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Economía artificial del capitalismo imperial |
Capitalistas y socialistas coinciden en que el capitalismo requiere de la continua expansión para sobrevivir. Las ganancias producto de la plusvalía deben ser reinvertidas para competir con éxito en una mayor escala.
Primero fue el crecimiento dentro de cada país en que se desarrollaba ese sistema, hasta que el mercado copó la totalidad de su geografía. Para sobrevivir necesitaba crecer, de allí la agresiva penetración neocolonial del capitalismo en todos y cada uno de los rincones del planeta. A la par que se cubría toda la faz de la tierra, como marabunta, en la medida que se saturaban los mercados, se creaban nuevas mercancías, imperativo para evitar la muerte del sistema. La guerra ha sido un mecanismo que permite encauzar los recursos sobrantes hacia el desarrollo de esa industria. También las finanzas y las operaciones especulativas han dado una vía de escape a los excedentes. De hecho, por cada cien unidades monetarias que circulan en el mundo hoy en día, sólo cinco ó diez corresponden a transacciones sobre la economía real, el resto se debe a operaciones financieras especulativas.
Desesperadamente, el capitalismo, hoy imperialista, busca nuevos mercados, para lo cual debe crear nuevas mercancías. Las operaciones especulativas dan a la economía imperialista una característica que aterraría a cualquiera que la analizase en frío: está sustentada sobre el tránsito de bienes que no son tangibles: ni alimentos, ni vestidos, bienes de consumo, ni siquiera servicios, sino papeles, bonos, inversiones financieras que deben su valor a la especulación, que podríamos perfectamente traducir por ‘apuestas’.
Entonces, sólo un 5 a 10 por ciento de los ‘valores’ que circulan en el mercado mundial son necesarios para la satisfacción de las necesidades humanas (y llegando bien arriba en la pirámide de Maslow, es decir, no estamos hablando sólo de bienes y servicios básicos). El resto, es una burbuja artificial, sobre cuya vida o muerte nadie debería llorar. La actual crisis financiera no es más que una gran “Big Pop”, o estallido de una burbuja de jabón, que no por ello será inerte.
Pero lo cínico es que mientras esto sucede, más de la mitad de la humanidad sobrevive con menos de dos dólares diarios. En un mundo en que todos tuviesen sus necesidades satisfechas, sería un poco comprensible que los recursos excedentes se dedicaran a esas operaciones especulativas. Pero en un modelo no capitalista, es decir, socialista, no habría ese afán de crecimiento y por tanto no habría excedentes, pues todo el esfuerzo social iría a la satisfacción de necesidades reales, realmente sentidas, orientadas hacia la felicidad social.
Esa doble situación, por una parte una economía con ingentes recursos excedentarios, y por la otra la insatisfacción de las necesidades de la mayoría, constituye una contradicción explosiva para el imperialismo.

► domingo, 28 septiembre, 2008
Hoy se está al borde de una crisis gigantesca que probablemente los políticos de Estados Unidos y de sus países aliados resolverán, salvando por el momento los puestos de trabajo y los fondos de pensiones de millones de personas, a miles de empresas y bancos de la quiebra, al ordenamiento económico y político vigente.Pero el control global de los grandes propietarios no está en riesgo. Independientes de las vicisitudes de la confianza en la mano invisible, los dueños de las transnacionales cuentan con sus enormes propiedades, los militares, los periodistas publicistas, los científicos y técnicos, sus partidos políticos; con la creencia de las multitudes sin un sistema alternativo al frente.
A los magnates de la propiedad no les importan demasiado los modos de realizar sus fortunas. Puede venir el Estado regulador o continuar la desregulación. Podría regresarse al estado de bienestar. Todo es posible para el sistema social dominado por la clase de los dueños. En la Historia está su milenaria adaptación al cambio, sobre esclavos, siervos, ciudadanos; desde el poder en el comercio, a la industria, a las finanzas. Comprensivos de las estatizaciones, privatizaciones, nacionalizaciones; abiertos a la independencia nacional, la dependencia nacional, la guerra, la paz; tolerantes a la democracia, la dictadura, la libertad, el genocidio y la tortura, los derechos humanos; sin compromiso estable entre las subvenciones, el libre comercio, los monopolios, la libre competencia.
Todo, menos la pérdida de la propiedad, la igualdad social, el fin de la explotación, el término de su goce de la riqueza y el poder hereditarios.
Sería equivocado no ver la fuerza enorme de este orden permanente y cambiante, considerar que una derrota de los neoconservadores significa por sí misma un avance.
La misión dura es poner fin a cualquier forma de grandes propietarios, a sus castas, los pobres y marginados.
Reírse del socialismo de Wall Street, del Secretario del Tesoro Paulson de rodillas, de Bush en derrota, de los arrogantes economistas de Harvard, es grato. Pero sin dejar de oír críticamente a Hugo Chávez que advierte que la crisis debe aprovecharse para cambiar el sistema financiero. Sí, tal vez empezar por ahí, pero el objetivo debe ser cambiar el sistema privado por el socialismo. Transformar en pasado las castas, los ricos, los pobres, los marginados.
(mas...)
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