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El cuento de cómo y por qué asistimos hoy a la agonía del Modo de Vida y el Estilo de Vida “Americano”

Este cuento tiene dos protagonistas principales: EEUU y el resto del mundo. La trama comienza y se desarrolla en distintos actos durante unos 200 años. La primera, en el continente americano a partir del siglo XIX, cuando la mayoría de los pueblos de ese continente se encontraba enfrascada en las luchas de liberación y en la construcción de la soberanía de sus pueblos. Mientras ello ocurría, uno de los protagonistas, la astuta águila norteña, veía, observaba, esperaba y planificaba la estrategia para apropiarse de las riquezas del otrora poderoso imperio español.

Pero, en ese momento, el otro protagonista, los pueblos nuestroamericanos, tenían líderes tan astutos e incluso más sabios que el águila del norte. De manera que uno de ellos, Simón Bolívar, comenzó a alertar cómo la “gran nación del norte” era una amenaza a la libertad política recién lograda por todos los pueblos nuestroamericanos, por lo cual éstos se debían unir en Panamá contra ella; decía el líder, “unámosnos en una gran nación y seremos invencibles” “si estamos unidos, ni el águila del norte ni la Europa podrán someternos de nuevo”. Sin embargo, el águila sabía que habían líderes débiles, muchos de ellos venales como el colombiano Santander y el venezolano Páez que podían hacerle el “trabajo sucio” requerido para evitar que las alertas de Bolívar cayeran en terreno fértil y que las uniones logradas hasta ese momento se mantuvieran.

Los traidores y desleales hicieron posible que las alertas no fueran escuchadas y la mañosa águila triunfó y ello le ha costado al otro protagonista, a los países del continente americano, 200 años de infortunios: muerte, desolación y miseria.

Y es así como el águila dotó a su propio pueblo de todas las facilidades y comodidades posibles condensadas en el modo de vida americano, cuyo estilo de vida comenzó a implicar para ese pueblo sinónimo de confort y consumismo. Pero el águila sabía que con los recursos existentes en su propio territorio no podía garantizarle a su pueblo, de manera indefinida, ese estilo de vida. Así que, envalentonada con los éxitos logrados, el águila se planteó que si la estrategia le había funcionado en la América hispana, por qué no plantearse variantes tácticas para el resto del mundo que se orientaran a darle una hegemonía sobre el planeta que garantizara la perpetuación del estilo de vida americano.

El águila comenzó a necesitar que ese estilo de vida fuera defendido y se le ocurrió que necesitaba el más mortífero sistema bélico conocido por la humanidad hasta ahora para convencer a los países renuentes y, simultáneamente, el más pernicioso sistema financiero y bancario para comprar conciencias y controlar las desobediencias dentro de los distintos gobiernos de los países del mundo. Pero al mismo tiempo, el águila debía legitimar ideológicamente su sistema todo de manera de silenciar las voces contestarias, tanto internas como externas. Y se le ocurrió que la mejor manera de lograrlo consistía en hacer equivalente su modo y estilo de vida con los ideales de libertad, democracia y civilización y, sobre todo, convencer a grupos significativos de personas en todos los países de la validez de esas equivalencias de manera que se convirtieran en reproductoras y defensoras de las mismas. Es así cómo el pueblo estadounidense comenzó a asociar que cualquier amenaza al confort que él disfrutaba constituía una afrenta a la libertad no sólo de sí sino a la civilización occidental toda, a la democracia y a los derechos humanos, y que –al mismo tiempo—muchos ciudadan@s de otros países pensaran igual. Y es a partir de entonces como EEUU se dedicó a perpetrar el engaño más colosal que ha existido en la humanidad, pues se empeñó en la tarea de hacerle creer no sólo a los pueblos american@s ya controlados (incluyendo el propio), sino a todos los pueblos del mundo, de que el estilo de vida que caracterizaba su modo de vida podía y debía ser emulado y replicado por ellos pues era sinónimo de libertad, democracia y civilización. Todo lo demás era salvajismo y atraso. Y el mundo entero “cayó por inocente”.

Para imponer su modelo, EEUU necesitó apropiarse de todos los recursos naturales del mundo, para lo cual creó corporaciones, invadió países, violó los derechos humanos de millones de personas, auspició, creó y llevó a cabo guerras genocidas, asesinó a líderes, anuló movimientos sociales y pare Ud. de contar.

Pero, ¡eh aquí!, como sucede con todo engaño, el que había defendido EEUU no pudo sostenerse más de 200 años. La humanidad comenzó –a finales del siglo XX, es decir, unos 180 años después- a darse cuenta de que el modo de vida y el estilo de vida americano era imposible de lograr para todos los pueblos del mundo: no existían en el planeta suficientes recursos naturales para sostener, a escala planetaria, ese modo de vivir sin afectar al planeta mismo: no había suficientes bosques para satisfacer las demandas de papel; no había en el mundo suficiente estaño, hierro, acero, bauxita y demás metales para manufacturar los carros, trenes, maquinarias de todo tipo y sus partes y toda la tecnología que el sistema requería; de fibras naturales o fuentes para elaborar fibras sintéticas para el vestido y otros usos; de alimentos para mantener vivas a las poblaciones; de sustancias orgánicas para producir medicinas para curar las enfermedades de una población de miles de millones de personas; de agua para calmar la sed de esa multimillonaria población; no había tampoco bastantes fuentes de energía fósil (petróleo y gas) para garantizar no sólo que el pueblo de EEUU pudiera continuar consumiendo –indefinidamente- el 25% de esa energía, sino que quedara suficiente para el resto del mundo, al menos si ese resto aspiraba emular el modo de vida americano. Y no sólo no había suficientes recursos naturales, en suma, sino que la distribución de éstos no estaba concentrada en, y no podía ser controlada por el norte, sino que existía mayoritariamente en el sur, regiones y zonas que los defendían y atesoraban contra las aspiraciones hegemónicas del águila y sus países aliados.

Entonces, el águila diseñó otra táctica: puesto que había logrado que todo –incluyendo las personas- deviniera en mercancía, es decir, sustituyó al valor de uso de las cosas y servicios por el valor de cambio (que se pudieran transar, comprar y vender), y la riqueza creada socialmente era insuficiente para satisfacer las necesidades básicas de todo el mundo, inventó la riqueza virtual, la no real, el “dinero de papel”, y estimuló el crédito como manera de reproducir todas las contradicciones capitalistas en la forma de producir y cambiar, lo cual hizo que se rebasaran los límites del dios mercado.

Y ahora, en un acto de nuestro cuento, transitoriamente final, que se inició hace 30 años, en el siglo XXI, nos encontramos y presenciamos la agonía de ese modo de vida y de ese estilo de vida americano. EEUU es un país arruinado. Los estadounidenses, no obstante que en su imaginario colectivo se puedan seguir concibiendo como miembros de un pueblo elegido, con todos los derechos y ninguna obligación hacia el resto del mundo, excepto imponerle su modo de vida puesto que han creído que es equivalente a libertad, democracia y civilización, viven en un país que ya no puede garantizarles no sólo el confort acostumbrado de su estilo de vida, sino la vida misma. Los millones de estadounidenses desempleados, sin casa y diríamos sin futuro, aunque pudieran pensar que se trata de una más de las crisis cíclicas del capitalismo (y por lo tanto transitoria), no parecen darse cuenta de que lo que está colapsando es el liberalismo económico que garantizó por centurias su modo de vida. Una enorme mayoría no se percata que el país no puede seguir funcionando con los valores del free will que sustentaron los derechos del “individuo soberano”, expresados en el consumismo y el egoísmo individual. Que su éxito al haber logrado el engaño más colosal de la historia al convencer al mundo entero de que el único modo de vida posible era el American way of life constituye, precisamente su mayor flaqueza para contener y revertir la actual situación. ¿Qué pasará con su mortífero poderío militar? ¿Qué pasará con su hegemonía mundial en el campo de las ideas y la cultura?. Ni lo uno ni lo otro producen casas, alimentos ni riqueza social y sí gastos, dinero que ese país no posee a pesar de su “máquina para producir dinero de papel” puesta infructuosamente al servicio de la banca y las finanzas y a pesar de su recientemente elegido presidente Obama con su vocación hacia “el cambio”. Para el pueblo norteamericano el problema actual no se resume en las encendidas frases de Obama de “querer hacer”, sino en la realidad de “poder hacer” y “qué hacer” para mantener el American way of life”.

Y qué pasa con el resto del mundo que asumió como paradigmático –de manera voluntaria o reticente—ese modo de vida. La “crisis” (diríamos más bien el cataclismo del modo de vida americano”) está afectando a todos los países del globo. En el plano económico observamos una desaceleración generalizada que se manifiesta en la disminución en el acceso a los alimentos, los cuales son cada vez más escasos y caros; trabas o imposibilidad de financiar la energía derivada del petróleo que mantiene en funcionamiento al sistema; “ajustes presupuestarios” cotidianos que implican la eliminación o disminución del gasto social; merma considerable en los ingresos provenientes de la exportación de materias primas, etc.

Por todo lo anterior, es dable suponer que el estilo de vida americano está mortalmente quebrantado y sus posibilidades futuras de reconstituirse bajo su forma actual son prácticamente nulas.

Iraida Vargas Arenas

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