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¿Globalización o feudalización?

Existe un común denominador en todas las sociedades humanas que conocemos hasta nuestros días. Es el de una gran fractura y confrontación entre un sector social que podríamos llamar la sociedad trabajadora o constructora y otro, el que por su parasitismo, bien la definiríamos como la sociedad depredadora. Dos poderes enfrentados: Poder Social o capacidad social para ir modificando constantemente el rumbo de la Historia y Poder Político u organización de las fuerzas parasitarias para ir apropiándose de ésta capacidad.

Mientras la sociedad constructora representa la condición mas intrínseca de la especie humana en su lucha por la supervivencia: su acción creadora y transformadora en favor de la vida y de la satisfacción de las necesidades más perentorias, la búsqueda del progreso social, la constante andadura para hacer realidad sus sueños, la investigación incesante de las mejores soluciones para afrontar sus problemas… la sociedad depredadora solo se preocupa de crear y mantener los instrumentos y la infraestructura ideológica, política o militar que haga posible la continuidad de su expolio bajo la apariencia siempre, de una normalidad social inmutable. Pero nada ha sido inmutable bajo la presión de la sociedad constructora. Se terminó el avasallamiento tribal. El esclavista duró lo que duraron los antiguos Imperios y la servidumbre feudal solo unos cientos de años. El sometimiento asalariado apenas alcanza los 300 años y hoy en los albores de una gran revolución tecnológica, tanto como el propio Capital, ha entrado en una profunda crisis.

La sociedad del Capital, que nadie lo dude, si hoy ya merodea su colapso no es por razones éticas o morales, ni por razones que puedan explicarse más allá de su caducidad propia e intrínseca. Es por la sencilla razón que el empuje imparable de la sociedad constructora hace que el progreso social se vea constreñido e imposibilitado bajo las leyes con las que se edificó la sociedad del dinero. Solo fuera de sus leyes, la sociedad progresará.

La llamada globalización es simplemente el fruto de la acción de la sociedad constructora. Nos comunicamos con increíble rapidez. Pulverizamos el tiempo y el trabajo necesario para fabricar cualquier mercancía. A las máquinas hemos incorporado nuestro trabajo físico y nuestras habilidades. Ninguna frontera es capaz de detener el incesante ir y venir de seres humanos, de mercancías, de conocimientos, de técnicas y métodos de trabajo que desahucian en poco espacio de tiempo viejas e ineficaces maneras de producir. Nuevos conocimientos de informática, robótica, biotecnología, bioquímica, genética… hacen posible alcanzar lo que hasta hace muy poco parecía un sueño. Somos capaces de producir alimentos, vacunas, enseres, manufacturas, fuentes de energía… muy por encima de nuestra propia capacidad de consumirlos. Nos acercamos al espacio, al mismo tiempo que escudriñamos los orígenes de la vida. Cercamos la curación de enfermedades que creíamos insalvables. Nuestra andadura de mestizaje y dilución cultural es imparable.

La incorporación de millones de seres humanos a esta nueva sociedad constructora que puede crear con suma facilidad redes interconexionadas hasta rincón mas apartado del globo será tan fácil como lo fue la de nuestros antepasados a la fabricación de hachas con piedras de silex, o el dominio del fuego, o al laboreo de la tierra, o a la forja de los metales, o a la navegación. Nuestro camino de miembros de una tribu, esclavos, súbditos, o ciudadanos, acabará irreversiblemente en la unificación de nuestra especie en una Patria común.

Mientras la sociedad constructora sigue embarcada en colosales proyectos con mejores herramientas y conocimientos científicos por encima de fronteras territoriales, de impedimentos geográficos o caducas barreras ideológicas o políticas, el Capital, divide, censura, patenta y privatiza. Mientras la sociedad constructora crea, transmite, socializa y necesita hacer comúnes medios, conocimientos y riquezas, el Capital solo pretende crear instrumentos globales para poder detraer las plusvalías que la sociedad va generando. Mientras la sociedad camina inexorablemente hacia un proceso unificador, el Capital separa, enfrenta e intenta una nueva feudalización del mundo.

La constitución de nuevas naciones tanto a partir de procesos autonomistas como de disgregación o separación, no es más que la muestra fehaciente de la crisis de los estados Nacionales que creó la burguesía en los siglos pasados. Estos ya son un obstáculo para el desarrollo social. Estas nuevas naciones son en realidad territorios o estados fallidos a merced de los grandes grupos financieros internacionales, bajo los cuales toman cobijo las fuerzas políticas autóctonas a cambio de poder seguir manteniendo su poder de pillaje sobre sus poblaciones.

En su constitución la coartada puede cambiar: los “derechos históricos”, las diferencias étnicas o raciales, religión, etc. Así se desentierran antiguas banderas y baluartes, viejos himnos guerreros, santones, reyes, mártires o deidades. El guetto “autodeterminado” está servido.

Luego... en tres meses, el pan pasó de 25 a 45 euros, la leche de 50 a 75, el paro es colosal, el 75% de los jóvenes de 15 a 24 años carece de empleo. “Carecemos de ministro de Defensa; el del interior no controla a la policía; el de transportes no controla el aeropuerto ni las fronteras; y el de energía no controla las fuerzas energéticas”… manifestaba recientemente Alvin Kurti, líder del movimiento autodeterminación de Kosovo. (En Kosovo hay en estos momentos cuatro estructuras de poder paralelas en un territorio no mayor de diez mil metros cuadrados: el gobierno de Kosovo, la misión de las Naciones Unidas, la Oficina Civil de la UE y una nueva organización internacional destinada a reforzar con miles de jueces, fiscales y policías a la administración del grupo mafioso más importante de Kosovo, reconvertido primero en guerrilla salvadora y luego en gobierno democrático).

Lo que aparece hoy tras el derrumbe de los antiguos estados nacionales es un proceso de feudalización del mundo. ¡Qué paradoja, la burguesía que construyó su instrumento de poder a partir de vencer la disgregación feudal, ahora nos propone una nueva atomización¡ Bajo la tutela de los Estados fuertes o de los instrumentos supranacionales del Capital financiero intenta crear centenares de nuevos estados nacionales invocando el derecho de autodeterminación de los pueblos. ¡Qué barbaridad¡

En realidad no son más que procesos de saqueo y de pillaje.

Frente a la feudalización del mundo se impone que la sociedad constructora continúe el natural proceso de unificación de la Humanidad que es la que sin duda debe regir la globalización en marcha, en donde el conocimiento científico será el motor de nuestro progreso.

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