el que los criminales corporativos que crearon tanta miseria salgan de prisión para que podamos contribuir a reacostumbrarlos a la vida civil –una vida con una linda casa y un coche que no use gasolina que haya sido inventado con ayuda del Banco Popular". Debes saber que, en gran medida, esa vida confortable a la que aspiras se alcanzará, si no se da vuelta la tortilla, sobre la base de un modelo de explotación basado en una ilegítima deuda externa y la presencia succionadora en nuestros países de bancos y grandes corporaciones norteamericanas, que giran cantidades incalculables de dólares a tu país desde nuestros empobrecidos países.
Deseo fervientemente que tu pueblo trabajador no sufra demasiado por las consecuencias de esta crisis financiera, tanto como deseo que desaparezca el capitalismo norteamericano -el imperialismo yanqui- causante de tantas tragedias en el mundo y que nos empuja aceleradamente a la barbarie. Ojalá podamos contar con tu inteligente ayuda para cambiar el mundo.
Un cordial saludo desde Argentina.
Daniel C. Bilbao
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