Si existen pueblos en el mundo que necesiten de una atención psicológica urgente, profunda y a gran escala, a través de una misión revolucionaria que muy modestamente pudiéramos prestarles desde Venezuela: "Misión Humanización", estos serian los azquenazis europeos (alemanes, británicos, rusos, polacos, etc.) de religión judía (los jazares) y a los sefarditas agrupados, enajenados por el SIONAZISMO (sionistas-nazis).
Gilad Atzmon, intelectual, músico saxofonista de jazz y firme defensor de la causa palestina, quien es de origen religioso judío y de ascendencia rusa, nacido en la Palestina ocupada (Israel), ex-soldado del ejército israelí -experiencia que le permitió comprender, según él, gracias a sus observaciones y su consciencia, de que vivía en tierras palestinas, razón que lo llevó a buscar residencia en Londres-, Atzmon, filosofo también, es quizás la persona que mejor describe el comportamiento racista y clasista del “pueblo elegido” por haber sido parte de ellos. En uno de sus últimos artículos publicado en la página web: Rebelion.org, titulado: Anatomía de un desdoblamiento mental no resuelto en el “pueblo elegido” (La esquizofrenia de ser al mismo tiempo David y Goliat en Israel). En él, nuestro aludido autor nos devela con profundas, pero breves palabras, lo que sucede en las mentes enajenadas del judío sionizado. Veamos en algunos extractos de su artículo lo que nos dice Atzmon:
“Según Hegel, para alcanzar la “conciencia de sí mismo” es necesaria la participación del “otro”. ¿Cómo soy consciente de mí mismo? Pues, por ejemplo, mediante el deseo o la cólera. A diferencia de los animales, que resuelven sus necesidades biológicas destruyendo otra entidad orgánica, el deseo humano es un ansia de reconocimiento (...) El hombre que desea humanamente una cosa no actúa tanto para poseer la cosa como para lograr que otro reconozca su derecho (...) Si seguimos esta línea hegeliana de pensamiento, podremos deducir que, para alcanzar la “conciencia de sí mismo”, uno debe considerar a los demás. Mientras que una entidad biológica lucha por su continuidad biológica, un ser humano lucha por el reconocimiento...
Para comprender las implicancias prácticas de esta idea, veamos ahora la “dialéctica del amo y el esclavo”. El amo lo es porque lucha por demostrar su superioridad sobre la naturaleza y sobre el esclavo, el cual se ve obligado a reconocerlo como amo.
A primera vista, parece como si el amo hubiese llegado a la cima de la existencia humana pero, tal como se verá, no es así. Acabo de decir que los seres humanos luchan por el reconocimiento. El esclavo reconoce al amo como tal, pero el reconocimiento del esclavo tiene poco valor. El amo quiere que lo reconozca otro hombre, pero un esclavo no es un hombre. El amo quiere que lo reconozca un amo, pero otro amo no puede admitir en su mundo a otro ser humano superior. “En pocas palabras, el amo nunca consigue su objetivo, el objetivo por el que arriesga su propia vida”. De manera que el amo está en un callejón sin salida. Pero ¿y el esclavo? El esclavo se encuentra en un proceso de transformación, pues a diferencia del amo, que no puede ir más allá, él sí puede aspirar a todo. El esclavo está en la vanguardia de la transformación de las condiciones sociales en que vive. El esclavo es la encarnación de la historia, la esencia del progreso.
Intentemos ahora aplicar la dialéctica original hegeliana del amo y el esclavo a la noción judía de “pueblo elegido” y de exclusividad. Mientras que el “amo” hegeliano arriesga su existencia biológica para convertirse en amo, lo único que arriesga el niño judío recién nacido es su prepucio: nace en el ámbito del dominio y la excelencia sin haber destacado (aún) en nada. El “otro” le otorga prestigio sin el requisito de ningún proceso de reconocimiento. De hecho, se supone que es Dios (no el “otro”) quien otorga el título de “elegido” a los judíos.
Mientras que está muy claro que el pueblo palestino está luchando por el reconocimiento y lo declara a la menor oportunidad, los israelíes lo soslayan por completo, pues están convencidos de dicho reconocimiento, saben quiénes son: los amos que viven en su “tierra prometida”.
Según Hegel, el reconocimiento es un proceso dinámico, un saber que crece en el interior de uno mismo. Mientras que los palestinos utilizan los limitados recursos de que disponen para que los miren a la cara, a los ojos, para conducir a los demás a un proceso dinámico de reconocimiento mutuo, los israelíes esperan que los demás acepten ciegamente su discurso. Esperan que los demás cierren los ojos ante el hecho evidente de que, en Oriente Próximo, Israel es un agresor como ningún otro; un superpoder regional de ocupación; un Estado diminuto que utiliza armas nucleares, biológicas y químicas; un Estado de apartheid racialmente orientado que intimida y abusa de sus minorías a diario.
(…)¿Por qué razón la política judía se ha vuelto más agresiva que cualquier otra? Pues sencillamente porque desde la perspectiva política judía el “otro” no existe. Para el sionismo, el denominado “otro” es un objeto de uso, no un prójimo. Las relaciones internacionales israelíes y la actividad política judía sólo se entienden si se tiene en cuenta una grave ausencia del “mecanismo de reconocimiento”.
El tribalismo mental sionista sitúa a los judíos fuera de la humanidad, no equipa a sus seguidores tribales con el mecanismo mental necesario para reconocer al “otro”. ¿Por qué lo haría, si le ha ido tan bien así a lo largo de los años? La ausencia de la noción del “otro” trasciende cualquier forma reconocida de pensamiento humanista y sitúa a quien la padece fuera de la ética o la moral: desprovisto de moral, cualquier debate sionista se reduce a una simple lucha política con objetivos materiales y prácticos concretos por los que luchar.
Hegel puede iluminar todavía más esta saga. Si uno es consciente de sí mismo a través del “otro”, el “sujeto elegido” es entonces autoconsciente. Pero los israelíes ya eran amos al nacer. Por eso, como nacieron siendo amos, no practican ninguna forma de diálogo con el entorno humano que los rodea. Si he de ser justo con ellos, admitiré que su ausencia de mecanismo de reconocimiento no tiene nada que ver con sus sentimientos antipalestinos. En realidad, los israelíes ni siquiera se reconocen entre sí, como lo demuestra su larga historia de discriminación en el interior de su propio pueblo (los sefarditas, originarios de la península Ibérica y del norte de África, sufren discriminación a manos de la elite judía, de origen centroeuropeo).
Bajo este enfoque desarrollado por Gilad Atzmon, es posible poder entender las razones de fondo de la indiferencia e indolencia con que el ejército israelí ha ejecutado masacres en Palestina y el Líbano, y la complicidad de los israelíes (judíos) ante semejantes barbaries. El desconocimiento del otro y el racismo son el pecado; la manzana del Edén de la burguesía judía.
El xenofobia y el racismo ha sido, históricamente, los sentimientos inducidos y mejor explotado por la burguesía de todos los tiempos para mantener intacto el sistema de dominación. El sionismo es, sin lugar a duda, el actual y mayor exponente del racismo en el mundo (-reconocidos como tal por Naciones Unidas (ONU) en 1975, bajo la resolución N° 3379, que equiparaba al sionismo con una forma de racismo-).
Muchos venezolanos se preguntan Qué lógica o raciocinio puede conducir a muchas personas para que odien al extremo a otros pueblos. Hasta hoy nadie ha podido explicarse el porqué y cómo la mayoría de los judíos pueden llegar al extremo de apoyar de manera militante, o de aplaudir el sadismo criminal y morboso empleado por el ejército mercenario israelí para infringir dolor y terror al pueblo palestino. El mundo se encuentra pasmado. Y no logra explicarse la frialdad criminal y cómplice de quienes hoy celebran el Holocausto del pueblo palestino y a la vez, exclaman, con inexplicable celo, haber padecido de semejantes crímenes. ¿Qué hizo que el agredido se hiciera agresor? ¿Cuándo David se hizo Golead?
El pueblo israelí está ávido de muerte y de ver regada la sangre del pueblo palestino. Se acercan periodos electorales dentro de esa entidad, y no ha sido accidental que solo los peores criminales y genocidas, los más sanguinarios candidatos salidos del ejército y del MOSSAD israelí hayan resultado siempre electos como presidentes y primeros ministros de Israel (Bengurion, Begin, Shamir, Mehier, Rabin, Barak, Sharon, Olmert, etc.). Es el premio al mejor genocida. Los periodos electorales son también periodos de masacres.
¿Qué pensarían los latinoamericanos, los caribeños, norteamericanos y los europeos si los sionistas se instalaran en sus casas, les confiscaran sus tierras, y levantaran horribles y enormes muros en sus propias ciudades y pueblos para encerrarlos en Guetos? ¿Qué diría, o mejor dicho, qué haría mi amigo lector si viera a uno de los colonos judíos, alentados por su ejército mercenario, confiscar su hogar –tal como lo hacen con el pueblo palestino-, destruir su siembra, cortar los servicios de agua, luz y los suministros alimenticios de tu barrio –como lo hacen en Palestina-, y realizar asesinatos selectivos a personas de tu comunidad (en especial de niños y mujeres) para crear horror? Y todo en nombre de un extraño “Dios”, porque los judíos son “el pueblo elegido”, quienes están expulsando al salvaje gentil de la “tierra prometida”.
Hitler y su movimiento nazi fueron menos inteligentes que sus predecesores sionistas. Estos últimos descubrieron en los dogmas de la religión, en el judaísmo, la manera de sostener sus descabelladas e inhumanas ideas de clase. A diferencia de los nazis, quienes no supieron cómo sostener en el tiempo sus fines, y se esforzaron inútilmente en demostrar su supuesta “Superioridad de la Raza Aria”. Los sionistas no perdieron tiempo y apostaron a la religión. Un dogma no puede ser refutado. El “pueblo elegido” es “La Raza Superior”, y quienes poseen el derecho divino de asesinar al gentil. Pues, así lo quiso Dios, y punto. Está escrito.
"… no dejarás con vida a ninguna persona. Los destruirás completamente… como Jehovah tu Dios te ha mandado…"
Deuteronomio 20:16
Gilad Atzmon, escritor y humanista, quien se define como un ex judío nacido en Israel, en su más reciente artículo titulado: “El Antiguo Testamento y el Genocidio en Gaza”, nos relata lo siguiente: “Entre los estudiosos de la Biblia existe un acuerdo casi unánime de que la Biblia hebrea contiene algunas sugerencias totalmente inmorales, algunas de las cuales son poco menos que una llamada al genocidio. El estudioso de la Biblia Raymund Schwager ha localizado en el Antiguo Testamento 600 pasajes cargados de violencia explicita, 1.000 versículos en los que se describen acciones violentas de castigo ejecutadas por el propio Dios y 100 pasajes en los que Dios ordena expresamente matar a otros. Parece ser que la violencia es la actividad más mencionada en la Biblia hebrea.” Atzmon, nos explica la enajenación sionista de la siguiente forma:
“En lo que al genocidio se refiere, la diferencia entre judaísmo y sionismo puede ilustrarse del siguiente modo: mientras el contexto bíblico judaico está plagado de referencias genocidas, por lo general en nombre de Dios, en el contexto sionista los judíos matan a los palestinos en su propio nombre, es decir, "los judíos". Y este es, de hecho, el triunfo más aplastante de la revolución sionista. Ha enseñado a los judíos a creer en sí mismos. A creer en el estado judío. "El israelí" es el Dios de Israel. En consecuencia, el israelí asesina en nombre de "su propia seguridad", en nombre de "su democracia". Los israelíes destruyen en nombre de "su guerra contra el terror" y en nombre de "su América". Al parecer, en el estado judío, la cuestión hebraica se convierte en asesinato masivo tan pronto como encuentra un "nombre" al que asociarlo.”
El pasaje bíblico que dice:
“De Lachis pasó Josué y todo Israel con él a Eglón; y pusieron sitio contra ella, y combatiéronla. Y la tomaron el mismo día, y pasárosla a cuchillo y aquel día mató a todo lo que en ella había vivo, como había hecho en Lachis”. (Libro de Josué X, 34)
hoy podría decir:
“De Europa pasó Olmert y todo su pueblo con él a Palestina, y pusieron sitio contra ella, y combatiéronla. Le ha sido difícil, y disparó sus misiles y aquel día mató a muchos niños y mujeres que en ella había vivo”
El sionismo es la ideología de la burguesía y la pequeña burguesía europea de religión judía continuadora de las ideas más retrogradas e inhumanas que creíamos superadas en el los siglos pasados. Su mayor logro -como lo fue en su momento para el movimiento nazi- es el haber enajenado a todo un pueblo bajo el odio irracional y la segregación por medio de la religión. El sionismo es, sin lugar a duda, hermano gemelo del nazismo. La colonización, el expansionismo y el genocidio en el Medio Oriente hoy se encuentran justificados como “una misión divina”. El sionismo es la peor amenaza que se cierne sobre la humanidad. Esta es la misma conclusión a la que ha llegado Gilad Atzmon cuando nos dice:
“En estas circunstancias, no queda mucho espacio para la especulación. El estado judío es la peor amenaza para la humanidad (…) El Cristianismo, el Islam y el Humanismo se presentaron como un intento de enmendar el fundamentalismo tribal judío y reemplazarlo por la ética universal. La Ilustración, el liberalismo y la emancipación permitieron a los judíos redimirse de sus ancestrales y tribales creencias de supremacía. Desde mediados del siglo XIX, son muchos los judíos que han roto las cadenas culturales y tribales. Desgraciadamente, el sionismo ganó muchos judíos para su causa. En la actualidad, Israel y el sionismo son la única voz colectiva con la que cuentan los judíos (…) Los últimos días de ofensiva despiadada contra la población civil palestina no dejan lugar a dudas. Israel es el peligro más grave para la paz mundial. Está claro que las naciones cometieron un trágico error en 1947, concediendo a una efímera identidad racista la oportunidad de convertirse en un estado nacional. No obstante, ahora la obligación de las naciones es desmantelar pacíficamente ese estado antes de que sea demasiado tarde. Debemos hacerlo antes de que el estado judío y sus radicales grupos de presión en todo el mundo nos arrastren a una guerra mundial en "nombre" de una u otra ideología populista y trivial (democracia, guerra contra el terror, choque cultural, etc.). Debemos despertarnos y actuar ahora, antes de que el único planeta que tenemos se convierta en un hervidero de odio”.
¡Que Dios salve a los gentiles creyentes, pero a los ateos quién nos salvará!
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