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Crisis, epidemias y pandemias

A las crisis económica, política, ecológica, energética, climática, financiera y social, todas de proporciones planetarias, se ha sumado la alarma mundial por el virus H1N1. Sólo falta un apagón en el sol o una invasión extraterrestre.

Antes de que una nueva y más exótica amenaza dispare las alarmas, puede ocurrir que los mil millones de personas que pasan hambre, los pueblos originarios excluidos, los africanos preteridos y los latinoamericanos cansados, se rebelen y hagan que todos los sobresaltos de hoy parezcan anécdotas.

Percibidas por separado, cada una de esas situaciones parece como un síntoma o como un aviso emitido por las defensas naturales de la civilización, que alertan de una falla sistémica que afecta al conjunto formado por la sociedad y el medio natural que interactúa en un entorno común y que puede colapsar.

En realidad se trata de un fenómeno global, comprensible únicamente cuando desde una posición teórica y metodológica correcta, mediante una visión panorámica, se aprecia el conjunto, se le contextualiza sintonizándolo, no con una coyuntura, un país o una región, sino con todo el orbe y con toda una época histórica.

En ese entendido se trata de una crisis estructural, gestada históricamente y que afecta a la totalidad de la sociedad global, naturalmente a la formación económica y social vigente, a su base económica y a sus soportes ideológicos. Es imposible no aludir al capitalismo, a la propiedad privada o al liberalismo; en definitiva no hay otros actores a escala global. Si todavía el comunismo fuera beligerante a los centros ideológicos de occidente les sería más fácil encontrar un culpable.

La complejidad de las situaciones y sobre todo su escala planetaria hace difícil concebir soluciones integrales y alimenta una especie de pandemia ideológica que provoca incertidumbre y pesimismo. Si ya se ha pasado la línea de no retorno, la especie humana está perdida y el curso de los desastres es irreversible, de qué vale luchar en alguno de los rincones del mundo en que nos tocó nacer y vivir.

Todas las crisis económicas cíclicas y las sistémicas, las epidemias y las pandemias y las grandes injusticias sociales tales como la conquista y el saqueo del Nuevo Mundo, la esclavitud y la trata de esclavos, la explotación del trabajo asalariado por el capital, tienen en común hechos objetivos como la división en clases, la propiedad privada y el poder político ejercido por las oligarquías; así como con la codicia y la maldad como simientes ideológicas.

En cualquier caso el análisis no es simple. No hay soluciones fáciles, como tampoco catástrofes inevitables y no existe ningún desafío que el hombre moderno con su ciencia y su cultura, su tecnología y sus potencialidades para crecer infinitamente no pueda resolver, siempre y cuando tenga la cordura necesaria para identificar los caminos, especialmente para elegir los puntos de partida.

En su esencia más profunda se trata de colosales deformaciones estructurales cuya enorme escala hace que paradigmas eternos como la limpieza de los Establos de Augias parezcan hechos nimios para los cuales hoy no se requeriría de un héroe o un semi dios como Hércules. Un hombre con una buldózer hubiera sido suficiente para desviar los ríos Alfeo y Peneo.

Lo primero que sería necesario comprender es que no se trata de comenzar sino de rectificar, cosa particularmente difícil porque se refiere a un fenómeno en el cual se conjugan defectos de génesis, errores de diseño, problemas funcionales y una visible ausencia de enfoques doctrinarios y reflexiones rigurosas, capaces de alumbrar la comprensión de esta etapa. A todo ello se une la mediocridad en los liderazgos, que llegó a la indigencia con George W. Bush.

La ilusión de que en el G -20 o en el G -194 como llaman ahora a la Asamblea general de la ONU, puedan surgir soluciones o aproximaciones a soluciones globales, no es en si mismo negativo porque entraña una esperanza y un acto de confianza en las potencialidades humanas para encontrar una salida conjunta.

No obstante, mientras tal cosa llega o no llega; lo importante es lo que cada pueblo pueda hacer por si mismo y aquello que los líderes más competentes logren en materia de colaboración e integración.

En menos de lo que tarda en crecer una generación China e India, cada una por sus propios caminos, dejaron de formar parte del grupo de los países más pobres del mundo para convertirse en las grandes economías emergentes del planeta y en un lustro el presidente Chávez ha hecho más por la integración latinoamericana que todas las organizaciones multilaterales juntas. Al criticarlo por usar para ello el petróleo se intenta convertir la virtud en defecto.

Bajo los efectos del stress actual, la gente tiende a olvidar que en el pasado reciente hubo tiempos excepcionalmente difíciles y peligrosos, como aquellos de la Guerra Fría en los que cualquier día podía ser el último y el destino de la humanidad e incluso del planeta dependía de un error, de un accidente, incluso del estado de ánimo de algún líder investido de poderes para apretar el botón nuclear.

(mas...)

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDIRÁ OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI


Jorge Gómez Barata

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